El hombre suena conforme a cómo piensa y vive.
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Por consiguiente, el hombre suena conforme a cómo piensa y vive.
Sus melodías o bien contribuyen a la elevación de muchos hombres, si es que se encuentran en el camino hacia la naturaleza divina, o bien envenena su medio ambiente, si su melodía está al unísono con el griterío de este mundo, que exigirá su tributo conforme al yo del mundo.
La atmósfera de la Tierra está alojada en una capa de la crónica atmosférica que es llamada el yo del mundo. Allí está almacenado todo lo negativo que los hombres de todas las épocas han pensado y realizado.
Los diferentes componentes de ese yo del mundo sólo se pueden disolver cuando ese alma u hombre que ha introducido sus actos contrarios en el ego del mundo, haya expiado su culpa y obtenido perdón o superado su ego con la orientación hacia lo divino.
En la crónica atmosférica también son efectivas las fuerzas positivas, el pensar y vivir de los verdaderos místicos, profetas e iluminados de todas las épocas. Así, tanto lo positivo como lo negativo de la crónica atmosférica vuelve a ser activo en los hombres que viven en estos campos de vibración y son influenciables para esto a causa de su voluntad propia e imitación.
El hombre contribuye a la decadencia del mundo con la disonancia de los sonidos negativos.
La madurez de un hombre, su desarrollo espiritual hacia lo divino, demuestra quién es y en qué nivel de consciencia se encuentra.
El hombre será por tanto sinfonía o desarmonía según cómo piense, viva y se manifieste.
Los hombres que se acercan a la armonía universal, Dios, cuya consciencia ha madurado, y se ha ampliado de tal manera que la fuerza divina los puede conducir directamente, son hombres sencillos, alegres, naturales y con un alto nivel de inteligencia. Su forma de pensar carece de toda complicación. Ellos tienen una capacidad de captar las cosas y reaccionar ante ellas con rapidez.
Su manera de pensar y vivir, sus costumbres y hábitos también se manifiestan en la forma de tomar los alimentos. Según como sea su alma, noble y pura, así elegirán también su alimento y así lo tomarán.
La postura corporal de un hombre espiritualmente despierto es erguida, tal como es también su carácter, impecable y perfecto; su vida es recta. El observa y cumple las leyes espirituales y terrenales en tanto que sean compatibles con los mandamientos espirituales divinos.
Como en todas las formas de vida actúa la esencia espiritual, la base de la vida, los hombres verdaderamente espirituales tomarán su alimento sentados y erguidos, sabiendo que todo es un regalo de Dios a los hombres. En la comida manejarán los cubiertos tal y como son ellos mismos, ágil, armoniosa y calmadamente.
Los hombres del espíritu, que están libres de conceptos, opiniones y complejos externos, saben adaptarse con habilidad a los principios terrenales, y a las reglas éticas según el punto de vista humano. Ellos saben compaginar su ética y moral internas, que es su esencia y es natural a ellos, con los principios humanos de la ética y la moral, de manera que pese a todo siguen siendo en el mundo hombres del espíritu cuya consciencia de fuerza supera en mucho a la del hombre mundano. Con su espiritualidad enlazan melódicamente la ética externa con la armonía interna, con la ética y moral espirituales, y manifiestan así quiénes son.
Los hombres del espíritu no engullen el alimento, los dones de Dios. Tomarán cada bocado uno a uno y lo masticarán armoniosamente para hacerlo llegar bien desmenuzado a su órgano digestivo. No llenarán la boca de forma excesiva ni antes de haber masticado y tragado lo anterior, para que cada cucharada o bocado sea tomado, masticado e ingerido de forma ordenada y consciente.
Tal como se muestra su interior, orientado hacia lo espiritual, así se manifestará también en lo externo. Si se ingiere el alimento de forma consciente, calmada y armoniosamente, la comida también es un sonido armónico que influye en todos los que participan en ella y los incita a una armonía cada vez más perfecta.
Extracto de: Lo que piensas y hablas, tu forma de comer y lo que comes, muestra quién eres.
La palabra de Dios para nosotros manifestada por el Querubín de la Sabiduría divina, el hermano Emanuel.
Dada a través de la profetisa del Señor, Gabriele de Würzburg
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