¡Atreveos a ser diferentes!
Jesús ~ Jeshua
Queridos amigos,
Soy Jeshua, vuestro hermano e igual, quien vivió como ser humano entre los humanos. Estoy con vosotros, no físicamente, sino dentro y a través de vuestros corazones. Estáis conectados conmigo como portador de la energía crística.
La energía de Cristo es una energía de conexión, de unificación, fuera del marco espaciotemporal. No soy la persona individual que vivió en la Tierra como la encarnación de Jesús o Jeshua. Estoy dentro de cada uno de vosotros y quien cada uno de vosotros es habla a través de mí. Os hablo desde un plano de unidad que es ajeno al tiempo y al espacio terrestres, y que está más allá de lo físico, de lo corpóreo. Por lo tanto, no me reverenciéis como a un profesor, gurú o guía. Soy uno de vosotros —de hecho, soy uno con vosotros.
Cuando estoy aquí, hablando a través de alguien, también estoy dentro de cada uno de vosotros. Siento lo que en este momento necesitáis para encarnaros más profundamente, expresar vuestra luz —la llama de vuestra alma, vuestra divinidad única— y asentarla en la Tierra. Esto es lo único que hará que os sintáis dichosos.
Todos vosotros habéis llegado tan lejos en el desarrollo de vuestra consciencia que ya no os interesan las imágenes mundanas de éxito, victoria, poder o prestigio. Estas imágenes, no obstante, aún os afectan: no tanto porque queráis alcanzar el éxito o el poder con el fin de obtener fama o reconocimiento, sino porque a veces anheláis participar, pertenecer y sentir una conexión con la gente que os rodea.
Esas imágenes de éxito y logros que vuestra sociedad fomenta os afectan profundamente durante la infancia y juventud, porque son momentos en la vida en que se es muy sensible al hecho de pertenecer o, al contrario, de ser diferente. Para toda la gente, y especialmente para los niños, es muy importante pertenecer a un grupo, pues los seres humanos son por naturaleza animales sociales. Una parte de ser humano implica el deseo de conectar con otros o, al menos, con algún otro.
Ahora bien, al conectar con el mundo y la gente, incluso con una única persona, es cuando empezáis a recibir información que no es realmente acorde con los impulsos de vuestra alma —vuestro estado natural— y a sentiros confundidos. Esto ocurre a menudo cuando sois jóvenes: recibís, por así decir, desinformación que no es congruente con vuestro ser y, de resultas, os sentís confusos. Porque queréis ser parte de la comunidad y ser amados: primero por vuestros padres y más tarde por vuestros amigos y pares. Y queréis experimentar éxito social. Pero, debido a la confusión que se genera en vuestro interior, termináis separándoos, hasta cierto punto, de vosotros mismos.
Uno no puede vivir continuamente fuera de sí mismo, sin consideración alguna hacia su propio yo, porque eso termina llevando a una fractura interior y a vivir una vida falsa, y ahí es donde las cosas empiezan a torcerse. Esa fractura interior se expresa a través de las emociones: insatisfacción, incertidumbre, miedo, inseguridad, falta de creatividad. Al final, uno termina sintiéndose deprimido o, incluso, como muerto en vida. La fractura también puede manifestarse a nivel físico, puesto que las emociones tienen una repercusión directa en el cuerpo. Esta escisión interna, que va ahondándose con el tiempo, la experimentáis casi todos y resulta muy dolorosa, porque el auténtico propósito de vuestra vida es prestar atención a vuestra alma, a vuestra luz única. No estáis aquí para adaptaros, sino para dar forma a un nuevo mundo, por lo que estáis prácticamente destinados a ser distintos de los demás y a no alinearos con expectativas exteriores.
Quisiera pediros que sintáis, ahora mismo, de qué manera sois diferentes. Volved atrás en el tiempo y recordad cuando de jóvenes percibíais que: «Algo no va bien, no encajo, realmente no comparto la noción ni las ideas aceptadas de lo que es bueno, divertido o merece la pena». Sentid vuestra vacilación de entonces. Notad si emerge alguno de esos momentos del pasado; momentos en los que mirasteis al mundo y a la gente que os rodeaba, y pensasteis: «Algo está mal, siento que soy diferente. Los demás parecen saber lo que pasa y lo que va a pasar, pero yo no siento lo mismo». Intentad profundizar cuanto os sea posible en esa sensación de que no podéis integraros en vuestro entorno, en ese sentimiento de que sois diferentes, aunque no sepáis en qué sentido ni por qué.
Con todo, sois muy conscientes de que pensáis y sentís de manera distinta. Sentid vuestra originalidad en esa certidumbre. Durante largo tiempo habéis estado intentando alejar esa parte vuestra porque deseabais fervientemente conectar con los demás para sentiros amados. Tened compasión por esa parte vuestra que anhela conectar, ser vista y compartir vuestra luz con los demás. Compadecedla pero, al mismo tiempo, salid de ella. Y sentid de qué manera habéis suprimido, ignorado y negado lo que realmente sois al tratar con tanto ahínco de adaptaros.
Con el fin de ayudaros a identificar mejor esa parte suprimida que tan original es, voy a pediros a cada uno de vosotros que imaginéis lo siguiente: estáis en una amplia y desierta llanura en plena naturaleza, un paisaje abierto y sin más límite que el cielo infinito en el que vuestra mirada se pierde. Sentís los elementos de la tierra, sean cuales sean: un desierto, una playa, un campo de hierba. No hay nadie más ni rastro alguno de sociedad humana. Es un entorno silvestre en el que os sentís como en casa; sentís que sois parte de la Tierra y de la naturaleza. Tocáis el suelo con las manos y sentís la firmeza de la Tierra. Sentís el viento y la vegetación que os rodea.
Y entonces, veis aparecer un animal o quizás varios. Hay en ese lugar un animal que os pertenece y que quiere ir hacia vosotros. Se va acercando y se detiene o se echa a vuestro lado. No os tiene miedo y vuestra energía natural original le resulta muy familiar porque la naturaleza es su hogar. Probad a ver o sentir a este animal y a mirarlo a los ojos. Apreciad su belleza, pura y virgen. A este animal no le interesan las nociones de éxito, de aprobación, de cómo debería ser o de tener que esforzarse. Es totalmente libre e independiente. No tiene consciencia de la presión social ni de las cajas y jaulas sociales en las que vosotros os encerráis. Probad también a ponerle un nombre, un nombre que os haga sentir bien.
Este animal representa vuestra parte original, esa parte vuestra que no encaja. Sentidla indómita y orgullosa, porque este animal tiene un orgullo y una dignidad naturales. No padece todos los conceptos humanos y, por tanto, no se vuelve loco intentando ajustarse a su medida. Pensad en una situación cotidiana de vuestra vida —en casa, en el trabajo o con otra gente— en la que a menudo estáis a disgusto porque os sentís presionados o empequeñecidos u obligados a amoldaros. Imaginad ahora que os halláis en esa situación pero que sois ese animal de la llanura, que os ponéis en su piel y que miráis la situación con sus ojos. Que no os asuste lo que veáis. La percepción de un animal es certera y no se deja engañar por ilusiones —ve a través de las cosas. Para cambiar este mundo —y eso forma parte de la tarea o misión de vuestra alma— necesitáis a ese animal.
¡Atreveos a ser diferentes! Atreveos a reconocer de nuevo vuestro yo original y a cuidarlo bien. Intentar adaptarse y absorber en demasía las imágenes del mundo dificulta que cuidéis bien de vosotros mismos. Porque cuidar bien de uno significa delimitar y defender el espacio propio con naturalidad y firmeza. Significa también alejarse de aquello que no te nutre ni inspira, decir «no» a quien invade tu espacio y protegerse por medios obvios y naturales. Hacer esto, no obstante, os supone un gran reto, porque rebosáis de imágenes de cómo deberían y tendrían que ser las cosas. Desechar esas imágenes requiere hacer un esfuerzo, mientras que, para un animal, ser lo que es se produce de manera muy natural y sin esfuerzo alguno.
En esencia, hacer esto es algo muy sencillo. El problema es que a vosotros os resulta difícil porque tenéis miedo de que os critiquen o, incluso, de que sea peligroso hacerlo. Sin embargo, tal no es el caso ahora, especialmente en estos tiempos, porque hay una gran necesidad de gente que no se adapte, que sea distinta y original, y que tenga algo que decir desde su originalidad. Se trata, en cierto modo, de una oportunidad exclusiva de esta época. Ha habido otras en las que os fue apenas posible alzar vuestra voz y ser diferentes, y aún hay muchos lugares en la Tierra donde hacerlo es muy difícil. Pero la humanidad ha alcanzado un punto de inflexión y avanza paulatinamente hacia un cambio. Y en ese movimiento, las voces de lo original, lo natural —los deseos del alma de las personas— se hacen ver y oír cada vez más. La humanidad clama por esa originalidad, sobre todo la generación más joven.
Es fundamental que los adultos tomen la iniciativa y garanticen que esa voz pueda oírse y abrirse paso entre las viejas estructuras. La orientación de los adultos es necesaria porque, en la actualidad, muchos de los más jóvenes están quedando enganchados a esas imágenes, estructuras y juicios del pasado, pero son demasiado sensibles para ajustarse a ellas, siquiera un poco. Por tanto, necesitamos líderes, gente espiritualmente madura que comprenda la importancia de desmontar todas esas imágenes y normas compulsivas; que se atrevan a mostrar su originalidad, ante todo en beneficio propio, pero también para preparar el camino a las generaciones que vienen y que traen consigo algo nuevo. Preparar el camino es esencial, porque lo nuevo solo puede crecer si se siembra en un entorno fértil.
Es por eso por lo que os pido que os toméis en serio y que seáis muy conscientes de lo que os hace diferentes. Confiad en mí cuando os digo que esto no romperá vuestra conexión con otras personas. Hoy día en particular, es perfectamente posible ser uno mismo. Es decir, ser vuestro yo original, ese desde el cual derrocáis aquello que ha venido considerándose sacrosanto. En estos tiempos, no solo es posible llevar eso a cabo, sino que es desesperadamente necesario, porque la ola de nueva energía que está llegando a la Tierra solo puede germinar en el seno de las personas individuales. No lo hará nunca en las organizaciones ni las instituciones políticas ni las estructuras jerárquicas. Algo como esto solo puede nacer de abajo arriba, es decir, desde un gran número de individuos.
Para cada uno de vosotros vuestro camino individual es importante, por supuesto, pero, al mismo tiempo que seguís vuestro camino individual, transferís una chispa de luz a la consciencia colectiva. Y todas esas chispas de todos los individuos juntos producen algo nuevo: una ola de nueva energía. Acoged a ese animal que antes descubristeis en vuestro interior —es una llave creativa. Podéis utilizar la imaginación y con ella pavimentar el camino para la energía de vuestra propia alma.
Muchas gracias por vuestra atención. Estoy con vosotros —no estáis solos. Existe un campo de energía, aquí y ahora en la Tierra, que os sostiene. Es ya tan fuerte que podéis conectar y sintonizar con él fácilmente para ayudaros con vuestras elecciones diarias.
Muchas gracias por ser quienes sois.
Pamela Kribbe canaliza a Jeshua
Traducción de Laura Fernández
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