El sendero del arquetipo divino. I

V.B. Anglada


Vicente. – En nuestra conversación del pasado mes conversamos acerca de sensibilidad; la sensibilidad en su doble vertiente, la, digamos, psicológica, y la espiritual. La vertiente psicológica en su triple manifestación, física, emocional o psíquica, y mental, y la sensibilidad espiritual, cuando están unificadas constituyen el núcleo de la sabiduría del ser humano, que no se manifiesta como un simple conocimiento sino que su línea de actividad es síntesis. Siempre síntesis es la finalidad ultérrima, la meta más allá hacia la cual tiende el ser humano a través de las edades.

Dijimos también, que no es lo mismo la sensibilidad psíquica, la que produce fenómenos y que es objetiva, con aquella absoluta sensibilidad que es la sensibilidad a la vida en todas sus vertientes imaginables; y apuntamos también, que en nuestra conversación de hoy hablaríamos de algo que es consustancial con la sensibilidad, y es la conciencia. En el individuo, en el ser humano, debe ser notada siempre esta particularidad, esta dualidad, esta característica dual al manifestarse. Una, la sensibilidad, tiene su asiento en el corazón, y (otra) la conciencia tiene su mundo de irradiación y de percepción en la mente; y en el camino de la evolución, el camino que conduce a la potente irradiación de lo que podemos definir “un arquetipo”, se produce sólo únicamente cuando la sensibilidad y la conciencia están por así decirlo en el mismo nivel. Cuando la mente y el corazón funcionan en forma sincrónica, armoniosa y equilibrada, en esta fusión maravillosa, que es el fin de lo que podemos denominar la evolución del hombre aquí en la Tierra, se cifran las esperanzas de la humanidad dentro de esta sociedad en caos creciente y en incesante conflicto y dolor.

Por lo tanto, desde un punto de vista ético, desde el punto de vista realmente esotérico, lo que debe hacer el ser humano es tratar de alcanzar siempre en su vida una síntesis, y al hablar de síntesis en la vida del hombre corriente —que somos todos nosotros—, no podemos decir que vamos a esperar a algo que está más allá y por encima de nuestra posibilidades actuales, sino que forzosamente tenemos que atenernos a las metas inmediatas: a aquello que constituye el nervio de nuestra vida psicológica ahora y aquí, en este momento. No podemos pasar más allá del círculo infranqueable de la evolución de nuestra conciencia. Cuando, afortunadamente, durante el proceso de la evolución el hombre rompe este círculo en el cual se halla contenido por su propia limitación, entonces se le abre otra perspectiva, que lo mismo puede ser de sensibilidad a la vida, a la belleza, a la creación, como de decepción de la meta más lejana, entrando entonces, lógicamente, dentro de una zona de irradiación para la cual parece ser no tenemos todavía unos órganos cerebrales o alguna célula en el corazón para responder de una manera adecuada.

Quiero significar esto, también, que estamos luchando en dos frentes, en el frente de la sensibilidad a la vida, y en el frente de decepción de las cosas. La unión de ambos principios tiene que hacer surgir de lo profundo de nuestro ser aquel sendero del arquetipo para el cual fue creado el hombre por la mente indescriptible de la Divinidad. Así que todo cuanto podemos decir aquí en nuestras conversaciones esotéricas - y les ruego que tomen el nombre “esotérico” de una manera sencilla y natural y no como algo misterioso y nebuloso que pertenece a algo que no podemos coger ni pretender imaginar, sino como un hecho natural que ocurre constantemente ahí donde estemos nosotros y cualquiera que sea el lugar en donde estemos ubicados, porque existe, evidentemente, un arquetipo inmediato para cada uno de nosotros, y este arquetipo es el que define dentro de la línea mental de la evolución, dónde estamos situados dentro de esta escalera de Jacob a la cual nos estamos refiriendo constantemente, y por donde ascienden y descienden las almas en el Sendero -, tomando también como sendero la línea de proyección que corresponde desde el principio de los tiempos a crear en el hombre esta unificación del principio de sensibilidad y del principio de conciencia.

Así, si queremos determinar el alcance de un objetivo lejano, o el arquetipo final por el cual suspira el alma de todo ser humano, de no importa qué raza ni qué condición social, de no importa qué filosofía o qué credo o que religión tenga en su corazón, sino como un patrimonio vivo, como una herencia del propio Dios que ha creado el universo; por lo cual, cuando distinguimos entre lo que es meta y lo que es sendero, entre lo que es una línea de proyección hacia lo que es el objetivo, o sea, si nos referimos a un objetivo final, a este centro Omega, del cual nos habló en su tiempo Teilhard de Chardin. Por lo tanto, para dar una idea gráfica de cómo la necesidad de la evolución es algo consustancial en el corazón del hombre, solamente podemos imaginar, o podríamos imaginar, una vasija que cae al suelo y se rompe en una serie infinita de fragmentos, (y) si analizamos cada uno de los fragmentos tendremos dos cosas : tendremos una conciencia de fragmento, que es siempre la forma que ha adoptado al romperse, más el recuerdo de la unidad de la cual formaba parte; por lo tanto, este símil nos indica que el corazón de todo ser humano está fragmentado, y además, tiene conciencia de esta separatividad, de este fragmento en relación con la unidad que constantemente está buscando, y es el origen mismo de la línea de revolución.

Es decir, que al hablar, por ejemplo, del fragmento que trata constantemente de reconstruir en su inicio aquella unidad de la cual formaba parte, ya entramos, lógicamente, dentro de aquello que se define en todos los tratados místicos y esotéricos de no importa qué religión, con el término único de Sendero. El Sendero, desde que el hombre tiene por primera vez en su vida el sentimiento de separatividad, y empieza a actuar como individualidad separada del resto de la humanidad, naturalmente, tiene que influir dentro de su economía ética y moral en forma de dolor. El dolor profundo de sentirse desarraigado del árbol inmenso de la vida, el cual intuye pero al cual no puede llegar debido a que aún tiene la conciencia fragmentada, aquello que Madame Blavatsky denominó como la gran herejía de la separatividad. Herejía, no obstante, de tipo natural, por cuanto tiene que ver con el dolor, con la angustia, con el esfuerzo incesante del ser humano para llegar a apretarse hacia aquellas sempiternas alturas en donde vive la unidad divina.

Naturalmente, al hablar de senderos, al hablar de caminos, al hablar de esta solemne aventura dentro de la conciencia, debemos lógicamente saber situarnos individual y socialmente en uno de estos niveles característicos que constituyen la escalera de Jacob, y allí laborar lenta, callada y humildemente, a fin de que, en esta humildad y en este silencio y recogimiento, (la persona) pueda adquirir una conciencia siquiera leve de unidad dentro de ese fragmento dividido, y entonces, podamos decir que realmente está pisando firme en el Sendero. Un Sendero que pisan todos los seres humanos, y si profundizamos esotéricamente en la raíz de todas las cosas, es un sendero, o una prolongación, que viene no sólo ya del reino humano estructurado y definido desde la 5ª Subraza de la 3ª Raza Lemur, sino de muchos miles de millones de antes, más allá de los primitivos Pralayas de la humanidad, que culminó en el reino animal y anteriormente ya en el mineral y el vegetal, para llegar a la conclusión que el Sendero es la línea de Dios que va de su corazón, y a través del corazón del hombre debe liberarse. Y aquí se produce el misterio de lo que significa para el hombre el término Sendero, para el hombre inteligente de nuestros días, que es este fluir incesante por las rutas gloriosas de la evolución, si ustedes me permiten, por la escala de sonidos de la naturaleza, yendo todavía más profundamente, pisando constantemente la cabeza de nuestros yos vencidos en el puro fragor de la lucha cotidiana, para llegar a este punto en el cual somos conscientes de un arquetipo: un arquetipo que responde a nuestras necesidades inmediatas y también al curso mismo de la evolución, del cual nosotros somos unos modestos investigadores.

Dense cuenta, siempre desde el punto de vista psicológico, y analizando cada cual el misterio profundo de su corazón que raras veces se produce en el ser humano una característica de síntesis, que lo caracterice como un arquetipo definido de la evolución que puede ser percibido por los demás seres humanos, como, por ejemplo, el caso de Cristo, de Buda o de no importa qué Avatar, de no importa qué tiempo de la historia del planeta, sino que cada cual adoptará en el término Sendero un camino definido que se renueva a través de las edades, mediante las leyes de reencarnación y de karma, que no son efectos solamente individuales sino que son proyecciones cósmicas. Hasta aquí habremos considerado, debido precisamente a la tendencia que tiene el hombre a empequeñecer dentro de su corazón a la Divinidad, que el karma o el principio de reencarnación, será algo consustancial con el ser humano, todo de acuerdo con las leyes arquetípicas del cosmos. Vemos que el karma se produce porque todo cuerpo celeste por elevado que sea a nuestros ojos o a nuestra intuición es la representación de un karma cósmico, teniendo en cuenta lo que hemos dicho otras veces: que, desde el punto de vista esotérico, Dios, el Dios de nuestro universo, es una Entidad psicológica en evolución, con problemas parecidos —dentro de su inconmensurable grandeza— a los que tenemos nosotros, por lo cual, siguiendo la proyección de esta rueda arquetípica de la evolución cósmica, tiene que reencarnar cíclicamente para poder aportar a la economía elevada del cosmos, de no importa qué tipo de galaxia, una experiencia típica que sirve para el desarrollo progresivo de esta máquina incesante de hacer progreso, que es la Entidad Central, allá donde nuestra mente nunca podrá llegar, aquel punto en donde nuestro corazón no tiene suficiente sensibilidad para sentir su indescriptible armonía.

Entonces, hay que analizar también y ver de esta manera, por ley de analogía, que el cosmos es solidario, y que lo que nosotros decimos separatividad, en el sentido humano, y que, por analogía humana, trasladamos al cosmos, ese punto no- se- pasa de un universo en relación con otro universo, deberá un día cesar para dar lugar a conceptos más elevados, puros y sublimes, dentro de los cuales esa Entidad gloriosa que llamamos Dios, y dentro de la cual vivimos, nos movemos y tenemos el ser, no es ni más ni menos que una expresión más elevada que la nuestra de las leyes de karma, reencarnación o del principio cualquiera que puedan ustedes percibir y concretar en el corazón o en el fondo del ser. ¿Qué significa esto? Significa que existe la Jerarquía, que actúa por doquier, más allá y por encima de los conceptos nebulosos de la inteligencia del hombre, algo que debe ser captado en su absoluta grandeza por un corazón desapasionado, porque cuando existe desapasionamiento automáticamente se rompen, se quebrantan, las fronteras del círculo-no-se-pasa de nuestras posibilidades actuales y entramos en otro camino, en otro horizonte de inmaculada grandeza, el cual tenemos que conquistar progresivamente para constituir con aquello el núcleo, la experiencia precisa para futuras evoluciones.

Entonces, ustedes preguntarán: ¿cuál es la evolución superior e inmediata del hombre? Yo diría que es el 5º Reino de la Naturaleza, y ¿qué es el 5º Reino de la Naturaleza? Yo también les diría que es el reino de las almas liberadas, allí en donde existe la fuerza de atracción, y si ustedes me apuran, el fragmento mayor del cual formamos parte, que al propio tiempo constituye una parte también mayor que la nuestra pero pequeña en relación con el infinito con aquello que llamamos la unidad del arquetipo divino, aquello que se rompió en fragmentos y que ahora cada fragmento está tratando de buscar, porque el sueño de todo hombre es reconstruir este fragmento, y precisamente en la construcción se haya todo cuanto esotéricamente denominamos la liberación. Liberación que se inicia con una conciencia clara y penetrante, profundamente despierta del término Sendero, del término Aspirante Espiritual, del término Discípulo en Probación, de Discípulo Aceptado, del llamado Hijo del Maestro, del Iniciado en sus primeros grados, del Gran Iniciado que ha dado la vuelta en el quinto gran recodo del Sendero o la 5ª Iniciación, la del Maestro de Sabiduría, para continuar progresando por sucesivas iniciaciones, que están unidas siempre por una síntesis entre conciencia y sensibilidad.

Hemos dado una vuelta para volver al mismo sitio, y darnos cuenta, que lo que estamos haciendo en estos momentos, sin que quizá no nos apercibamos, es recorrer el Sendero conjuntamente, tratando en grupo de reconstruir en nuestro corazón y en nuestra mente aquel arquetipo divino, del cual sabemos intuitivamente que formamos parte y que es el que rige la ruta gloriosa de nuestra evolución como 4º Reino de la Naturaleza, y con culminación en el 5º Reino de las Almas Liberadas. Y ¿cuál es el destino final de los Adeptos? Yo creo que esto pertenece a los Adeptos, pero, si empleamos la analogía, es lógico suponer que la conciencia, la sensibilidad y el poder de crear aumentarán proporcionalmente con el equilibrio del grado a través de los eones sucesivos que nos conducen a constituir un día una célula consciente dentro de algún chacra de la humanidad divina; y entramos aquí nuevamente en el terreno de la analogía, el terreno que hace que cualquier cosa que ocurre en nosotros (ocurre) ampliado a la medida, a la estatura, de Dios. Se puede imaginar fácilmente que (esto) es una exacta revolución, porque todas las grandes religiones, y las grandes filosofías de todos los tiempos están de acuerdo en una verdad, y es que el ser humano está hecho a imagen y semejanza del Creador, con esto casi podemos decir que estamos dilucidando, estamos esclareciendo, estamos tratando de comprender activamente el significado del principio hermético de la analogía, aquel que Hermes Trismegisto definió tan sencillamente y tan gloriosamente como “igual es arriba que abajo, igual es abajo que arriba”, para llegar a la conclusión, de que toda persona correctamente orientada que dentro de su propio nivel o esfera social, sin pretender grandes zonas de sensibilidad y de entendimiento, si va buscando solamente su grado de participación social, su conciencia social, podíamos decir, está colaborando con los planes de la Divinidad, y con sus planes augustos, arquetípicos, se convierte en aquello que técnicamente definimos como un “discípulo”. Todos somos discípulos desde el momento en que nos damos cuenta de que inteligentemente estamos cooperando con los planes de la Divinidad, siendo conscientes en los pequeños planos que están a nuestro alcance, y siendo conscientes también de sus planes infinitos que están relacionados con el arquetipo.

Los planos están relacionados con la sensibilidad, en cambio los planes están relacionados con la conciencia, otra vuelta que hemos dado en la espiral. Entonces, lo principal, lo más asequible, lo más humano es, quizá, la cortesía humana, la conciencia social inmediata, no el tratado esotérico que nos habla del cosmos, porque si bien se dice que hay que avanzar la mente hacia el cosmos con una flecha lanzada por potente brazo que pueda captar toda la maravilla, sin embargo, lo que dignifica más es el aspecto servicio. El grado de adaptabilidad dentro del ambiente dentro del cual estamos inmersos y que constituye nuestro karma inmediato, porque el karma es una ley que está operando, y que nosotros podamos trascender el karma sólo será una verdad cuando seamos correctos con el ambiente que nos rodea, porque ustedes saben bien que el conocimiento esotérico, que es una gran percepción esotérica-mental, a veces muy fría, aunque muy extensa en el sentido horizontal, (se define) con aquella bella expresión mística del corazón, que hace que el hombre no pueda transformar, él, una relación social correcta por el fruto de sus investigaciones. Desde el punto de vista esotérico —y esto vengo repitiéndolo incesantemente—, lo ideal, lo que realmente define al alma en el sendero, es la manera cómo tratamos a la gente, con desapasionamiento, con profundo desapego, y sobre todo con un infinito amor y deseo de servir.

Llegado aquí, casi que no diciendo nada más se habría dicho todo, porque la verdad es muy sencilla, lo que pasa es que la mente humana a fuerza de intelectualizar ha perdido su frescura mística, que es el eslabón, o el antakarana, podíamos decir, que lo conecta con el corazón místico. El corazón, por su parte, está desvinculado de la mente porque se ha hecho sensible a las cosas y a las personas y no se ha hecho sensible a la Divinidad. Tenemos, por un lado, la gran proyección mental de la mente aguda e intelectualizada, capaz de abarcar mucho pero al propio tiempo quedando preso de sus propias creaciones, y (por otra) el corazón místico que a fuerza de misticismo ha llegado a perder el sentido de discriminación, entonces, el Sendero. En todo caso, ya volviendo siempre a lo mismo, es que en la vida social hay que tratar de equilibrar estas dos vertientes de la naturaleza humana, la naturaleza típicamente mental y la otra que es sumamente mística o emocional, porque cuando se habla del sendero místico o el sendero ocultista, se está dando cuenta uno solamente con decir sendero místico u ocultista, que estamos presos todavía de la gran herejía de la separatividad.

Solamente cuando la mente está tan creadoramente vacía, como dice Krishnamurti, cuando el corazón es casto y está recogido más allá de los frutos del tiempo y de todo cuanto la sociedad puede aportarle, es cuando una luz unificada surge automáticamente, y al propio tiempo del corazón y de la mente, constituyendo la base de una nueva psicología. La psicología del arquetipo (consiste en) que cada cual tiene el poder de desarrollar y de dar a luz, aun cuando el proceso de alumbramiento sea doloroso, pero es el deber, es nuestro deber, es nuestro Dharma. De ahí que se comprenderá cuál es el objetivo de todo cuanto (construye) la humanidad presente con sus oportunidades magníficas, debido a la presión incesante de la constelación de Acuario, una oportunidad que no se nos presentará quizás hasta dentro de veinticinco millones de años con la fuerza de hoy. Entonces, hay que ser muy atentos y vivir apercibidos de esta oportunidad que, si ustedes me permiten, es la oportunidad que les ha traído aquí y estamos viviendo ahora, que es este silencio que se está produciendo porque ustedes están atentos. La mente está creadoramente vacía, llena de atención, y el corazón está asimilando verdades, entonces, lo que se va a producir, o que se está produciendo, ¿no será una síntesis?, ¿no será realmente aquello que estamos buscando desde el principio de los tiempos? Algo dijimos sobre esto al finalizar con un silencio muy profundo nuestra conversación del mes anterior, cuando se insistió en el hecho de que este silencio producido por un grupo de personas inteligentes y de buena voluntad, que están tratando de abarcar en mente y corazón la línea de síntesis, ese silencio profundo, ese supremo estado de expectación es realmente curativo en todos los aspectos imaginables, habida cuenta que existen enfermedades físicas, lesiones psíquicas, y enfermedades mentales. Aquí en este punto de distensión, que es la base de la perfecta tensión creadora, se puede producir, y realmente se está produciendo, esta divina catarsis que tiene que redimir al hombre y tiene que hacer que los arquetipos superiores, que se están agitando gozosamente en la mente de Dios, pueden constituir el patrimonio para toda la humanidad.


Extracto de Conferencia de Vicente Beltrán Anglada
En Barcelona, 1 de Octubre de 1975
Digitalizada por el Grupo de Transcripción de Conferencias (G.T.C.) 1 de Marzo de 2007

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1 Comentario de lectores

11/06/2015

GRACIAS POR LA APORTACIÓN.

eduardo monroy contreras desde Mexico