Nuestras creencias dirigen el funcionamiento del cuerpo.
Seth
Vuestras creencias conscientes dirigen el funcionamiento del cuerpo, y no a la inversa.
El ser interior utiliza la mente físicamente consciente, enfocada en lo físico, como un método para manejarse en el mundo que conocéis. La mente consciente está particularmente equipada para dirigir la actividad externa, tratar con las experiencias de vigilia y supervisar el trabajo físico.
Las creencias de la mente sobre la naturaleza de la realidad se transmiten luego a las partes internas del ser, las cuales confían en la interpretación que la mente consciente hace de la realidad temporal. La mente consciente establece los objetivos, y el ser interior los lleva a cabo haciendo uso de todas sus funciones y su inagotable energía.
El gran valor de la mente consciente reside precisamente en su capacidad para tomar decisiones y marcar pautas. Pero su función es doble: debe evaluar las condiciones tanto del interior como del exterior, y procesar la información que llega del mundo físico y de las partes internas del ser. No es, por tanto, un sistema cerrado.
Ser humano requiere un agudo discernimiento en la utilización de dicha conciencia. Muchas personas temen sus propios pensamientos. No los examinan. Aceptan las creencias de los demás. Estas acciones distorsionan la información que llega desde dentro y desde fuera.
No se libra ninguna batalla entre el ser intuitivo y la mente consciente. Sólo parece haberla cuando la persona se niega a afrontar toda la información que está disponible en su mente consciente. Algunas veces parece más fácil evitar los frecuentes reajustes de comportamiento que requiere un autoexamen. En estos casos una persona adopta muchas creencias de segunda mano. Algunas se contradicen entre ellas; las señales que se dan al cuerpo y al ser interior no son entonces claras y precisas, sino que constituyen una confusa mezcla de instrucciones contradictorias.
Esta confusión pone en funcionamiento alarmas de diversa índole: el cuerpo no funciona adecuadamente, o se perturba el entorno emocional general. En realidad, estas reacciones son una medida de precaución, el aviso de que se precisa un cambio.
Al mismo tiempo, el ser interior transmite a la mente consciente ideas e intuiciones con el fin de aclarar su visión. Pero, si alguien cree que el ser interior es peligroso y que no hay que fiarse de él, si teme los sueños o cualquier elemento psíquico indiscreto, rechaza esta ayuda y se aparta de ella.
Si, además, cree que debe aceptar sus dificultades, la sola creencia puede impedirle solucionarlas.
Repito: vuestras ideas y creencias forman la estructura de vuestra experiencia. Estas creencias y las razones que las originan se hallan en la mente consciente. Si aceptáis la idea de que las razones de vuestro comportamiento están para siempre enterradas en el pasado de esta vida, o de cualquier otra, no seréis capaces de alterar vuestra experiencia hasta que cambiéis esa creencia. Me refiero ahora a la experiencia más o menos normal. Más adelante comentaremos áreas más específicas, tales como las circunstancias de enfermedades que se remontan al nacimiento.
El simple hecho de comprender que conformáis vuestra propia realidad debería suponer una liberación. Sois responsables de vuestros éxitos y alegrías. Podéis cambiar las áreas de vuestra vida que no os complacen, pero debéis asumir la responsabilidad de vuestro ser.
El espíritu se unió con la carne, y participa de ella, para experimentar un mundo de increíble riqueza, para ayudar a crear una dimensión de la realidad llena de colores y formas. Vuestro espíritu nació en la carne para enriquecer un área maravillosa de conciencia sensorial, para percibir la energía convertida en forma corpórea. Estáis aquí para utilizar el cuerpo, disfrutar con él, y expresaros por su intermedio. Estáis aquí para ayudar en la gran expansión de la conciencia. No estáis aquí para llorar las miserias de la condición humana, sino para cambiarlas cuando no las encontréis de vuestro agrado, mediante la alegría, la fortaleza y la vitalidad que están dentro de vosotros; para que este espíritu encarnado sea lo más fiel y hermoso posible.
La mente consciente permite mirar hacia afuera, al universo físico, y ver el reflejo de la propia actividad espiritual, a fin de percibir y valorar las creaciones individuales y conjuntas.
Por decirlo de alguna manera, la mente consciente es una ventana a través de la cual miráis hacia afuera; y, al mirar al exterior, percibís los frutos de la mente interna. A menudo dejáis que creencias falsas empañen esa gran visión. Vuestra alegría, vitalidad y logros no provienen del exterior como resultado de los sucesos que «os ocurren»: provienen de acontecimientos internos que son el resultado de vuestras creencias.
Se ha escrito mucho sobre la naturaleza y la importancia de la sugestión. Una de las ideas actuales en boga afirma que toda persona está constantemente a merced de la sugestión. Vuestras creencias conscientes son las sugestiones más importantes que recibís. Toda idea se rechaza o se acepta según si creéis o no que son ciertas, de acuerdo con la constante charla consciente que ocurre dentro de la mente durante la mayor parte del día, que es el modo en que os hacéis sugestiones.
Sólo aceptáis una sugestión dada por otra persona si encaja con vuestras propias ideas sobre la naturaleza de la realidad en general, y sobre vosotros en particular.
Si utilizáis la mente consciente adecuadamente, por tanto, examináis esas creencias que os llegan. No las aceptáis a la fuerza. Si empleáis la mente consciente adecuadamente, también sois conscientes de las ideas intuitivas que os llegan del interior. Pero, si no examináis la información que os llega desde fuera, y no hacéis caso de los datos que os llegan desde dentro, sólo sois semiconscientes.
Así pues, aceptáis indiscriminadamente muchas creencias falsas porque no las habéis examinado, y de ese modo dais al ser interior una imagen defectuosa de la realidad. Como la evaluación de la experiencia física corre por cuenta de la mente consciente, el ser interior no puede llevar a cabo su labor de forma adecuada. Si dicha evaluación fuera responsabilidad de las partes internas del ser, éstas no necesitarían una mente consciente.
Cuando se alerta al ser interior, éste trata inmediatamente de remediar la situación mediante una serie de medidas correctivas. En ciertas ocasiones, cuando la situación se descontrole, evita esas áreas restringidas de la mente consciente, y soluciona el problema insuflando energía en otros campos de actividad.
Por ejemplo, se las arregla para trabajar en torno a los puntos ciegos de la mente racional. A menudo hace una criba de entre la mezcla de creencias contradictorias para escoger las más revitalizadoras, y las envía a la mente consciente en lo que parece una súbita revelación. Estas revelaciones dan como resultado nuevos patrones que cambian el comportamiento.
Debéis ser conscientes de los contenidos de vuestra mente racional, descubrir las ambigüedades. Sea cual sea la naturaleza de vuestras creencias, éstas son en realidad carne y materia. El milagro del ser no puede eludirse. Los pensamientos se convierten en hechos. Si creéis que el mundo es malvado, daréis con hechos que parecen malvados. No existen casualidades desde el punto de vista cósmico, o desde el punto de vista del mundo tal como lo conocéis. Vuestras creencias se desarrollan en el tiempo y el espacio tal como lo hacen las flores. Cuando lo comprendéis, podéis incluso sentir su crecimiento.
La mente consciente es básicamente curiosa, abierta. También está capacitada para examinar sus propios contenidos. Debido a las teorías psicológicas del último siglo, muchos occidentales creen que el propósito primordial de la mente consciente es inhibir el contenido «inconsciente».
No obstante, tal como hemos mencionado, la mente también tiene la capacidad de recibir e interpretar información que le llega del ser interior y no sólo eso, sino que lo hace muy bien. Recibe e interpreta impresiones. Pero al hombre le han enseñado a aceptar [sólo] la información procedente del mundo exterior, y a levantar barreras contra el conocimiento interno.
Esta situación despoja al individuo de todo su vigor, y lo aísla -conscientemente- de las fuentes importantes de su ser. Esto inhibe la expresión creativa en particular, e impide que el ser consciente tenga acceso a las revelaciones e intuiciones que surgen continuamente del ser interior y que podrían estar a su disposición.
El pensamiento y el sentimiento, por tanto, parecen separados. La creatividad y el intelecto no se muestran como los hermanos que son, sino a menudo como perfectos desconocidos. La mente consciente pierde sus frágiles fronteras, y aleja de su experiencia el amplio cuerpo de conocimiento interno del que dispone. Y así aparecen en el ser las ilusorias divisiones.
Por el contrario, el ser actúa espontáneamente como una unidad, pero como una unidad siempre cambiante. Si escucha las voces tanto del interior como del exterior, la mente consciente es capaz de dar forma a creencias que están en consonancia con el conocimiento del ser tal como se recibe de fuentes materiales e inmateriales. Entonces, junto con otras actividades, se examinan las creencias de forma natural y fácil, sin esfuerzo. No obstante, una vez que la mente consciente ha aceptado una serie de creencias en conflicto, se requiere un claro esfuerzo para organizarías y seleccionarlas.
Recordad que las creencias falsas parecen justificarse porque vuestra experiencia en el mundo exterior es la materialización de esas creencias. Así que debéis trabajar con la materia prima de vuestras ideas, aun cuando la información percibida os indique que una creencia determinada es una verdad obvia. Para cambiar la experiencia o un fragmento de ella, debéis pues cambiar vuestras ideas. Dado que desde un principio habéis dado forma a vuestra realidad, los resultados sucederán de modo natural.
Debéis estar convencidos de que podeis alterar vuestras creencias, y debéis estar dispuestos a intentarlo. Haced de cuenta que una idea limitadora es como un color sucio, y que vuestra vida es un cuadro multidimensional echado a perder. Debéis cambiar la idea como un artista cambiaría su paleta de colores.
El artista no se identifica con los colores que emplea; sabe que los elige él y que los aplica con un pincel. Del mismo modo, vosotros pintáis la realidad con vuestras ideas. No sois vuestras ideas, ni siquiera vuestros pensamientos. Sois el ser que las experimenta. Si un pintor ve sus manos manchadas con pigmento al final del día, puede lavarse y eliminar las manchas fácilmente, porque conoce su origen. Si creéis que los pensamientos limitadores son una parte de vosotros, y por tanto indisolublemente adheridos a vosotros, no se os ocurrirá lavaros y sacároslos. Actuaréis en cambio como un artista loco que declarara: «Mis pinturas son una parte de mí. Me han manchado los dedos, y no hay nada que pueda hacer al respecto».
No existe ninguna contradicción -aunque pueda parecer que la haya- entre ser espontáneamente consciente de los propios pensamientos, y examinarlos. No hay que actuar a ciegas para ser espontáneo. Ni sois espontáneos cuando aceptáis indiscriminadamente como un hecho cada pequeña información que os llega, como si fuera propia.
Muchas creencias desaparecerían automáticamente y de manera bastante inofensiva si fuerais verdaderamente espontáneos. Pero, en cambio, soléis conservarlas
Las ideas previas, restrictivas y aceptadas, conforman por así decirlo un dique de contención que retiene otras ideas parecidas, de modo que la mente se llena de material de desecho. Cuando sois espontáneos, aceptáis la naturaleza libre de la mente, y ésta toma decisiones espontáneamente respecto a la validez o no validez de la información que recibe. Cuando no permitís que la mente realice esta función, la mente se desbarata.
Ningún manzano trata de producir violetas. De forma casi automática conoce lo que es, y el marco de su propia identidad y existencia. Vosotros tenéis una mente consciente, pero ésta es sólo el fragmento «superior» de la mente. Hay mucho más de ella a vuestra disposición, y por tanto podríais ser conscientes de una parte mucho mayor de vuestro conocimiento; pero una creencia falsa y limitadora es tan desconcertante para vuestra naturaleza como lo sería la de un manzano que se creyera una violeta.
No podría producir violetas, ni tampoco sería un buen manzano mientras tratara de producirlas. Una creencia incorrecta es aquella que no se corresponde con las condiciones básicas de vuestro ser interior. Así que, si creéis que estáis a merced de los sucesos físicos, abrigáis una creencia falsa. Si creéis que vuestra experiencia presente quedó establecida en circunstancias fuera de vuestro control, albergáis una creencia falsa.
Vosotros participasteis en el desarrollo del entorno de vuestra infancia. Escogisteis las circunstancias. Esto no significa que estáis a merced de esas circunstancias. Significa que os fijasteis los retos que debíais superar, los objetivos que queríais alcanzar; establecisteis marcos de experiencia que os permitieran desarrollar, comprender y perfeccionar ciertas facultades.
El poder creativo para dar forma a vuestra propia experiencia se halla ahora dentro de vosotros, tal como lo ha estado desde el momento del nacimiento y aún antes. Podéis haber elegido un tema particular para esta existencia, una cierta estructura de condiciones, pero dentro de ello gozáis de libertad para experimentar, crear y alterar las condiciones y sucesos.
Cada persona elige las pautas individuales dentro de las cuales creará su realidad personal. Pero dentro de estos límites hay una infinita variedad de acciones y recursos ilimitados.
El ser interior se embarca en una emocionante aventura, en la que aprende a expresar su realidad en términos físicos. La mente consciente está, pues maravillosamente sintonizada con la realidad física, y a menudo está tan deslumbrada por lo que percibe que se siente tentada a pensar que los fenómenos físicos son una causa, en vez de un resultado. Las partes más profundas del ser siempre se encargan de recordarle que eso no es así. Pero, si la mente consciente acepta demasiadas creencias falsas, particularmente si considera peligroso a ese ser interior, se cierra a esos constantes recordatorios. Cuando se produce esta situación, la mente consciente se siente acosada por una realidad que parece mayor que ella y sobre la cual no tiene control. Pierde así la intensa sensación de seguridad que debería ser su sostén.
Es necesario eliminar las creencias falsas para que la mente consciente pueda hacerse consciente de nuevo de su origen, y abrirse a los canales internos de esplendor y poder que tiene a su disposición.
El ego es un retoño de la mente consciente, por así decirlo. La mente consciente es como una cámara gigante, cuya perspectiva y enfoque controla el ego. No sólo eso, sino que diversos fragmentos de la identidad pasan a constituir el ego, se separan y se transforman, a la vez que mantienen una maravillosa espontaneidad sin perder el sentido de unicidad.
El ego es la idea que tenéis sobre vuestra imagen física en relación con el mundo. Así pues, la imagen que tenéis de vosotros mismos no es inconsciente. Sois bastante conscientes de él, a pesar de que a menudo rechazáis ciertos pensamientos sobre él en favor de otros. Las creencias falsas pueden dar como resultado un ego rígido que insiste en emplear la mente consciente en una única dirección, lo que distorsiona aún más sus percepciones.
Con frecuencia decidís conscientemente enterrar un pensamiento o una idea que podría haceros cambiar de comportamiento, porque no parece encajar con ideas restrictivas que ya albergáis. Escuchad el flujo de pensamientos a medida que transcurren los días. ¿Qué sugerencias e ideas os dais a vosotros mismos? Recordad que se materializarán en vuestra experiencia personal.
Muchas ideas restrictivas pasan sin escrutinio bajo la apariencia de bondad. Quizás os sintáis bastante virtuosos, por ejemplo, por odiar el mal, o lo que os parece que es malo; pero, si os concentráis en el odio o en el mal, lo estáis creando. Si sois pobres quizás os sintáis orgullosos de vuestra situación económica, y miréis con desdén a quienes tienen dinero, diciéndoos que el dinero está mal, lo que reforzará la situación de pobreza. Si estáis enfermos tal vez penséis demasiado en lo penoso de vuestro estado, envidiéis amargamente a las personas sanas, y os quejéis de vuestra condición, y así perpetuéis esa situación a través de los pensamientos. Si pensáis demasiado en limitaciones, las encontraréis. Debéis crear una nueva imagen en la mente, una imagen que difiera de la que los sentidos físicos os muestran en determinado momento en esas áreas donde se requieren los cambios.
Otro ejemplo: el odio a la guerra no traerá la paz; sólo el amor a la paz llevará a buen término esas condiciones.
Extracto de Habla Seth III
A través de Jane Roberts
5214 lecturas