Matando al leon de Nemea.

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TRABAJO 5. MATANDO AL LEON DE NEMEA
(LEO, 22 de julio - 21 de agosto)

EL MITO

El Gran Presidente se sentó dentro de la Cámara del Concilio del Señor y allí discutió el Plan de Dios para todos los hijos de los hombres, que son los hijos de Dios. El Maestro permanecía a su derecha y escuchaba sus palabras. Y Hércules descansaba de sus trabajos.

Y el Gran Presidente dentro de la Cámara del Concilio del Señor, observaba el reposo del cansado guerrero y vigilaba sus pensamientos. Le dijo entonces al Maestro que se mantenía a su lado dentro de la Cámara del Concilio del Señor: -“El tiempo para un terrible trabajo se acerca ahora. Este hombre, que es un hijo de hombre y no obstante un hijo de Dios, debe ser preparado. Que mire bien las armas que posee y que pula brillante su escudo, y que sumerja sus flechas en una mezcla letal, pues horrible y espantoso es el trabajo que tiene por delante. Que se prepare”.

Pero Hércules, descansando de sus trabajos, no tenía noticia de la prueba que estaba por delante. Sentía fuerte su coraje. Descansaba de sus trabajos, y una y otra vez, más allá del cuarto Portal, perseguía la gama sagrada claramente hasta el Templo del Señor. Llegó el tiempo en que la tímida cierva conoció bien al cazador que la perseguía, y gentilmente acudió a una orden suya. Así, una y otra vez, él colocaba a la gama sobre su corazón y buscaba el Templo del Señor. Así descansaba.

Delante del quinto gran Portal se erguía Hércules, armado hasta los dientes con todos los obsequios de guerra y de guerreros, y mientras se erguía, los vigilantes dioses observaban su firme paso, su ojo ansioso, su mano pronta. Pero, en lo profundo de su corazón se preguntaba:

-"¿Qué hago yo aquí?, decía. -¿Cuál es la prueba y por qué busco yo pasar este Portal?” Y hablando así, escuchaba, esperando oír una voz. -“¡Qué hago yo aquí! Oh, Maestro de mi vida, armado como Tú ves, con toda la panoplia de guerra? ¿Qué hago yo aquí?”

-“Una llamada ha sonado, Hércules, una llamada de profundo dolor, tus oídos exteriores no han respondido a esa llamada, y no obstante el oído interior conoce bien la necesidad, pues él ha oído una voz, sí, muchas voces, diciéndote la necesidad, el apremio de que tú te arriesgues. La gente de Nemea busca tu ayuda. Ellos están en profunda angustia. La noticia de tus proezas se ha hecho pública. Ellos piden que tú mates al león que devasta su región, tomando sus víctimas entre los hombres.”

-“¿Es ese el salvaje ruido que oigo?” preguntó Hércules. -“¿Es el rugido de un león lo que oigo en el aire vespertino?” El Maestro dijo: -“Ve, busca al león que asola la región situada en la parte más distante del quinto Portal. La gente de esa asolada comarca vive silenciosamente detrás de sus puertas con cerrojos, no se aventuran a ir afuera a sus tareas, ni cultivan su tierra, ni siembran. De norte a sur, de este a oeste el león merodea, y acechando, captura a todo aquél que cruza su camino. Su espantoso rugido se oye a lo largo de la noche, y todos están temblando detrás de sus puertas trancadas. ¿Qué harás, oh Hércules? ¿Qué harás?”

Y Hércules, prestando oídos, respondió a la necesidad. En el lado más cercano del gran Portal que custodia firme la región de Nemea, dejó caer las armas de guerra, reteniendo para su uso el garrote, cortado por sus manos de un árbol joven y primaveral.

-“¿Qué haces ahora, oh hijo de hombre, que eres asimismo un hijo de Dios? ¿Dónde están tus armas y dónde tu fuerte protección?”

-“Este admirable conjunto de armas sólo me oprime, demora mi velocidad y obstruye mi marcha en el camino. No necesitaré nada sino mi fornida maza, y con esta clava y mi intrépido corazón, yo iré por mi camino a buscar al león. Envía a decir a la gente de Nemea que yo voy por el camino, y diles que echen fuera su temor”.
* * *
De un lugar a otro pasó Hércules, buscando al león. Encontró a la gente de Nemea, escondida detrás de sus puertas con cerrojo, excepto unos pocos afuera que se aventuraron a causa de la necesidad o la desesperación. Andaban por el camino a la luz del día, aunque llenos de temor.

Ellos dieron la bienvenida a Hércules con alegría al principio, después con preguntas, cuando vieron su manera de viajar; sin armas; con escasos conocimientos de las costumbres del león; y nada, excepto un quebradizo garrote de madera.

–“¿Dónde están tus armas, oh Hércules? ¿No tienes miedo? ¿Por qué buscas al león sin protección? Ve a procurar tus armas y tu escudo. El león es feroz y fuerte, y a una gran multitud ha devorado. ¿Por qué correr ese riesgo? Ve a buscar tus armas y panoplia de poder”. Pero silenciosamente, sin responder, el hijo del hombre, que era el hijo de Dios, siguió por el camino, buscando las huellas del león y siguiendo su voz.

-“¿Dónde está el león?, preguntaba Hércules. –“El león está aquí”, llegaba la respuesta. –“No, allí”, se imponía una voz de miedo. -“No es verdad”, replicaba una tercera. –“Yo escuché su rugido cerca de la desierta montaña esta semana”, “Y yo también, cerca de este valle donde estamos”. Y todavía otra decía: -“Yo vi sus huellas sobre el sendero por el que caminé, de modo que, Hércules, escucha mi voz y síguele la pista hasta su guarida”.
* * *
Así prosiguió Hércules su camino, temeroso pero sin miedo; solo, no obstante acompañado, pues en la huella él seguía a otros y era seguido, con esperanza y tembloroso espanto. Durante días y noches él exploró el Camino y prestó oídos al rugido del león, mientras la gente de Nemea se agazapaba tras las puertas cerradas.

De repente vio al león. Estaba parado a la orilla de un espeso matorral de arbustos. Viendo a un enemigo que se acercaba y que parecía completamente sin temor, el león rugió, y con su rugido los arbustos se sacudieron, la gente de Nemea huyó y Hércules permaneció inmóvil.

Hércules empuñó su arco y su estuche de flechas y con mano segura y ojo experto apuntó una flecha en el lomo del león. La flecha se dirigió directo al blanco, cayó sobre la tierra y falló, no atravesó el lomo del león. De nuevo, y aún de nuevo disparó sus flechas sobre el león hasta que no quedó ni una flecha en su carcaj. Entonces el león vino hacia él intocado, ileso y enfurecido de rabia, completamente sin temor. Arrojando su arco sobre la tierra, el hijo del hombre, que es un hijo de Dios, se avalanzó con un alarido salvaje hacia el león que estaba en la senda, bloqueando su camino, asombrado de la proeza con la que hasta entonces no se había encontrado. Pues Hércules avanzaba. Repentinamente el león se volvió y se precipitó delante de Hércules dentro de un matorral, en las laderas rocosas del camino de la abrupta montaña.

Y así continuaron los dos. Y repentinamente mientras iba por el camino, el león desapareció y no se lo vio ni oyó más. Hércules se detuvo en el camino y permaneció silencioso. Buscaba por todos lados, empuñando su fuerte garrote, el arma que él mismo había hecho, el obsequio que a sí mismo se había dado en días ya pasados, su confiable clava. Por todos lados buscaba; pasaba por todos los caminos, yendo de un punto a otro sobre la angosta senda que corría contra el costado de la montaña.

De repente se acercó a una cueva y desde la cueva llegó un fuerte rugido, una voz salvaje, sorda y retumbante que parecía decirle que se detuviera o perdería su vida. Y Hércules permaneció quieto, gritando a la gente de la región: -“El león está aquí, esperen la hazaña que haré”. Y Hércules, que es un hijo de hombre y sin embargo un hijo de Dios, entró a esa cueva y atravesó toda su extensión oscura hacia la luz del día y no encontró al león, sólo otra abertura en la cueva que conducía a la luz del día.

Y mientras estaba en suspenso, oyó al león detrás suyo.

-“¿Qué haré?” se dijo Hércules, “esta cueva tiene dos aberturas y mientras yo entro por una el león sale y entra por la que he dejado atrás. ¿Qué haré? Las armas no me sirven. ¿Cómo matar a este león y salvar a la gente de sus dientes? ¿Qué haré?”.

Y mientras buscaba el medio de hacer algo y escuchaba el rugido del león, vio unos montones de leña y palos tirados en gran profusión al alcance de su mano. Tirando de ellos hacia sí, arrastrándolos con todas sus fuerzas, colocó el montón de palos y haces de pequeñas ramas dentro de la abertura que estaba cerca y las amontonó allí, bloqueando el camino a la luz del día, para entrar y salir y encerrándose y encerrando al feroz león dentro de la cueva. Entonces se volvió y enfrentó al león.

Con sus manos apresó al león, estrechándolo apretadamente y ahogándolo. Cerca de su rostro tenía el resuello y resoplido del león. Pero sin embargo, sostuvo su garganta y lo estranguló. Más y más débiles se volvían los rugidos de odio y temor; más y más débil se volvía el enemigo del hombre; cada vez más bajo se abatía el león, pero Hércules lo sostenía. Y así, mató al león con sus dos manos, sin sus armas, y con su propia admirable fuerza.

El mató al león y lo despojó de su piel, mostrándola a la gente que no podía entrar en la cueva. –“¡El león está muerto!”, gritaba, “¡el león está muerto!”.

-“Ahora podemos vivir y labrar nuestras tierras y sembrar las semillas que necesitamos y andar en paz de continuo. El león está muerto y grande es nuestro liberador, el hijo de hombre, que es un hijo de Dios, llamado Hércules”.
* * *
Así Hércules retornó triunfante a Aquel que lo envió para probar su fuerza, para servir y satisfacer la necesidad de aquellos que se encontraban en horrible angustia. Colocó la piel del león bajo los pies del que era el Maestro de su vida, y obtuvo permiso para usar la piel en lugar de la ya gastada y usada.

-“La hazaña está hecha. La gente ahora está libre. No hay temor. El león está muerto. Con mis propias manos yo estrangulé así al león y lo maté”.

-“De nuevo, oh Hércules, mataste un león. Otra vez lo estrangulaste. El león y las serpientes deben ser matados repetidas veces. Bien hecho, hijo mío, ve y descansa en paz con aquellos que has liberado del temor”.

-“El quinto trabajo ha terminado y yo voy a decírselo al Gran Presidente, que está sentado esperando en la Cámara del Concilio del Señor. Descansa en paz”.

Y de la Cámara del Concilio llegó la voz: YO SE.


EL TIBETANO

En el quinto signo, Leo, Hércules realiza aquel de sus trabajos que es el mejor conocido históricamente, pues el matar al león de Nemea ha sido siempre asociado con Hércules, aunque es interesante señalar que este famoso trabajo no tiene relación con la piel de león que Hércules siempre usaba.

Esa era la piel del león que mató antes de que emprendiera sus trabajos y que fue su primer acto de servicio. A través de ese acto, demostró que estaba listo para la prueba y la disciplina.

Leo es el signo en el cual el hombre se reconoce a sí mismo como el individuo y empieza el ciclo de experiencias en las cuales adquiere conocimiento. Así, es el signo en el cual el hombre autoconsciente empieza su entrenamiento para la iniciación. Es en Leo que tenemos la última de las pruebas en el sendero probatorio. Cuando el trabajo de este signo termina, ha empezado el adiestramiento definido para la iniciación en Capricornio. Algunas medidas de control del pensamiento se han ganado en Aries, y algún poder de transmutar el deseo se ha logrado en Tauro. Las manzanas de la sabiduría han sido recogidas en Géminis y la distinción entre sabiduría y conocimiento ha sido aprendida en parte; mientras que la necesidad de transmutar el instinto y el intelecto en intuición y de llevar a ambos al Templo del Señor, ha sido entendida en Cáncer.
* * *
Hércules, el aspirante, el alma, simboliza al león, el príncipe, el rey, el gobernante, y a causa de esto, él simbólicamente usaba la piel del león. El león de Nemea se yergue esencialmente para la coordinada, dominante personalidad, pues el aspirante tiene que ser un individuo altamente evolucionado.

Con los aspectos triples del yo personal inferior fundidos y mezclados, y, por consiguiente, poderosos más allá del término medio, el aspirante se vuelve a menudo una persona algo irritante y difícil. Tiene una mente y la está usando. Sus emociones están controladas, o bien están tan mezcladas con sus reacciones mentales que son extraordinariamente poderosas; de ahí que sea excesivamente individual, a menudo muy agresivo, autoconfiado, y autosatisfecho y su personalidad sea, por lo tanto, una fuerza devastadora en el grupo familiar, en la sociedad, o en la organización con la cual pueda estar afiliado. Por consiguiente, el aspirante, tiene que matar al león de su personalidad. Habiendo surgido de la masa, y desarrollado su individualidad, entonces tiene que matar lo que ha creado; tiene que volver impotente al que ha sido el gran agente protector hasta el momento. El egoísmo, el instinto autoprotector, tiene que dar lugar a la abnegación, lo que es literalmente la subordinación del yo al todo.

Por lo tanto, el león de Nemea simboliza la personalidad poderosa corriendo indómita y amenazando la paz de la comarca. ¿Cuál es la lección que se pretende debe aprenderse del hecho de que Hércules siguiera al león hasta la cueva que tenía dos aberturas? ¿Por qué obstruyó una abertura y entró por la otra? ¿Cuál es la enseñanza espiritual que subyace en la tradición de que allí mató al león con sus simples manos desnudas?

En el simbolismo de las escrituras del mundo, los acontecimientos más trascendentales son representados en dos sitios: en la cueva o en la montaña. Cristo nació en la cueva; la personalidad es vencida en la cueva; la voz del Señor se oye en la cueva; el conocimiento de Cristo es alimentado en la cueva del corazón. Pero después de la experiencia en la cueva, se escala la montaña de la transfiguración; el monte de la crucifixión es alcanzado, para ser seguido, finalmente, por el monte de la ascensión.

La raza aria, a la cual pertenecemos, es de un desarrollo mental agudo, y el conocimiento de la gente en todas partes está cambiando progresivamente más allá de su naturaleza emocional, y por lo tanto fuera del centro del plexo solar, dentro del cuerpo mental, y por consiguiente, dentro de la cabeza. Hay en la cabeza una pequeña cueva, una pequeña estructura ósea que escuda y protege una de las más importantes glándulas del cuerpo: La pituitaria. Cuando esta glándula esté funcionando en completa y apropiada actividad, tendremos una personalidad plena y activa, autocontrolada, con pronunciada actividad mental y resistencia.

Este cuerpo pituitario es dual en su configuración: En uno de sus lóbulos, el frontal o ante-pituitario se encuentra el asiento de la mente razonadora, de la intelectualidad, y en el otro, el post-pituitario, está el asiento de la naturaleza emocional, imaginativa. Se dice también que esta glándula coordina a las otras, controla el crecimiento y es esencial para la vida. Donde existe una falta de desarrollo de esta glándula se puede encontrar deficiencia tanto emocional como mental. Es en esta cueva que el león de la personalidad desarrollada o individualidad tiene su guarida, y es aquí que el dios sol, Hércules, debe triunfar.

Durante siglos los egipcios, y especialmente los hindúes, han sabido de los chakras o centros de fuerza en el cuerpo etérico. El descubrimiento del sistema endocrino muestra glándulas físicas correspondientes, en las mismas ubicaciones. Una de éstas, el cuerpo pituitario con sus dos lóbulos, simboliza la cueva con dos aberturas, una de las cuales, Hércules tuvo que cerrar antes de que pudiera controlar la personalidad con la mente superior. Pues fue sólo cuando él hubo bloqueado la abertura de las emociones personales (post-pituitaria), desechando incluso su seguro garrote, rehusado simbólicamente a no llevar más una vida personal, egoísta, que él pudo, entrando por la abertura representada por la ante-pituitaria, someter al león de la personalidad en la cueva.

Estas correlaciones son tan exactas que presentan en pequeño y en grande un terrible testimonio de la perfecta integridad del Plan. “Como arriba así es abajo”. Una sorprendente correlación entre las verdades biológicas y espirituales.
* * *
Por nuestra propia voluntad y con pleno conocimiento estamos aquí. Para elevar la materia al cielo hemos venido a esta existencia manifiesta. En esencia y en realidad el hombre no es lo que parece ser. El es esencialmente lo que demostrará en Acuario, el signo opuesto a Leo. Entonces, el hombre será una conciencia universal, en contraste con la individualidad autoafirmativa del tipo de Leo. El individuo en Leo, se transforma en el iniciado en Capricornio, y se pone de manifiesto como el hombre completo en Acuario, y esto sólo ha sido posible a causa de la devoción ilimitada a un objetivo oscuramente sospechado, que lo ha llevado una y otra vez alrededor del zodíaco, hasta que se ha logrado una completa autoconciencia.
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Palabra clave: “Yo soy Ese y Ese Soy Yo”

Libro: LOS TRABAJOS DE HERCULES
Una interpretación astrológica - Alice A. Bailey.-

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