Ayudarla, comprenderla y respetarla, antes que complacerla.

Varios/Otros


Antes has dicho que no hay que sobreesforzarse en complacer a los demás. Esto parece una contradicción porque ¿acaso cuando quieres a una persona no intentas complacerla en todo para que se sienta feliz?

Es un gran error creer que a una persona se la quiere más cuanto más se la complace, y es la gran trampa en la que cae mucha gente bienintencionada. A una persona a la que se quiere hay que intentar ayudarla, comprenderla y respetarla, antes que complacerla. Es importante saber la diferencia entre complacer y ayudar, porque puede ocurrir que cuando complaces a alguien, en vez de ayudarle, le estés perjudicando, si lo que complaces es su egoísmo. Y te perjudicas a ti mismo si cuando complaces sometes tu voluntad al egoísmo de otra persona, perdiendo tu libertad.


¿Y cómo distinguir entre ayudar y complacer?

Cuando una persona se carga sobre las espaldas las pruebas o circunstancias que le corresponde superar a otra, se le complace y no se le ayuda, ya que impides que se ponga a prueba en sus capacidades, contribuyendo a su estancamiento espiritual. La auténtica ayuda consistiría en apoyar y alentar a la persona para que resuelva ella misma sus pruebas o circunstancias, y así pueda avanzar.


¿Me puedes poner un ejemplo que aclare la diferencia entre ayudar y complacer?

Sí. Imagina dos niños de la misma clase a los que el profesor manda deberes escolares para casa. Para ambos niños resultan un tedio los deberes porque prefieren pasar todo el tiempo jugando, e intentan eludirlos. Imagina que el padre del primer niño, para evitarle el fastidio al hijo y que éste no se enfrente a la tesitura de llevar los deberes al colegio sin hacer, decide realizarlos él mismo en lugar de su hijo, mientras éste sigue jugando tranquilamente. El segundo padre opta por sentarse con su hijo y ayudarle a que sea el mismo niño el que los realice, aunque eso signifique que éste deje sus juegos durante un rato. El primer padre es el que complace, porque realiza las tareas que el hijo considera tediosas, pero no ayuda, ya que los deberes de casa son una circunstancia que corresponde pasar a su hijo, y que es necesaria para su aprendizaje.

Este padre está contribuyendo a que su hijo se vuelva perezoso, dependiente y caprichoso, y que para cualquier circunstancia busque que sean los demás los que le resuelvan sus problemas. El segundo padre no complace, porque se expone con su actitud a un posible ataque de cólera del hijo que no quiere interrumpir su juego, pero sí le ayuda, ya que contribuye a que el niño aprenda y asuma sus responsabilidades.


¿Entonces está mal complacer a una persona querida?

No siempre. Sólo si cuando complaces lo haces a costa de perder tu libertad y/o contribuyes a que la otra persona se estanque espiritualmente, cuando le substituyes en pruebas que le corresponde a ella superar.


Volviendo al tema del orgullo, ¿qué avances ha logrado el espíritu después de superar la etapa del orgullo?

El espíritu se siente más seguro y consciente de sus sentimientos, y de que debe vivir conforme siente para ser feliz. Tiene menos miedo a mostrarse tal y conforme es. Por ello, es más abierto, más alegre, más espontáneo, más libre, con menos barreras hacia los sentimientos. Se encierra menos en sí mismo. Encaja mejor la ingratitud. Es más comprensivo con los demás. Se le despierta menos el rencor y la rabia porque se sobreesfuerza menos en complacer, es decir, se deja absorber menos y no permite que le esclavicen fácilmente. Espera menos a cambio del amor que da. Está más abierto a percibir el amor de los demás hacia él, y más abierto a dar el amor que lleva dentro a los demás. La afectan menos las circunstancias negativas y aprecia mejor y disfruta de las positivas.


¿Qué es lo que marca entonces la transición entre la etapa del orgullo y la siguiente de la soberbia para considerarlo como dos etapas distintas?

El orgulloso es capaz de dar y recibir amor pero se reprime de ambas cosas por temor a sufrir y para ello crea una coraza antisentimientos a su alrededor. Esa coraza antisentimientos es el orgullo. La eliminación casi completa de esa coraza marca la transición a la etapa siguiente.


Bueno, parece que estemos llegando al final del camino hacia el amor incondicional, ¿no?

Todavía no. Que el espíritu se haya liberado bastante de sus represiones, de sus miedos, que encaje mejor ciertas actitudes negativas, como la ingratitud, no significa que lo tenga completamente superado. El espíritu que ha superado el orgullo todavía ha de superar una forma de egoísmo más sutil, un orgullo avanzado: la soberbia.


¿Podrías exponer lo que es la soberbia y qué la caracteriza?

La soberbia es la falta de humildad, un exceso de lo que llamáis incorrectamente “amor propio”. Las dos asignaturas pendientes principales que le quedan al espíritu para superar en esta etapa son la falta de humildad y el apego, o dificultad en compartir el amor de los seres amados. El soberbio se cree muy seguro de sí mismo, que no necesita de los demás, que es autosuficiente para todo. Aunque suele estar dispuesto a ayudar a los demás, raramente pide ayuda para sí mismo, aunque realmente la necesite, porque su defecto le hace creer que pedir ayuda es síntoma de debilidad. Por ello se cubren ante los demás. Suelen ocultar sus necesidades, sus debilidades, sus defectos, sus bajadas de moral, para que nadie les note cómo están, para que nadie les diga, ¿te ocurre algo, necesitas ayuda? Y si alguien les nota algo, se ponen nerviosos, se enfadan porque les cuesta admitir que no son autosuficientes. Es decir, se les manifiesta la desconfianza, la ira y la arrogancia.

Aunque el soberbio es menos susceptible que el orgulloso y se siente menos herido cuando se le trata con ingratitud, es calumniado o se siente engañado, también se le despierta la ira y la arrogancia en estas situaciones, así como en aquellas que no puede solucionar conforme a sus planes.

Por ejemplo, cuando recibe el desprecio o la burla de alguien al cual está intentando comprender o ayudar, se le despierta la ira y la arrogancia, y puede dar contestaciones como "tú no sabes quién soy yo", “¿cómo te atreves?" o "¿quién te has creído que eres para hablarme así?".

Esta dificultad en encajar la ingratitud y la calumnia, por falta de humildad, le lleva a clasificar, a prejuzgar y a tratar de forma desigual a los demás. Si no es capaz de reconocer su propio defecto y superarlo, la desconfianza se apoderará de él a la hora de atender a las personas que se le acerquen pidiéndole ayuda. Sus prejuicios le pueden llevar a sentir reparo frente a ciertas personas y decidir no ayudarles en la medida de sus necesidades, sino en función de la desconfianza, el miedo o reparo que se siente hacia ellas, no siendo justo y equitativo.

Aunque el soberbio se crea autosuficiente, la realidad es que necesita amar y también sentirse amado para ser feliz, como todo el mundo, aunque le cueste reconocerlo. Por ello, su fachada de autosuficiencia se desmorona cuando se siente inseguro en los sentimientos. Ese temor a perder el amor que creía seguro le hace sentir desconfianza, tristeza, desesperación e impotencia. Y esto le ocurre porque todavía sufre de apego, tiene dificultad en compartir el amor de los seres amados.


Bueno, me parece una reacción bastante normal. ¿Acaso no nos ocurre a todos que tenemos miedo a perder el amor de los seres queridos?

Si hubiera llegado a experimentar al amor incondicional ya no sufriría de apego, ni tendría temor por nada, porque sabría que el autentico amor no se pierde jamás.


¿Y cómo se supera la etapa de la soberbia?

Nuevamente amando, comprendiendo y evitando actuar conforme el defecto quiere. La soberbia disminuirá en la misma proporción en la que el espíritu desarrolle la humildad y el desapego, y ambas cualidades se desarrollan con la práctica del amor al prójimo, a través de la ayuda sincera y desinteresada a los demás. Si el soberbio, por temor a sufrir decepciones y humillaciones, se inhibe de dar la ayuda que está capacitado para dar, está dando alas a su defecto, y se estancará. Pero si vence sus temores y sus prejuicios, y se deja llevar por lo que siente, avanzará.


¿Y cuál es el origen del egoísmo desde el punto de vista evolutivo? Es decir, ¿en qué momento de la evolución de un espíritu aparece el egoísmo?

El egoísmo es una prolongación del instinto de supervivencia animal y comienza a aparecer en el momento en que el espíritu comienza a decidir por sí mismo, a experimentar con su libre albedrío. El espíritu que entra ya en la fase humana de la evolución acaba de estrenar su capacidad de libre albedrío. Aunque ya muestra un desarrollo incipiente de la inteligencia, debido a su escaso desarrollo emocional, sus decisiones todavía están muy influidas por los instintos, entre los cuales domina el instinto de supervivencia. La evolución pasa por independizarse totalmente de los instintos, y buscar un camino propio, decidido por su voluntad, a través del aprendizaje del sentimiento.


¿Podrías ampliar tu respuesta?, porque no acabo de entenderlo.

Claro. Cuando el espíritu comienza a ejercitar su recién adquirido libre albedrío, lo hace a partir del instinto, que es una especie de programación biológica que recoge el conocimiento adquirido por el protoespíritu durante la fase de evolución en el reino animal, y que es el germen a partir del cual se desarrolla la voluntad independiente del ser. Es como una configuración por defecto, un programa que le permite tomar decisiones automáticas sobre cuestiones sobre las cuales todavía no tiene capacidad suficiente para decidir por sí mimo. Es como un piloto automático, que le corrige la ruta cuando todavía no sabe pilotar, y le permite experimentar el pilotaje sin estrellarse mientras todavía está aprendiendo a controlar los mandos de la nave.

Entre estos instintos está el de supervivencia, que es como un programa que impulsa al espíritu encarnado a buscar alternativas para evitar la extinción de la vida física en cualquier tipo de circunstancia, por muy adversa que ésta sea, y el instinto sexual, necesario para la continuación de la especie. Ocurre que, al mismo tiempo, el espíritu se siente insatisfecho porque siente un impulso nuevo y desconocido de alimentar sus incipientes necesidades emocionales y, debido a su ignorancia en los sentimientos, cree equivocadamente que lo puede hacer saturándose en la satisfacción de sus instintos, que es lo que ha hecho siempre, empleando su inteligencia en ese fin sin tener en cuenta el daño que pueda hacer a otros seres.


Conforme lo cuentas parece que la existencia del egoísmo sea algo inherente al desarrollo evolutivo.

Que el espíritu, en su camino hacia la perfección, pase por una fase egoísta, más o menos prolongada en el tiempo, que puede durar multitud de encarnaciones, es en realidad inevitable, e incluso beneficioso, porque le sirve para reafirmar su individualidad, su voluntad y para poder experimentar lo que se siente en ausencia de amor, lo que le servirá para apreciar lo que se siente en presencia de amor, a medida que empiece a sentirlo.

Por ello, las primeras manifestaciones del egoísmo en la primera etapa, que llamaremos de vanidad primaria, en la que se encuentran los espíritus jóvenes, son básicamente materialistas, orientadas a la satisfacción de los instintos más primitivos. Se despierta la codicia, la avaricia, la lascivia, que se manifiestan en actitudes como el materialismo y el consumismo, el hedonismo y, a nivel colectivo, en el imperialismo y el colonialismo, es decir, la explotación de otros seres por la ambición de poder y riqueza materiales. Es la etapa que todavía predomina en vuestro planeta, porque una buena parte de la humanidad todavía se encuentra inmersa en esta etapa de adolescencia espiritual.

A medida que el espíritu avanza en el conocimiento de los sentimientos, este egoísmo materialista comienza a transformarse en egoísmo espiritual. Es una fase de vanidad más avanzada.

En esta etapa el espíritu continúa aferrándose al egoísmo, pero al mismo tiempo ya ha comenzado a desarrollar el sentimiento. Aunque todavía es reacio a dar, es capaz de reconocer la presencia de amor y el bienestar que produce, y busca recibirlo. La avaricia se va transformando en apego y la codicia en absorbencia. Pero esto no se da de la noche a la mañana sino que se produce gradualmente, existiendo una fase de transición, una vanidad media, en la que coexisten todas estas manifestaciones egoístas (codicia, avaricia, apego y absorbencia) en diferentes grados y que es la que predomina en la Tierra actualmente. Puede costarle al espíritu miles de años desprenderse sólo de alguna de estas formas de egoísmo. Pero a partir de determinado momento, cuando el espíritu comienza a adquirir conciencia de su egoísmo y de que al dejarse llevar por él está dañando a otros seres, es ya más responsable de sus actos, y por tanto más sensible al sufrimiento que genera.

Y entonces, en algún momento de ese proceso, el espíritu despertará su sentimiento, sentirá la necesidad de amar y descubrirá que necesita amar para ser feliz.


¿Qué ocurre entonces?

Que comienza la lucha por el amor. Se inicia la etapa del orgullo. En esta etapa el espíritu comienza a buscar, no sólo recibir amor, sino también darlo, pero encontrará gran multitud de obstáculos. Comienza a percibir, a ser consciente, a vivir en carne propia lo que es la incomprensión y la ingratitud. Y es que ocurre que la mayoría, las tres cuartas partes de la humanidad, todavía se encuentran inmersas en alguna de las fases de la vanidad. Están cosechando todavía el fruto de su etapa anterior, y no entienden qué está pasando. Parece que el mundo se haya vuelto contra él y contra su voluntad de mejorar, de amar y de ser amado. Si sucumbe al desaliento emocional, el egoísmo volverá a tomar fuerza en su mente. Para evitar que hieran sus recién descubiertos sentimientos, cubrirá con una capa su interior. Se volverá desconfiado, huraño, solitario, porque verá en el aislamiento una salida para evitar el sufrimiento.

También para evitar sufrir puede tomar el camino de la resignación. Se amoldará a lo que los demás esperan de él, para evitar agresiones de espíritus más egoístas. Comienza a gestarse la peor enfermedad espiritual que existe y que es la causante de una buena parte de enfermedades físicas graves: la autoanulación de la voluntad, del libre albedrío, hasta el extremo de llegar un momento en que el espíritu no actúa ni vive como es en realidad, sino que es un perfecto esclavo espiritual de su entorno, que llega incluso a creerse que quiere lo que en realidad le ha sido impuesto. Pero de este modo se sufre por no querer sufrir, y este es un sufrimiento estéril que no conduce a ningún progreso espiritual. En esta etapa del orgullo se encuentra casi una cuarta parte de la humanidad. La transición entre la etapa de la vanidad y la del orgullo tampoco se produce abruptamente sino que el proceso será gradual, de forma que coexisten manifestaciones de ambos defectos durante bastante tiempo.


¿Y cómo continúa esta historia? ¿Cómo se supera esta etapa?

Amando, siempre amando. Sólo el amor romperá la coraza del orgullo. Como ya he dicho, el orgulloso tiene mayor capacidad para comprender y saber encajar mejor la ingratitud de aquellos que le hicieron daño que el vanidoso; para comprender que los que actúan egoístamente y con escasez de amor simplemente es porque todavía son espíritus jóvenes, en proceso de evolución, y que con el tiempo aprenderán, aunque necesiten de muchas vidas, porque el aprendizaje del sentimiento y el desprendimiento del egoísmo son procesos que necesitan de mucho tiempo para ser apreciables. Por el hecho de que no veamos cambios notables en una sola vida no quiere decir que el espíritu no vaya a avanzar. El que es bueno en esta vida, es porque ya nació bueno, con todo el bagaje de conocimiento de otras vidas, y aunque se pueda avanzar mucho en una encarnación, no podemos exigir que alguien pase de ser un pirata a un santo de la noche a la mañana.

Si no os desesperáis porque un niño no aprenda a hablar en un sólo día, porque comprendéis que el aprendizaje del habla le cuesta al niño varios años de su vida física, no debéis impacientaros tampoco porque un niño espiritual tarde varios años espirituales, es decir, varias encarnaciones, en aprender a amar. Por ello, el espíritu que es más avanzado en el conocimiento de los sentimientos no puede pedir a otro que lo es menos que llegue a alcanzar su mismo nivel en una sola vida, si a él mismo le costó tantas vidas y esfuerzos el conseguirlo. Deberá conformarse con que aprenda hasta donde le es dado a su capacidad o a su voluntad. Debe recordar que, en algún momento, su evolución estuvo en ese mismo nivel, y alguien más avanzado que él estuvo a su lado, soportando sus actitudes egoístas.


¿Y si supera todo esto?

Se enfrenta a lo más difícil. Le falta todavía alcanzar la humildad y el desapego, es decir, la generosidad a la hora de compartir los sentimientos, objetivos que corresponde superar en la etapa de la soberbia.

El espíritu soberbio es un espíritu ya muy avanzado respecto a la media, y por ello es escaso en vuestro joven planeta. Se trata mayoritariamente de espíritus originarios de otros planetas más avanzados, que llevan más tiempo evolucionando. Quizás superen en muchos milenios la edad espiritual de la media del planeta. Al estar sus planetas más avanzados, prácticamente no existen en ellos ni la injusticia ni la ingratitud, con lo cual estos espíritus no encuentran circunstancias adversas que despierten su defecto.

Vienen a este planeta precisamente porque se trata de un ambiente propicio para la manifestación de su defecto. Al ser la Tierra un planeta donde la injusticia y la ingratitud se dan en abundancia, estos espíritus se ponen a prueba en su defecto y voluntad. Y así, a través de pruebas más duras, logran avanzar más rápidamente.

En sus encarnaciones en planetas menos avanzados suelen elegir desempeñar misiones de ayuda espiritual a los demás, por su gran capacidad, y porque así se ejercitan en la ayuda a los demás, lo cual necesitan para vencer su falta de humildad y su dificultad en compartir los sentimientos.




LAS LEYES ESPIRITUALES
Vicent Guillem
http://lasleyesespirituales.blogspot.com

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