La Historia de Salem. (Un relato escrito por Abraham) - 1/2
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# El Libro de Melquisedec es una traducción al español de uno de los Rollos del Mar Muerto encontrado en la cueva número 11, en el desierto de Qumrán, al norte del Mar Muerto. Algunos le llaman el Gran Rollo de Melquisedec, ya que en su estado original, consiste en un conjunto de 7 rollos cosidos entre sí.
Abraham relata La Historia de Salem según lo escuchó “de los labios de Melquisedec” en la ocasión en que subieron a Salem para celebrar la fiesta de Sukot, después de La Gran Liberación. Adonías, cansado de las iniquidades del pueblo e inspirado en las virtudes de su amado hijo, edifica una ciudad: “un reino diferente a todos los demás”. Después de vivir el júbilo de la victoria y la lamentación de la perdición, Melquisedec recibe una revelación de un ángel, en la que le declara que “todo aquel drama que estaba viviendo…tenía un sentido prefigurativo, retratando acontecimientos pasados y futuros, que envolvían todo el vasto universo”.
Capítulo 1
Adonías, hombre justo, busca alcanzar su sueño de justicia y paz. Escribe en un pergamino las leyes que regirían el nuevo reino de paz. Inicia la edificación de Salem, la cual esta destinada únicamente pa-ra los limpios de corazón.
1 Ésta es la historia de Salem según la oí de los labios de Melquisedec en la ocasión de la fiesta de Sukot, quince días después de la liberación de Lót y sus hijas.
2 Todo comenzó con un sueño en el corazón de un hombre llamado Adonías; Él poseía muchas riquezas, pero a nada apreciaba más que a la justicia y a la paz que nacían de la sabiduría y del amor.
3 Cansado con las injusticias que predominaban por toda la tierra de Canaán, Adonías resolvió edificar un reino que fuese regido por leyes de amor y de justicia. El nombre de la capital de ese reino sería Salem, la Ciudad de la Paz.
4 Los súbditos de Salem no empuñarían arcos y flechas, mas serían entrenados en el arte musical; Cada habitante de Salem tendría siempre al alcance de sus manos un instrumento musical, para expresar por medio de el la paz y la alegría de aquel nuevo reino. Juntos, formarían una poderosa orquesta en la lucha contra la desarmonía que nace del orgullo y del egoísmo.
5 El primer paso de Adonías para la concretización de su plan, fue elaborar las leyes del nuevo reino, las cuales él las escribió en un pergamino. Los súbditos de Salem no podrían mentir, hurtar, odiar, ni matar a sus semejantes. El orgullo y el egoísmo eran señalados como causa de todo el mal, por tanto, no podrían existir en aquel lugar de paz.
6 Las leyes del pergamino requerían la práctica de la humildad, de la sinceridad, de la amistad, y, por encima de todo, del amor que es la mayor de todas las virtudes.
7 Después de registrar en el pergamino las leyes que regirían aquel reino, Adonías comenzó a planificar la arquitectura de Salem. Sería una ciudad al principio pequeña, con habitaciones para mil doscientas personas. Como el lugar de su edificación, fue elegida una región alta de Canaán, al occidente del Monte de los Olivos.
8 En poco tiempo, la realización de Adonías comenzó a atraer personas de todas partes que, de cerca y de lejos, venían a conocer los palacios y las mansiones que estaban siendo edificados. Admirados ante la belleza de aquella ciudad tan blanca, los visitantes preguntaban sobre quiénes serían sus habitantes. Adonías les mostraba el pergamino, diciendo que Salem se destinaba a los limpios de corazón —aquéllos que estuviesen dispuestos a obedecer sus leyes. —
Capítulo 2
Conclusión de la edificación de Salem. Melquisedec, la inspiración de su padre. Adonías buscando honrar a un súbdito especial, ve en Samael un reflejo de las virtudes del propio príncipe. Samael es honrado.
1 La edificación de la ciudad fue finalmente concluida y Salem se reveló hermosa como una novia adornada, a la espera de su esposo.
2 Asentado en su trono, Adonías ahora examinaba a los numerosos candidatos a súbditos que llegaban de todas partes. Aquéllos que, prometiendo fidelidad a las leyes, eran aprobados, recibían tres dotes del rey: el derecho a una mansión, vestiduras de lino fino y un instrumento musical en el cual deberían practicar.
3 La ciudad estaba finalmente repleta de habitantes. Lleno de alegría, Adonías convocó a todos a la fiesta de inauguración de Salem, en el transcurso de la cual proclamó un decreto que determinaría el futuro de aquel reino, diciendo:
4 —A partir de este día, que es el décimo del séptimo mes, seis años serán contados, en los cuales todos los habitantes serán probados. Solamente aquellos que permanecieren leales, progresando en la práctica de las leyes del pergamino, serán confirmados como herederos de este reino de paz. Aquéllos que fueren enlazados por culpas y transgresiones, serán desterrados por el juicio. —
5 Las palabras del rey condujo a todos a un profundo examen de corazón, y se alegraron con la certeza de que alcanzarían la victoria sobre todo el orgullo y el egoísmo, que son las raíces de todos los males.
6 Adonías tenía un hijo único a quién había dado el nombre de Melquisedec. La belleza, ternura y sabiduría de ése hijo amado, habían sido su inspiración para la edificación y fundación de su reino.
7 Melquisedec tenía doce años de edad, cuando Salem fue inaugurada. Era el plan de Adonías coronarlo rey sobre los súbditos aprobados, al final de los seis años. Este plan, lo mantendría en secreto hasta el momento oportuno.
8 El príncipe, con sus virtudes y simpatía, se hizo pronto muy querido por todos en Salem. Él tenía siempre en los labios una sonrisa y una palabra de afecto. Apreciaba estar junto a los súbditos en sus hogares, recitándoles las leyes del pergamino en forma de lindas canciones que vivía componiendo. Su presencia traía al ambiente una atmósfera de felicidad y paz. Ése amado príncipe poseía, de hecho, todas las virtudes necesarias para ser rey de una Salem Victoriosa.
9 Adonías había edificado una mansión especial junto al palacio, con el propósito de ofrecerla al súbdito cuya vida expresase más perfectamente las leyes del pergamino. Diariamente él observaba a los habitantes, buscando entre ellos a esa persona a la que deseaba honrar.
10 Paseaba por las alamedas de Salem, cuando, por entre el trinar de pájaros, Adonías oyó una voz semejante a la de su hijo. Al darse vuelta para ver quién era, encontró a un bello joven que cantaba una canción. Al contemplar en su faz el brillo de la sabiduría y de la pureza, Adonías se alegró por haber encontrado a aquél a quién podría honrar. Aquél joven, que era una copia fiel del príncipe, se llamaba Samael.
11 Colocándole un anillo en el dedo, el rey lo condujo al palacio, donde, fue recibido por Melquisedec que le ofreció muchos presentes, entre los cuales el derecho de estar siempre a su lado.
12 Adonías preparó un gran banquete en honor de Samael, para el cual todos fueron convidados. Al contemplarlo al lado del rey, los súbditos lo aclamaron con alegría, acreditándolo ser el propio príncipe.
13 Exaltaban con júbilo las virtudes de aquél hermoso joven, cuando se manifestó Melquisedec, colocándose con una sonrisa a la derecha de su padre.
14 En el banquete, Samael fue honrado por todos. Realmente él era digno de residir en la mansión del monte, pues había en él un reflejo perfecto de las virtudes que coronaban al amado príncipe.
Capítulo 3
Las sublimes composiciones de Melquisedec inspiraban al pueblo a actos de bondad y paz. La música preservando la armonía y la paz. Samael, compañero inseparable de Melquisedec. Revelaciones importantes de Adonías a su pueblo sobre el futuro gobierno de una Salem victoriosa. Samael, guardián de las leyes.
1 Salem crecía en felicidad y paz. Con alegría, los súbditos se reunían cada día al amanecer para oír, cantar y tocar las sublimes composiciones de Melquisedec, que inspiraban a actos de bondad y paz.
2 Entre las amistades nacidas y fortalecidas en virtud de la música armoniosa, sobresalía aquélla que unía al príncipe con Samael. Desde que había comenzado a residir en la mansión del monte, Samael se había convertido en su compañero constante. Juntos pasaban largas horas, meditando sobre las leyes del pergamino. Con admiración, el súbdito honrado veía al hijo de Adonías transformar aquellas leyes en lindas canciones. Las dulces melodías nacían de sus labios como el perfume de una flor.
3 Consiente de la importancia de la música en la preservación de la armonía y paz en Salem, el príncipe, además del canto, comenzó a dedicarse a la música instrumental, siendo su instrumento preferido el laúd. Era por medio de ese instrumento que conseguía expresar con mayor perfección la riqueza de su alma.
4 De los seis años de prueba, cinco, finalmente pasaron. Adonías, feliz de ver que hasta entonces todos los habitantes de Salem habían permanecido leales a los principios contenidos en el pergamino, los convocó a un banquete, en el cual haría importantes revelaciones.
5 Habiendo tomado sus lugares delante del trono, los súbditos, con alegría unieron las voces entonando los cánticos de la paz, siendo regidos por Samael.
6 Después de oírlos, el rey, emocionado, se dirigió a su hijo, abrazándolo en medio de los aplausos de la multitud agradecida. Todos reconocían que la paz y la alegría en Salem, eran en gran medida debidas al amor y dedicación del amado príncipe, que era el autor de aquellas dulces canciones.
7 En aquel momento de reconocimiento y gratitud, Adonías reveló sus planes mantenidos hasta entonces en secreto. Con voz pausada, les dijo:
8 —Súbditos de este reino de paz, mí alma esta repleta de alegría por contemplar en este día vuestros rostros más radiantes que en tiempos pasados. Vuestras vestiduras continúan blancas y puras, como cuando las recibisteis de mis manos. La armonía de vuestras voces e instrumentos, hoy son mejores.—
9 Habiendo dicho estas palabras, el rey agregó con solemnidad:
10 —Un año de prueba todavía resta, al final del cual seréis examinados. Permaneciendo fieles como hasta aquí, seréis honrados siendo confirmados como súbditos de este reino de paz. No obstante, si alguien fuera hallado en falta, será desterrado, aún y cuando este juicio nos traiga mucha tristeza y sufrimiento. —
11 Las palabras del rey llevaron a los súbditos a una profunda reflexión. Todos, examinándose, indagaban reverentes: — ¡¿Estaremos aprobados?!—
12 Seguros de que serían victoriosos, pues amaban a Salem y sus leyes, unieron las voces en un cántico expresivo de fidelidad. Al terminar el cántico, Adonías les reveló su gran secreto:
13 —Aquéllos que fueren aprobados, heredando este reino de paz, recibirán como rey a mi hijo, a quien daré el trono glorificado de esta Salem Victoriosa. —
14 La revelación del rey fue aclamada por todos con mucho júbilo. Adonías, sin embargo, todavía no les había revelado todo su plan, por eso pidiéndoles silencio, prosiguió:
15 —Mi hijo empuñará un cetro especial, en el cual sellaré todo el derecho de dominio, su cetro, simbolizando toda la armonía, será un laúd. —
16 Ante esta revelación que a todos sensibilizó, el príncipe postrándose a los pies de su padre, lloró motivado por mucha alegría. Mientras tanto, todos le aplaudían con euforia, anhelando ver el amanecer de ese día en que la paz sería victoriosa.
17 Adonías, llamando a Samael a estar junto a su hijo, concluyó diciendo:
18 —En el gobierno de esta Salem victoriosa, tengo el propósito de hacer de Samael el primero después de Melquisedec. A él será confiado el pergamino de las leyes, debiendo ser el guardián de la honra de este reino triunfante. —
Capítulo 4
Samael se deja dominar por sentimientos de grandeza y orgullo. Mantiene en secreto su plan e intenta imponer sus conceptos contrarios a la ley del pergamino. Melquisedec consigue restaurarlo al camino de la humildad y la rectitud, pero nuevamente recae al dejarse dominar por el orgullo y la codicia.
1 Samael, al conocer los planes de Adonías en cuanto al futuro de Salem, se llenó de euforia. Contemplaba ahora risueño aquella ciudad sin igual, imaginando su futuro de gloria. Considerando las palabras del rey, de que él sería el segundo en el reino, se dejó dominar por un sentimiento de exaltación. Él, que hasta entonces, en obediencia a las leyes del pergamino, había vivido una vida de humildad, comenzó a enorgullecerse de su posición. En su devaneo se sentía junto al trono, teniendo a los súbditos de Salem a sus pies, aclamando con alabanzas su grandeza. Samael, totalmente dominado por ese sentimiento, no se daba cuenta de que estaba siendo conducido por un camino peligroso. El orgullo que lo seducía, estaba generando el egoísmo que luego se manifestaría en codicia.
2 Una semana después de la revelación de Adonías, los súbditos promovieron una fiesta en homenaje a Melquisedec, el futuro rey de Salem. Viéndolo aclamado por tantas alabanzas, Samael tuvo el corazón arrebatado por un extraño sentimiento de envidia, fruto del orgullo y del egoísmo. No podía soportar el pensamiento de ser dejado en segundo plano. ¡¿Acaso no era él tan hermoso y sabio como el príncipe?! Era casi imposible disfrazar tal sentimiento de infelicidad.
3 En tiempos pasados, Samael encontraba indescriptible placer en los momentos en que, al lado del príncipe, recitaba las leyes contenidas en el pergamino, que eran transformadas en lindas canciones. Ahora, tales momentos se tornaron desagradables, pues aquellos principios contrariaban sus ideales. Decidió, sin embargo, no revelar sus sentimientos de rebelión. Soportaría el anticuado pergamino hasta que, con su autoridad, pudiese excluirlo del nuevo reino que sería establecido. ¿No sería acaso él el guardián de aquellas leyes? Esa "victoria" procuraría alcanzar mediante su influencia y sabiduría.
4 Juzgando poder influenciar al hijo de Adonías con sus sueños de grandeza, Samael se aproximó hasta él con euforia, y comenzó a hablarle de las glorias del reino venidero, donde los dos, cubiertos de honores, disfrutarían de las alabanzas de una Salem victoriosa. Serían ellos los héroes del más perfecto reino establecido entre los hombres.
5 Las delirantes palabras del súbdito honrado trajeron preocupación y tristeza al corazón del joven príncipe, pues no reflejaban las enseñanzas de amor y humildad del pergamino.
6 Viendo a su amigo íntimo en peligro, Melquisedec, con una ternura jamás revelada, lo condujo al lado del trono, donde, tomando el pergamino, comenzó a leer compasivamente los siguientes párrafos:
7 —El reino de Salem será afirmado sobre la humildad, pues esta virtud es la base de toda verdadera grandeza.
8 La humildad es fruto del amor, siendo contraria al orgullo, que puede mantener a una criatura apresada al polvo, haciéndola contentarse con sus limitaciones, engañándola como si las mismas fueran de infinito valor.
9 La humildad consiste en el olvido de sí mismo, y este, en una vida de abnegado servicio por los semejantes. —
10 Samael, esforzándose por encubrir su indignación ante la lectura del pergamino que para él era anticuado, dijo al príncipe, en tono de consejo de amigo:
11 —Mi buen amigo, reinaremos en una Salem victoriosa, que fulgurará muy por encima de este pergamino, cuyos principios fueron cumplidos fielmente en estos años de prueba. ¿Acaso la plena libertad no será la gloria de Salem? Pues sabed que, la completa libertad no coexistirá con estas leyes, cuyo objetivo se encierra al término de los cinco años. Corresponde a nosotros dos coronar a Salem con el honor de una total libertad, que generará una felicidad sin fin. Tal libertad es imposible que exista bajo las limitaciones del pergamino. —
12 El hijo del rey se estremeció mucho ante las palabras de su amigo, que evidenciaban locura. ¡¿Cómo liberarlo de ese camino de muerte?!
13 Nadie en Salem, además de Melquisedec, conocía la triste condición de Samael. Con paciencia, el príncipe procuraba concientizarlo del valor real del pergamino, cuyas leyes no podrían jamás ser alteradas, pues esto ocasionaría el fin de toda la paz.
14 Los consejos del príncipe finalmente despertaron su corazón. Meditando en sus palabras, se concientizó de estar siguiendo por un camino engañoso.
15 Al ver en los ojos de aquél a quién tanto amaba las lágrimas del arrepentimiento, el hijo de Adonías se alegró con su victoria sobre el orgullo y el egoísmo.
16 Los días que siguieron a la liberación, fueron llenos de realizaciones; El príncipe se mostraba aún mas amigo, dispuesto a dar todo de sí mismo de modo que su compañero pudiese proseguir triunfante en el camino de la humildad. En aquellos días de júbilo, fue dado a él el honor de conocer el cetro que estaba siendo moldeado.
17 En un momento de descuido, Samael que había vuelto a disfrutar de paz en el espíritu, permitió que su corazón nuevamente estuviera poseído por un sentimiento de grandeza, que hizo desencadenar una nueva tormenta en su alma. Ese sentimiento mezcla de orgullo y codicia le sobrevino en el momento en que el príncipe le mostraba el laúd dorado, en el cual estaba siendo impreso el sello de todo el dominio.
Capítulo 5
Samael formula planes de conquista. Predica a los súbditos una falsa y engañosa doctrina. Adonías percibe esta rebelión y predica la exactitud de las leyes del pergamino para lograr la paz y la verdadera libertad. Melquisedec les ofrece el perdón y la oportunidad de volverse a la rectitud. Samael se reúne en secreto con sus seguidores y les revela su plan de conquista.
1 Desde su mansión Samael contemplaba a Salem en su resplandor matinal. Viéndola, cual novia adornada a la espera de su rey, la codició. En su delirio comenzó a formular planes de conquista. Ya podía sentirse exaltado sobre su trono, teniendo en las manos el cetro precioso. Todos lo aclamarían como el libertador de la opresión de aquellas leyes. Salem sería un reino de completa libertad y placer. Dominado por esta codicia, comenzó a maquinar planes de conquista.
2 Samael decidió actuar sutilmente entre los súbditos, llevándolos a ver en el pergamino alguna imprecisión a la libertad real. En su misión de engaño, actuaría con aparente bondad, mostrando interés por el crecimiento de la felicidad de todos.
3 Poniendo en práctica sus planes, comenzó a visitar a los súbditos en sus mansiones, hablándoles de las glorias del reino venidero, donde disfrutarían una completa libertad.
4 Grande era su influencia en Salem. Todos admiraban su belleza y sabiduría, teniéndolo como un perfecto apóstol de la justicia y del amor. Nadie podía imaginar que en medio de aquella atmósfera de júbilo y gratitud una trampa sutil estaba siendo colocada, en las garras de la cual muchos podrían caer por descuido.
5 En su seductora misión, Samael no hablaba contra el pergamino, no obstante, lo elogiaba por haber ejercido en aquellos seis años prontos a finalizar, una misión de prueba. En su lógica, sin embargo, procuraba mostrar que, en el reino venidero, cuando todos estuvieran aprobados, estarían por encima de aquellas leyes. Sus argumentos, aparentemente correctos, le preparaban el camino para afirmar abiertamente que, en el nuevo reino, la existencia del pergamino, sería una traba a la concretización de la verdadera libertad.
6 Las semillas de la rebelión lanzadas por Samael no tardarían en germinar en el corazón de muchos en Salem. Esto acontecía a seis meses del Yom Kipur, cuando el destino de todos sería sellado. Un tercio de los habitantes, seducido por el terrible engaño, lo exaltaba ahora, en completo desprecio a las leyes y al príncipe, a quiénes juzgaban de anticuados.
7 Adonías, que sufría al ver el surgimiento de toda esta rebeldía, convocó a los súbditos a una reunión de emergencia. En la faz de todos se podía ver las contrastantes disposiciones.
8 Con voz compasiva, el rey comenzó a revelarles, como jamás lo había hecho antes, la gran importancia de las leyes registradas en el pergamino, mostrando que ellas eran la base de toda la prosperidad y paz. Si tales leyes fuesen excluidas, toda felicidad y gloria se extinguirían, dando lugar al caos.
9 Después de mostrar la necesidad de las leyes, Melquisedec, movido por un fuerte deseo de salvar a aquéllos a quienes tanto amaba, levantó el pergamino delante de todos y, con voz llena de bondad les ofreció el perdón y la oportunidad de volver a iniciarse en el camino de la paz. Sus palabras a todos conmovió, logrando que hasta el mismo Samael estuviese al principio motivado, sin embargo, el orgullo le impidió de nuevo el arrepentimiento. De esta manera, el súbdito honrado, cuando todavía podía mirar arrepentido hacia el pergamino, se endureció en su rebeldía, decidiendo continuar hasta el fin. Esta decisión, todavía, no la manifestaría prontamente, pues había idealizado un plan traicionero.
10 Al finalizar el encuentro de oportunidad, Samael convocó a sus seguidores a una reunión secreta, que fue realizada bajo el manto de la noche, junto al riachuelo de Cedrón que estaba fuera de los muros de Salem.
11 Después de maldecir el pergamino y a todos aquéllos que lo defendían, comenzó a hablarles de sus planes de venganza y traición:
12 —Como vosotros sabéis, los seis años de prueba se están agotando, restando, a partir de hoy, veinticuatro semanas para el día de la coronación. Si vosotros quisierais tenerme como rey en lugar de Melquisedec, podré robarle el cetro, apoderándome del reino. —
13 Samael comenzó a explicarles los lanzamientos de la traición, dándoles las debidas orientaciones sobre la manera de actuar a partir de aquella fecha:
14 —Necesitamos mantener una apariencia de fidelidad al pergamino y al príncipe hasta que llegue el momento de actuar. El golpe será dado en la noche que antecede al día de la coronación. A la media noche, furtivamente nos ausentaremos de Salem. Robaré en esa noche el cetro y, juntos, huiremos hacia el profundo valle donde están las ciudades de Sodoma y Gomorra. Allí nos armaremos, y marcharemos contra Salem, subyugando a nuestros enemigos. Acabaremos entonces con el pergamino y con todos aquéllos que se rehusaren rendir obediencia a nuestro gobierno. —
Capítulo 6
Samael y sus cómplices fingen fidelidad al reino. Melquisedec confiado le muestra a Samael el lugar secreto del laúd dorado. Samael traiciona la confianza de Melquisedec preparando a sus hombres y robando el preciado cetro. Samael y sus seguidores marchan hacia el valle. Salem peligra.
1 Sobrevinieron días de aparente tranquilidad y paz, Samael, fingiendo fidelidad, estaba siempre al lado del príncipe, demostrando admiración por sus nuevas composiciones que exaltaban las leyes del pergamino. Los seguidores de Samael, de la misma manera, unían las voces en alabanzas que expresaban la grandeza de los principios a los cuales repugnaban.
2 Melquisedec, lleno de alegría por ver aproximarse el día de su coronación, ensayaba con los súbditos los cánticos de la victoria, los cuales había compuesto especialmente para aquella ocasión. Con felicidad hablaba a todos sobre sus sueños en tornar a Salem cada vez mas llena de honra por su belleza y armonía.
3 Samael, en su maldad oculta, se burlaba del príncipe. Ya preveía el dolor que le ocasionaría el golpe de la traición.
4 En aquellos días de aparente paz, el súbdito rebelde procuró conocer el lugar en que el cetro estaría oculto hasta el día de la coronación. El príncipe, sin desconfiar, le reveló todo el secreto: la sala, el cofre con su enigma, el rico estuche y, finalmente el tesoro. Contemplándolo el astuto Samael se animó al ver impreso en su parte convexa el sello del dominio; Comprendió que, aquél que lo poseyera, tendría en las manos el reino de Salem. Solamente algunos días, pensó él, y tendría bajo su poder aquel precioso instrumento.
5 El sol declinó trayendo a Salem el día que significaría victoria o derrota.
6 Poco antes del anochecer, Samael había dejado el palacio donde había pasado todo el día al lado del príncipe, ayudándole en los preparativos para la ceremonia de la coronación. Dirigiéndose hacia su mansión, saludó las tinieblas con una malvada sonrisa. ¡Cuánto había anhelado por aquella noche!
7 Mientras que los fieles, embelesados por la emoción de la feliz victoria, revisaban bajo la luz de candelabros los adornos de sus instrumentos, de sus vestiduras y mansiones, certificándose que serían aprobados a la mañana siguiente, Samael y sus seguidores hacían sus últimos preparativos para blandir el golpe.
8 A la media noche, siguiendo las instrucciones de Samael, todos sus seguidores abandonaron silenciosamente sus mansiones, dirigiéndose al profundo valle de Cedrón, donde esperarían a su nuevo rey.
9 Samael, a su vez, se dirigió a los fondos del palacio, por donde esperaba entrar sin ser notado, yendo al encuentro del cetro. Evitando hacer cualquier ruido, traspasó el portal, dirigiéndose silenciosamente a la sala que guardaba el precioso cetro.
10 En aquel momento, el príncipe que, insomne rodaba en su lecho, presintiendo algún peligro, se dirigió al cuarto de su padre y lo despertó diciendo:
11 —Padre mío, oí ruidos de pasos en el interior del palacio. —
12 Acariciando la cabeza de su hijo, Adonías, somnoliento le respondió:
13 —Hijo, no te preocupes. Acuéstate conmigo y duerme tranquilamente. De aquí a poco rayará el amanecer y tú tendrás en las manos el laúd dorado. —
14 El príncipe, tranquilizado por las palabras confiables de su padre, se entregó a un sueño de lindos sueños en el que vivía al lado de Samael y de todos los súbditos de Salem, los momentos festivos de la coronación. Mientras que esto sucedía, el rebelde con las manos temblorosas, se apoderaba del cetro. En aquel momento, tuvo la idea de llevarse solamente el laúd, dejando el estuche en su debido lugar. Con una sonrisa llena de maldad, imaginó el momento en el que el rey entregaría a su hijo aquel estuche vacío.
15 Llevando consigo el cetro, Samael se dirigió apresuradamente al lugar donde sus seguidores lo esperaban. Al encontrarlos, dio paso a todo su orgullo proclamando:
16 —Ahora yo soy el rey de Salem. ¿Quién posee un cetro como el mío? Con él domino la tierra y el mar. Mi fuerza está en las tinieblas, pues a través de ellas lo conquisté. —
17 Festejando la victoria, la turba ruidosa se separó para distanciarse de Salem, siguiendo rumbo a las ciudades corrompidas de la planicie, donde pretendían armarse para la conquista de su reino.
18 El sol apareció en el horizonte, trayendo la luz del día de la expiación (Yom Kipur). Despertando de su sueño de lindos sueños, el príncipe se alistó para la ceremonia del juicio y de la coronación. Vestiduras especiales de lino fino, adornadas con hilos de oro y piedras preciosas, le fueron preparadas. Después de vestirse, Melquisedec se encaminó al encuentro de sus súbditos, en el extremo sur de Salem. De allí los conduciría en una marcha festiva rumbo al palacio situado al norte, sobre el monte Sión.
19 Adonías, haciendo sonar un cuerno largo, convocó a todos para la reunión del juicio. Dejando sus mansiones, todos los restantes se dirigieron hacia la plaza de la puerta sur, llevando consigo sus instrumentos musicales.
20 Al encontrarse con aquéllos fieles, Melquisedec se sorprendió por la ausencia de muchos. Ese misterio le dolía en el alma, pues le ocultaba el rostro más querido de su amigo Samael.
21 Dejando a sus seguidores reunidos, el príncipe salió a la búsqueda de los ausentes. En su búsqueda infructuosa, se dirigió finalmente a la mansión del monte, donde llamó a Samael; Su voz, sin embargo, no trajo ninguna contestación más allá de un eco vacío, que traducía ingratitud.
22 Leyendo en el triste vacío la traición, sintió ganas de llorar. En un solo momento le vino a la mente todo el pasado de aquél a quién había buscado con tanta dedicación conservarlo en su gloria, a través de consejos sabios. Recordó aquellos días que siguieron a su recuperación; ¡Cómo se había alegrado con la certeza de que su amigo nunca más volvería a caer! Llevándolo a presentir la tragedia, le vino a la memoria las indagaciones de Samael sobre el laúd, el cual le mostró en un gesto de amistad. El recuerdo de este hecho, sumado a los pasos oídos en el interior del palacio aquella noche, le dio la certeza de que Salem corría peligro. No soportando esa posibilidad de traición, se postró en llanto, herido por la terrible ingratitud de aquél a quién había dedicado tanto amor.
23 Curvado por el dolor, permaneció por algún tiempo procurando encontrar algún consuelo. Secó finalmente sus lágrimas, decidido a hacer cualquier sacrificio a fin de devolver a Salem su gloria y poder, redimiéndole el cetro de las manos de la rebeldía.
24 Consolado por la certeza de la victoria, Melquisedec regresó al lado de los súbditos fieles. Ocultándoles su sufrimiento, así como el motivo de la ausencia de tantos, el príncipe los guió en una marcha triunfal rumbo al palacio
Capítulo 7
Los súbditos fieles, ajenos a la traición, elevan cánticos de triunfo en expectativa de la coronación de su rey. La coronación es truncada debido a la ausencia del cetro. Todos se afligen y Melquisedec los consuela con la promesa de rescatar el preciado cetro. Melquisedec sale en su búsqueda. Samael, lleno de ira, raspa las inscripciones grabadas en el cetro. Melquisedec enfrenta peligros en busca del cetro y es preservado.
1 Al aproximarse al monte Sión, subieron las blanquísimas gradas de la escalera, siendo seguido por la multitud triunfante. Le dolía en el alma la expectativa de ver morir en los labios de los fieles, en aquella mañana, su alegre canto, debido al golpe de la traición.
2 Se encontraba ahora en el interior del palacio, delante del magnífico trono que esperaba al joven rey. En la base del trono, yacía abierto, en medio de un arreglo floral, el pergamino de las leyes. Junto a él se podía ver la linda corona, hecha de oro y piedras preciosas, así como el estuche de aquél cetro que simbolizaba toda la armonía de Salem.
3 Los súbditos estaban felices, pues sabían que serían hallados dignos de heredar aquel reino de paz. Aguardaban ahora el momento de la coronación, cuando su nuevo rey los regiría desde su trono con su precioso cetro, en un cántico triunfal.
4 En medio de los aplausos de las huestes victoriosas, Melquisedec se dirigió hacia su padre, que le recibió con un cariñoso abrazo. El momento era en verdad solemne. Las huestes se silenciaron a la expectativa de la coronación. El estuche sería abierto y, todos atestiguarían la exaltación del amado príncipe.
5 Con el corazón latiendo fuertemente por la alegría, Adonías se agachó hacia el estuche, abriéndolo cuidadosamente; Cuando al encontrarlo vacío, la alegría de su semblante dio lugar a una expresión de inexpresable preocupación y tristeza, pues en aquel cetro se había sellado el destino de aquel reino de paz.
6 Al ver a su padre y a todos los súbditos afligidos por la ausencia del cetro y de tantos amigos que deberían estar con ellos en aquel momento, Melquisedec los consoló con la promesa de que buscaría el cetro. Inconscientes de los riesgos y peligros que le esperaban al príncipe en su camino, los súbditos se despidieron de él, viéndolo partir apresuradamente.
7 El amanecer de aquel día que sería el de la coronación, alcanzó a los rebeldes distantes de Salem, en camino a las ciudades de la planicie. En aquella mañana, Samael se llenó de furia al ver que el precioso laúd estaba adornado con inscripciones de las leyes contenidas en el pergamino. Tomando una piedra puntiaguda, comenzó a dañar el cetro, raspándole todas las palabras de amor y justicia. Sus armoniosas cuerdas estaban ahora desafinadas sobre su parte convexa herida, mas continuaba siendo precioso, pues sobre él yacía sellado el dominio de Salem. Poseerlo, significaba ser el dueño de todo el poder.
8 Al llegar a la altura en que el camino se ramificaba, Samael ordenó a sus seguidores que prosiguieran rumbo a Gomorra, mientras que él iría hasta Sodoma, donde permanecería por dos días, uniéndose después a ellos.
9 Esperó la noche para entrar en Sodoma. Cuando entró allí, caminó por las calles estrechas sin ser notado, hasta encontrar una casa aislada sobre una elevación. Haciendo del cetro su arma, invadió la casa matando a sus moradores, mientras que dormían. Se posesionó de esa manera de aquélla residencia donde, solitario, maquinaría sus planes para la toma de Salem.
10 El atardecer de aquel día que seria el de la coronación, alcanzó al hijo de Adonías al caminar por el pedregoso camino rumbo al valle. Sus ojos estaban cargados de tristeza y ansío se voltearon hacia el suelo, en busca de los rastros de los rebeldes. El recuerdo de la ingratitud de aquéllos a quiénes tanto amaba, lo hizo llorar. Sus lágrimas, reflejando los últimos destellos de aquel sol poniente, se asemejaban a gotas de sangre fluyendo de un corazón herido. Él lloraba no por causa de los peligros que le sobrevinieran en aquella fría noche, sino por la infeliz suerte de aquéllos que habían cambiado la paz de Salem por la violencia de aquellas ciudades de la planicie.
11 Su único consuelo era el recuerdo de aquéllos que, a pesar de todas las tentaciones, habían permanecido fieles. A ellos les había prometido devolver el cetro, y esto lo conseguiría a pesar de cualquier sacrificio.
12 Después de una larga noche de insomnio en que el príncipe estuvo recostado al lado del camino, rayó la luz de un día que sería decisivo.
13 Al aproximarse a Sodoma en aquella mañana, el pensamiento de estar tan próximo al cetro de su amada Salem, hizo que se olvidara de toda la fatiga, acortando sus pasos rumbo al desafío.
14 Al abrirse la gran puerta de la ciudad, le sobrevino un temor, al oír ruidos espantosos de desarmonía, que traducían el orgullo, el egoísmo y la codicia que allí dominaban en todos los corazones, haciéndolos explotar en la orgía de una maldad sin fin.
15 Sería un gran riesgo exponerse a la violencia gratuita de aquella ciudad. Este pensamiento lo hizo detenerse a un paso del portal, donde estremecido inclinó la frente en una inexpresable lucha interna. Era tentado a retirarse, pero luchaba con todas las fuerzas de su alma contra ese pensamiento de fracaso.
16 Pensando en la triste suerte de Salem, cuyo dominio estaba siendo pisoteado en el interior de aquella cruel Sodoma, Melquisedec tomó una firme decisión: como un temerario guerrero habría de avanzar, y, ciertamente aún y cuando tuviese que hacer frente a la acumulación de todos los peligros, proseguiría, hasta levantar en sus manos victoriosas el cetro amado.
17 Resuelto y esperanzado, atravesó la puerta de Sodoma, zambulléndose en aquel mundo extraño. Todo allí era lo contrario de Salem, comenzando con las piedras ásperas y sucias de sus construcciones. Sodoma era un reino de tinieblas.
18 La presencia contrastante del príncipe pronto fue notada por muchos que, en tumulto lo cercaban. La pureza del carácter expresada en su magna faz y el esplendor de sus vestiduras, los llenaba de espanto, y se retiraban como vencidos por una fuerza invisible. Dominados por la furia, comenzaron a perseguirlo a distancia, decididos a hacerlo huir. Le arrojaban piedras y fango intentando mancharle las vestiduras, mas no le atinaban, mientras tanto él avanzaba en su ansiosa búsqueda. Finalmente desistieron de perseguirlo, al atardecer.
Continúa...
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