La reencarnación.
Varios/Otros
Hemos visto que, en conformidad con la "Ley Cósmica de la Evolución Progresiva" todos los mundos y todos sus habitantes marchan por aquella "senda" o proceso de superación, a través de constantes mutaciones, cambios y depuraciones, hacia la meta de la Perfección. Esto es un axioma cósmico. Pero la primera valla que se le presenta al profano para entender tal proceso es su creencia en que sólo se vive una vez. La dificultad radica en el desconocimiento de lo que podríamos llamar la "mecánica" de ese proceso. Es natural el escepticismo en quienes ignoran cómo estamos formados todos los seres humanos, y cuáles son los medios que la Naturaleza emplea para realizar tan magno y sapientísimo trabajo.
Comencemos por describir, elementalmente, la conformación integral del sujeto evolucionante. Para ello tenemos que partir de la base fundamental, ampliamente explicada por la metafísica y la psicofísica del Cosmos, que toda entidad viviente, para poder actuar eficazmente en determinado plano de la Naturaleza, o mundo, requiere de un cuerpo construido con el tipo de materia correspondiente a ese mundo. En nuestro mundo, la Tierra, tenemos el cuerpo físico visible y tangible; pero el espíritu, que pertenece a un tipo de mundo o plano muy distinto y superior, porque entre aquel y el nuestro existen más de siete dimensiones, cada una de ellas conformada por diferentes grados o tipos de substancia, no puede actuar en el plano físico inferior si no posee todos los cuerpos que, escalonadamente, le permitan desenvolverse con toda eficacia a través de tal gradación de planos, entre el suyo y el de la materia física por nosotros conocida.
Como esto resulta bastante complicado para quienes no estén suficientemente versados en el tema, simplificaremos la exposición agrupando toda esa serie de cuerpos, de los que sólo son visibles para nuestros sentidos el más bajo o de primer plano, el de carne y hueso como lo llama el vulgo, y en cierta manera, en condiciones especiales, el segundo, o cuerpo etérico. Este es una reproducción exacta de todos los órganos o partes que forman nuestro cuerpo visible, pero constituido por materia de tipo mucho menos densa, algo así como la materia de que están formadas todas las ondas que se utilizan para la radio, televisión, radar, etc. No las vemos, pero sabemos que existen y las evidenciamos y utilizamos en diferentes usos. Así mismo, el cuerpo etérico puede evidenciarse de maneras diferentes y hasta llega a ser visible, por algunos con cierto adiestramiento de la vista, como una sutil fosforescencia en la obscuridad.
Su misión es captar las diferentes formas de energías cósmicas y solar, vivificando todo nuestro sistema celular, el cual es impregnado a través de la constitución molecular de todos los órganos y de todos los tejidos, fluidos y demás que integran el cuerpo físico visible.
Todos habrán sentido, alguna vez, el común fenómeno de adormecimiento de un miembro. "Se me durmió la mano o el pie" -decimos- al notar ese órgano pesado, insensible, paralizado momentáneamente. Ello se debe a que, de momento, el cuerpo etérico se ha separado en esa región del cuerpo físico. Esto es, también la base de la anestesia, ya sea por medios químicos, magnéticos o psíquicos, los cuales al separar al etérico de alguna porción de nuestro organismos, o totalmente en el sistema nervioso, alejan toda sensibilidad.
Este cuerpo etérico también es conocido como "cuerpo vital" pues vitaliza, permanentemente, al físico al absorber y transformar las energías ya mencionadas, canalizándolas hacia todos los órganos del mismo. Y además sirve de puente o enlace con el inmediato cuerpo superior, en ese entrelazamiento o compenetración magistral de todos los elementos, cuerpos o vehículos de vi da y de inteligencia, que permiten al espíritu participar del conocimiento y de la actividad de los diferentes planos de existencia entre su mundo y el de la materia inferior. Aquel otro elemento Cósmico, o vehículo intermedio, es quizá uno de los más importantes del conjunto: se trata del alma. Para los profanos resultará muy confuso todo esto. La mayoría de las gentes confunde "alma" con "espíritu". Son dos cosas o elementos diferentes. El espíritu es mejor llamarlo "Ego" (del latín) o "Yo". Es el "Yo Supremo", consciente, inmortal. El que actúa, estudia y aprende.
El que decide y adquiere, para siempre, toda la experiencia de su peregrinaje por la Senda de la Vida. Porque todos los conocimientos que se aprende, en todos los campos de experimentación, planos o mundos, y en todas las materias y sus diferentes grados, son asimilados por el Ego, quedando grabados en su conciencia para siempre, perpetuamente, pues siendo inmortal, al ser una emanación de la Fuente Eterna de la Vida o DIOS, una vez "nacido" o creado, vive a perpetuidad, hasta regresar y confundirse en la Eternidad con Su Padre Eterno. Por eso es que el Espíritu necesita evolucionar, aprender todo lo relacionado con el Universo y con el Cosmos, conocer y experimentar todas las formas de vida, todas las grandes verdades o leyes cósmicas y universales, probar y manejar sabiamente cuantas fuerzas y energías actúan y se mueven en ese conjunto infinito, y de tal suerte, alcanzar la Perfección Suprema, única manera de poder regresar al Seno de Su Padre...
El Alma es solamente uno de los mencionados cuerpos, o vehículos, que sirve de puente o lazo intermedio entre lo que podríamos llamar "el reino del espíritu" o plano del Ego, y el plano de la materia más densa, nuestro mundo. Pero su importancia es muy grande por ser el elemento que, en todo el conjunto constituido por el hombre, es el que norma, dirige y controla todas las emociones, deseos y pasiones del sujeto.
Toda la vida emocional, todos los pensamientos, ambiciones, acciones y relaciones del hombre con el ambiente que lo rodea y con sus habitantes, sean éstos otros hombres o seres de reinos inferiores o superiores, son realizados a través de este cuerpo, influidos por él y dominados por la acción del mismo, y de las demás entidades vivientes que tienen su asiento en el plano correspondiente al tipo de substancia y a las frecuencias vibratorias de ese mundo, substancias y frecuencias vibratorias que tienen que formar parte del vehículo al ser construido dentro del conjunto integral del ser humano al comenzar una existencia. El alma es conocida con varios nombres entre las distintas escuelas esotéricas. Las escuelas orientales, por lo general, la denominan "cuerpo astral" por ser el centro que más capta las influencias cósmicas de los diferentes sistemas estelares cercanos a nosotros. Otras escuelas como las Rosacruces, lo llaman "cuerpo de deseos" o "vehículo emocional".
Y a su mundo, o plano de la Naturaleza, "Plano Astral", "Mundo del Deseo" o la "Cuarta Dimensión"... Tal cuerpo y su correspondiente plano son, como dijimos, el puente inevitable o lazo ineludible entre el cuerpo físico y su contraparte etérica, y ese otro conjunto superior de vehículos -entre los que se encuentra la Mente, y su respectivo plano- que le sirven al Ego para poder manifestarse y actuar en ese peregrinaje periódico en busca de conocimientos y experiencia en su largo viaje por la senda de la vida y de la evolución. Hemos dicho que íbamos a aclarar el concepto sobre la muerte; y en todo este libro sólo nos interesa lo relacionado con la civilización de Ganímedes. Por tanto no nos ocuparemos de aquel grupo de cuerpos superiores al "astral" o alma, pues con él tenemos suficiente para la explicación que nos interesa desarrollar.
Los demás planos y sus correspondientes vehículos en el hombre, podemos agruparlos en torno de la Mente para no complicar más el entendimiento de nuestros lectores con asuntos relacionados con la Vida más allá de la Cuarta Dimensión.
Cuando nace un ser humano en un mundo como la Tierra, tiene en sí mismo toda la serie de vehículos, o cuerpos, íntegramente compenetrados unos en otros, pues al ser cada uno de diferentes densidades, sus constituciones moleculares, de distinta graduación en substancia y en frecuencia vibratoria, permite el perfecto y estable acoplamiento y funcionamiento de todo el conjunto, dentro de los niveles que a cada plano le corresponden. Hemos dicho que el Ego no pierde ni olvida nada de lo aprendido en cada existencia. Pero esto se manifiesta, sólo, cuando el Ego se encuentra libre de los lazos de todo ese conjunto de cuerpos. Porque cada uno de ellos, por sutiles que sean los superiores, vienen a representar, en cierto modo, una limitación a la plenitud de facultades del espíritu. Y las más fuertes de esas limitaciones las ofrece el cuerpo físico, por la extremada condensación de sus materiales.
Es como si un hombre cualquiera tuviese que actuar en un medio ambiente metido en una pesada armadura, o dentro de varias escafandras superpuestas que limitarían grandemente la libertad y ligereza de sus movimientos. Además, al nacer con un cerebro nuevo no puede traer a ese cuerpo nuevo la memoria del pasado, porque el cerebro como si fuera una máquina electrónica, grabadora o computadora, solo puede saber lo que ha recibido en conocimiento y trabajo durante su existencia. Y ese cerebro no existía en las vidas anteriores, sino otros cerebros que se desintegraron al morir.
Y esta es la clave de todo el proceso de la Reencarnación. Como un cuerpo físico no puede alcanzar más que limitados períodos de tiempo, y esos lapsos no bastan para adquirir la sabiduría, no digamos del Cosmos; ni de un sólo mundo en su totalidad, no hay otro medio para el Ego que cambiar de cuerpo una vez que el que estaba empleando ya no sirva. El cuerpo físico, igual que toda máquina, se desgasta con el tiempo y el trabajo.
Llega a resultar inútil con las enfermedades y la vejez, y su ocupante, el espíritu, se ve forzado a abandonarlo al término de esa existencia, que fue en realidad un "programa de estudios" como vimos en el ejemplo anterior de las clases y de los alumnos.
Ha llegado el momento de la partida. Esto es la Muerte. Al paralizarse el funcionamiento de la máquina por falla de alguna de sus piezas más debilitadas; o por cualquiera otra de las muchas causas que pueden intervenir en el deceso, comienza un proceso inverso al que sirvió en la construcción de todo ese conjunto. El cuerpo vital o etérico deja de funcionar y toda la estructura física, al faltarle su energía, entra en un periodo de desintegración total. El Ego, después de un lapso de más o menos 20 a 30 horas, tiempo en la cual descansa en una situación parecida a un sueño profundo, requerida por la Naturaleza para permitir que el Ego asimile y fije en su memoria perpetua el total de las experiencias pasadas en esa existencia que acaba de terminar, se desprende del cuerpo físico llevando consigo a todos los demás vehículos enlazados a él por el cuerpo astral, o alma. Desde ese momento su actividad se desarrolla en la Cuarta Dimensión.
Sin embargo, según haya sido la influencia que la vida en el mundo físico tuviera para él, discurrirá algún tiempo recorriendo los lugares en que acostumbrara actuar durante la existencia que acaba de terminar. Este período puede ser más o menos largo, de acuerdo con el grado de evolución alcanzado por el Ego, y generalmente es motivo de gran confusión para el mismo, pues al no tener ya el cuerpo de materia física resulta enteramente invisible, inaudible e intangible para los demás seres encarnados. Pero él, por la visión espiritual que posee, y manteniendo aún toda la gama de los demás cuerpos desde el astral, se ve, se siente, piensa igual como era hasta antes de morir y esto le produce una rarísima impresión de supervivencia, que en los menos adelantados no les permite comprender, al principio, la realidad de su nuevo estado.
Al dirigirse a todas las personas con quienes alternara en esa encarnación y no ser percibido por ellas pasa por una larga serie de situaciones incomprensibles que pueden ser motivo de sufrimiento en mayor o menor grado. Por eso es que todas las religiones piden a sus feligreses alejarse de los "lazos de la Materia"; pero son muy pocas las que explican el fenómeno en su positiva realidad. Tal situación, además, es la real explicación de muchos fenómenos telepáticos y apariciones post morten, ya que en ese período el Ego, impulsado por vehemente deseo de comunicarse con los suyos, consigue muchas veces (aunque no posea todavía la clave para hacerlo) que la sutil materia de su cuerpo astral llegue a condensarse por la fuerza mental que su anhelo está generando en todo el conjunto de cuerpos que todavía lo acompañan, y esa condensación cuando alcanza los límites de la materia física, asume formas visibles y audibles para nuestros sentidos.
La aparición y los efectos sonoros son captados por las personas en el plano físico y tal fenómeno explica la presencia y realidad de tantos hechos a los que la humanidad encarnada ha denominado, vulgarmente, "fantasmas".
Tal materialización puede repetirse y obtenerse, voluntariamente, cuando el Ego conozca las leyes cósmicas y las fuerzas que en ellas intervienen. Pero en la generalidad de los casos, en los primeros días o meses posteriores al deceso, de ocurrir, obedecen únicamente al tremendo esfuerzo evolutivo del Ego por comunicarse con los suyos en la Tierra, y en tales casos resulta un fenómeno fugaz, pues al faltarle el conocimiento y el poder necesarios para su logro consciente, sólo es el efecto de una materialización fortuita ocasionada por un despliegue, ciego, de las energías que intervienen en aquel proceso.
A medida que corre el tiempo, el Ego, siempre envuelto por el conjunto de sus otros vehículos atados por la fuerza del cuerpo astral, o alma, desarrolla su vida en los dominios de la Cuarta Dimensión, hasta que llegue el momento en que pueda liberarse, también, de los lazos que lo atan a ese mundo, y partir hacia los mundos superiores. Pero esto lo vamos a explicar en el capítulo siguiente.
Extracto de Yo visité Ganímides
...El mundo maravilloso de los OVNIS
Yosip Ibrahim.
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