La compasión. Clave 10.
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LA COMPASIÓN: UNA FUERZA DE LA NATURALEZA Y UNA EXPERIENCIA HUMANA
La claridad de la respuesta del abad me hizo tambalear. Sus palabras hacían eco a las ideas que han sido registradas en las antiguas tradiciones gnósticas y cristianas desde hace 2,000 años. Para que nuestras oraciones sean respondidas, debemos trascender la duda que a menudo acompaña la naturaleza positiva de nuestros deseos. Siguiendo una breve enseñanza para superar dichas polaridades, las palabras de Jesús registradas en la biblioteca Nag Hammadi nos recuerdan el poder de nuestras órdenes. En palabras que a estas alturas deberían sonarnos familiares, nos recuerdan que cuando le decimos a una montaña: "'Muévete,' se moverá."
Por medio de la claridad de sus palabras, el abad respondió al misterio de qué era lo que estaban haciendo los monjes y las monjas en sus oraciones: estaban hablando el lenguaje cuántico de las emociones y los sentimientos, un lenguaje sin palabras ni expresiones exteriores.
En 2005, tuve la oportunidad de visitar de nuevo los monasterios del Tibet por un total de 37 días. Durante la jornada, nuestro grupo se enteró de que el abad que había compartido el secreto del sentimiento conmigo en 1998, había muerto. Aunque las circunstancias nunca quedaron completamente claras, nos enteramos sencillamente de que ya no estaba en este mundo. Aunque no habíamos conocido antes al hombre que tomó su lugar, cuando escuchó que habíamos regresado, nos dio la bienvenida y nos permitió continuar la conversación que había comenzado en 1998.
En otra mañana helada del Tibet, en una capilla distinta, nos encontramos cara a cara con el nuevo abad del monasterio. Sólo minutos antes, nos habían llevado a través del pasaje sinuoso empedrado que nos condujo a su diminuta, fría y poco iluminada habitación, en total oscuridad. Sentíamos cada paso sobre el piso peligrosamente resbaladizo por años de verter mantequilla de yac sobre la superficie. Fue en esta antigua habitación fría, llena del aire de las montañas, anidada en el corazón de ese monasterio, que le formulé a este nuevo abad mis preguntas para proseguir con el tema: "¿Qué nos conecta mutuamente, con nuestro mundo y con el universo? ¿Cuál es la 'materia' que transporta nuestras oraciones fuera de nuestros cuerpos y mantiene el mundo unido?" El abad me miró directamente a los ojos mientras nuestro traductor repetía mi pregunta en tibetano.
De forma instintiva, le eché una mirada al guía, quien había sido nuestro intermediario durante toda la conversación. Yo no estaba preparado para la traducción que escuché de regreso. "La compasión," dijo. "El geshe [gran maestro] dice que la compasión es lo que nos conecta."
"¿Cómo puede ser eso?" pregunté, buscando claridad en lo que estaba escuchando. "¿Está describiendo la compasión como una fuerza de la naturaleza o como una experiencia emocional?"
De repente, se desató una acalorada conversación cuando el traductor le formuló mi pregunta al abad.
"La compasión es lo que conecta todas las cosas" fue su respuesta final. ¡Y eso es todo!
Después de casi diez minutos de un diálogo intenso que involucraba los elementos más profundos del budismo tibetano, ¡lo único que escuché fueron esas nueve palabras!
Unos días después, me encontré entablado en la misma conversación de nuevo, haciendo exactamente la misma pregunta a un monje de alto rango en otro monasterio. En vez de la formalidad que experimentamos en la presencia del abad, estábamos más bien en la minúscula celda del monje, en donde él comía, dormía, oraba y estudiaba cuando no estaba en el gran salón de cánticos.
A estas alturas, nuestro traductor ya se había familiarizado con la forma en que yo hacía las preguntas y lo que estaba tratando de entender. Cuando nos acuclillamos alrededor de las lámparas de mantequilla de yac en la habitación en penumbra, observé el techo muy bajo.
Estaba cubierto del tizne negro de años y años de quemar las mismas lámparas con el fin de recibir luz y calor en el exacto lugar en donde nos encontrábamos aquella tarde.
De la misma manera que le había formulado la pregunta al abad sólo unos días antes, le dije (por medio del traductor) al monje: " ¿Es la compasión una fuerza de creación o es una experiencia?" Sus ojos se dirigieron hacia el mismo lugar en el techo a donde yo había mirado unos segundos antes. Dando un profundo suspiro, pensó por un momento, recolectando la sabiduría que había acumulado desde que había entrado al monasterio a la edad de ocho años. (Parecía estar entre los veinte y los treinta años ahora.) De repente, bajó la mirada, me miró y me respondió. La respuesta era corta, poderosa y tenía muchísimo sentido. "Es ambas cosas," fueron las palabras que el monje me respondió. "La compasión es a la vez una fuerza del universo y una experiencia humana."
En ese día, en la celda de un monje a medio mundo de distancia, a cerca de 4,500 metros sobre el nivel del mar y a horas de distancia del pueblo más cercano, escuché las palabras de una sabiduría que siendo tan simple, muchas tradiciones occidentales han pasado por alto hasta el día de hoy. El monje acababa de compartir el secreto de lo que nos conecta a todos en el universo, así como la cualidad que hace que nuestros sentimientos y emociones sean tan poderosos: son uno y lo mismo.
NO SE TRATA DE CUALQUIER SENTIMIENTO
Traducciones recientes de antiguas oraciones inscritas en arameo, el lenguaje de los esenios (los escribas de los Rollos del Mar Muerto), parecen apoyar la idea precisamente de lo que el monje estaba compartiendo, como los secretos de hacer que algo se haga realidad.
Estas nuevas interpretaciones también ofrecen pistas respecto a por qué dichas instrucciones parecen ser tan vagas. Al traducir de nuevo los documentos originales del Antiguo Testamento, es claro que se tomaron inmensas libertades con el paso de los siglos respecto a las palabras y a las intenciones de los antiguos autores. Como dice el refrán, "mucho se perdió en la traducción."
(Describo esto, y otros ejemplos que comparto en estas páginas, en mi último libro Secrets of the Lost Mode of Prayer, pero son tan importantes todos que he decido incluirlos también aquí.)
Por ejemplo, relatando nuestra habilidad de participar en los eventos de la vida, la salud y la familia, una comparación de la versión moderna bíblica de "Pedid y se os dará," con su texto original, nos da una idea de lo mucho que puede haberse perdido. La versión moderna y condensada de la Biblia dice:
"En verdad os digo: todo lo que pidáis al Padre en mi Nombre, Él os los dará. Hasta ahora no habéis pedido nada invocando mi Nombre: pedid y se os dará, y vuestro gozo será completo. "
(Juan 16: 2-24)
Cuando comparamos esto con el texto original, vemos que la clave quedó fuera del texto. En el siguiente párrafo, he marcado entre corchetes [ -- ] la parte faltante.
"Todas las cosas que vosotros pedís recta y directamente al Padre...
desde el interior en Mi nombre, se os darán.
Hasta ahora no lo habéis hecho...
[ Pedid entonces si n motivaciones escondidas y estaréis rodeados por vuestras respuestas. ]
[ Envolveros en vuestros deseos, pues vuestro gozo será pleno. ] "
Con estas palabras, recordamos los principios cuánticos que nos dicen que el sentimiento es un lenguaje para dirigir y enfocar nuestra conciencia. Es un estado del ser en el que estamos, en vez de algo que hacemos a cierta hora del día.
Aunque es obvio que la emoción es el lenguaje que reconoce la Matriz Divina, también es aparente que no se trata de cualquier sentimiento. Si así fuera, el mundo sería un lugar muy confuso, en donde la idea de una persona quedaría imbricada con el concepto muy distinto de la otra. El monje afirmó que la compasión es tanto una fuerza de la creación como la experiencia que hace que podamos tener acceso a ella. Los elementos más profundos de la enseñanza sugieren que con el fin de lograr la compasión, debemos considerar una circunstancia sin una fuerte expectativa sobre lo correcto o lo incorrecto del resultado de esa situación. En otras palabras, debemos percibirla sin juicios ni ego. Y parece ser que precisamente esta cualidad de la emoción es la clave para hablar con la Matriz Divina de forma que sea significativa y efectiva.
Como sugiere el físico Amit Goswami, se necesita más que un estado normal de la conciencia para hacer que una posibilidad cuántica se convierta en una realidad presente.
De hecho, para hacer esto, indica que debemos estar en lo que describe como un "estado no ordinario de la conciencia."
Para llegar a este punto, la traducción del arameo afirma que debemos "pedir sin motivaciones escondidas." Otra forma de aclarar esta parte tan importante de la instrucción, es decir en palabras modernas, que debemos tomar nuestras decisiones desde un deseo que no esté basado en nuestro ego. El gran secreto para atraer a nuestra realidad presente el enfoque de nuestra imaginación, creencias, curaciones y paz, es que debemos hacerlo sin un fuerte apego al resultado de nuestro agrado. En otras palabras, nos invitan a orar sin juicio alguno sobre lo que debería o no debería estar ocurriendo.
Clave 10: No se trata de cualquier sentimiento. Para que podamos crear, los sentimientos deben ser carentes de ego y juicio.
Quizá una de las mejores descripciones de cómo experimentar este lugar de neutralidad, lo encontramos en la obra del gran poeta sufí Rumi. Con palabras sencillas, pero poderosas, nos dice: "Más allá de las ideas sobre lo que es correcto o incorrecto, existe un campo. Ahí me reuniré contigo."
¿Con qué frecuencia podemos decir que estamos de verdad en el campo del no juicio de Rumi en cualquier momento de nuestras vidas, especialmente cuando el destino de uno de nuestros seres queridos está en juego? No obstante, ésta parece ser precisamente la lección más grandiosa de nuestro poder, el mayor reto de nuestras vidas, y la inmensa ironía de nuestra habilidad de crear en un universo participante.
Parece ser que cuan mayor sea nuestro deseo de cambiar nuestro mundo, más esquivo es nuestro poder para lograrlo. Esto ocurre porque lo que deseamos está a menudo basado en el ego. Si no fuera así, el cambio no tendría tal significado para nosotros. No obstante, cuando maduramos hacia el estado de conciencia en donde sabemos que podemos alterar nuestra realidad, parece ser que se convierte en cada vez menos importante para nosotros hacerlo.
Semejante a como cuando deseamos tener un auto, por ejemplo, y luego al tenerlo el deseo languidece, al tener la habilidad de obrar milagros de sanación y paz, desaparece la urgencia por hacer que estos ocurran. Esto puede ser porque cuando sabemos que podemos cambiar las cosas, llega la aceptación del mundo tal como es.
Es esta libertad de poseer el poder sin adjudicarle tanta importancia, lo que nos permite ser todavía más efectivos en nuestras oraciones. Y aquí puede yacer la respuesta a la pregunta que formulan todos aquellos que han meditado, entonado cánticos, recitado el OM, danzado y orado por la recuperación de sus seres amados.
A pesar de que sin duda alguna, todos estos actos estaban basados en buenas intenciones, a menudo involucraban un profundo apego a la curación de nuestros seres queridos.
Conllevaban la creencia de que era necesaria una recuperación milagrosa.
Y si la sanación tenía que ocurrir, implicaba que todavía no había sido llevada a cabo, si así fuera, no lo estaríamos pidiendo en nuestras oraciones. Es como si al desear el resultado de la curación, los esfuerzos por crearla estuvieran reforzando la realidad de que la enfermedad estaba presente. Esto nos lleva a la segunda parte de la antigua instrucción, algo que es menudo pasado por alto en nuestro intento de atraer milagros en nuestras vidas.
La siguiente parte de la traducción nos invita a "rodearnos" de nuestra respuesta y a "envolvernos" con nuestro deseo para que nuestro gozo ocurra. Este pasaje nos recuerda, en palabras precisamente, lo que los experimentos y las antiguas tradiciones sugieren en su sabiduría compartida. Debemos, primero, tener en nuestros corazones el sentimiento de sanación, abundancia, paz y las respuestas a nuestras oraciones de bienestar como si ya hubieran ocurrido, antes de que puedan convertirse en realidad en nuestras vidas.
En el pasaje, Jesús sugiere que aquellos a quienes él les habla, todavía no lo han hecho. Al igual que mis amigos con la poderosa medicina de oración y buenas intenciones, aunque hayan creído que estaban pidiendo que sus oraciones fueran respondidas, si su solicitud eran simplemente las palabras: Por favor, permite que se realice esta curación, dice Jesús que éste no es el lenguaje que reconoce el campo universal de la Matriz Divina. Él les recuerda a sus discípulos que deben "hablar" con el universo de manera significativa.
Cuando sentimos que estamos rodeados por la sanación de nuestros seres amados y envueltos en la paz de nuestro mundo, estamos usando el lenguaje y el código que abre las puertas a todas las posibilidades.
Con este sentimiento, pasamos de la perspectiva que sospecha que estamos simplemente experimentando lo que sea que llega a nuestras vidas, a la perspectiva de que sabemos que somos parte de todo lo que es. Por consiguiente, creamos un giro en la energía que puede describirse como el clásico "salto cuántico." De forma muy parecida a como el electrón de un átomo salta de un nivel de energía a otro, sin moverse a través de los espacios intermedios, cuando sabemos realmente que estamos hablando el lenguaje cuántico de nuestra elección y no simplemente pensando en lo podría ser, estamos en otro estado de conciencia. Es este estado el que se convierte en el espacio puro en donde comienzan los sueños, las oraciones y los milagros.
Extracto de La Matriz Divina.
Gregg Braden.
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