La libertad como problema psicológico.

Varios/Otros


La historia moderna, europea y americana, se halla centrada en torno al esfuerzo por alcanzar la libertad en detrimento de las cadenas económicas, políticas y espirituales que aprisionan a los hombres. Las luchas por la libertad fueron sostenidas por los oprimidos, por aquellos que buscaban nuevas libertades, en oposición con los que tenían privilegios que defender. Al luchar una clase por su propia liberación del dominio ajeno creía hacerlo por la libertad humana como tal y, por consiguiente, podía invocar un ideal y expresar aquella aspiración a la libertad que se halla arraigada en todos los oprimidos. Sin embargo, en las largas y virtualmente incesantes batallas por la libertad, las clases que en una determinada etapa habían combatido contra la opresión, se alineaban junto a los enemigos de la libertad cuando ésta había sido ganada y les era preciso defender los privilegios recién adquiridos.

A pesar de los muchos descalabros sufridos, la libertad ha ganado sus batallas.

Muchos perecieron en ellas con la convicción de que era preferible morir en la lucha contra la opresión a vivir sin libertad. Esa muerte era la más alta afirmación de su individualidad. La historia parecía probar que al hombre le era posible gobernarse a sí mismo, tomar sus propias decisiones y pensar y sentir como lo creyera conveniente. La plena expresión de las potencialidades del hombre parecía ser la meta a la que el desarrollo social se iba acercando rápidamente. Los principios del liberalismo económico, de la democracia política, de la autonomía religiosa y del individualismo en la vida personal, dieron expresión al anhelo de libertad y al mismo tiempo parecieron aproximar la humanidad a su plena realización. Una a una fueron quebradas las cadenas. El hombre había vencido la dominación de la naturaleza, adueñándose de ella; se había sacudido la dominación de la Iglesia y del Estado absolutista. La abolición de la dominación exterior parecía ser una condición no sólo necesaria, sino también suficiente para alcanzar el objetivo acariciado: la libertad del individuo.

La guerra mundial1 fue considerada por muchos como la última guerra; su terminación, como la victoria definitiva de la libertad. Las democracias ya existentes parecieron adquirir nuevas fuerzas, y al mismo tiempo nuevas democracias surgieron para reemplazar a las viejas monarquías. Pero tan sólo habían transcurrido pocos años cuando nacieron otros sistemas que negaban todo aquello que los hombres creían que habían obtenido durante siglos de lucha.

Porque la esencia de tales sistemas, que se apoderaron de una manera efectiva e integral de la vida social y personal del hombre, era la sumisión de todos los individuos, excepto un puñado de ellos, a una autoridad sobre la cual no ejercían vigilancia alguna.

En un principio, muchos hallaban algún aliento en la creencia de que la victoria del sistema autoritario se debía a la locura de unos cuantos individuos y que, a su debido tiempo, esa locura los conduciría al derrumbe. Otros se satisfacían con pensar que al pueblo italiano, o al alemán, les faltaba una práctica suficiente de la democracia, y que, por lo tanto, se podía esperar sin ninguna preocupación el momento en que esos pueblos alcanzaran la madurez política de las democracias occidentales. Otra ilusión común, quizá la más peligrosa de todas, era el considerar que hombres como Hitler habían logrado apoderarse del vasto aparato del Estado sólo con astucias y engaños; que ellos y sus satélites gobernaban únicamente por la fuerza desnuda y que el conjunto de la población oficiaba de victima involuntaria de la traición y del terror.

En los años que han transcurrido desde entonces, el error de estos argumentos se ha vuelto evidente. Hemos debido reconocer que millones de personas, en Alemania, millones de individuos permanecƒan indiferentes y no creƒan que valiera la pena luchar o morir en su defensa. Tambi„n reconocemos que la crisis de la democracia no es un problema peculiar de Italia o Alemania, sino que se plantea en todo Estado moderno.

Bien poco interesan los sƒmbolos bajos los cuales se cobijan los enemigos de la libertad humana: ella no est€ menos amenazada si se la ataca en nombre del antifascismo o en el del fascismo2 m€s descarado. Esta verdad ha sido formulada con tanta eficacia por John Dewey, que quiero expresarla con sus mismas palabras: ‡La amenaza m€s seria para nuestra democracia —afirma—, no es la existencia de los Estados totalitarios extranjeros. Es la existencia en nuestras propias actitudes personales y en nuestras propias instituciones de aquellos mismos factores que en esos paƒses han otorgado la victoria a la autoridad exterior y estructurado la disciplina, la uniformidad y la dependencia respecto de El Lƒder. Por lo tanto, el campo de batalla est€ tambi„n aquƒ: en nosotros mismos y en nuestras institucionesˆ.

Si queremos combatir el fascismo debemos entenderlo. El pensamiento que se deje enga‚ar a sƒ mismo, gui€ndose por el deseo, no nos ayudar€. Y recitar frmulas optimistas resultar€ anticuado e in…til como lo es una danza india para provocar la lluvia.

Al lado del problema de las condiciones econmicas y sociales que han originado el fascismo se halla el problema humano, que debe ser entendido. Este libro se propone analizar aquellos factores din€micos existentes en la estructura del car€cter del hombre moderno que le hicieron desear el abandono de la libertad en los paƒses fascistas, y que de manera tan amplia prevalecen entre millones de personas de nuestro propio pueblo.

Las cuestiones fundamentales que surgen cuando se considera el aspecto humano de la libertad, el ansia de sumisin y el apetito del poder, son estas: ŠQu„ es la libertad como experiencia humana? ŠEs el deseo de libertad algo inherente a la naturaleza de los hombres? ŠSe trata de una experiencia id„ntica, cualquiera que sea el tipo de cultura a la cual una persona pertenece, o se trata de algo que varia de acuerdo con el grado de individualismo alcanzado en una sociedad dada? ŠEs la libertad solamente ausencia de presin exterior o es tambi„n presencia de algo? Y, siendo asƒ, Šqu„ es ese algo?
Š
Cuales son los factores econmicos y sociales que llevan a luchar por la libertad?
Š
Puede la libertad volverse una carga demasiado pesada para el hombre, al punto que trate de eludirla? ŠCmo ocurre entonces que la libertad resulta para muchos una meta ansiada, mientras que para otros no es m€s que una amenaza? ŠNo existir€ tal vez, junto a un deseo innato de libertad, un anhelo instintivo de sumisin? Y si esto no existe, Šcmo podemos explicar la atraccin que sobre tantas personas ejerce actualmente el sometimiento a un lƒder? ŠEl sometimiento se dar€ siempre con respecto a una autoridad exterior, o existe tambi„n en relacin con autoridades que se han internalizado, tales como el deber, o la conciencia, o con respecto a la coercin ejercida por ƒntimos impulsos, o frente a autoridades annimas, como la opinin p…blica? ŠHay acaso una satisfaccin oculta en el sometimiento? Y si la hay, Šen qu„ consiste? ŠQu„ es lo que origina en el hombre un insaciable apetito de poder? ŠEs el impulso de su energƒa vital o es alguna debilidad fundamental y la incapacidad de experimentar la vida de una manera espont€nea y amable? ŠCuales son las condiciones psicolgicas que originan la fuerza de esta codicia? ŠCau€les las condiciones sociales sobre las que se fundan a su vez dichas condiciones psicolgicas?


Extracto de: Erich Fromm - El miedo a la libertad.

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1 Comentario de lectores

02/06/2013

Muy respetsbles hnos y hnss. de luz, agradezco siwmpre wl aportw quw mw wnvian,
empero cuando en una parte de este impotante matetial, trata de peyorizar la
sabiduría de las culturas y tratar q es inutil, personalmente pido respeto profundo
a la expresion espiritual de los pueblos originarios.
A la espera de ser acogido esta sugerencia anticipo mis debidos agradecimientos
Puma Qero
Drsde Ecuador

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