Concepto de Ley de Jerarquía. I

V.B. Anglada


Vicente.- Como de costumbre, iniciaremos la disertación de hoy dando una breve explicación o recopilación de los últimos temas tratados. En primer lugar, insistir sobre el hecho de que las conversaciones esotéricas tienen por objeto profundizar conjuntamente, todo cuanto nos sea posible, dentro de este arcano de sabiduría que es la evolución del hombre a través de las edades.

El punto más importante quizás, es, o reside en el hecho, de que la mayoría de personas vemos la vida a través de un prisma muy objetivo y por lo tanto sujeto al emporio de las tres dimensiones del espacio. Desde el momento en que empezamos a comprender el sentido básico de la vida y empezamos a ser conscientes de otros niveles, la vida tiende a cambiar radicalmente y entonces somos conscientes de otros elementos creadores que existen allí donde, aparentemente, solamente existe el vacío. El vacío que existe, por ejemplo, entre ustedes y yo, debe estar forzosamente lleno de otra actividad que, no porque no sea objetiva, deja de ser una realidad. El hecho de que mis palabras lleguen a sus oídos o de que en un estado más elevado de la mente podamos comunicarnos telepáticamente, demuestra que en el éter existe una fuerza creadora que manipula, sin que nos demos cuenta, todo este contenido causal del hombre, manifestándolo progresivamente y constituyendo lo que podríamos decir, el germen de la futura evolución y el principio de la comunicación inteligente, ya no con el nivel objetivo en donde corrientemente nos movemos sino en el nivel de las altas realidades y de los ocultos significados.

Insisto también en el hecho de que no vamos a entender por esoterismo una ciencia que enseña solamente lo que pueda existir en los planos ocultos de la Naturaleza, sino más bien a hacer que seamos cada vez más conscientes de los niveles sutiles de nuestro ser en donde todavía no tenemos creado un cuerpo organizado, como el físico o el emocional —y para algunos también el cuerpo mental—, para ir así adentrándonos progresivamente por estas zonas desconocidas en donde sabemos que existe algo pero que no podemos darle una forma objetiva. Desde el momento en que comprendemos, ya no intelectivamente sino por una serie de razonamientos lógicos que nos llevan a la intuición, de que el éter no es una sustancia que se mueve en el vacío sino que precisamente el éter llena todos los huecos posibles, incluidos los huecos que existen entre los átomos constituyentes de una célula o el espacio vacío entre dos células, para llegar progresivamente a ver que todo es vida y que la vida se transmite por el éter, vamos a tener que dar progresivamente también una atención especial a cuanto sucede en estos espacios ocultos. Cuando hablamos, por ejemplo, de la cuarta dimensión, ¿qué es lo que queremos significar exactamente? Estamos moviéndonos en un mundo de irrealidades porque nuestra mente concreta —tal como está constituida actualmente—, es incapaz de dar forma objetiva a aquellos elementos subjetivos que se mueven y que constituyen la fuerza creativa del éter.

Cuando se nos habla de meditación como un sistema de llenar en forma inteligente estos vacíos y ser conscientes y de educir ciertas capacidades, ciertas cualidades que tenemos todos en potencia, desarrollando ciertas células en el cerebro y en el corazón y en este mágico equilibrio entre el corazón y la mente (para) llegar a ser conscientes de esta cosa subjetiva y transmitirlo objetivamente a nuestros sentidos del cerebro, entonces empieza para nosotros un nuevo sistema de vida, empezamos a vivir ya no de utopías ni de irrealidades. Somos conscientes de que nos movemos conscientemente en varios niveles, como dijimos conjuntamente en la disertación anterior. Todo cuanto pueda ser percibido por los cinco sentidos, catalogado por la mente, discernido con entera imparcialidad y objetividad y (cuando) llegamos a comprender esta verdad, automáticamente empiezan a ser creadas o desarrolladas en nuestro cerebro y en cierto compartimiento del corazón, los vínculos que nos ponen en contacto con el mundo oculto; y esto puede ser medido ya no solamente en términos de intelectualidad sino en términos de sensibilidad. Es la sensibilidad que nada tiene que ver con el intelecto lo que debe hacernos conscientes de los mundos invisibles, es decir, de aquello que está aparentemente más allá de nuestras concepciones del momento.

Hemos hablado también de estas criaturas desconocidas que viven en el éter y que técnicamente son llamados ángeles, también se denominan devas. Todo este conglomerado que está cohabitando en el éter con otras sustancias desconocidas que pertenecen a otras dimensiones superiores a la cuarta, como, por ejemplo, la mente abstracta y el cuerpo búdico. Entonces, si al menos somos capaces de objetivar algo subjetivo, puede decirse que empieza la era de la sensibilidad humana. Muchos denominan a este camino el sendero místico, no es que realmente el sendero místico sea el sendero de la sensibilidad astral o de sensibilidad al mundo etérico en donde se supone que habitan los ángeles, sino simplemente que al hablar de sensibilidad nos referiremos siempre, por cuanto estamos tratando con temas esotéricos, de la sensibilidad profundamente espiritual, aquello que técnicamente constituye el sendero de retorno hacia nuestras fuentes divinas de procedencia.

Llegando a este punto todo el contexto de nuestras disertaciones tienen que cambiar fundamentalmente y hacer que toda la actividad que estamos desarrollando corrientemente a través del centro Ajna, el del intelecto, vaya sintonizándose vía el cerebro con aquel aspecto definido en la cúspide de la cabeza que está ocupada por la glándula pineal. Si podemos establecer un puente entre el centro Ajna con el centro Sahasrâra, en lo alto de la cabeza, la sensibilidad resultante será la visión objetiva de todo cuanto ocurre en la cuarta y en la quinta dimensión, y por tanto, en aquellos momentos, para aquella persona afortunada, aquella que ha realizado el esfuerzo, será consciente o, más bien dicho, autoconsciente en el plano mental superior, más arriba del intelecto, y en el plano búdico, en donde existen las jerarquías iluminadas de los devas superiores, justamente, el 4º Subplano del Plano Búdico, que está relacionado con cierto compartimiento o cierta célula del corazón, cuyo objeto es interpretar creativamente la voz de los ángeles y la voz de los aspectos invisibles de la Naturaleza. Descartamos de momento todo cuanto no sea una relación aparte de la que tiene por objeto hacernos conscientes de la vida de los ángeles en relación con los hombres, considerando ambas evoluciones un intento del Creador de llevar el amor místico o la fraternidad universal a otros sistemas solares, a otros planetas de nuestro Sistema, a todas partes en donde existe —como existe en todas partes— ese éter misterioso, místicamente denominado la Sangre de los Dioses, que hace que todos los planetas, los satélites, lo soles, las estrellas más lejanas y las más lejanas galaxias, (estén) unificadas dentro de este aliento de lo absoluto universal. Que cuando hablamos de Dios, esta substancia, esta esencia sin principio, a la cual no se puede acceder por la mente, sino que debe ser un impulso del corazón para comprenderle, estamos significando solamente un solo ser psicológico que ocupa dentro del Sol el centro de nuestro sistema planetario y que desde allí Su amor en forma de calor y de luz, está vivificando todo el contenido universal, partiendo del Sol hasta Neptuno y todos cuantos planetas puedan surgir a través del tiempo mientras se suceden las edades.

Quisiera significar también, que todo el contenido universal está regido por una ley, esta ley que ha de constituir nuestra conversación de hoy, es la Ley Absoluta de Jerarquía. La jerarquía es la ley que nos sitúa a todos y a cada uno en el lugar que se merece, que ha conquistado por su esfuerzo de adaptación a la vida.

Quiere significar por su adaptación al Creador de todas las cosas, quiere significar el esfuerzo continuado de muchas vidas de abnegación y sacrificio. Significa, en forma concreta y objetiva, esta escalera de Jacob por la cual ascienden y descienden los ángeles. Cada cual ocupa en el hemisferio de la vida en donde se halla situado un peldaño dentro o encima de esta escalera eterna, que es la escalera de Jacob, que es la escalera simbólicamente manifestada también como el Árbol de la Vida; de ahí que jerarquía es el poder que tienen los humanos de conquistar un estado de conciencia y, desde allí adquirir el poder de adquirir poder y confianza, (el poder) de aquel que está en un nivel superior y, al propio tiempo ayudar, a veces con esfuerzo y abnegación y sacrificio, a aquel que le precede o le sucede en la escalera de Jacob. Técnicamente, la jerarquía viene vinculada por la ley también absoluta en el cosmos del servicio al Creador. No se puede crecer internamente si no existe sacrificio de la personalidad, si no existe donación. La devoción a Dios de nada sirve si, por otra parte, no existe el servicio al prójimo, son consubstánciales, no podemos separar una cosa de la otra y dentro de esta vinculación absoluta de jerarquía, que es de conciencia en evolución, pueden ser incluidas todas las potestades cósmicas, que por el hecho de poseer un cuerpo de expresión, ya sea una constelación, un sol o un conjunto de sistemas solares, o un simple planeta, están siguiendo el proceso evolutivo y están dando fe y testimonio de la Ley de Jerarquía.

Tenemos, por tanto, jerarquías cósmicas, solares, planetarias, jerarquías en los reinos de la naturaleza, jerarquías en los planos del sistema solar, jerarquías dentro de la humanidad, jerarquías angélicas, jerarquías creadoras, que son aquellas regidas por los grandes arcángeles, o sea, los Señores Rajás de un plano, tal como se nos enseña en la literatura brahmánica, para llegar a la conclusión de que si a la Ley de la Jerarquía se accede solamente por el amor y por el sacrificio, cada uno viéndose lo más objetivamente que sea posible, se dará cuenta exactamente del lugar que ocupa y cuál es su misión y su responsabilidad. Porque también hay que insistir mucho en el hecho de que el contenido intelectual sobre esoterismo no libera, la liberación no está en el conocimiento, está simplemente en el ejercicio de la propia responsabilidad, cumpliendo cada cual, según es la Ley, una función social.

De aquí podemos pasar rápidamente a la consideración del mundo social dentro del cual estamos inmersos y reconocer que si bien existen jerarquías en función, no quiere significar que se estén realizando funciones jerárquicas. Quisiera aclarar un poco esta idea: la persona que por su situación, no por sus merecimientos, está ocupando un cargo social preponderante, está en el ejercicio de una función jerárquica, lo cual significa que no siempre está al alcance o a la altura de su misión, en tanto que la función jerárquica, esotéricamente comprendida, es aquella, aunque sea humilde, y que responde a la responsabilidad adquirida y al poder que tiene de controlarse dentro del contexto personal en bien de los demás, entonces existe, también, la problemática de lo que significa el Sendero. El Sendero está en todas las religiones y, de la misma manera que existe el culto a los ángeles o a los devas en todas las religiones importantes y principales del mundo, también existe la jerarquía como una sublimación del poder que tiene al hombre de estar más allá y por encima de sus circunstancias personales, es decir, que el sentido de las palabras conocidas de “el hombre y sus circunstancias”, no están impuestas precisamente por las circunstancias, habida cuenta que es el hombre cuando está en un proceso creativo, cuando está adquiriendo el poder de controlar las circunstancias, convirtiéndose automáticamente en un agitador —perdonen la expresión— de los éteres planetarios, vinculando su vida —a través del éter—, con la vida de los demás y mostrándose, ya, como una personalidad —empleando un término científico—, plenamente radioactiva. Cuando hablamos de carisma, y el carisma está en todos los planos, estamos significando que una persona está ejerciendo cierto don jerárquico, está actuando creativamente en el éter, y los demás, sea en el nivel que sea, están comprendiendo esta Ley de Jerarquía, y sin darse cuenta se están subordinando, lo cual también puede ser algo peligroso, habida cuenta que todos los seres humanos poseemos en latencia y en potencia idénticas facultades e idénticas oportunidades. Por tanto, el paso que va desde una jerarquía en función a lo que, yo entiendo, por función jerárquica, puede existir un abismo, puede ser que este abismo sea la propia evolución de la persona, puede ser que nos encontremos inmersos dentro de un proceso histórico y que en nosotros esté depositada la responsabilidad de alterar con nuestra acción parte del contexto social.

Quisiera que se dieran cuenta de lo que implica la idea “jerarquía”, pues si se dan cuenta de que jerarquía no es querer abarcar sin posibilidades una meta muy lejana, sino que seamos capaces de interpretar conscientemente, y conscientemente actuar, dentro de los límites de la meta más inmediata, seguramente que nuestro ser psicológico cambiará fundamentalmente para convertirse en un elemento creador, en un punto de contacto con las grandes potencias psicológicas del universo. Por tanto, fíjense bien lo que implica una función jerárquica, no se trata de querer abarcar en nuestro radio de acción la potencialidad espiritual de la Jerarquía Blanca del planeta o la Fraternidad mística o, en términos cristianos, Cristo y su Iglesia. Estamos tratando de ser conscientes estrictamente, dentro del “círculo- no- se- pasa” de nuestras posibilidades actuales, pasar de ahí es correr el riesgo —y nunca insistiré demasiado en esta verdad—, de caer en manos de la ilusión, la ilusión que puede abrir líneas de acceso en nuestra mente y en nuestro corazón, para los cuales todavía no estamos preparados. La mayoría de personas que están tratando con el yoga, que están vivificando sus centros en un intento casi diríamos desesperado de hacer que progrese, que ascienda el Fuego de Kundalini, está manipulando una fuerza que está desconociendo desde un buen principio, porque no se desarrolla Kundalini por el desarrollo del propio Kundalini sino cuando por el servicio creador dentro de lo inmediato estamos creando estos centros, estos chacras, que al estar desarrollados es cuando invitan a Kundalini. No puede ascender Kundalini, el fuego de la naturaleza, sin que esté preparado el receptáculo, es como (si), místicamente, quisiéramos invocar el Verbo sin haber purificado el Cáliz. Es algo incongruente, ilógico, y precisamente nuestra era, esta era de oportunidades dentro de las cuales estamos inmersos y que constituyen pese a sus tremendas dificultades la gloria de la evolución presente, de este tipo de civilización, estamos tratando de vincularnos precisamente dentro de un nuevo ejercicio de hechos, dentro de nuestro círculo- no- se- pasa de posibilidades, de hacer que el fuego vaya ascendiendo por su libre curso sin invocarle, solamente preparar el camino: ahí está el verdadero sentido de la evolución psicológica del ser humano; y cuando se transgrede la ley, cuando esta fuerza potentísima de la naturaleza que está ardiendo en las entrañas del planeta asciende sin la debida preparación —lo cual se está intentando bastante, es un peligro de la juventud a través de la droga—, estamos haciendo algo como está haciendo el aprendiz de brujo, que sin comprender el alcance de la potencia invocativa del Maestro, quiere hacer como él invocando las potestades que están más allá del círculo- no- se- pasa de sus posibilidades, y entonces viene la muerte, y es el mejor de los casos.

Pero se está tratando ya no sólo con la muerte física sino con la muerte moral para muchas encarnaciones; se está tratando también con la locura, con la obsesión por estas fuerzas incontroladas del éter a las cuales nos hemos referido anteriormente. Llega un momento para el esoterista, que se da cuenta de cual ha de ser su actitud y, es tan sencilla que casi no se atreve a llevarla a cabo, cuando el discípulo le pregunta al Maestro: “¿Qué debo hacer para llegar a ti?”, él cree de buena fe que el Maestro le dará un sistema de yoga complicado para que se vaya acercando internamente hacia Él, y el Maestro le da unas palmaditas al hombro y le dice: “Sé un buen ciudadano, sé un buen padre de familia, sé un perfecto servidor de los demás y no pases de aquí, que cuando el momento sea llegado la fuerza del espíritu descenderá a ti de la misma manera que Cristo descendió sobre el Maestro Jesús”. Y así se va llenando la vida de una dimensión de lógica, siendo la lógica el más directo y, al mismo tiempo, el menos erróneo de los caminos, o el sendero de máxima integridad para llegar al Corazón del Maestro, entendiendo por Maestro no solamente el contacto al cual nos han habituado los tratados esotéricos, el Maestro de un elemento, de un miembro de la Jerarquía planetaria o un Discípulo de Cristo, sino simplemente el Maestro Interior, el Yo, este Yo psicológico que a pesar de cuanto se ha escrito —y ha sido mucho— sobre él, todavía no ha destilado ni una quinta parte de sus posibilidades de acción actual, de acción inmediata.

Fíjense, el trabajo para un discípulo, no un discípulo introvertido viviendo de sueños y de espejismos sino un discípulo que sabe que tiene una espada y que con esta espada debe arremeter con lo inmediato. Se trata simplemente de ser consciente de sus fuerzas, el primer elemento de la lógica psicológica, después, cuando ha adquirido la certeza de sus posibilidades, empieza la acción, no buscando este centro sino tratando en forma discernitiva, y con muchas preguntas e interrogantes, de cuál es realmente el paso inmediato, porque tenemos el intelecto lleno de formas de pensamiento legadas por el estudio de cuanto hemos aprendido a través de los tratados místicos o del esoterismo clásico. Naturalmente, siempre hay que pensar en la meta más lejana para poder progresar sucesivamente desde este “punto no se pasa” hacia allí. Eso significa que, si tenemos la mente orientada hacia lo superior y al propio tiempo somos conscientes de las posibilidades, puede ser que el “círculo- no- se- pasa” se llegara a romper. Se va ensanchando. Esta es la misión del verdadero yoga; yo diría simplemente, es la misión del ser humano, porque hablamos de jerarquía. La evolución no es ni más ni menos que un aspecto de jerarquía que está tratando de revelarse a través del hombre, de la misma manera que existen las jerarquías creadoras de los distintos planos de la naturaleza, que cada elemento, el agua, la tierra, el fuego y el aire, son sustancias vivas en el éter dirigidas por jerarquías creadoras con funciones definidas, con gobiernos estructurados y con una fuerza tremenda de expansión, con tal que el hombre se decida abrir los ojos a la realidad. Y de la misma manera que por la ley o por el principio de analogía hermética estamos aplicando la teoría de que “igual es arriba que abajo”, y que “igual es abajo que arriba”, contemplando nuestra posición psicológica y singularmente el tremendo desafío de los hechos que crea nuestro karma, estamos al propio tiempo estructurando en nuestra mente la imagen del Creador del Universo; y no hacemos, como hacemos constantemente, de hacer a Dios una figura parecida a la nuestra dentro de una objetividad puramente material o simplemente que por un esfuerzo, por un ejercicio del discernimiento, intentemos llegar siempre dentro del hemisferio de las propias posibilidades hacia aquel punto en donde comprendemos algo de la naturaleza de Dios y tratemos honestamente de incorporarla en nuestro ejercicio o en nuestra responsabilidad social creando unos vórtices de energía que pueden ser aprovechadas por seres superiores que nos han precedido en el sendero. Y al hablar del sendero, existe el sendero místico, el sendero que se revela cuando existe en nosotros realmente el deseo de conquistar aquel aspecto de nosotros mismos desconocido y que místicamente definimos: “El Cristo en ti, esperanza es de gloria”, esotéricamente, el Ego superior, el Yo superior, un Dhyân del fuego creador, o bien, el Ángel Solar. Son nombres bajo los cuales, diversos tipos de literatura mística y esotérica, están tratando de interpretar este arquetipo causal del hombre cuya misión es —parece ser lo más inmediato— dirigir la corriente de la vida a través de los éteres en dirección del alma humana. El alma humana, tal como es reconocida psicológicamente, es un punto causal formado por tres aglutinantes: un cuerpo físico, un cuerpo emocional y un cuerpo mental. Cuando todo esto está inmerso dentro de un sentido de valores absolutos, cuando existe realmente una progresión escalonada por esta escalera de Jacob jerárquica hacia el ser superior, hay una tendencia, una progresión, dentro de estos cuerpos aludidos, a perder científicamente peso. El peso es una ley dentro del ejercicio de las dimensiones del espacio y cada nivel tiene su propia capacidad, su propia medida, su propia dimensión y sus posibilidades de actualización en el ser humano, por lo tanto, el hecho de que estemos trabajando como seres auténticamente sociales, no aspirando demasiado alto sino ateniéndonos al valor de lo inmediato, los vehículos que constituyen nuestra alma conocida, alma en encarnación -la personalidad con la mente, la emoción y el cuerpo físico-, lo que Pablo de Tarso denominaba el tabernáculo del Espíritu Santo, entendiendo que el Espíritu Santo con su cuerpo de luz no era otra cosa que el Yo superior o el Ángel Solar a través del cuerpo causal, llegamos a la conclusión de que realmente la pérdida de peso absoluto se realiza en el momento de la Ascensión de Cristo a los cielos. Se progresa por la línea de la subjetividad, se dan cuenta de ello, ¿verdad?. No es algo objetivo, pero si estamos de acuerdo con la analogía hermética, somos conscientes de que realmente estamos perdiendo peso en los distintos niveles de la personalidad cada vez que algo se escapa de nosotros, que algo se va a formar parte del contenido universal pero que para nosotros ya no es necesario. Una mente sobrecargada de prejuicios, ya lo dice el término, está sobrecargada de ideas y, si analizamos el cuerpo emocional, decimos: “tiene un cuerpo emocional sobrecargado de deseos”, y la persona que tiene una vida disoluta, disipada, tiene un cuerpo cargado de toxinas que lo inclinan perpetuamente hacia abajo. Como ven, la analogía es perfecta.



Conferencia de Vicente Beltrán Anglada
En Barcelona, 10 de Mayo de 1975
Digitalizada por el Grupo de Transcripción de Conferencias (G.T.C.) 25 de Diciembre de 2006

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