Los Egregores: Primera Parte (1/2)

V.B. Anglada


El hombre es creador, y como es creador, cada estado de conciencia encuentra, como decíamos antes, científicamente hablando, una respuesta del espacio. Se nos dice que el espacio contiene todas las dimensiones, y es verdad, contiene también todos los estados de conciencia imaginables, contiene el bien y el mal, sólo falta que la persona tenga la facilidad de descubrir el bien y el mal, y pasar por el centro del bien y el mal reconociendo que todo son creaciones cósmicas, y esto quizá le ayudará a que el amor madure en su corazón. Esta es la guía principal y capital de nuestras conversaciones esotéricas.

No basta afirmar internamente; el intelecto nos dice “esa es la verdad”, pero el peso acumulado, el saquito de recuerdos, nos obliga siempre a inclinarnos a buscar el ideal. Yo digo que el ideal, sea cual sea su importancia, si no está amparado por un recto equilibrio entre la razón y el amor individual no tendrá validez.

Estamos todos viviendo unos momentos realmente importantes y quizá es porque somos conscientes de que estamos viviendo unos momentos importantes porque estamos aquí, y estamos siguiendo atentamente ciertas ideas. Ustedes se darán cuenta, y serán conscientes cada vez más, que todas las enfermedades del mundo, que todas las tensiones emocionales, y que todos los arquetipos mentales son egregores.

Una enfermedad es un egregor, y no se puede remediar, o destruir un egregor con solo atacar las bacterias o virus que lo han producido. Habrá que atacar directamente a la causa, y esta causa constituye en estos momentos drásticos de la historia planetaria una de las intenciones más profundas de la Jerarquía Planetaria. Espero que todos nos demos cuenta de que estamos creando un ambiente social bueno o malo de acuerdo a la maldad o bondad de nuestros estados de conciencia.

Entonces, la lucha ya no es entre dos cosas aparte de nosotros que llamamos el bien y el mal, sino que es luchar contra el desequilibrio que existe en el propio corazón. Desde el momento que exista en nosotros una pequeña capacidad de equilibrio, nos daremos cuenta de lo que significa la vida plena y también lo que significa amar a los demás, porque no se puede amar si en el corazón no existe un recto equilibrio de razones. Podemos discutirlo más ampliamente con sus preguntas.

Interlocutor.— (Pregunta que no se oye)

Vicente.—Es decir, la persona emite un estado de conciencia, el que sea, porque cuando hablamos de estados de conciencia no hablamos sólo del pensamiento sino que hablamos también de nuestras emociones y del impulso propio de nuestra voluntad hacia algo que no es el deseo. Bien, entonces, si existe una reacción del espacio y nuestra conciencia continua insistiendo sobre aquellos pensamientos, creará un hábito o, si usted prefiere, un vicio, el vicio de pensar de forma determinada o de hacer una cosa determinada. Entonces, cuando esta forma, este egregor, ha crecido suficientemente, anula nuestra voluntad, y se dice, psicológicamente hablando, que un hábito es más fuerte que diez voluntades, o que diez naturalezas. ¿Se dan cuenta de la importancia esotérica de esta declaración? Cuando nosotros hemos establecido un hábito de pensamiento, este pensamiento ha creado un egregor, una forma, cristalizada pero con vida, que reacciona a los impulsos cada vez que lamentamos y que se resiste a morir. La lucha del Sendero es la lucha del hombre contra los egregores nefastos que le impiden coordinar su vida con la vida espiritual, ¿comprendido?

Interlocutor.—Sobre el egregor que forma las enfermedades, ¿cómo podemos distinguir entre lo que es el egregor este que se forma o lo que puede ser enfermedad kármica?, ¿hay diferentes clases de enfermedades?

Vicente.—La enfermedad solamente es una, su condición es el dolor. Cuando hablamos del karma, y digo que el karma hay que aceptarlo con muchas reservas en el sentido de no decir siempre “como esto es karma, no vamos a luchar contra el egregor”. Si queremos vencer el mal mundial, y un mal, personal o individual, habrá que trabajar contra el egregor que ha constituido esta enfermedad, la que sea. Ya no se trata de luchar científicamente contra cierta clase de bacterias, esto es elemental, es primitivo en el momento presente, sino que hay que luchar psicológicamente contra las causas de la enfermedad que son las causas que producen los egregores que surgen de la mente y del corazón humano, más el residuo de lo que nos legaron las razas del pasado.

Si logramos luchar contra la causa y no contra los meros efectos, llegará un día en que la ciencia encontrará la clave de solución de todas las enfermedades, teniendo en cuenta que estas enfermedades son formas psíquicas que ha creado el espíritu del hombre, y como que es una creación humana, solamente el espíritu humano puede desvanecerlo en el plano psíquico. La ciencia actual ya empieza a aceptar que no existen simplemente enfermedades físicas, sino que tienen un contenido psíquico, ya se les denomina enfermedades psicofísicas. Es el primer paso de la ciencia para empezar a darse cuenta de la tremenda apertura hacia un mundo desconocido, pero, precisamente un mundo donde se halla la clave, la solución de todos los problemas humanos.

Hay que luchar, a pesar de todo, contra estas cosas, y espero que antes de que llegue el final de siglo exista la suficiente cantidad de hombres y mujeres de buena voluntad en el mundo, singularmente aquellos que trabajan como agentes de curación, que puedan establecer un puente que conecte el mundo físico con el mundo etérico y más, hasta el mundo psíquico, y que se den cuenta que estamos viviendo una gran tensión ambiental y que muchas de las enfermedades de los discípulos actuales es esa tensión que es el cuerpo físico, o kármico, si lo prefieren, que no han podido resistir, pero que es una prueba iniciática.

Bien, entonces, habrá que apurar todos los medios de contención de estas cosas. Ya no se trata del científico en su laboratorio tratando de descubrir el virus que crea cualquier enfermedad, esto existe naturalmente, está en el aire, está por doquier, solamente que el espíritu humano, si tiene la necesaria iluminación espiritual, estará por encima de estas cosas, o si su cuerpo kármico está predispuesto a determinada enfermedad, la tendrá seguramente, pero este caso es un caso provocado por la propia Jerarquía.

El otro día estábamos discutiendo con un grupo de amigos que habían leído un pasaje que decía: “Una guerra no es kármica en el sentido que afecta al ser humano, es kármica porque obedece a un estado de conciencia del Logos Planetario”. Esto tiene mucha profundidad analítica, porque nos lleva a la consideración de que nuestro pequeño planeta, que no es el centro del universo ni mucho menos, como antiguamente nos decían, sino que es un planeta sujeto a la fricción del dolor, tiene por sus propias características cósmicas la misión de liberar el contenido solar de las enfermedades físicas. Por esto a nuestra humanidad, esotéricamente hablando, que surgió por el impulso del 4º Rayo, tiene como divisa la armonía a través del conflicto, significa que con el dolor humano vamos a ensanchar las aperturas, no sólo del planeta Tierra sino de todos los planetas hermanos dentro del sistema solar.

Entonces, también podemos adquirir ya, con una ciencia natural, que todo cuanto estamos realizando ahora en estas pequeñas conversaciones, aparentemente sin importancia, es trabajar deliberadamente con la obra y el plan que realiza la Jerarquía aquí en la Tierra, porque al menos en estos momentos de distensión, de gran atención, estamos ayudando a desvanecer de la obra planetaria estas formas inmundas creadas por un más inmundo pasado, y vamos lanzados hacia el futuro, no buscando la solución personal de cualquier problema, sino que como discípulos mundiales estamos programando el bien del conjunto.

Para mí, la importancia de que estemos reunidos aquí y ahora, es por esta gigantesca labor de grupo que tiene como base la Jerarquía Planetaria o la Gran Fraternidad Blanca del Planeta. Si logramos mantener el espíritu de distensión constantemente, cada uno de nosotros se convertirá en un peligro contra estos falsos egregores y, entonces, colaboraremos conscientemente con la obra de Sanat Kumara aquí en la Tierra.

Bueno, Sanat Kumara es el Señor del Mundo, el nombre esotérico del Señor del Mundo, aquel que guía la evolución planetaria, y ya podemos sentirnos satisfechos que en la vorágine de acontecimientos mundiales, y todo cuanto ocurre en el mundo, tengamos una vez al mes este remanso de paz. Para mí, esto, puede significar el que ustedes pueden ser un buen karma...


Por Vicente Beltrán Anglada
Barcelona, 13 de diciembre de 1980

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