La serpiente es el símbolo del conocimiento profundo...

Seth


La serpiente es el símbolo del conocimiento profundo entre las criaturas vivas; contiene también el impulso para elevarse y superarse en "ciertos aspectos". Fue Eva, y no Adán, quien comió primero de la manzana porque la iniciación fue impulsada por los elementos intuitivos de la raza, representados en la historia como femeninos; sólo posteriormente pudo el ego, simbolizado por Adán, alcanzar su nuevo nacimiento y su necesario alejamiento. Así pues, el árbol del conocimiento ofreció en verdad sus frutos -«buenos y malos»- porque ésa era la primera vez en que era posible una elección, y el libre albedrío. Hubo otras historias, algunas de las cuales no os han llegado, en las que Adán y Eva fueron creados juntos, y en un sueño se separaron en macho y hembra. En vuestra particular leyenda, Adán aparece primero. La mujer, que sea crea a partir de su costilla, simboliza el necesario surgimiento de las fuerzas intuitivas, que tenían que hacer su aparición para que la raza alcanzara la autoconciencia tal como la entendéis.

El bien y el mal representaron simplemente el nacimiento de la elección, al principio planteada con respecto a la supervivencia, para la cual hasta entonces el mero instinto facilitaba todo lo que se necesitaba. A un nivel más profundo, hay aún otro significado que refleja las divisiones que tienen lugar cuando Todo Lo Que Es separa aparentemente partes de sí mismo y reparte su omnipotencia en nuevas estructuras de ser que, según vuestras palabras, recuerdan su origen con nostalgia, pero glorifican la individualidad única que les es propia.

La historia de la caída, los ángeles rebeldes y su líder Satanás que se convierte en demonio se refieren a los mismos fenómenos pero a un nivel distinto. Satanás representa "-según la historia-" la parte de Todo Lo Que Es, o Dios, "que salió de Sí mismo", por decirlo de alguna manera, y descendió a la tierra con Sus criaturas, al ofrecerles libre albedrío y la capacidad de elección que «antes» no tenían.

He aquí los majestuosos elementos otorgados a Satanás, y el poder. Las características terrenales suelen aparecer cuando se lo representa como animal, ya que por supuesto también se lo relacionaba con los atributos terrestres intuitivos de los que nació la nueva conciencia humana.

Desde el punto de vista del funcionamiento biológico, ahora había una especie que ya no dependía completamente del instinto, aunque conservaba el innato deseo natural de supervivencia, y que poseía una mente capaz de tomar decisiones y hacer distinciones.

Este nuevo tipo de conciencia trajo consigo el espejo de la memoria, con el que la dicha y el dolor pasados podían recordarse, y por tanto la comprensión de la muerte se hizo más inmediata de lo que era con los animales.

Una sola asociación podía activar en la nueva y perpleja mente la memoria definida de una agonía pasada. Al principio, resultaba difícil separar la imagen recordada del momento presente. La mente del hombre luchaba para albergar muchas imágenes -pasadas, presentes y futuras imaginadas- y se veía forzada a relacionarlas en cualquier momento. Se produjo un avance muy rápido.

Era natural que ciertas experiencias parecieran mejores que otras, pero las nuevas facultades de la especie hicieron necesario que se pudieran realizar distinciones claras. Lo bueno y lo malo, lo deseable y lo menos deseable, fueron de gran ayuda al contribuir a formar la base de estas separaciones.

El nacimiento de la imaginación abrió enormes posibilidades y a la vez añadió tensión a la criatura biológica, cuya estructura corporal entera reaccionaría ahora no sólo a situaciones objetivas presentes, sino también a las imaginarias. Al mismo tiempo, los miembros de la especie tenían que hacer frente al entorno natural al igual que cualquier otro animal. La imaginación ayudaba porque un individuo podía prever el comportamiento de otras criaturas.

Los animales también poseen una previsión «inconsciente», pero no tienen que adaptarse a ella conscientemente como la nueva conciencia. De nuevo, el bien y el mal y la libertad de elegir acudieron en ayuda de la especie. El animal malvado era el depredador natural, por ejemplo. Aquí convendría que el lector recordara lo que hemos dicho anteriormente acerca de la culpa natural, pues comprendería más fácilmente los mitos posteriores y las variaciones que surgieron de esos mitos (véase la sesión 634 en el capítulo 8, entre otras).

A medida que se desarrollaba la mente, la especie podía transmitir a su descendencia la sabiduría y la ley de sus mayores. Esto aún se practica en la sociedad moderna, por supuesto, pues cada niño hereda las creencias de sus padres acerca de la naturaleza de la realidad. Al margen de otras consideraciones, ésta es también una característica de las criaturas vivas. Sólo los medios son distintos en los animales.

No obstante, el avance continúa. Las ideas sobre el bien y el mal son siempre pautas que luego se interpretan individualmente. Como estas ideas están relacionadas con la supervivencia, tal como dijimos anteriormente, tienen una gran carga emocional. Al principio había que impresionar a los niños con el hecho, por ejemplo, de que un animal era «malo» porque podía matar. Hoy en día una madre diría inconscientemente lo mismo acerca de los coches.

Esa temprana aceptación de creencias tiene pues importancia biológica; pero, a medida que la mente consciente alcanza su madurez, le resulta también natural cuestionarse esas creencias y valorarlas en relación con su propio entorno. Muchos de mis lectores tengan quizá ciertas ideas sobre el bien y el mal que resulten un estorbo. Pueden ser viejas creencias con ropas nuevas. Tal vez os consideréis libres, pero alberguéis viejas ideas elaboradas de otro modo o enfocadas en otros aspectos. Vuestra experiencia diaria está íntimamente relacionada con vuestras ideas de valor y valía personal.

Tal vez conozcáis bien las distorsiones del cristianismo convencional, o hayáis cambiado vuestras ideas hasta tal punto que apreciéis pocas similitudes entre vuestras creencias actuales y las del pasado. Ahora quizá creáis en las teorías del budismo, por ejemplo, u otra filosofía oriental.

Las diferencias entre cualquiera de estos sistemas de pensamiento y el cristianismo pueden ser tan visibles que las similitudes se os escapen. Quizá sigáis una de las tradiciones budistas en las que se insiste en la negación del cuerpo, la disciplina de la carne y el rechazo del deseo. Estos elementos son muy característicos del cristianismo también, pero quizás os parezcan más aceptables, exóticos o razonables por provenir de una fuente ajena a la educación que recibisteis en la infancia. Así que pasaréis de una a la otra y os sentiréis emancipados y libres de las viejas ideas restrictivas.

Las filosofías que abogan por la negación de la carne siempre acaban predicando la negación del ser desarrollando un desprecio hacia él, porque, si el alma está revestida de músculos y huesos, es para experimentar esa realidad, no para rechazarla.


Todos esos dogmas recurren a la culpa artificial, para lo cual se distorsiona la culpa natural. Sea cual sea la forma que el dogma adopte, se enseña al devoto que hay algo malo en la experiencia terrenal. Así pues, se os considera malos pues, en virtud de vuestra propia existencia, vuestro ser se ha hecho carne.

Esto sólo provoca una experiencia adversa, pues hace que rechacéis la base misma de vuestro marco de experiencia. Consideraréis al cuerpo como una cosa, un vehículo que, aunque sutil, no es en realidad la expresión natural "viva" del ser en forma material. Muchas de estas escuelas orientales también insisten -como numerosas escuelas espiritualistas- en la importancia de los «niveles inconscientes del ser», y os enseñan a desconfiar de la mente consciente.

El concepto de nirvana y la idea del cielo son dos versiones de lo mismo; en la primera la individualidad se pierde en la dicha de la conciencia no diferenciada; en la segunda los individuos aún conscientes viven en una especie de adoración mecánica. Ninguna de las dos teorías comprende las funciones de la mente consciente, ni la evolución de la conciencia, y tampoco ciertos aspectos de la física. La energía nunca se pierde. La teoría del universo en expansión (*)se aplica tanto a la mente como al universo.


* La teoría del Big Bang postula que hace unos 10 o 15 mil millones de años toda la materia —o energía— estaba concentrada en un gran «átomo» primordial. Este coloso estalló, y el universo aún en expansión que vemos en la actualidad es el resultado de ese estallido. Una variación de la teoría considera un universo pulsátil que resulta del choque y la expansión constantes de toda la materia-energía.


Sin embargo, estas filosofías "pueden" inculcaros una profunda desconfianza hacia el cuerpo y la mente. Os dicen que el espíritu es perfecto, y por eso tratáis de vivir según un modelo de perfección imposible de alcanzar. Este fracaso se suma al sentimiento de culpa.

Entonces intentáis eliminar el disfrute característico de vuestra condición de criaturas vivas, y rechazáis la intensa espiritualidad de la carne y la poderosa inclinación física del alma. Trataréis de deshaceros de emociones muy naturales, con lo que os veréis privados de su gran capacidad de movimiento espiritual y físico. Por otro lado, algunos líderes pueden prestar poca consideración a estas cuestiones, y aun así estar totalmente convencidos de la miseria de la condición humana, por lo que se concentran en los elementos «oscuros», y ven la destrucción del mundo muy cercana sin examinar realmente las creencias que despiertan esos sentimientos constantes.

Tal vez les resulte más fácil indignarse ante los inconfundibles fanáticos que proclaman la venganza de Dios y hablan del fin del mundo consumido en fuego y cenizas. Aun así, también ellos pueden estar convencidos de la indignidad básica del hombre, y por supuesto de la suya. En la vida cotidiana estas personas se concentrarán en los sucesos negativos, los acumularán y, desafortunadamente, causarán una experiencia personal que parecerá reforzar sus ideas básicas.

Aquí, en un contexto diferente, encontramos la misma negación de la valía e integridad de la experiencia terrenal. En ciertos casos, todos los atributos humanos deseables se amplían y se proyectan fuera hacia un dios o superconciencia, mientras que las características menos admirables se dejan a la raza y al individuo.

El individuo, por tanto, se ve imposibilitado de utilizar gran parte de sus facultades. No las considera suyas, y se asombra cuando alguien muestra estas cualidades superiores.

Hasta cierto punto, estas creencias siguen ciertos ritmos tanto en las civilizaciones como en el tiempo.

La mente es un sistema de controles y equilibrios igual que el cuerpo, por lo que un conjunto de creencias aparentemente muy negativas serán a veces muy beneficiosas pues contrarrestarán otras creencias. Por ejemplo, durante algún tiempo la civilización occidental insistió en una versión "distorsionada" de la razón intelectual, por lo que la importancia que se da actualmente a otras partes del ser sirve a un propósito.

Las personas llegan al mundo con sus propios problemas y desafíos, y esto tiene mucho que ver con la clase de creencias nacionales y mundiales que se generan y predominan. Las creencias, naturalmente, son estructuras en las que se prueban diversas clases de experiencia. Esto también se aplica a las religiones, y a las situaciones políticas y sociales. Siempre se produce un toma y daca entre el individuo y el sistema general de creencias en el que ha elegido vivir.

Hay una creencia que considera a la enfermedad moralmente incorrecta, y una creencia opuesta que la considera ennoblecedora, edificante y espiritualmente buena. Estos juicios de valor son extremadamente importantes, porque se reflejan en vuestra experiencia con cualquier enfermedad.





SESIÓN 647, 12 DE MARZO DE I973 21.37 LUNES
Extracto de Habla Seth III
A través de Jane Roberts

5446 lecturas

Comentario de lectores

Ninguno para este artículo