Continúa el desarrollo de la misión de Jesús. Parte 1

Jesús ~ Jeshua


CAPÍTULO IX

Continúa el desarrollo de la misión de Jesús. Parte 1


EN él presente coloquio, hermanos míos, continuaremos con el desarrollo de mi misión. Durante su corta aparición como Mesías en medio de los hombres, Jesús tuvo que renunciar a darse a conocer porque su poder residía en el título de HIJO DE DIOS, título lleno de promesas, pero lleno también de la oscuridad de lo desconocido, de lo cual tomaba motivo para adquirir ascendiente sobre las masas. Mas en sus conversaciones particulares Jesús dejaba comprender que la filiación de que se honraba, honraría también a todos los espíritus llegados a la emancipación del alma en medio de la naturaleza carnal.

La unidad de Dios jamás se vió comprometida por Jesús. Los que hicieron los milagros fueron los que convirtieron a Jesús en Dios.

Dios distribuye a cada uno la fuerza y la inteligencia en proporción a los honores ganados en la lucha de los instintos de la materia con las emanaciones divinas de la inmortalidad espiritual.

La inmortalidad del alma, al poner de manifiesto ante el Espíritu el objeto de sus existencias sucesivas en la materia, lo empuja al desprecio por toda dependencia carnal y elevándolo en cambio hacia la gloría de la misión divina.

Los Mesías son los HIJOS DE DIOS, porque demuestran a Dios, lo explican.

Ahora puedo hablar así, pero antes era necesario que me rodease de prestigio, a lo cual no convenía que se explicara el principio sobre que descansan los honores del Mesías.

Era necesario dilatar el sentido moral de la humanidad y no convenía proporcionarle la posibilidad de discutir mis derechos de Hijo, de Dios. Era necesario obtener el resultado bajo proporciones fuera de lo ordinario, so pena de ser arrestado a los primeros pasos.

A pesar de ello a menudo me he reprendido a mí mismo por esa tortuosidad del camino y cuando me encontraba a solas con alguno de mis discípulos, si se me presentaba como una ocasión favorable para arrojar en un espíritu perspicaz el germen de la verdad, yo me confiaba a medias, pronunciando frases misteriosas, de cuyo significado esperaba que, tal vez, el porvenir sacara algún provecho para la verdad. Decíame el confidente de los profetas y de los mártires, sorprendidos por la muerte; en seguida, llamado por el sentimiento de mi posición reprimía manifestaciones y recomendaba a los que habían sido testigos de mis expansiones entusiastas guardaran el mayor secreto respecto de lo que habían oído (1)

En mis conversaciones buscaba de asociar la creencia en los dogmas establecidos con la doctrina de las encarnaciones sucesivas de los espíritus, hablando al mismo tiempo del infierno y de la santidad de mis derechos de Hijo de Dios. Mas en el dilatado horizonte que se extendía delante de mis pensamientos los hechos se veían justificados por los propósitos. Yo dirigía mis esperanzas hacia el porvenir y colocaba las deliciosas emociones de mi alma en frente de las armonías en que soñaba, viéndose ellas justificadas aún en este mismo momento en que vuelvo para completar mi obra, valiéndome nuevamente de Dios.

Yo mezclaba la ley antigua con la nueva, de lo cual resultaban esas parábolas que a menudo carecían de claridad, esas contradicciones aparentes, envueltas en la rapidez de mis exposiciones y mal advertidas por la poca perspicacia del auditorio, y esas apreciaciones sobre la Justicia Divina, llenas al mismo tiempo de misericordia y de eterna venganza.


(1)Se comprende la delicada que debía ser la posición de Jesús, abandonado á sus propias fuerzas en medio de un pueblo inculto, enteramente materializado, y nada dispuesto para las innovaciones. La Biblia era para ese pueblo el código infalible de toda su sabiduría y nada había por encima de sus profetas y de la palabra de Jehová, de quienes aquellos constituían el portavoz obligado.
Era necesario pues revestirse de mucha autoridad y saberla hacer valer, a despecho de la condición humilde en medio de que actuaba el Maestro, para poder ser escuchado y seguido. Algo debía haber de superior, sin duda alguna, en el hijo del carpintero de Nazaret para que tal sucediera, haciendo triunfar la doctrina de devolver bien por mal en oposición a la de ojo por ojo y diente por diente de Moisés, Mas, teniendo que valerse de medios puramente humanos, cómo conseguir ese prestigio que le ex» tan indispensable? He ahí la causa de estos conflictos que vemos surgir a cada paso en el Espíritu de ese Ser excepcional, que fué mártir desde su nacimiento por el solo hecho de tener que vivir en un mundo tan atrasado. — O. R.

Hermanos míos, inclinémonos ante la majestad de Dios y confesemos la pobreza de nuestra naturaleza.

Yo decía a mis discípulos:

"Vosotros todos sois Hijos de Dios, y el último de ustedes tendrá que trabajar para llegar a ser grande y fuerte".

"Se hace más fiesta en la Casa de mi Padre cuando entra a ella un Espíritu recién convertido que no por la perseverancia de dos justos".

"La voluntad y la emulación libran el Espíritu de las humillaciones de la carne. El amor de Dios inspira el amor de las criaturas, que son la obra de Dios".

"Convertíos en los depositarios de mi ley; ella es una ley de amor. La ley de amor no dice: diente por diente, ojo por ojo; ella dice: perdonad a vuestros enemigos; orad por los que os calumnian; llevad, sin hacer ruido, vuestra limosna a la casa del pobre. Si os dan una cachetada en una mejilla, presentad la otra, porque los hombres ceden antes a la dulzura de la virtud que a la justicia de las represalias".

"Habitad con los enemigos de Dios y no esquivéis las mujeres de mala vida, puesto que el dar ejemplo es una obligación para los que trabajan en la Viña del Señor, y la proximidad del vicio no puede manchar al justo".

Yo traía ejemplos favorables para las inteligencias de aquellos a quienes ellos iban dirigidos y atraía con conversaciones familiares, en las fiestas, encontrando a menudo ahí en que aplicar mis preceptos.

Me acuerdo de un hecho que tuvo lugar en una casita de la montaña que domina el valle de Sichem.

Estaba cansado y mientras reposaba esperando a mis discípulos que habían ido a renovar nuestras provisiones, empecé a hacer elogios de la limpieza que se observaba en medio de tanta pobreza, con el propósito de entablar conversación con una mujer que se mantenía respetuosamente de pie delante mío.

En estos lugares de Jerusalén había mucha población samaritana, despreciada por los hebreos.

"Señor, me dijo esa mujer, ya que eres profeta, enséñame a mí también, porque la ley de Dios está encerrada en el Templo de Jerusalén, mientras que nosotros tenemos que adorarle aquí".

"Mujer, le contesté, Dios no tiene más que un Templo y ese Templo está en todas partes".

"Los hombres adorarán a Dios en Espíritu y en verdad; la hora no ha llegado todavía; mas la luz dará origen a la verdad, y yo voy predicando la luz".

"Créeme; sobre esta montaña, como en el Templo de Jerusalén, Dios ve los corazones y favorece a los justos. Sobre esta montaña, como en el Templo de Jerusalén, no hay una brizna de yerba que pase inadvertida a los ojos de Dios". "La ley de Dios no se encuentra encerrada en un Templo, sino que resplandece en todos los corazones."

Hermanos míos, la mejor prueba de vuestra alianza con Dios es la de reconocer dicha ley en todas partes, inclinándoos bajo la prueba como en presencia de sus bendiciones, adorando al Padre con los pensamientos y con las obras, alabándolo tanto en medio de los sufrimientos como en medio de la prosperidad.

Demostrad la ley de Dios con la rectitud de vuestra vida; convertid a los hombres en justos, haciéndolos felices y sed felices vosotros mismos mediante la fe. Me acuerdo todavía de una fiesta en que la abundancia y la alegría reinaban entre los presentes, dando el olvido de los cuidados y de las penas de la vida. La alegría se dibujaba en todos los semblantes y la mesa colocada en el medio de un patio que formaba jardín, recibía algunos rayos de Sol, a pesar de la bóveda de verdor que lo cubría. Los jóvenes me dirigían miradas tímidas, los hombres, las mujeres y muchachos me rodeaban y todos querían darme el puesto de honor. Yo acepté, colocándome a la cabecera de la mesa yendo mis discípulos, que me habían acompañado en número de cuatro, a ocupar el otro extremo. Me demostré amable y conversador en esa noche. Mis miradas y mis sonrisas se dividían entre los comensales iluminándose con el brillo de la general alegría.

Así procedí siempre tomando las actitudes que correspondían a las circunstancias en que me encontraba y jamás en una fiesta o en una reunión de amigos se me vio deseoso de silencio o distraído por penosas preocupaciones.

Acostumbrado a la vida nómada, renegaba de la familia y de la patria para honrarlas mejor, en la elevada expresión de estas palabras: - ¡Familia de hombres! - ¡Patria Universal!

Yo llevaba el fanatismo por los derechos del alma hasta la renuncia completa de las esperanzas humanas; pero en los casos de mi presencia entre los hombres, daba las seguridades del apoyo divino para los que supieran dirigir bien sus familias y para la justa y amorosa dirección de las madres.

Mi doctrina se basaba sobre la fraternidad humana y las masas se apretaban a mi derredor para oír estas palabras, de las que eran pródigos mis labios:

"Dejad que se aproximen a mí los más pequeños y los más débiles."

"Yo he venido para dar alegría a los tristes y para decirles a los felices: Sed los siervos de los pobres, el Dios del amor y de justicia os recompensará".

"Vosotros todos sois hermanos y el siervo vale tanto como el maestro en la casa de mi Padre."

"El que se humilla será elevado. Humillaos para servir a Dios; tan sólo los humildes serán glorificados."

"Llamad y se os abrirá, golpead y se os responderán".

Aprended mi ley y divulgad mis preceptos por toda la Tierra, amándoos los unos a los otros. No procedáis como los hipócritas que se prosternan delante de Dios para ser observados por los hombres, que oran con el corazón lleno de cólera y celos; deponed en cambio ante las puertas del Templo de Dios vuestros deseos de fortuna terrestre, vuestras esperanzas de alegrías mundanas, vuestras debilidades de amor propio, vuestros pensamientos impuros, vuestras bajas concupiscencias, para que la gracia descienda sobre vosotros con la oración.

Dad asilo a la viuda y al huérfano.

Librad al pecador de su vergüenza, mostrándole los brazos siempre abiertos para recibirlo.

Descubrid el vicio, desenmascarad la impostura, mas haced que penetren en todos los culpables las palabras de misericordia, la promesa del perdón.

"La limosna hecha con ostentación no, es agradable al Señor, nuestro Padre, y el óbolo de la viuda tiene mayor mérito ante sus ojos, que los millones del rico".

"La limosna no es provechosa para el que la hace, sino cuando se la rodea del mayor misterio. Guardad por lo tanto el secreto respecto de las miserias que hubiereis aliviado, y que vuestra mano izquierda ignore lo que vuestra derecha haya distribuido".

"Decid: creo, y obrad. La actividad está a la. fe, como el calor al amor; una señal de vida".

"Meditad mis palabras y no les déis un sentido diferente del que tienen."

"El fervor no consiste en la abundancia de las palabras y en la petulancia de la acción, sino en la modestia de la caridad. Él honra al Espíritu sin darle brillo entre los hombres. Él da al alma un dulce ascendiente sobre las almas; pero no la empuja hacia la opresión, hacia la dominación, hacia la prepotencia del mando. Hace florecer la sabiduría, no arrastra el Espíritu hacia la turbación del orgullo y del poder, hacia las pasiones tumultuosas de la grandeza humana, en la temeridad de la ambición de los honores humanos"

"Predicad en mi nombre y afirmad mi presencia, porque mi Espíritu seguirá aún en medio de vosotros."

"Permaneced fieles a mi voz y consolaos diciendo: El Señor está con nosotros."

"Tomadme como ejemplo; soy pobre, permaneced pobres; soy perseguido, sufrid persecución y que el Dios de paz dicte vuestras palabras."

"Despreciad los ultrajes, ejerced el amor y rogad con un corazón puro."

"El hierro y el fuego, el abismo y el Espíritu de las tinieblas, no prevalecerán en contra de vosotros."

"Yo soy aquel que Dios ha enviado para que diga la verdad a los hombres."

"Soy el lazo de amor."

"Soy la puerta de la patria feliz y las puertas del infierno no prevalecerán contra mí."

"Soy aquel que fué, que es y que será."

"No explico estas palabras porque vosotros no podríais comprenderlas; mas día llegará en que todos los hombres podrán comprender la verdad"

"Permaneced fuertes en el amor. Soy vuestro Señor y vuestro Padre y estaré con vosotros durante todos los siglos mediante el poder de Dios y por efecto de mi voluntad."

"No desenvainéis jamás la espada; quien quiera que haga uso de la espada perecerá bajo los golpes de la espada.".

"Mejor sería que no hubierais jamás nacido antes que olvidar mis enseñanzas, porque la Justicia de Dios pesa con mayor rigor en contra de los padres que de los hijos; en contra de los ministros infieles, que en contra de la masa de los pecadores."

"Id por toda la Tierra y anunciad la palabra de Dios, proclamándoos sus Profetas.

Perdonad los pecados. Todo lo que vosotros perdonareis aquí, perdonado será en el cielo, y la gracia os acompañará mientras sigáis mi ley."

La Justicia de Dios quiere todavía que Jesús sea vuestra estrella conductora en medio de los errores y peligros, pero manda que las palabras de otros tiempos sean desligadas de la oscuridad que las envolvía para resplandecer de luz divina y para iluminar los Espíritus que se encuentran ahora mejor dispuestos para recibir la luz que en la época en que Jesús vivía como hombre entre los hombres.

La doctrina de Jesús demostraba la igualdad entre los espíritus al salir de las manos del Creador, siendo la diferencia que se establece después entre ellos el resultado del adelantamiento más o menos rápido de cada uno de acuerdo con la irradiación del amor hacia la familia universal, cuyos miembros son todos hermanos y deben ayudarse mediante la caridad y la abnegación. Cuanto mayor es el progreso de los Espíritus, tanto más sienten los deberes de la fraternidad. Cuanto más adelantados son los Espíritus, tanto más sienten la tendencia generosa y el ardor del sacrificio en favor de sus hermanos como expresión del amor fraternal.

Con la palabra caridad yo no entiendo tan sólo la limosna y la falta de los sentimientos del odio sino la condolencia íntima del alma ante todo sufrimiento. Con la palabra devoción no quiero designar únicamente la exaltación pasajera del alma en busca de Dios, empujada tal vez por un sufrimiento momentáneo, sino el sentimiento de la plegaria en la asociación continua con todos los sufrimientos y la tendencia permanente a participar de todas las miserias, todas las vergüenzas, todos los conflictos del alma. La palabra amor no encierra la explicación de las ternuras entre los aliados terrestres, sino que impone el bien por medio de la palabra, de las obras, del olvido de sí mismo en beneficio de los demás, mediante la firmeza en la protección de nuestros semejantes y el cumplimiento de todos nuestros deberes fraternos humanos.

La doctrina del amor, basada en la igualdad y en la fraternidad; he ahí la causa del prestigio de Jesús en medio de la humanidad. Ha venido a traer la ley de Dios a un mundo demasiado nuevo para poderla comprender, pero puso los cimientos de su obra, que sería inmortal, y esa obra continúa su desarrollo. El vino para enseñar la ley del sacrificio, y, si bien los sucesores de sus Apóstoles, que estaban en la obligación de marchar en medio de la humildad y de la pobreza, para honrar la ley y obedecer al mandamiento, no han respetado la palabra del Maestro, vendrán discípulos más fervorosos que sabrán colocarse en el cumplimiento de dichas enseñanzas, repitiendo sus palabras, las que tendrán al fin continuadores.

Hermanos míos, yo soy el Mesías y el fundador de la Iglesia Universal.

Vuelvo ahora para repetir todo lo que ya dije, dándole el sello de la grandeza divina a las palabras humanas.

"La presencia del Espíritu resplandecerá en medio de las tinieblas y las tinieblas serán despejadas. La luz ilumina a todo hombre de buena voluntad."

"Los hombres no me han conocido porque no poseían la verdadera luz, pero me reconocerán al adquirir mayor luz iluminados por las claridades del Espíritu enviado por el Señor".

"Felices los que creerán, porque marcharán en mi ley; felices los que seguirán mis preceptos porque verán a Dios."

"Es un error fatal el afirmar que Jesús vino a traer la espada, pues yo soy el lazo de amor, habiendo dicho: "Amaos los unos a los otros y mi Padre os amará". ¡Errores realmente fatales son los que han dado lugar a alegrías sacrílegas en medio de la sangre y de los horrores de las hecatombes humanas, ofrecidos al Dios de los ejércitos, mientras no son más que delirios por la posesión de bienes efímeros en medio del triunfo de las bajas pasiones y del propio sometimiento al imperio de la maldad y de los goces vergonzosos del vicio!

Yo dije:

"Permaneced humildes; no os dejéis dominar por la ambición de los bienes terrenales, ni por el deseo de poderes mundanos."

"Los que se apegan a la Tierra no me pueden seguir. Mi Reino no es de este mundo."

"Apoyaos en mí y yo os llevaré hacia la vida, y os daré la vida, porque la vida soy yo."

"Yo soy el buen pastor; cuando una oveja se pierde, yo la busco y la vuelvo a la majada."

"Mis ovejas son los hijos de los hombres; haced como yo hago y reine la alegría en la casa del patrón cuando una oveja extraviada vuelve al redil."

"Dejad venir hacia mí a los niños y también a los pobres, a los pecadores y a las mujeres de mala vida (2) puesto que si la niñez precisa de luz y de apoyo, los pobres son mis preferidos, los pecadores solicitan ayuda para poder entrar a nueva vida, y las mujeres de mala conducta se apegan a un vaso de arcilla, cuando tienen a su alcance un vaso de oro. El vaso de arcilla es el amor falso de los hombres, y el vaso de oro es el amor de Dios que no perece".

Permaneced fieles a mi doctrina y propagadla por toda la Tierra para que los hombres no se encuentren más divididos y no exista ya más que una Religión y un Templo.

"Haced lo que os digo, arrancad la mala hierba, echad al fuego la planta seca, separad el buen grano de entre los malos y caminad en medio de las ruinas edificando de nuevo.

(2)No comprendo el porqué de esta diferenciación entre las culpas del hombre y las de la mujer, siendo al fin el espíritu, que no tiene sexo, el que delinque. Cuando el amor de los hombres es falso, son los hombres los que delinquen; cuando las mujeres provocan esa falsedad en el amor, son ellas las que delinquen; mas es bueno no olvidar, que si hay mujeres de mala vida, es porque existen hombre que la fomentan, puesto que por sí solas no podrían llevar esa mala vida. En realidad es en la intención en lo que consiste el mal y a menudo se juzga con demasiado rigor lo que no es más que una debilidad en la mujer, mientras que se disculpa la misma debilidad en el hombre, llamándola necesidad. — O. R.

"Mas cumplid la ley con dulzura y amor. Hay que compadecerse de la pobre avecilla y recordad, también, que como ella, todo lo que vive depende de Dios."

"Andad y repetid mis palabras. El Cielo y la Tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán, porque la voz del Espíritu debe repercutir en todo tiempo."

"Hagamos resplandecer mi identidad, hermanos míos, con el paciente encadenamiento de los pensamientos y la franca exposición de mis obras. Humillémonos juntos. Aceptadme como mediador, puesto que me os ofrezco y vengo a libertaros de los hombres de mala vida".

"Romped la cadena que os liga al egoísmo, al orgullo, al vicio, a la tibieza, al desaliento, puesto que vengo a libertaros del pecado y de la muerte." Yo soy siempre Aquel que llevo hacia la vida y os digo;

"Venid a mí, los que lloráis, pues yo os consolaré."

"Venid a mí, pobres y pecadores, humildes y abandonados, y yo os daré la paz y el calor".

Mis discípulos estaban cada vez más convencidos de la grandeza de mi misión, y la familiaridad de nuestras conversaciones particulares no disminuían el respeto de sus demostraciones delante de los hombres. Imitadores de mis modales y de mis gestos en la manera de hablar, ellos recibían honores en todas partes, reflejándolos sobre mi persona a quien no perdían las continuas ocasiones que se les presentaban para designarme con los calificativos de Señor y de Maestro, queriendo con esto demostrar el lugar que me daban en medio de ellos.

Yo me resigné al honor de ese cargo de maestro, para dirigirlos, pero empleaba todos los argumentos para hacerles comprender la divina esencia de la palabra hermano, reconocer la elevación del alma en medio de las más humildes posiciones del espíritu y a saber adquirir toda la fuerza necesaria para soportar todas las humillaciones presentes con la celeste esperanza de la gloria futura.

"Yo soy vuestro Padre espiritual, pero este carácter me obliga, más que a vosotros, al empleo de la mayor paciencia y dulzura."

Soy vuestro Señor, es decir, vuestro director, vuestro defensor; mas si alguien entre vosotros me juzgase indigno de estos títulos se encontraría en el deber de advertírmelo, puesto que el discípulo vale ante Dios tanto como el maestro y puesto que es indispensable que exista entre nosotros una confianza ilimitada, para poder alcanzar el objetivo que nos hemos propuesto.

"Oremos juntos para que Dios nos sostenga, más sería preferible que el discípulo pereciera antes que el maestro, porque la cabeza es más útil que el brazo y porque la ruina del patrón produciría también la de sus siervos."

"Honradme, pero no me prodiguéis juramentos referentes al porvenir, porque el Espíritu está pronto, pero la carne es débil. Yo os lo digo: muchos de vosotros me abandonarán en el camino del sacrificio."

"Los dispersos no se reunirán sino para volverse a dispersar. Tan sólo la cabeza es la fuerte. La cabeza soy yo, los miembros sois vosotros."

"No temáis. La prueba que está por llegar soportadla como una ráfaga huracanada."

"Los Mesías resucitarán en Espíritu y este Espíritu brillará en medio de las tinieblas, guiará vuestra nave por encima de las agitadas olas, su voz dominará la tempestad y su palabra anunciará el nuevo día".

"Vosotros percibiréis al Espíritu por la influencia de dulces esperanzas que se filtrarán en vuestra alma y por la fuerza que duplicará vuestras fuerzas."

"Percibiréis al Espíritu mediante el soplo divino que pasará por encima de vuestras cabezas y mediante el calor que penetrará en vuestros corazones."

"Veréis al Espíritu en medio de los resplandores que iluminarán vuestras almas y nadie podrá engañarse al respecto."

"Mas escuchadme y preparad el Reino de Dios practicando la devoción y el amor, la prudencia y el desprecio por los honores."

"El mundo os llenará de escarnio y muchos os odiarán, pero sufridlo por amor mío, diciendo siempre: el Señor está con nosotros y nosotros somos sus miembros. Tengo aún otros miembros; son los pobres y cuando veáis a los pobres, acordaos de éstas mis palabras."

Entre poco yo no seré más; pero mi Espíritu os acompañará y os dictará mi

voluntad, como si me encontrara aún entre vosotros.

"No acuséis a nadie por mi muerte. Mi Padre me mandará el cáliz de la amargura y yo lo apuraré hasta el fin." "Mas llevad a la práctica después de mi partida lo que ahora llevamos a la práctica juntos, y desparramad mis palabras como las he dicho, sin cambiarles nada ni añadirles nada."

"La Tierra se renovará y mis palabras serán comprendidas al pasar los siglos; yo os lo repito: el Espíritu ayudará al Espíritu y el Reino de Dios se establecerá, por obra del poder del Espíritu."

"El Espíritu arrojará la palabra y la palabra será semilla".

"Muchos de vosotros verán el Reino de Dios."

"Estas palabras no podéis comprenderlas y tengo que dejaros en la ignorancia, porque el momento no ha llegado para explicárosla; pero muchos las comentarán y yo volveré debido a esto y a otras cosas, por cuanto mi día no ha concluido y dejaré, muriendo, errores y dudas que mi Padre me permitirá disipar".

"La verdad se siembra en un tiempo y los frutos de la verdad se recogen, como cosecha, en otro tiempo. Mas la palabra de Dios es eterna, y todos los hombres la recibirán, porque la Justicia de Dios es también eterna, y porque su presencia se manifiesta en todos los tiempos".

Aprendamos hoy, hermanos míos, la justicia de estas enseñanzas y honradme con la misma atención que prestaban mis discípulos. Marchemos por el camino del engrandecimiento y dejemos divagar a los pobres de Espíritu convirtiendo en cambio nosotros la palabra de Dios en nuestro alimento espiritual. Dios manda a todos los mundos institutores, mas a cada mundo le están destinados como institutores Espíritus del mismo mundo. Los Mesías son institutores avanzados, cuyas enseñanzas parecen utopías. Mi misión no podía imponer una regla de conducta en un siglo de ignorancia, teniendo que concretarse a hacer nacer ideas de revolución en los Espíritus y prepararlos para la renovación del estado social futuro. Mis Apóstoles no debían ser hombres de genio, ni hombres de mundo. Era necesario que yo los eligiera entre la gente sencilla y trabajadora, para instruirlos e imprimirles una dirección justa, sin tenerlos que obligar a la renuncia de los goces del Espíritu y de las comodidades de la fortuna. Mis lazos de familia no
me retraían del cumplimiento de mis propósitos, porque desde la infancia me sentía dominado por la idea de sacrificarlo todo en aras de esos ideales y porque me empujaba el deseo de la salud de una familia más preciosa para el Apóstol de lo que pueda serlo la familia carnal para el hombre.

Mi resolución inconmovible de sacrificar mi vida mediante el martirio parecía una orden a la que debía obedecer so pena de verme retirar el título de Apóstol, el patrocinio de Mesías y ese prestigio de Salvador y de Hijo de Dios, con que el Padre me había agraciado y de lo cual la humanidad esperaba especiales beneficios.

Mis conocimientos de Apóstol se concentraban hacia el porvenir, y a menudo, mientras hablaba a los hombres del presente, me dirigía indirectamente a los hombres del porvenir.

Mi voz se hacía entonces profética y mis discursos sufrían la influencia de la difusión de mis pensamientos cuando llegaba a las alturas de la verdad y que esta verdad había que velarla con la rigidez de los dogmas establecidos.

A las preguntas que tenían por propósito el hacerme caer en contradicciones yo contestaba de manera como para desconcertar al que preguntaba, buscando al mismo tiempo de infundir respeto en las multitudes con la autoridad de la mirada, del gesto y de la palabra, siempre resuelta e incisiva.

Chocando en contra de todos los poderes, de todos los prejuicios, del nacimiento y de las riquezas, habría facilitado la revuelta, si al mismo tiempo no hubiera predicado la gloria que se encuentra en las humillaciones en frente de la felicidad eterna. Pobre y libre, yo hablaba con firmeza, empujado por un entusiasmo indescriptible al referirme a las libertades espirituales.

"Dad vuestros bienes a los pobres y seguidme. Es más difícil que un rico entre en el cielo, que un camello pase por el ojo de una aguja".

Las figuras atrevidas, las comparaciones de tinte subido eran apropiadas para un pueblo más fácil a conmoverse que a comprender razones, por cuyo motivo a menudo tenía yo que echar mano de estos medios poderosos para abrir brecha en el Espíritu de mis oyentes.

Mis discursos, que siempre terminaban con una cita apropiada al caso o con una sentencia, quedaban como estampados y mis formas de lenguaje en nada se parecían a la de los otros oradores.

Yo hacía denuncia ante la Divinidad de todos los vicios que descubría.

El castigo del mal rico me inspiraba cuadros sombríos y yo lanzaba anatemas en contra de la explotación del hombre sobre el hombre; mas nada había de preparado en mis palabras, cuya elegancia de asociación como brillantez de pensamientos fueron siempre por mí descuidadas, por cuanto me dirigía a Espíritus que convenía más bien sorprender, que seducir con las bellezas de las formas.

Los goces puros de mi alma tenían su manifestación únicamente en medio de los amigos, y las conversaciones tranquilas y afables se me harían cada día más necesarias.

Hermanos míos, santas compañeras mías, volved a ser nuevamente en estos momentos la fuente de las alegrías retrospectivas del Espíritu. Sed el descanso en medio de mis agitados recuerdos, para que las imágenes consoladoras, al presentarse ante mis ojos, juntamente con las sombras pavorosas, eviten el esfuerzo por abreviar el relato bajo la influencia del disgusto y de las pasadas amarguras, lo cual sería una deficiencia histórica y un punto negro para la luz de mi Espíritu.

Hermanos míos: Ojalá podáis comprender el valor de mis palabras y ligarme a vosotros, como hermano vuestro en la adoración de un solo Dios; como hermano vuestro en la reforma de vuestros hábitos y en las meditaciones de vuestro Espíritu. Como hermano vuestro en el deseo y esperanza por vuestra parte hacia la adquisición de las conquistas del Espíritu de que, con felicidad, yo disfruto, y como hermano por el perfecto acuerdo de vuestras voluntades con la mía, pudiéndose así imprimir a la marcha de las cosas una dirección más conforme con la naturaleza humana dignificada por una emanación divina.

No ignoro que ésta mi fraternal demostración hará el efecto, en el primer momento, de una pura ilusión de mi Espíritu, mas cuento con Dios para disipar este error. Dios no me ha dado el poder de manifestarme hoy para abandonarme luego, dejándome en la impotencia de dar pruebas de mi revelación. Dios os mira y espera vuestras miradas.

Hombres dominados por el vértigo y por la ceguera piden la continuación de los honores y riquezas de que disfrutan y el derecho de cuya posesión surge de faltas y de delitos. Hombres devorados por pasiones brutales y egoístas afirman que nada existe más allá de la materia (3) y que las creencias religiosas no constituyen más que mentidas apariencias o ridículas aberraciones del Espíritu. La lucha es la que distribuye los honores.

La luz del día y la oscuridad de la noche envuelven al crápula embriagado y al niño que muere de hambre. (4) ¿Qué demuestra todo ello sino el horrible trastorno de la dignidad de los Espíritus dada por el Creador de los Espíritus? — ¡Sino la decadencia del Espíritu inteligente que deprime al Espíritu nuevo!

(3) En el "Congreso Universal del Libre Pensamiento" afirmé que estos hombres son de cerebro deficiente por lo menos desde el punto de vista de la falta de una conciencia clara respecto de su personalidad y de su propia espiritualidad, comparándolos con los daltonianos, que equivocan los colores, y con los que carecen de oído musical, que no pueden por lo tanto apreciar las asociaciones armónicas de los sonidos. Del mismo modo estos pobres Seres, nada alcanzan a concebir fuera de la burda materialidad de las cosas que los rodea, y aunque suelen ser grandes acopladores de conocimientos y hasta llegan a brillar como maestros en las ciencias naturales, dan pruebas de su escasa evolución espiritual por el solo hecho de su incapacidad para las grandes concepciones del Espíritu y hasta para el simple conocimiento de su propia naturaleza íntima. Al afirmar esto, recordé las numerosas pruebas que sobre el particular he venido presentando en mis conferencias públicas de la sociedad Constancia y de la Sociedad Científica de Estudios Psíquicos y añadí que el hecho de que los más notables libre-pensadores materialistas habían muerto, abjurando de sus ideas, entre los brazos de la Iglesia Católica, mientras que ni uno solo libre-pensador espiritualista, de los que se han dado a conocer, ha caído en semejante aberración de carácter, era prueba de la mejor conciencia que de sí mismos tenían los segundos y de su mejor constitución cerebral, hija de su mayor evolución. — O. R.

(4) Quiere decir Jesús que este modo de comportarse de ciertos Espíritus, relativamente viejos e intelectualmente adelantados, ejercen una acción depresiva para con los Espíritus nuevos y por consiguiente poco evolucionados aún. Ello se comprende fácilmente, aunque en realidad, como lo dije en mi nota anterior, esos Espíritus viejos han hecho un uso rutinario de su fósforo cerebral por cuanto no han sabido desarrollar esas aptitudes superiores, que conducen forzosamente hacia el espiritualismo y que resultan en parte del dominio de sí mismos, del estudio de su propia personalidad, del cultivo, en una palabra, de todo lo que nos aleja de la animalidad de nuestros orígenes. - ¿Quién duda que cuanto más evolucionado es el Ser tanto más distanciado se encuentra de su punto de partida, de la animalidad? - Pues bien nada hay que se aleje más de la animalidad que las concepciones de un espiritualismo superior. Pero no hay que confundir el espiritualismo con el sectarismo religioso o con el animismo de los salvajes, en el que caen muchos materialistas al querer combatir el verdadero espiritualismo. El materialismo inspira el egoísmo y la cobardía y hace retroceder al hombre hacia el instinto y los impulsos animales, por cuanto tiende a proclamar el derecho de la fuerza, como entre los animales, el amor libre como entre los animales, el abandono de los niños al desarrollo espontáneo de sus impulsos naturales, como entre los animales, la lucha para la satisfacción, no sólo de nuestras necesidades sino de nuestros caprichos, como entre los animales, y en fin, por donde quiera que se les busque, se verá que las tendencias del materialismo son las de bestializar la humanidad. Mientras tanto, del choque de esta bestialización con los ideales nobles y elevados, que son propios de nuestra naturaleza espiritual, ha nacido ese ser híbrido que se llama anarquismo. No hay un solo espiritualista que sea anarquista. No lo hay ni lo puede haber. — O. R.

El Espíritu de Dios se conmueve ante esta situación y se hace visible su intervención. ¿De qué manera será ésta acogida por los hombres? ¡Con burlas desgraciadamente! Mas el Espíritu de Dios es una fuerza que domina al intérprete de su palabra y es una luz que penetra al través de las tinieblas. En medio de la naturaleza humana pocos Seres se ven favorecidos por los dones del Espíritu puro, porque pocos son los que tienen el valor y la voluntad de desafiar las potencias mundanas, mientras que el Espíritu puro huye de las ruidosas agitaciones, de la disipación y del vicio para aproximarse a los que sufren y a los que investigan en el silencio. En las manifestaciones de los dones de Dios el Espíritu humana nada tiene que hacer, y el alma debe orar por unirse al pensamiento del Espíritu puro. Durante la adoración del alma el deseo de ella por conocer la verdad es irresistible.

Debido a la nulidad del Espíritu, la luz se ve libre de los obstáculos de la imaginación y la revelación se obtiene únicamente en medio de estas condiciones del alma y del Espíritu. La revelación de los Espíritus de Dios proporciona fuerzas al Espíritu humano y las impresiones del hombre encuentran fría a la esperanza al lado de la palabra de Dios que la ilumina. El Espíritu iluminado por la palabra divina goza en la soledad, pero debe sacrificar este gozo en aras de la expansión del principio de fraternidad y de caridad, puesto que a él le corresponde el cerrar las llagas, cicatrizar las heridas, estudiar las necesidades, insinuarse en los corazones, apaciguar los odios, cubrir las vergüenzas, dar brillo a la esperanza y afirmar la idea de la vida futura.

Todos los Espíritus de Dios se reconocen por la elevación de sus manifestaciones.

Ninguno de ellos concede a su intérprete (5) la facultad de eludir las leyes que rigen para la naturaleza humana y todos buscan de robustecer en sí mismo el sentimiento de justicia y de abnegación.

(5)Se refiere al médium.




Extracto de Vida de Jesús dictada por el mismo.

1409 lecturas

Comentario de lectores

Ninguno para este artículo