La mágica inseguridad.
V.B. Anglada
A través del tiempo y siguiendo las determinantes de un proceso incesante de acumulación hemos creado una personalidad psicológica basada en la seguridad y en la disciplina de esta personalidad. El día que nos apercibamos de que esta disciplina está aliada o forma parte de la conservación y perpetuación de tal personalidad a través de los bienes temporales y valores radicales del “yo” que cristalizados en el tiempo han originado nuestro ser psicológico actual, quizás miraremos el proceso que da lugar a nuestras disciplinas de base bajo una nueva perspectiva o un nuevo tipo de visión.
Nos daremos progresivamente cuenta de que las inmensas perspectivas de lo eterno, las grandes oportunidades cósmicas y la ulterior resolución del tremendo drama psicológico que nos plantea nuestra personalidad kármica, se hallan presentes en la raíz de cualquier hecho, acontecimiento o circunstancia de nuestra vida particular o social. Es decir, “que aquí y ahora” es el centro místico de la Liberación. Por lo tanto, para retornar a los inmaculados Cielos de donde místicamente procedemos, deberemos decidirnos por la existencia sencilla y sin complicaciones del discípulo entrenado en la ciencia espiritual, el cual enfrenta las pruebas kármicas de la vida en toda su profundidad, serenamente sumergido en un océano profundo de “inseguridad”, inteligentemente sostenido en virtud de una tremenda y positiva fe en los valores inmortales del Espíritu.
¿Se han dado ustedes cuenta del valor omnipotente que subyace en ese estado de “inseguridad”, en donde los deseos personales y las ansias inmoderadas de ser “alguien” en la vida social o espiritual, han quedado prácticamente reducidos a CERO, a la más absoluta NADENCIA? ¿Han sido alguna vez conscientes de que nuestras amadas disciplinas en el orden espiritual y nuestras previsiones y cálculos se basan generalmente en un gran temor hacia el futuro y en una tremenda falta de fe en sí mismos, es decir, en un afán desmedido de seguridades en todos los órdenes conocidos, físicos, emocionales, mentales y espirituales?
Si nos percatáramos de esta realidad, quizás emprenderíamos un nuevo tipo de acción para el futuro o para el presente inmediato. Puede que para algunos de nosotros tales afirmaciones puedan parecer duras, implacables o faltas de encanto místico. Me pregunto, sin embargo... ¿Para qué queremos estos fugaces consuelos o estas fulgidas esperanzas que, a igual que los relámpagos, nos alumbran intensamente durante unos segundos para dejamos sumidos luego en una todavía más negra y profunda oscuridad? Puede ocurrir también que no deseemos enfrentar directamente el juicio de los hechos.
Si es así, hay que sentirse muy lógicamente descorazonados porque, tal como hemos dicho antes, la realidad espiritual se halla precisamente en tales hechos conforme van pasando o sucediendo dentro o fuera de nosotros y es sólo por el enfrentamiento directo de los mismos, en el intento supremo de descubrir el propósito espiritual que está latente en sus ocultos y desconocidos repliegues, que alcanzaremos la Liberación y que ella sólo podrá ser conquistada a través de estos aparentemente insignificantes puntos de luz de nuestras acciones cotidianas. Si los descubrimos, si los ejercitamos y si los actualizamos, sabremos por experiencia lo que es la Liberación, lo que es la Paz y la verdadera Libertad...
Voy a terminar esta conversación de hoy pero, antes de hacerlo, quisiera infiltrarles una gran confianza en el futuro y una profunda esperanza en el corazón en razón de las grandes oportunidades espirituales del presente, a fin de que como discípulos en entrenamiento espiritual vean claro que el entero proceso de la vida, con su interminable secuela de hechos y de experiencias, es el resultado de la presión de una Voluntad omnipotente que trata de ser consciente a través de nosotros y que es la “adaptación” a esta suprema Voluntad a través de los hechos kármicos de nuestra vida, la que nos deparará la Liberación. Si somos conscientes de esta verdad, la Vida dejará de presionamos tan dolorosamente como ocurre actualmente o en todos los períodos realmente cósmicos, cíclicos o siderales. El Karma no es cruel, fatal, despiadado o intransigente, tal como corrientemente se cree, sino un armonioso engarce del pasado con el futuro con su centro de culminación creadora en el presente.
Esta conclusión puede depararnos la verdadera gloria de la acción y una entrada realmente positiva en el devenir supremamente dinámico de la Nueva Era.
Pregunta: Sus razonamientos aparecen realmente claros, aunque para algunos de nosotros sean algo desconcertantes. Me pregunto en razón de ello, ¿si es la presión de los tiempos la que produce el estado de discípulo o si es la evolución de la conciencia individual en el pasado la que determina la característica psicológica del discípulo?
Respuesta: Si analizamos críticamente la vida del discípulo, o del verdadero investigador esotérico, veremos que en la misma intervienen consustancialmente tanto “la presión de los acontecimientos siderales”, como la evolución psicológica de la individualidad. Sin embargo, si somos profundamente analíticos en el pensar veremos que el poder central individual condiciona sutilmente los acontecimientos y que, aun considerando la importancia de la presión de los tiempos, o condiciones astrológicas reinantes, siempre vendrán alterados por la actitud de la individualidad, por su grado de desarrollo espiritual y por un cierto conocimiento o experiencia de cómo actúan los ciclos del tiempo en cada uno de los vehículos o mecanismos que constituyen el equipo expresivo de la conciencia, por cuyo motivo sabe aprovechar las energías liberadoras por estos ciclos y las convierte en los aliados del karma personal y no en “los fustigadores de la acción kármica”, tal como se menciona en algunos tratados esotéricos.
Bien mirado, todos los acontecimientos cíclicos que marcaron el curso de la historia y el ritmo de los acontecimientos y civilizaciones, incluida la presión de esta Nueva Era de Acuario, obedecen a un orden genuinamente impersonal y la cualidad de sus impactos sobre el centro planetario que llamamos “la raza de los hombres”, vendrá condicionada por la calidad espiritual de todos y cada uno de los miembros de la gran familia humana. Así, la tremenda potencialidad de los impactos que progresivamente irán produciéndose determinará en algunos de nosotros fuertes depresiones de carácter psíquico, en tanto que en otros les ubicará en zonas de alta frecuencia espiritual llenas de dinamismo, serenidad y equilibrio. Podríamos decir, yendo al fondo de la cuestión, que una Era, como expresión psicológica de valores eternos, afectará a cada ser humano tal como éste SEA realmente en su corazón y tal como habitualmente se comporte en el devenir de su existencia cotidiana.
Los efectos astrológicos o el condicionamiento de las Eras cíclicas dependerán mayormente de la calidad de los vehículos de respuesta humana a la vida, más que a la propia potencialidad de los impulsos cósmicos que guía el destino cíclico de los astros. Es lógico suponer pues que las almas en su totalidad reaccionan a la fuerza sideral que emana de las estrellas, en virtud de su experiencia espiritual, es decir, en su capacidad de adaptación al eterno movimiento de la vida en sus corazones. Lógico es suponer también que una Era cíclica, por importante que sea y por grandes que sean las oportunidades espirituales que ofrece, no podrá convertir un malvado en un Santo o llevar a la Iniciación al inexperto aspirante espiritual. Habrá que contar aquí naturalmente con la obra del tiempo y en la gradual adaptación que la evolución de la personalidad suscita en cada uno de los vehículos de manifestación.
Pregunta: Durante el curso de su conversación ha dicho usted que para ciertas personas no hay necesidad de Yoga ni de meditación espiritual. ¿No cree usted que para vivir serenamente en medio de este océano de contradicciones de la vida social deberá existir algún Yoga o algún sistema de entrenamiento espiritual, tal como aseguran los grandes Maestros o Gurús del pasado y del presente?
Respuesta: Para mí el vivir en forma plena y profundamente expectante constituye el verdadero Yoga de la acción individual. Pero, como que nunca vivimos tan plena y tan profundamente y nos sentimos por efecto de ello tan solitarios, desconcertados e indecisos, es lógico que precisemos de Yogas, de meditaciones trascendentales, de Maestros y de Gurús. Sí analizamos fría y desapasionadamente la raíz de la pregunta, nos daremos cuenta de que nuestra vida entera va desplazándose constantemente de seguridad en seguridad, tratando por este medio de sofocar los ocultos y secretos temores y vacíos que se producen en nuestra vida psicológica y en el ambiente familiar o social que nos rodea. Tenemos, al respecto, una afirmación esotérica que es válida para todas las épocas de la humanidad: “Cuando el discípulo está preparado aparece entonces el Maestro”.
Fíjese usted que se refiere a una preparación y que esta preparación no será solamente la que presta un gran tecnicismo en el orden exotérico, sino también el resultado de ciertas definidas vivencias o experiencias de carácter espiritual. Hay una significación especial, que sólo conocen los Iniciados, que hace posible el reconocimiento de un discípulo por parte del Maestro. Tal reconocimiento es un Misterio, pero tanto individualmente como grupo hemos perdido de vista la profundidad del Misterio, ya que nuestra vida está siendo progresivamente mecanizada en aras de la técnica que hemos ido desarrollando, es decir, que nos hemos hecho tan técnicos que hemos dejado de ser místicos, en el sentido espiritual de la palabra.
Y así, llenos de tecnicismos externos y de disciplinas internas queremos “hallar al Maestro de nuestra vida”, olvidando por completo la clave mística que expresa claramente la Voluntad de los augustos Responsables del Plan planetario y que viene sintetizado en el axioma anteriormente aludido y que viene a expresar claramente que el hombre realmente espiritual no debe HALLAR, sino SER HALLADO... ¿Se da usted cuenta de la absoluta diferencia de significado entre ambos términos? Bien, usted me ha hecho una pregunta y yo le he brindado honestamente mi respuesta.
En el fondo de su pregunta se observa, tal como anteriormente he señalado, un cierto afán de seguridad en uno u otro de los niveles psicológicos del ser, físicos, emocionales y mentales. Tratemos de comprender entonces el valor del término INSEGURIDAD, aplicado íntegramente a nuestro cotidiano vivir y tratemos de engarzarlo con la afirmación crística de que “hay que vivir en el mundo sin ser del mundo”. Es obvio que es a este mundo de inseguridad al que hemos aludido durante el curso de nuestra conversación al que se refería Cristo cuando decía “Mi Reino no es de este Mundo”, este mundo de posesiones, ambiciones y de seguridades en donde vivimos, nos movemos y tenemos el ser.
Pregunta: ¿A qué se refiere usted exactamente cuando habla de “la gloria de la acción”?
Respuesta: Me refiero al vivir plenamente integrados, es decir, a la participación activa y total de nuestra conciencia en el curso de los acontecimientos que están produciéndose por doquier. Es el vivir con una gran riqueza de percepción, la cual no debe ser confundida con una gran riqueza de elementos técnicos o de conocimientos intelectuales. Se trata de una profunda y sostenida atención hacia el desarrollo de los hechos que engarzados constituyen nuestra existencia cotidiana.
Es tratar de “ser conscientes en todas y cada una de las experiencias que la vida kármica sitúa ante nuestras percepciones, es decir, vivir plenamente integrados física, emocional y mentalmente en la acción...
Pregunta: Esto es precisamente lo que enseñan o preconizan las Escuelas de Yoga y de entrenamiento esotérico como base para la integración completa del ser. No hallo pues diferencia alguna entre lo que usted dice y lo que enseñan aquellas Escuelas. Se limito a repetir pues los que ellas preconizan... ¿no es verdad?
Respuesta: No sé si repito lo que enseñan las Escuelas esotéricas, místicas o de Yoga. Lo que sí realmente sé, ya que poseo cierta experiencia al respecto, es que si los que siguen tales entrenamientos o disciplinas lo hacen inspirados o inducidos por un afán de seguridad o de crecimiento espiritual, este afán les incapacitará desde el primer momento para poder desarrollar dentro de sí las verdaderas capacidades espirituales. Es sobre este afán de seguridad que hago referencia y donde apoyo todas mis convicciones más profundas. Recuerde usted al efecto que desde los tiempos de Cristo se viene insistiendo mucho sobre el término AMOR, palabra que a fuerza de ser repetida sin su adecuado complemento de la acción ha quedado cristalizada en nuestra mente; no es por tanto una realidad objetiva sino una posibilidad muy lejana y remota. Lo mismo ocurre con el término Maestro o Gurú. Se ha convertido en una simple palabra, no es un hecho.
Y naturalmente, como sabemos que el Maestro existe en uno u otro lugar del planeta, lo estamos afanosamente buscando como una mera seguridad a nuestra falta de estímulos espirituales de Vida. Así, los Yogas, las escuelas externas de entrenamiento espiritual y los falsos ashramas, existen por doquier “ofreciendo seguridades” a los múltiples creyentes los cuales confían todavía en que el milagro va a producirse aparte de sí mismos. Y vuelvo insistentemente a la gran verdad esotérica de que el Maestro realmente existe, pero está dentro de nosotros y no es un exótico ser externo al que insistentemente invocamos, perdidos en el tumulto de nuestras esperanzas, de nuestros deseos y de nuestros temores. La integración espiritual del ser, el estado de discípulo y la Paz del Maestro en el Corazón son realidades y no sueños, pero hay que buscarles dentro, muy adentro de nosotros mismos...
Vicente Beltrán Anglada
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