Los dioses se convirtieron en la imagen de su creación.
Ramtha
Las plantas estaban floreciendo, pues cada vez había menos de las entidades que comían plantas y más de las que se comían entre sí. Y sucedió que aquel que creó el primer animal sintió que debería haber orden en este caos. Deseaba crear un mejor diseño de sí mismo, uno en el que él pudiera estar entre su propia creación, para entenderla y mejorarla.
Y cuando Dios se contempló a sí mismo, igual que su Padre lo hizo una vez, tomó un cuerpo. Y le dio a éste la imagen perfecta para estar en medio de su creatividad. Y en verdad, la imagen que produjo era de sí mismo, y he aquí que el resultado fueron las plantas, lo que se llaman animales y el hombre. Dios se creo a sí mismo para ser una parte de todo lo que había visualizado, pues estaba muy ocupado creando momento a momento, defendiendo, mejorando, perfeccionando, y mientras hacía esto se convirtió en la imagen.
¿Y que pasó con la naturaleza de su carne? No hay nada que se introduzca en la capa acuosa que no esté compuesta de ella misma a través del hijo amado que yace dentro del vientre. Cualquier imagen traída al estrato a través del vientre debe estar compuesta por los elementos del vientre. Ése es el propósito de un entendimiento dimensional. Si Dios se convertía en una parte de estas creaciones, iba en contra de este entendimiento, pues él no es el elemento, simplemente es su creador. Así pues, él no podía ser parte del animal. De esta manera se creó el hombre a partir de su imagen, y por medio de ésta conoció su propia creación y su belleza.
El hombre, oh, el hombre, exquisito era el dios que creó al hombre, pues su amor por él era exquisito. Y mientras la imagen yacía sobre la tierra, silenciosa en el flujo menguante de su ser, el hombre nació gracias al aliento de Dios. Perdonad, estoy recordando a Dios. ¡Celebremos! Fue un momento memorable.
Y ésta fue la hora, como vosotros diríais, donde la primera visión del hombre cobró vida. Fue por medio de la entidad llamada Ishum y la entidad llamada Yahvé.(1) Y estas dos entidades, tanto el uno como el otro, deseaban sobre todas las cosas ser parte de la forma creativa, incluso penetrar en las mismas formas que ya había en aquel tiempo.
Las aguas no habían descendido sobre la Tierra. Aún estaban en lo que se llama el estrato, pues todavía no se había completado la ejecución de la creatividad. Ishum —viendo la imagen del hombre en todas las cosas— atravesó lo que se llama el estrato y llegó a este dulce plano donde sus habitantes, esos que se llamaron los animales, todavía no se configuraban como hombres. Y cuando ellos dieron forma a sus cuerpos, con toda su hermosura y brillantez, el hombre, con su primer cuerpo, yacía ante el dios, y el dios se convirtió en él y le dio su preciado aliento. Y Dios se convirtió en el hombre. En un momento el hombre se convirtió en una división de Dios, su perfecta creación en ese entendimiento.
Yahvé creó a su hombre y los otros empezaron a crear a sus hombres. Y aquellos que en ese preciso momento habían evolucionado quizás hasta la contemplación de lo que llamaríamos sus inicios, contemplaron esos inicios, y decidieron evolucionar hasta esta maravillosa creación de Yahvé e Ishum. Y he aquí que todos ellos se reunieron y cada uno de ellos había creado una imagen de sí mismo.
Y sucedió no sólo aquí, sino que otros fueron a otras partes de la esfera —el hijo menor de la madre sol—, se llevaron sus creaciones y comenzaron allí. Y el hombre se convirtió, y así fue en verdad, en una hermosa criatura de la cual Dios pudiera ser parte en este dominio, y no ser exclusivamente el viento creador. Y cuando el hombre surgió a partir de Dios, en ese momento, se convirtió en el ideal perfecto. Y hubo muchos hombres por todas partes, hombres con determinación, pues ellos no pertenecían simplemente a los hombres, eran hombres de Dios. Y el hombre —maravillosa criatura— fue creado en diferentes espacios a lo largo de vuestra esfera, la creatividad de la imagen perfecta de un entendimiento que pudiera habitarla.
En sus comienzos, de acuerdo a como los entendéis ahora, él tenía un aspecto bastante desdeñable, pues era mucho lo que tenía que ajustarse, tanto en el cuerpo como en el medio ambiente. En aquel tiempo el calor favorecía todas las áreas y así el hombre, como fue creado en sus comienzos, no tenía pelo por todo su cuerpo, sino únicamente en su cabeza, para su protección. Había muchas cosas que podían causar, en su movimiento, arañazos y contorsiones en el área de la cabeza, un área muy importante.
Cuando el hombre cobró movilidad y empezó a tomar confianza, Dios comenzó a experimentar en todo su ser el reino que había creado. Y os recuerdo esto: no fue un solo dios; todos vosotros estabais experimentando la totalidad de vuestra creación en una pieza. Y el hombre, que era estéril,(2) pronto comenzó a explorar su mundo y he aquí que se encontró con una abominable situación: los animales se lo comían. Y esto se convirtió en una farsa de la creación, pues aquel que era el devorador supremo de todos los demás devoradores había encontrado algo exquisito y formidable para su paladar.
Esta situación era de lo más contradictoria. En consecuencia se desarrolló una gran evolución. El hombre se hizo más alto y más esbelto, menos encorvado, para que pudiera ser más ágil en su habilidad de correr, y eso ayudó en alguna medida. Pero no pasó mucho tiempo, y así fue en verdad, hasta que el hombre se extinguió, y los dioses siguieron produciendo el mismo ideal. Me gustaría que supierais que todos los hombres eran iguales en sus comienzos. Ninguno era diferente. Todos tenían la misma imagen —todos la tenían— igual que los primeros animales en sus primeros dominios tenían la misma imagen.
Más aún, el hombre, en lo que se refiere a la genealogía de su ser y lo que se llaman los componentes de la estructura molecular y celular de su cuerpo, si se hubiera tomado una muestra de él y llevado hasta una imagen,3 se habría visto a sí mismo. Si el hombre, en su condición estéril, se hubiera reproducido a él mismo, se habría repetido. No hubiera habido ninguna diferencia o variación en ese aspecto. Y mientras cada hombre era destruido, Dios creaba otro hombre. Y cuando ese hombre era destruido, Dios creaba otro y así esto se iba repitiendo hasta que, en las condiciones que allí se habían establecido, la extinción del hombre, o su habilidad de vivir entre todas estas peligrosas actitudes que él había creado en forma de plantas y estructuras de animales, se habían convertido en algo muy peligroso para él. Se había dado cuenta de que para poder sobrevivir aquí, en medio de sus propias actitudes, no estaba lo suficientemente equipado. Qué tristeza, Dios se lamentaba. Pero el hombre seguía prosperando y Dios
siguió creando más de ellos, los cuales cobraban vida y se aseguraban que el lugar fuera seguro. Muy pronto el hombre fue invadido de nuevo por los animales.
- LA EVOLUCIÓN DE LA ESPECIE HUMANA: SEPARACIÓN ENTRE MASCULINO Y FEMENINO
Y llegó un momento, en la contemplación de aquel que inventó el primer animal, en el cual imaginó que quizás él mismo pudiera dotarse con más cualidades; y así creó un hombre más cercano a lo que se llama Neanderthal, que se parecía bastante a lo que vosotros sois hoy en día. E hizo a este hombre con una mayor capacidad de razonamiento y un mayor sentido de su divinidad, dándole de este modo un poco más de sí mismo. Con todo esto, el hombre era sabio e inteligente, porque era un dios andante, y no parte de un dios o su mitad. Él era un dios andante.
El mismo dios que creó el primer animal fue quien creó el primer hombre que sería como él, Dios divino, y con toda su inteligencia podría burlar a los animales. Encontró lugares donde pudiera construir con sus pequeñas manos un lugar, una estructura donde esconderse. Y él mismo escogió un área hostigada por los gigantes. Y pronto se dio cuenta de que podía excavar en la tierra, y al adentrarse en ella, allí nadie podría llegar hasta él.
Ahora, al mismo tiempo que este hombre, dentro de la creatividad de este dios, aún vivía entre muchos otros que estaban siendo devorados y reproducidos tan rápidamente como se podía, él en especial sobrevivía, porque era Dios. Él era el superviviente perfecto. Aun cuando muchos no podían hacer esto, él lo estaba haciendo. Una vez él pudo hacer esto, el dios se convirtió en este hombre perfecto. Él vivió en este plano por un buen tiempo y comenzó a experimentar las cosas que su adorado hombre experimentaba, y se volvió más sabio en el entendimiento de crear al hombre. Y llegó el día en el que abandonó el cuerpo de su hermosa creación, y regresó al estrato a contemplar todo esto. Viendo el razonamiento, la compasión y la sabiduría que había sentido, este dios reunió a su alrededor a otros que estaban de acuerdo con él en su manera de pensar.
Comenzó a reflexionar. Miró de nuevo a sus primeros animales reproduciéndose y haciéndose más espectaculares en todo menos en su habilidad para esconderse de los demás animales, que seguían devorándolos rápidamente. Él tenía gran compasión por estos, sus animales, pues él mismo se había convertido en hombre. Y este dios se adentró nuevamente en el animal, lo colocó en un determinado lugar, y le dio un pensamiento tan ilustre que en él se convirtió; fue más listo y más sabio que los otros y siguió superándolos. Él se deleitaba con esto, porque estaba sobreviviendo y burlando a los dioses de aquellos seres y a sus actitudes. Él era de alguna manera un estratega, y los otros que habían colaborado con él encontraron esto maravilloso y se volvieron—junto con sus animales—parte de su creación. Todos ellos se juntaron, y con su inteligencia, aprendieron a sobrevivir.
Ahora, el grupo de dioses que permaneció con estos animales encontró muy complaciente el poder burlar y ser más inteligentes que las horribles bestias. Y aprendieron a viajar por toda la esfera; y se deleitaron con ello. Y mientras este grupo de dioses viajaba en forma del animal creado, el dios que creó al hombre, en una de sus expediciones recordó a su criatura con nostalgia, abandonó el cuerpo de su bestia y pereció. Y los demás viendo esto se asustaron, pues quizás ellos también perecerían. Pero no dejaron a sus animales.
Este dios regresó y encontró a su maravilloso hombre, lo admiró y lo estudió. «A él lo amo más que a cualquier otro, pues verdaderamente soy éste más que ningún otro. Y en tu maravillosa imagen y tu ser te he hecho simple y pequeño, pero contigo yo soy; poseemos la grandeza por encima de todo esto». Y el dios que tenía compasión por su hombre lo amaba, y recordaba la semilla que había implantado en su primer hombre. Quería ser más, pero cuando hizo otros a partir de la imagen de este hombre, todos fueron iguales.4 Ellos no se diferenciaban en su apariencia; pero entonces él recordó a sus animales, y cómo los había hecho diferentes. Así, Dios tomó la imagen5 de su hombre, que en estos momentos era él mismo, e hizo otro, pero en éste haría un nido para el huevo como el que había colocado en el interior de sus animales. Su hombre daría la semilla.
El ideal no se tomó de la sustancia del hombre. Nunca se tomó del hombre. Se tomó del dios que le había dado imagen y pensamiento perfectos, quien produjo otra imagen, y en esa imagen Dios reflejó, en verdad, su yo perfecto como autoreceptor. Miró a este hombre, vio su imagen y su tesoro, su hermoso miembro6 erecto y sus genitales. Y Dios colocó para siempre en sus genitales el pensamiento de creación, dispuso que la semilla de su maravilloso hombre se convertiría aún en otra semilla gracias a su propio progreso, como lo habían hecho sus animales, y en muchas más; de este modo puso un pensamiento de fervor en los genitales, y la semilla se volvió ardiente. A esto se le llamó su tesoro.
Y él se adentró en la otra imagen de sí mismo que aquí tenía, y creó un nido maravilloso en su interior donde colocó los huevos, la otra semilla. Y cada uno de ellos concentró el proceso de pensamiento del vientre del hombre —la mujer—; de este modo, una parte, el vientre del hombre,7 guardaría el huevo, y la otra, el miembro del hombre, guardaría la semilla. Y los dos ideales en esta evolución se formularon a partir de un solo dios. Y este dios les otorgó su movimiento espectacular, esa maravillosa parte de su ser. Ahora, ¿cómo llega a convertirse la materia en imagen? Guiada por un entendimiento —como se formó en el principio el hijo del gran sol—, la materia en su forma más baja se formó a través de una síntesis perfecta de la luz. La síntesis de la luz es la materia.
La imagen de cada parte del maravilloso cuerpo había sido capturada por medio de la visión de la creación. Cada órgano, cada entendimiento había sido perfectamente establecido en pensamiento, y la síntesis de la luz se convertiría en la imagen perfecta, en la composición de la materia. Cada célula, en su estructura atómica dividida, guarda totalmente el recuerdo perfecto del ideal perfecto; más aún, la semilla de la célula contiene la reproducción de la parte de la totalidad que expresará a la larga. Esto se le dio al pensamiento más pequeño, a la diminuta célula, y la base de cada célula es la luz.
¿Cómo puede un dios comprender completamente, hasta el entendimiento más pequeño, un sistema vascular que no tiene medida en longitud? A través del ideal completo, que se manifestará cuando sea visto perfectamente. Este dios de ninguna manera buscó la perfección la primera vez, sino que lo hizo una y otra vez.
Si tú tomas una muestra de tu hígado, de tu corazón o de tu pelo, verás la luz universalmente. Dentro de cada célula hay luz, pero emana un color diferente. Y si tú tomas las células y las inyectas en tu cuerpo, si tu corazón es débil, la diminuta célula encontrará su camino a través de tu corriente sanguínea hasta llegar a tu corazón, y se regenerará en el mismo tejido, la misma alineación, la misma semejanza, la misma luz, y reparará el corazón dañado. Lo mismo pasará en el hígado, sus células lo repararán. Sin embargo son tan pequeñas que necesitas lentes especiales para verlas, pues la inteligencia es así de pequeña.
Este dios imaginó todo esto por medio del pensamiento perfecto, pues éste es la síntesis perfecta del pensamiento y la luz, el orden mayor, el dador de la vida; así le dio vida al maravilloso huevo, que tendría la semblanza de estas dos criaturas maravillosas. A partir de la imagen del hombre surgió el vientre del hombre, y lo que se llamaría la mujer cobró vida. Ahora el maravilloso pecho de la mujer sería el alimento del fruto del vientre, que se amamantó y creció. Nació la delicadeza y la ternura para poder criar y proteger a estas pequeñas criaturas. Y nació en la naturaleza el delicado balance de la mujer. Y Dios que había creado su hombre perfecto, había creado ahora el vientre perfecto del hombre, una perfección aún mayor.
Entre los dos no hay más vida que la misma creatividad de la vida. Y el dios se convirtió en ambos a través de lo que se llama en verdad la carga negativa o el vientre de la mujer, para unirse con lo que se llama la carga positiva o el hombre, y para unificar y traer consigo —junto con el electro, que es la morada del señor de nuestro ser— las condiciones de toda la vida por venir. ¿Y dónde está el alma de los dos? ¿Dónde descansa? Dios, que se había convertido en el delicado hombre y se había escondido bajo tierra para protegerse de las otras creaciones —había disciplinado y desarrollado su sentido—, debía convertirse en dos. Dios, que era los dos, los contemplaba desde el sexto nivel, y Dios, su creador, se convirtió en ambos. Entregando su propia vida él se convirtió en ellos. Y el alma de su gran ser que le había sido entregada por el Padre, la Fuente, cuya emoción resonaba —el núcleo de su ser, la memoria de Dios siempre continuo, el trueno arrollador— se dividió, y Dios se convirtió en ambos.
Cuando Dios se contempló a sí mismo en la brillantez de la mujer, amó lo que había visto y en lo que se había convertido, y le dio la razón absoluta, lo que él era. Cuando uno miraba al otro, se veía en el otro. Y ello se convirtió en testimonio de esta obra maravillosa. Otros que habían traído al hombre una y otra vez con la esterilidad de su similitud, adoptaron también este pensamiento. En el momento en que esto se realizó fue aceptado por los otros dioses, y su realización se manifestó al convertirse en hombres.
Mientras los experimentos del hombre y la mujer se llevaban a cabo —y esto era en verdad algo maravilloso—, Dios se había dividido en dos partes y se había transformado en hombre viviente. Durante este proceso lo que se llamó en verdad el orden de la vida en aquellos tiempos, maestros, era aún algo muy dificultoso, os lo aseguro. Una vez que el arte de los dos perfeccionado se hizo realidad, yo os diré lo que pasó. El hombre, dividido en él mismo, seguía siendo el diseño de Dios. Con el mero hecho de este pronunciamiento se produjo, en verdad, un gran júbilo. El viento se envolvió en el Espíritu y todos aquellos que estaban poseídos ahora por la belleza, todos los dioses, se dieron cuenta de su perfecta creatividad y se volvieron deseosos de convertirse en ella, pues todos habían estado presentes en el proceso de crearla.
1 Yahvé es un ser diferente a Jehová.
2 Es importante anotar que el hombre en esta etapa de evolución no tenía definición de género. No era ni masculino ni femenino. De esta manera Ramtha no pretende decirnos que el hombre fue creado en primer lugar, sino que más bien se creó un homínido que a la larga evolucionó hasta el ser humano actual.
3 Duplicación a través del proceso de clonación de la imagen o los patrones de destino a los cuales se les había dado vida, grabados en el componente genético de la criatura anterior.
6 El pene, que implanta la semilla—el espermatozoide— en el nido o matriz, donde se encuentra el huevo.
7 N del T. Ramtha hace aquí una apreciación etimológica de la palabra woman (mujer), cuyo origen vendría siendo womb of man (vientre del hombre).
Extracto de: Los orígenes de la civilización humana - Ramtha
6579 lecturas