La Historia del Universo. (Un relato escrito por Melquisedec) 2/3

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Capítulo 3

Continúan las obras de la Creación. Separación de las aguas. Vegetación. El jardín de Edén es transferido en el nuevo planeta. Los grandes luminares. Criaturas marinas. Criaturas volátiles. Criaturas terrestres. Creación de Adán, el primer hombre. Adán se postra en reverente adoración. Estado paradisiaco de la tierra. Adán se admiró de una criatura y la llamó “cordero”. El cordero, una semejanza del Eterno. La promesa de una compañera. El sueño profundo de Adán. Eva es creada para Adán. Un manto real y una corona dados al hombre como honra del Eterno. Adán y Eva muestran sumisión al colocar a los pies del Creador su corona. El hombre, mayordomo fiel, cetro racional y árbitro de la creación. Adán y Eva son concientizados sobre Satanás. El árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Satanás opta por el engaño como arma para lograr que el hombre coma del fruto prohibido.

1 Al ser vencidas las tinieblas en el tercer día, el Creador continuó Su obra, haciendo aparecer los inmensos continentes que todavía estaban bajo la superficie de las aguas. Con las manos levantadas ordenó: "Júntense las aguas debajo de los cielos en un lugar y aparezca la porción seca." En pronta obediencia, las cristalinas aguas cedieron su posición superior a la porción seca que se levantó, sobreponiéndose a ellas. En las regiones bajas de la tierra, las aguas continuarían reflejando el brillo celestial, siendo un refrigerio para las criaturas sedientas. En ese gesto de humildad, las aguas prefiguraban al Creador, que en la gran lucha había descendido al más profundo abismo para hacer renacer en las almas sedientas la vida eterna.

2 Contemplando la faz de aquél nuevo mundo, el Eterno denominó a la parte seca "tierra", y al recogimiento de las aguas llamó "mares". Con su poderosa voz continuó, ordenando: "Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla, árbol fructífero que dé fruto según su especie, cuya semilla esté en ella sobre la tierra." En obediencia al mando divino, la superficie sólida del planeta se revistió de toda suerte de vegetación: lindos prados a florear, campos reverdecientes entrecortados por ríos cristalinos, bosques sin fin donde árboles frondosos dejaban colgar frutos sabrosos de infinidades de especies. La tierra era como una tela donde el Creador, por el poder de Su palabra, coloreaba cuadros de belleza sin par.

3 Mientras que con admiración las huestes contemplaban las bellezas de aquella creación, se sorprendieron al reconocer sobre el nuevo planeta el jardín del Edén, lugar del trono divino. El Eterno, por el poder de Su palabra, lo había transferido hacia el seno de ese mundo especial, donde en justicia sería confirmado el gobierno del Universo. En aquel día primaveral, la brisa acarició mansamente los verdes bosques y los prados en flor, inundando la atmósfera con un suave aroma y frescor. Contemplando Su obra, el Creador con felicidad exclamó: "He aquí todo es muy bueno." Exuberante, el planeta cumplió un día más en su armoniosa rotación. Las huestes fieles ahora podían comprender mejor la importancia de la luz divina. Su ausencia había ofuscado, en aquella noche, las bellezas de Sión. En ese nuevo día, el Creador expresaría Su gran poder, dando a la tierra luminares que la llenarían de luz y calor.

4 Esos luminares permanecerían para siempre como símbolos de la presencia espiritual del Eterno, que es la fuente de toda la luz. Contemplando el espacio oscuro y vacío que se extendía alrededor de la tierra, con potente voz ordenó: "Haya luminares en la expansión de los cielos, para que haya separación entre el día y la noche; sean ellos por señales y para tiempos determinados, para días y años. Y sean por luminares en la expansión de los cielos para alumbrar la tierra." Inmediatamente, el espacio se tornó radiante por el brillo del sol y por el reflejo de planetas y satélites. Ante esta demostración de poder, las huestes fieles se arrodillaron en reverente adoración. En el cuarto día, el Eterno creó los mundos de nuestro sistema solar no para ser habitados como la tierra, sino para el equilibrio del sistema.

5 Llenaron también el cielo de fulgor, ablandando las tinieblas de las noches terrenales. Volviendo los ojos hacia la tierra, las huestes se alegraron por verla radiante en colores. Muy próxima de ella se podía ver la luna que, con su reflejo plateado, ahuyentaría las profundas sombras nocturnas. Envueltos por ese escenario encantador, los hijos de la luz, regocijantes, saludaron el amanecer del quinto día, que sería de muchas sorpresas. El Eterno tornaría la tierra festiva por la presencia de infinidades de especies de animales irracionales que habitarían toda la superficie del planeta. Esa creación tendría continuidad en el sexto día.

6 Levantando las poderosas manos, el Creador, mirando primeramente hacia las aguas cristalinas, ordenó: "Produzcan las aguas abundantemente reptiles de alma viviente." De inmediato, las aguas se tornaron ondulantes por la presencia de incontables especies de reptiles que, felices y agradecidos, festejaban la existencia en un continuo nadar y saltar. Desde los seres microscópicos hasta las grandes ballenas, todos aparecieron en completa armonía, reflejando en su naturaleza el amor del Creador. Poniendo los ojos sobre la atmósfera añil que reposaba sobre los reverdecientes bosques, el Eterno continuó: "Vuelen las aves sobre la faz de la expansión de los cielos". Por medio de Su orden, los Cielos se llenaron de pájaros coloridos que, volando en todas direcciones, tenían en el corazón un cántico de gratitud por la vida. Este cántico llenó el aire, mezclándose con el perfume de los arbustos floridos.

7 Contemplando con placer a Sus criaturas terrenales, el Eterno las bendijo diciendo: "Fructificad y multiplicaos y henchid las aguas en los mares, y las aves multiplíquense en la tierra." Regocijantes, las huestes fieles presenciaron el amanecer del sexto día. ¿Y qué crearía Dios en ese nuevo día? Esta pregunta reinaba en la mente de todos los seres racionales. Estaban seguros de que algo muy especial estaba por acontecer. Levantando los poderosos brazos, el Eterno ordenó: "Produzca la tierra alma viviente conforme a su especie: ganado, reptiles y bestias salvajes de la tierra, conforme a su especie." Su voz poderosa fue prontamente oída y, en los bosques y en los campos, se podía ver el resultado de Su poder creador.

8 Animales de todas las especies despertaron a una existencia feliz, en medio de un paraíso de perfecta paz. La tierra se tornaba extremadamente bella, cual princesa adornada para recibir a su rey y señor. ¿Quién sería ese ser especial? Moviéndose con majestad, el Eterno bajo a las glorias del nuevo mundo, dirigiéndose al jardín del Edén, lugar del trono divino. Los ángeles de la luz lo acompañaron reverentes, deteniéndose cual nubes sobre los cielos del paraíso. Todo el Universo observaba con profundo interés el desenvolvimiento de los actos del Creador, en respuesta a las acusaciones de sus enemigos.

9 El momento era decisivo. Todo indicaba que el Eterno demostraría no ser tirano ni egoísta, coronando a alguien sobre el monte Sión. Satanás y sus seguidores no dudaban de que el reino les sería entregado y reinarían victoriosos en el seno de aquel antiguo abismo, donde las tinieblas y la luz ahora se entrelazaban. Los súbditos de la luz se estremecieron ante esa perspectiva. Junto a la fuente del río de la vida, el Eterno se arrodilló solemnemente y, con los elementos naturales de la Tierra, comenzó a moldear, con mucho cariño, una criatura especial. Después de algunos instantes, estaba extendido delante del Creador el cuerpo, aún sin vida, del primer hombre. El Eterno lo contempló y, después de acariciarle la cara fría y descolorida, le sopló en las vías de la nariz el aliento de vida y el hombre comenzó a vivir.

10 Como despertando de un sueño, el hombre abrió los ojos y contempló la dulce faz de Su Creador que, sonriendo, le besó la cara ahora colorida y llena de vida. Se emocionó al oír al Eterno decirle con voz suave y llena de afecto: "¡Mi hijo, mi querido hijo!" Por haber nacido de la tierra, el primer hombre recibió el nombre de Adán. Tomándolo por la mano, el Eterno lo levantó. Sin percibir el escenario de fulgor que lo circundaba, Adán, en un gesto de gratitud por la existencia, envolvió al Creador en un tierno abrazo, postrándose en reverente adoración. Las huestes fieles que admiradas atestiguaban la grandiosa realización divina, emocionadas ante el gesto humano, se postraron también en reverente adoración.

11 Unieron entonces las voces en un cántico de júbilo en salutación a aquélla criatura especial, que despertaba hacia la vida en un momento tan decisivo para el Universo. Con el corazón lleno de felicidad, Adán se unió a los ángeles en su cántico de loor. Su voz, al repercutir por los alrededores floridos, se mezcló al canto de las aves y al mugir de los animales que se aproximaban festivamente. En un paseo de sorpresas inolvidables, Adán fue concientizado de las bellezas de su hogar. Con admiración, contempló el monte Sión, donde brotaba el río de la vida, en una cascada de luz. El glorioso monte yacía coronado por un lindo arco iris. En sus pasos, siguió el curso del río cristalino, que deslizaba sereno en medio de las maravillas del Edén.

12 Se admiraba de los árboles altos que, empapados por la brisa, dejaban colgar de las ramas abundantes flores y frutos. Se inclinaba aquí y allá, atraído por el resplandor de piedras preciosas que por todas partes adornaban el césped. Con intensa alegría, Adán tomaba conocimiento de las infinidades de especies de animales que poblaban el jardín. Todos eran mansos y sumisos y vivían en perfecta armonía y felicidad. Deteniéndose en sus pasos, Adán se admiró de la blancura y ternura de un animalito que brincaba en el césped. Aproximándose, lo tomó en sus brazos, dedicándole un especial afecto. ¡Pues que agradable era acariciar su blanca lana! Sus dulces ojos reflejaban un brillo de amor y humildad. Había algo de especial en aquel animalito. Afectuosamente, Adán lo llamó "cordero".

13 Con el animalito en sus brazos, Adán miró agradecido hacia el Eterno y Lo adoró. Contemplando Sus blancas vestiduras, Sus ojos expresivos de un amor sin par, Adán descubrió que tenía en los brazos un símbolo de su Autor. Feliz, exclamó: "Oh, Señor, este corderito revestido de tan blanca lana, con mirada expresiva de tanto amor, se parece a Ti. Yo quiero tenerlo siempre junto a mí." Observando los animales, Adán percibió que ellos disfrutaban de un compañerismo especial. Veía por todas partes parejas felices que vivían el uno para el otro. Sus pensamientos se volvieron hacia Su Compañero. Miró a su alrededor y estuvo sorprendido de no verlo. El Eterno se había ocultado a propósito, tornándose invisible.

14 Adán se sentía solitario en medio de aquel paraíso. ¿Con quién compartiría su felicidad y su amor? había allí los animales, pero ellos eran irracionales, no pudiendo compartir de sus ideales. Nacía en su corazón, al caminar solitario en aquel atardecer, un deseo ardiente de encontrar a alguien que pudiese estar siempre a su lado. Mientras que Adán miraba hacia las distantes colinas en la esperanza de ver a alguien, el Eterno se presentó a su lado y le dijo: "No es bueno que el hombre esté solo; le haré una compañera."

15 Adán estuvo feliz al oír del Creador esa promesa, justamente en el momento en que tanto anhelaba tener a alguien para que estuviera siempre visible a su lado. Tomado por un profundo sueño, Adán se reclinó en el pecho de su amoroso Creador que, con caricias, le hizo adormecer. En su subconsciente surgieron los primeros sueños coloridos: Contempla la mirada tierna del Eterno; oye el sonido armonioso de la música angelical; descubre las maravillas al derredor: el monte Sión con su arco iris; el río de la vida; los prados en flor; los animales que lo saludaban en fiesta. Se repiten en su sueño las escenas que lo envolvieron en su anhelo; mira al derredor en la esperanza de encontrar a su compañero, más no lo ve. Se siente solitario en su sueño, y eso lo hace buscar a alguien con quién poder compartir su existencia.

16 Su mirada se extiende por campiñas reverdecientes, divisando a lo lejos colinas floridas. Mientras camina esperanzado, siente la mansa brisa acariciarle el cabello suavemente. Conversa con la brisa: "¡Brisa, tú pareces ser a quién tanto busco; tú me acaricias el cabello; besas mi cara; tú tienes el perfume de los verdes arbustos! ¡Si yo pudiera ver tu faz, la besaría; si yo pudiera tocar tu cabello, haría largas trenzas y las adornaría con las flores de nuestro jardín!" Después de caminar en el sueño por los prados del paraíso, Adán se detuvo mientras que contemplaba el paisaje alrededor. Se admiró de no ver el efecto de la brisa en las ramas floridas. ¿Pero cómo, si la sentía cálidamente en el rostro?

17 Comenzó entonces a despertar de su sueño. Todavía con los ojos cerrados se acordó del momento en que, somnoliento, se recostó en el pecho del Eterno. ¿Sería la brisa el toque de Sus manos? Con esta interrogante abrió los ojos y se emocionó al contemplar una linda mujer que, con las manos perfumadas, le acariciaba con amor la cara. Era la brisa de su sueño; la promesa de un Creador que solo quería hacerlo feliz. Ahora Adán era completo, pues tenía a Eva, que era carne de su carne y huesos de sus huesos. Tomándola por la mano, Adán la invitó a dar un paseo de sorpresas inolvidables. Mostraría a su compañera las bellezas de su hogar.

18 Sensibilizada Eva se detenía a cada paso, atraída por las flores que exhalaban suaves perfumes; por los pájaros que trinaban alegres cantos; por los animales que los seguían sumisos; por la vegetación de ricos matices; por las aguas cristalinas del río de la vida que brotaban en cascada desde el monte Sión. Todo en el paraíso era perfecto y bello, mas nada se igualaba al ser humano, creado a la imagen de Dios. Se volvieron el uno para el otro en admiración y caricias. Empapados por ese amor, permanecieron hasta el atardecer. Con deleite, la joven pareja comenzó a contemplar el sol poniente que, a través de rayos rosados, coloreó el cielo en un lindo arrebol.

19 Era el sexto día que llegaba a su final, dando lugar a las horas de un día especial: El sábado. Ese día, en su significado, sería solemne para todos los súbditos del Eterno, pues su amanecer traería la victoria para el reino de la luz. El sol, que durante el sexto día había alegrado la naturaleza con su brillo y calor, se ocultó, dejándola en frías sombras. Los alegres pájaros, silenciando sus trinos, buscaban sus nidos mientras que los otros animales se recogían. Solamente la pareja permaneció inmóvil, procurando divisar, en el último destello que se apagaba en el horizonte, la esperanza de un nuevo amanecer. Investigaban el sentido de las tinieblas cuando, por entre los arbustos, vieron un lindo lugar, cuyos rayos plateados bañabanos rayos plateados bañaronito la naturaleza en suave luminosidad.

20 Todo el cielo estaba iluminado por el resplandor de las estrellas. Admirados, descubrieron que la noche solamente era tinieblas cuando se miraba hacia abajo. Adán y Eva en su inocencia no sabían que aquella noche simbolizaba el futuro sombrío de la humanidad. Cuando lo comprendiesen, estarían confortados al contemplar el fulgor de los cielos: el lugar hablaría de esperanza y las estrellas centellantes atestiguarían el interés de las huestes de la luz en aclararles las tinieblas morales, dando aliento a los pecadores. Mas serían iluminados apenas aquellos que, desviando los ojos de la tierra, contemplasen los altos cielos.

21 Después de contemplar por algún tiempo el cielo en su luminosidad, la pareja, se acordó de las bellezas del paraíso, volvió los ojos, buscando divisarlas. Estaban, sin embargo, ocultas en medio de las sombras. ¡Cuánto deseaban el amanecer, pues solamente él traería consigo el paraíso! Ante el anhelo del corazón humano, el Eterno apareció en medio de las tinieblas, devolviendo a la pareja la alegría de encontrarse nuevamente en un jardín colorido. Bañados por suave luz, caminaban ahora por prados reverdecientes y floridos. El brillo del Creador despertaba la naturaleza por donde pasaban, coloreando y alegrando todo en derredor.

22 La pareja, admirada, aprendió que al lado del Eterno podrían tener un paraíso en plena noche. Sintiéndose somnolientos, Adán y Eva se recostaron en el regazo del amoroso Padre, que los hizo adormecer dulcemente, esperanzados en un despertar feliz. Dejándolos sobre el suave césped, el Eterno se elevó dirigiéndose al lado de las huestes contemplativas. Volvería a manifestarse al amanecer, haciendo despertar a la pareja para el más solemne acontecimiento, que reduciría al polvo las más viles acusaciones de los enemigos. La noche oscura y fría, a través de sus largas horas, parecía burlarse de la luz. ¿Ofuscaría para siempre las bellezas de la creación? ¡Oh, jamás! El sol no retrocedería ante la imponencia de las tinieblas; aparecería en breve como un libertador, arrebatando con sus cálidos rayos la naturaleza de las frías garras, dándole vida y color.

23 En un último desafío, las tinieblas se tornaron densas en las horas que antecedieron el amanecer. La noche arremetía sus fuerzas para luchar por el dominio usurpado. Finalmente, apareció en el este un destello que parecía hablar de esperanza en un nuevo día. El cielo poco a poco se tornó colorido de un rojizo vivo. Las tinieblas impotentes se retiraron ante la fuerza creciente de la luz y fueron consumidas en su fuga. La naturaleza comenzó a despertarse de la larga noche, reflejando en su seno los nostálgicos rayos. Flores se abrirían, exhalando perfumes de alegría; animales y aves, silenciados por la noche, unían las voces en un cántico triunfal en salutación al amanecer de aquel día grandioso.

24 La negra noche había llegado al final, dando lugar a la luz del día soñado —día que para Dios tenía un sentido especial, pues prefiguraba la victoria final de Su reino sobre el dominio de la rebeldía. — El Eterno ahora despertaría a Sus hijos humanos que, bañados por la luz de Su presencia, habían dormido con la esperanza de un amanecer feliz. En una marcha festiva, todas las huestes santas, con cánticos de victoria, lo acompañaron rumbo al paraíso bañado en luz. Cuando ya estaban próximos, el Creador se detuvo contemplando a la pareja adormecida, y exclamó suavemente: "Despierten hijos míos." Su voz penetró en los oídos de Adán y Eva, despertándolos para la más feliz comunión.

25 ¡Cuán deprisa rayó la tan esperada mañana, trayendo en su luz el dulce paraíso, perdido en aquella noche! Con alegría la pareja saludó a su divino Creador, uniéndose a los ángeles en antífonas triunfales. El Universo vivía un momento en verdad solemne. En aquella mañana festiva, el Eterno habría de revelar la grandeza de Su carácter, que es justicia y amor. Las acusaciones de que Su gobierno era de egoísmo y tiranía serían refutadas. A los ojos de todas las criaturas racionales del vasto Universo, Dios condujo a la joven pareja al monte Sión, lugar del trono divino.

26 Allí, ante el estremecimiento de las huestes enmudecidas, el Creador, en un gesto sorprendente, cubrió al hombre con el manto real, colocándole sobre su cabeza la corona que había sido codiciada por Lucifer. Movidos por profunda gratitud por la suprema honra conferida, profunda partoAdán y Eva se postraron reverentes, colocando a los pies del Creador su corona preciosa, en señal de sumisión. Siguió a ese gesto humano un grito de victoria que sacudió toda la Creación. Los hijos de la luz, que por tanto tiempo habían sufrido afrentas y humillaciones ante las constantes acusaciones de las huestes rebeldes, exaltaron en retumbante alabanza al Dios bendito, que en Su obra de justicia desmintió a los enemigos, revelando Su carácter de humildad, desprendimiento y amor.

27 Teniendo constituido al hombre como el señor de toda la creación, el Eterno, con voz solemne, comenzó a concientizarlo de la grandiosidad de su misión. Como un mayordomo fiel, debería cuidar del paraíso, manteniendo limpia la fuente del río de la vida. Las leyes de la justicia y del amor, fundamentos del reino de la luz, deberían ser honradas. Como un cetro racional, le correspondería al hombre, en un gesto de reconocimiento y gratitud, aceptar libremente el gobierno de Aquél que lo creó. Las huestes, que maravilladas atestiguaban la revelación del desprendimiento divino, comprendieron que el Señor de la Luz no gobernaría más el Universo, a no ser con el consentimiento humano.

28 El hombre, por la voluntad del Eterno, fue hecho el árbitro de la creación; en su glorioso ser, hecho a imagen del Creador, resplandecía el sello del dominio eterno. Después de revelar a la pareja la infinita honra y responsabilidad de su misión, el Creador los concientizó del conflicto espiritual que se trababa por la conquista del dominio universal: Lucifer, que por incontables eras había servido al divino Rey en Sión, había sido corrompido por el orgullo y por el egoísmo, siendo seguido por un tercio de las huestes racionales; buscaban ahora destronar al Eterno, deshonrándolo con viles acusaciones.

29 Habiendo revelado al ser humano la dolorosa situación en que el Universo se encontraba, el Eterno, en un gesto solemne, les mostró dos árboles altos que, cargados de grandes frutos, se elevaban en ambas orillas del río que nacía del trono. Al que se elevaba a la derecha el Señor reveló ser el árbol de la vida monumento del reino de la luz. Al que se elevaba en la otra orilla reveló ser el árbol de la ciencia del bien y del mal —símbolo de la rebeldía. — Comiendo del fruto del árbol de la vida, el hombre manifestaría su sumisión al Creador, que es la Fuente de la vida y de la luz. Comer del otro árbol sería entregar al enemigo el dominio de Sión.

30 El inevitable resultado de ese paso sería la muerte eterna, no solamente para el ser humano, sino para toda la creación, que se reduciría al caos bajo la furia de la rebeldía. Después de contemplar demoradamente los dos árboles altos, que externaban en sus frutos tan infinita responsabilidad, Adán se postró ante el Creador, diciendo: "Digno eres Señor de reinar sobre el Universo, pues por Tú sabiduría, amor y poder todas las cosas fueron creadas y subsisten." El sábado, emblema del triunfo divino, se hinchió de alabanzas.

31 Todos los hijos de la luz se unieron al ser humano en el más armonioso cántico de exaltación a Aquél cuya grandeza es sin par. Fue con espanto que Satanás y sus seguidores atestiguaron la grandiosa realización del Eterno. Presenciaron con amargura la alegría de los fieles ante la coronación del hombre, acontecimiento que lanzó por tierra las fuertes acusaciones que ellos habían levantado contra el gobierno divino. Llenos de ira y frustración, consideraban ahora su triste condición. Cuán terrible y humillante les era el pensamiento de ver sus planes de rebeldía desvanecerse delante del Creador, semejantes a las sombras de aquella noche.

32 Si pudiesen, pensaban, llenarían el sábado de tinieblas, borrando de la mente de los súbditos del Eterno cualquier esperanza de victoria. Finalmente, en sus consideraciones, Satanás y sus liderados comprendieron que les quedaba una oportunidad: en medio del jardín del Edén, en las alturas de Sión, se elevaba, junto al río de la vida, el árbol de la ciencia del bien y del mal. Bastaría un gesto humano, nada más, y tendrían bajo su poder, para siempre, el dominio codiciado. ¿Pero cómo seducirlo? Animado ante la perspectiva de una conquista, Satanás buscó, con ingeniosidad, formular un plan de abordaje. Sabía que, si fallase en su tentativa, todas las esperanzas de triunfo se habrían disuelto, desmoronándose todos sus sueños de aventura. Concluyó que el engaño habría de ser su poderosa arma.

33 — ¡¿Acaso no había sido a través de él que consiguió dominar un tercio de las huestes celestiales?! Esperaría, por lo tanto, un momento propicio para armar su emboscada. —



Capítulo 4

El Edén, un reino de eterna alegría. Visita e instrucción diaria del Eterno. El trabajo, fuente de desarrollo de facultades. A través de visitas de seres celestiales, Adán y Eva adquirieron conocimiento sobre la rebelión de Lucifer. Dios revela a Sus huestes las intenciones malignas de Satanás y envía a dos ángeles para advertir al hombre. Satanás se posesiona de una serpiente para engañar a Eva. Argumentos de Satanás para hacer caer a Eva. Intensa lucha interna de Adán ante la condición caída de su esposa. Adán come del fruto, permanece al lado de su esposa pagando el alto precio de su rebelión. Maravillosa revelación del plan de rescate. La naturaleza de las creaciones y de Adán y Eva cambia. El Padre les promete vestiduras duraderas.


1 En el Edén reinaba la dulce calma de una perfecta paz. Por todos lados los amables pajarillos hacían oír sus alegres trinos en alabanza constante al Creador. Toda la naturaleza al florecer parecía proclamar un reino de eterna alegría. Los animales en unión brincaban por todas partes, siempre sumisos al hombre, el señor de aquél paraíso encantador. Todo era felicidad para la pareja; pero esta se tornaba más intensa en la rotación de aquellos días primaverales. El arrebol, que con su belleza coloreó el cielo preanunciando las oscuras noches, les anunciaba también el momento de la visita diaria del Eterno. Juntos, bajo la luz de Su presencia, pasaban largo tiempo en feliz conversación.

2 Con ánimo, la pareja contaba al Señor las sorprendentes maravillas que iban descubriendo cada día en la naturaleza. Dios, con cariño, les descubría el significado de cada ser. ¡Cuán agradecidos estaban por las lindas lecciones aprendidas a Sus pies! Al paso de cada día, mayor eran el amor, el respeto y la admiración por el grandioso Creador. ¡Cuán bueno había sido Él, trayéndolos a la existencia y concediéndoles un hogar tan lleno de delicias! Al despertar ellos hacia las alegrías de cada día, les venía a la memoria las caricias y el dulce canto del Eterno, que los hacía adormecer todas las noches.

3 La vida de Adán y Eva en el Edén no era de ociosidad. A ellos fue recomendado el cuidado del jardín. Su ocupación no era fastidiosa, al contrario, era agradable y revigorizante. El Creador había indicado el trabajo como una fuente de beneficios para el hombre, a fin de ocuparle la mente y fortalecerle el cuerpo, desarrollándole todas las facultades. En la actividad mental y física, el hombre encontraba un elevado placer. Era común a la joven pareja recibir visitas de seres celestiales.

4 A los visitantes siempre tenían novedades que relatar y preguntas que hacer. Pasaban largo tiempo oyendo de ellos hablar sobre las maravillas del reino de luz. A través de esos visitantes, Adán y Eva comenzaron a tener amplio conocimiento de la rebelión de Lucifer y de sus eternas consecuencias. A los visitantes, Adán y Eva siempre pedían que les enseñaran los armoniosos cánticos celestiales. ¡Cómo se deleitaban al unir las voces al coro angelical! En Su omnisciencia, Dios tenía conocimiento de la terrible intención del enemigo.

5 Convocando a Sus huestes principales, Les reveló con pesar el inminente peligro que cernía sobre el Universo. Satanás habría de armar una emboscada, a fin de llevar al hombre a comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. Ante esa revelación, los hijos de la luz estuvieron temerosos, pues conocían la tremenda facilidad de Satanás en enlazar criaturas inocentes y atarlas en sus mallas de muerte. En el solemne concilio, decidieron enviar, con urgencia, mensajeros para advertir al hombre del gran peligro.

6 Dos poderosos ángeles fueron encargados de esa decisiva misión. Inmediatamente, los mensajeros comisionados irrumpieron por las puertas de Jerusalén, alcanzando el seno del espacio infinito. En instantes, traspasaron inmensidades, cruzando galaxias en el percurso. Penetraron en el túnel de la constelación de Orión, aproximándose al nuevo sistema. Podían ahora divisar a poca distancia el planeta azul, donde el destino del Universo estaba por ser determinado.

7 En el Edén, había relajación. La joven pareja continuaba en sus inocentes actividades, disfrutando el placer de un vivir feliz. Lejos estaban de pensar que en aquel momento todo o todos los hijos de la luz estaban tensos, pensando en su futuro amenazado. Vieron entonces en el limpio cielo la señal de la aproximación de los visitantes celestiales y a ellos levantaron los brazos en una alegre salutación. Sin embargo, Adán y Eva se admiraron, por no ver en el semblante de ellos la misma alegría.

8 Los visitantes traían en la faz una expresión de ansiedad que ellos no podían entender. Intentaron cambiarles la triste facción, contándoles los nuevos descubrimientos hechos en el paraíso. Los mensajeros, todavía, no teniendo tiempo disponible como en otras ocasiones, los interrumpieron con palabras de advertencia. Satanás habría de armarles una emboscada, a fin de llevarlos a comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. Si dieran oído a la tentación, harían sucumbir toda la creación en el abismo de un eterno caos.

9 Los ángeles les recordaron que el reino les había sido confiado como un sagrado depósito, debiendo, en una vida de fidelidad, honrar a Aquél que por amor Se despojó, colocándose en una posición de huésped del ser humano. Adán y Eva deberían ser firmes ante las insinuaciones del enemigo, pues así sellarían la eterna victoria del reino de la luz. Hablándoles de la feliz recompensa que le seguiría a su triunfo, los ángeles revelaron que era el plan de Dios la transferencia de la Jerusalén Celestial hacia la Tierra. Allí, nuevamente acoplada al paraíso, permanecería para siempre.

10 Y el hombre, sumiso al Creador, reinaría por los siglos sin fin sobre el monte Sión, en medio de las alabanzas de las huestes universales. Más todo eso dependía enteramente del posicionamiento humano frente a las tentaciones del enemigo, que haría de todo para arrebatarle el reino. Adán y Eva estuvieron temerosos al conocer los planes de Satanás, más fueron consolados al saber que él no podría hacerle ningún mal, forzándolos a comer del fruto prohibido. Si, por ventura, procurase intimidarlos con su poder, todas las huestes del Eterno vendrían en su ayuda.

11 Los mensajeros de la luz concluyeron su misión recomendando a la pareja permanecer vigilantes, teniendo siempre en mente la responsabilidad que sobre ellos reposaba. No deberían separarse uno del otro, ni siquiera por un momento, pues a solas podrían ser seducidos. Adán y Eva, agradecidos por las advertencias de los ángeles, unieron las voces en un cántico de promesa en una eterna victoria. Estaban seguros de que jamás abandonarían al bendito Creador, oyendo la voz del tentador.

12 Animados ante la promesa humana, los dos mensajeros regresaron al seno de la Jerusalén Celestial donde, junto a las huestes santas, aguardarían con ansiedad el anhelado triunfo. Satanás vio aproximarse al paraíso a los mensajeros y oyó el canto del hombre prometiendo una eterna victoria. Ese cántico hizo que su envidia y odio aumentara de tal manera que no los podía contener. Dijo entonces a sus seguidores que en breve haría silenciar aquella voz irritante. Haría todo para transformar las alabanza humana en blasfemias al Creador.

13 Las huestes rebeldes estaban curiosas por conocer los planes de su jefe, mas fueron advertidas por él de que deberían esperar hasta que todo estuviese para siempre determinado. Si el hombre oyese su voz, comiendo del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, sería victorioso, poseyendo para siempre el dominio del Universo. En caso de que el hombre resistiese, permaneciendo fiel al Creador, ya no habría ninguna esperanza para ellos. El paraíso parecía estar envuelto por una eterna seguridad, pero en el semblante del hombre se podía ver una expresión de miedo.

14 Desde que los ángeles partieron, Adán y Eva permanecían silenciosos, meditando con reverencia sobre la enorme responsabilidad de su misión. Pensaban en la seriedad de aquella inminente prueba que habría de sellar su futuro y el de toda la Creación. Animados, sin embargo, ante el pensamiento de la victoria, unieron una vez más las voces en un cántico que expresaba la certeza del triunfo anhelado. Esa melodía quitó de sus mentes todo el miedo de derrota y, alegres, corrieron por los prados reverdecientes, acompañados por los fogosos animales que parecían conmemorar la gran conquista.

15 Se sentían seguros en su paraíso, totalmente olvidados del peligro de un posible asalto. Satanás, que observaba atentamente a la pareja, percibió que estaba llegando su oportunidad. Se aproximó de forma invisible al paraíso, y estuvo esperando el mejor momento para armar su emboscada. Inconscientes de la presencia del enemigo, la pareja continuaba en su desprendida alegría, jugando despreocupadamente con los animales. En el semblante trastornado de Satanás se estampó una sonrisa maliciosa, al presenciar un descuido de la pareja: en su exaltación, habían dejado de atender la última recomendación de los mensajeros, apartándose el uno del otro.

16 El astuto enemigo, no perdiendo tiempo, se posesionó de una serpiente, la más bella del paraíso, haciéndola aproximarse graciosamente a Eva. Eva, que sentada en el césped jugaba con los animales, percibió la presencia de la atractiva serpiente, cuyo cuerpo reflejaba los colores del arco iris. Estuvo admirada al verla coger flores y frutos del jardín, depositándolos a sus pies. Agradecida, la tomó en los brazos, dedicándole afecto.

17 Teniendo conquistado el afecto de la mujer, Satanás, en su astucia, comenzó a atraerla para que estuviera junto al árbol de la ciencia del bien y del mal. Sin darse cuenta del peligro, Eva acompañó a la serpiente hasta el árbol de la prueba. Allí, teniendo en los brazos al enemigo oculto, le acarició y le dijo palabras de cariño. Teniendo en los ojos el brillo de la seducción, la serpiente se puso a hablar. Sus palabras eran llenas de sabiduría y ternura y su voz como la de un ángel.

18 Eva apenas podía creer lo que veía. Su alegría se volvió inmensa por tener en los brazos una criatura tan fantástica. Comenzaron a conversar sobre muchas cosas: el amor; las bellezas del jardín; el poder del Creador. Eva estaba admirada ante el conocimiento tan extenso de la serpiente, que discurría con maestría sobre cualquier tema. Envuelta por esa experiencia, Eva se olvidó totalmente de su compañero. Ni siquiera pasaban por su mente las advertencias de los ángeles. Adán, enteramente olvidado de los consejos de los mensajeros celestiales, se había apartado en la compañía de algunos animales.

19 Después de cierto tiempo, sobrevino con ímpetu en su mente el recuerdo de las advertencias recibidas. Sonaron en sus oídos con claridad las últimas palabras pronunciadas por los ángeles: "No se aparten el uno del otro... No se separen ni por un instante, pues es peligroso." Su corazón latió fuertemente al no ver a Eva a su lado. Levantó entonces la voz en un ansioso grito. Su voz, al repercutir por las bóvedas del paraíso, con todo, no trajo consigo una respuesta. El silencio casi lo sofocó. En su aflicción se puso a correr de un lado para el otro, buscándola, en vano.

20 En esa ansiosa búsqueda, sintió la brisa acariciarle el cabello y recordó su primer sueño. Ese recuerdo, no obstante, se deshizo ante el pensamiento del peligro que los amenazaba. Con la mente tomada por un gran sentido de culpabilidad, Adán apresuró el paso en la angustiosa búsqueda. ¿Dónde estaría su amada? ¿La envolvería a tiempo en sus brazos, librándola de caer? Más de una vez elevó la voz en un ansioso grito que repercutió por todo el jardín: "¿Eva, dónde te encuentras?" esperó una respuesta, pero oyó solamente un eco vacío que lo desesperó. Se acordó del árbol de la ciencia del bien y del mal; allí era el único lugar en donde su compañera podría ser engañada.

21 Esperando obstruir la única oportunidad del enemigo, avanzó en dirección al lugar de la prueba. Su corazón latió fuertemente al contemplar a lo lejos la copa del árbol prohibido. Con la serpiente en sus brazos, Eva la interrogó respecto de muchas cosas. Se maravilló al percibir que la serpiente la sobrepujaba grandemente en conocimiento. Llena de curiosidad, preguntó a la serpiente: — ¿Dónde está la fuente de tu tan gran saber? Respóndeme, pues quiero también poseerla. — Sin perder tiempo, Satanás, señalando hacia el árbol de la ciencia del bien y del mal, respondió: —allí esta la fuente de todo mi saber. —

22 Él le contó entonces una mentirosa historia: dijo que era una serpiente como las demás, comiendo de los frutos del paraíso. Probando cierto día de aquel fruto prohibido, recibió, como por encanto, todas las virtudes. Mirando hacia el árbol de la ciencia del bien y del mal, Eva estaba sorprendida y confundida. ¡¿Privaría el Creador en su amor algo tan bueno a sus criaturas?! Viéndola sorprendida, Satanás preguntó: — ¿Es así que Dios dijo: No comeréis de todos los árboles del jardín? — Eva, inquieta, le respondió: — De los frutos de los árboles del jardín comemos, mas del fruto de ese árbol que vos decís ser fuente de sabiduría, dijo Dios: "No comeréis de él, para que no muráis." — La serpiente en tono de desdén dijo: —Eso es falso. Si fuese así, yo habría muerto.

23 Ciertamente el Eterno les prohibió comer de ese árbol para impedir que el hombre llegue a recibir como Él, conociendo todas las cosas. — Las palabras seductoras de la serpiente causaron confusión en la mente de Eva. ¿En quién confiaría? Tenía en mente el recuerdo de la orden del Creador y de su sentencia, pero al mismo tiempo tenía delante de sí una prueba palpable que Lo contradecía. Aturdida, comenzó a dudar del carácter del Eterno. En un desafío, la serpiente cogió frutos del árbol prohibido y comenzó a saborearlos.

24 Colocando un fruto en las manos de la mujer, la estimuló a comer, diciendo: — ¿No dijo el Eterno que si alguien tocase ese fruto moriría?— Un completo silencio reinaba sobre el Universo. En cada planeta habitado, los hijos de la luz contemplaban impotentes aquella angustiante escena. El futuro de ellos estaba en juego. En Jerusalén había gran conmoción. Poderosos ángeles se presentaron delante del Creador, solicitando permiso para desenmascarar al cobarde enemigo, oculto en aquella serpiente. El Eterno, sin embargo, les impidió tal acción. Si el uso de la fuerza fuese la solución, ya la habría aplicado.

25 Debían respetar el libre albedrío concedido al hombre, pudiendo él manifestar su elección bajo la tentación del enemigo. Los hijos de la luz sufrían inmensamente al ver a la mujer dudando de Aquél que tan bondadosamente les había dado la vida y la oportunidad de reinar en aquel paraíso. ¡¿Cómo podía dudar de quién les dedicaba tanto amor?! Adán, que en una fuerte esperanza de asegurar la acariciada victoria se apresuraba en su corrida, contempló a lo lejos a su amada, sentada junto al árbol de la prueba.

26 ¡¿Qué hacía Eva en aquel lugar tan peligroso?! Un presentimiento horrible le sobrevino, al acordarse una vez más de las advertencias recibidas, mas procuró desterrarlo con el pensamiento de que alcanzaría a su esposa antes de que algún mal le ocurriese. Eva vacilaba en su convicción al contemplar el fruto en sus manos. Por algunos momentos el futuro le pareció sombrío y aterrador, pero venció ese sentimiento, pensando en las glorias que habría de conquistar al comer aquel fruto. Todavía un tanto indecisa, levantó lentamente las manos hasta tocar el fruto con los labios.

27 Los súbditos del reino de la luz, estremecidos, se inclinaron arrebatados de gran espanto. Parecía casi imposible, en ese momento, que la mujer volviera atrás. Mientras que pálidos los fieles indagaban sobre una posible esperanza, presenciaron con horror la terrible decisión de Eva: Había resuelto romper para siempre con el Creador, tornándose cautiva de la muerte. El Eterno, que en silente dolor contemplaba aquella escena de rebelión, inclinó la frente teniendo la faz bañada en lágrimas.

28 No podía soportar el dolor de aquella separación. Los fieles, que en pánico se creían vencidos, fueron concientizados de que no todo estaba perdido. Si Adán resistiese la tentación, permaneciendo fiel al Eterno, él sellaría la gran victoria. Eva, que había sido víctima de un engaño, podría ser concientizada de su error, siendo favorecida con el perdón divino. Cuando Adán en su angustiosa corrida alcanzó el lugar de la prueba, ya era demasiado tarde. Sentada junto al río, Eva saboreaba despreocupadamente el fruto prohibido.

29 Adán se estremeció. ¿Sería el mismo fruto de la prueba? En un gesto de esperanza miró hacia el árbol de la ciencia del bien y del mal, mas en llanto reconoció la triste condenación. Lleno de tristeza contempló a su esposa, mas no encontró palabras para despertarla de la tan amarga realidad. En completa desesperación, elevó la voz en una dolorosa exclamación: "Eva, Eva, qué es lo que estás haciendo". Al comer del fruto prohibido, la mujer fue tomada por emociones que la hicieron imaginar haber alcanzado una esfera superior de vida. Al oír la voz de su esposo, todavía tomada por las emociones ilusorias, levantó la frente estampando una sonrisa, pero se sorprendió al verlo llorando.

30 Con profunda amargura, Adán procuró saber la razón que la había llevado a rebelarse contra el Eterno. Eva, prontamente, comenzó a contarle la fantástica historia de la sabia serpiente. Satanás sabía que esa historia de la serpiente jamás convencería al hombre a comer del fruto del árbol prohibido. Precisaba encontrar una manera sutil de llevarlo a sellar su suerte siguiendo los pasos de su esposa. Teniendo a Eva bajo su poder, resolvió hacer de ella el objeto tentador. Aguardaría el momento oportuno para enlazarlo. En el día en que de él comiereis, ciertamente moriréis. El recuerdo de esta sentencia dejaba a Adán muy afligido.

31 La expectativa de ver a su amada falleciendo en sus brazos, era demasiado para soportar. Esta aflicción, sin embargo, fue disminuyendo, al ver que ella continuaba feliz y cariñosa a su lado, como si ningún mal le hubiese acontecido. Aliviado, Adán volvió a sonreír, correspondiendo a los afectos de su compañera. Se rindió a las más dulces emociones, lejos de saber que era el enemigo quien lo envolvía en aquellos abrazos. En ese momento de embeleso, Eva comenzó a hablarle de su experiencia con la ciencia del bien y del mal.

32 Le habló de los tesoros de la sabiduría que le habían sido abiertos. En su nuevo reino, viviría muy feliz. Sin embargo, esa felicidad sería incompleta sin la participación de su esposo. Le habló de la imposibilidad de retroceder en sus pasos, e insistió para que él la siguiera. Después de hablarle de su decisión, Eva, con una dulce sonrisa, le extendió las manos conteniendo un fruto, pidiéndole que lo comiese en una demostración de su amor por ella. Con la voz tentadora en sus oídos, Adán se sentó en el césped en profunda reflexión.

33 Su faz se tornó nuevamente pálida y sus manos temblorosas. Temía rebelarse contra el Creador, pero al mismo tiempo comprendía que no conseguiría vivir separado de su compañera, a quién amaba con infinito amor. Eva era carne de su carne, la extensión de su ser. Se sentía angustiado al tener que tomar una decisión tan seria. La palidez del rostro de Adán se reflejó en el semblante de todos los fieles al Eterno. Oyeron la insinuación del enemigo y percibieron con horror la vacilación del hombre. La indecisión de Adán los dejaba desesperados.

34 Si obedeciese él aquella propuesta de Satanás, toda felicidad sería eternamente desterrada. En las decisiones del ser humano estaba el destino de todo el Universo. ¿Atendería él a la solicitud de Satanás? Después de intensa lucha interna, Adán miró hacia su compañera; a ella se había unido en promesas de una eterna entrega. No la dejaría sola ahora. Compartiría con ella los resultados de la rebelión. Tomó entonces de las manos de Eva un fruto y, en un gesto precipitado, lo llevó a la boca.

35 Procurando apagar la voz de su conciencia, que le hablaba de una eterna perdición, Adán se lanzó en los brazos de su esposa, disfrutando el alto precio de su rebelión. Satanás, con gritos de triunfo, dejó el paraíso, volando rápidamente junto a sus innumerables huestes, que aguardaban ansiosas el resultado de tan arriesgada tentativa. Al saber de la desgracia humana, se unieron en una estruendosa fiesta. Se sentían seguros. Sión ahora les pertenecía por derecho, pudiendo allí establecer un reino eterno, jamás siendo molestado por las leyes del Eterno.

36 En todo el Universo los hijos de la luz sufrían y lloraban la derrota. Nunca hubo tanta tristeza y horror ante el futuro. Las voces que vivían para entonar alabanzas al Creador proferían ahora lamentaciones. El Eterno, que vencido por el infinito dolor Se había postrado en llanto ante la caída del hombre, no estaba, empero, sorprendido. Incluso antes de crear el Universo ya había previsto ese triunfo de la rebeldía y, en Su sabiduría y amor, había idealizado un plan de rescate que lo implicaría en un inmenso sacrificio.

37 Secando las lágrimas de Su llanto, Se propuso actuar poderosamente en favor de Sus fieles afligidos, impidiendo que éstos cayeran en las manos de los enemigos. En esa misteriosa intervención que aparentemente deponía contra la justicia, el Eterno ordenó que Sus más poderosos ángeles circundasen inmediatamente el jardín del Edén, impidiendo que Satanás tomase posesión del monte Sión. Consoladas ante la manifestación divina, las potentes criaturas, en pronta obediencia, rompieron el espacio infinito, rodeando en instantes el paraíso, en el seno del cual el ser humano, trastornado ya por el pecado, vivía el negror de una noche que sería larga y cruel.

38 Siendo la autoridad del Eterno fundamentada en la justicia, ¿de qué manera podría justificar Sus acciones delante de los enemigos? ¿No había entregado por Su voluntad el reino al hombre, y éste por libre elección no lo había sometido a Satanás? Mientras que sorprendidas las criaturas racionales consideraban las acciones decisivas de Dios, oyeron Su potente voz que, repercutiendo por toda la creación, traía la revelación del gran misterio —revelación tan maravillosa que a partir de aquel momento, por toda la eternidad, ocuparía la mente de los fieles, siendo tema para las más dulces meditaciones. —

39 El Eterno habló primeramente sobre la terrible condenación que pendía sobre el hombre y toda la creación. Dijo que, al desligarse de la Fuente de la Vida, el hombre se había precipitado en tan profundo abismo que no podría ser alcanzado por Su brazo de justicia y poder. Humillado y torturado por las garras del enemigo, no le quedaba al hombre otra suerte más allá de la muerte—fruto doloroso de su espontánea rebelión. — Considerando la situación humana, las huestes de la luz no veían posibilidades de triunfo. Sabían que solo el hombre podría retomar el dominio del enemigo, devolviéndolo al Creador.

40 Pero el ser humano, eternamente esclavizado en su naturaleza, sería incapaz de tal victoria. Con voz melodiosa y llena de ternura, Dios reveló el plan de la redención, diciendo: "En verdad, el hombre cosechará el fruto de su rebelión en una terrible muerte. No puedo, con mi poder, cambiarle la suerte. Si actuara así, sería injusto delante de mi decreto. Pero haré caer toda la condenación sobre un Substituto que surgirá en la descendencia humana. Ese Hombre no traerá en sus manos las argollas de la muerte, siendo inocente e incontaminado en Su naturaleza.

41 Como representante de la raza humana, enfrentará a Satanás y lo vencerá. Después de triunfar en esa batalla, probando que el amor es más fuerte que el egoísmo, que la verdad es más fuerte que la mentira, que la humildad es más poderosa que el orgullo, el fiel Substituto levantará las manos victoriosas no para saludar la gran conquista, sino para tomar de las manos de la humanidad esclavizada la copa de su condenación. Sorberá así, sumiso, el cáliz de la eterna muerte.

42 Ese inmenso sacrificio abrirá a los seres humanos una oportunidad de ser redimidos, volviendo a los brazos del Creador, juntamente con el dominio perdido." Las huestes, sorprendidas ante la revelación del Eterno, indagaron la identidad de Ese Substituto. El Creador, con una sonrisa amorosa, les dijo: "Yo seré ese Hombre. Mi Espíritu reposará sobre una virgen, y en ella será engendrado un Hijo Santo. Ese joven será divino y humano. En su humanidad, él será sumiso a la divinidad que en Él habitará. Los redimidos verán en Él al Padre de la Eternidad, el Creador y Redentor, el Rey de los reyes. Su nombre será Yoshua (nombre hebraico que traducido significa el Eterno salva)." Asumiendo la naturaleza humana, Dios podría pagar el alto precio del rescate, muriendo en lugar de los pecadores.

43 Las huestes de la luz se quedaron enmudecidas al conocer el plan del Creador. El pensamiento de verlo a Él someterse a tan penoso sacrificio, a fin de redimir el dominio perdido, era demasiado para soportarlo. No había, sin embargo, otra esperanza de victoria, a no ser a través de esa amorosa entrega. Después de disfrutar el alto precio del pecado, la joven pareja se sintió mal. Inicialmente sintieron un gran vacío en el corazón, que luego fue rellenado por el remordimiento y por la tristeza. Percibieron que, inspirados por la codicia, habían sellado su triste suerte y la de toda la creación. Les parecía oír a lo lejos el gemido de un Universo vencido.

44 El sol, que los había llenado de vida y calor en aquel día, se ocultaba en el horizonte, anunciándoles una negra noche. El arrebol, que antes allí les había anunciado el feliz encuentro con el Creador, parecía envolverlos en una sentencia de que jamás despertarían hacia un nuevo día. No osaban siquiera mirar hacia la cima, temiendo ver caer sobre ellos el rayo del juicio que los reduciría a polvo. Con la mirada dirigida hacia el suelo frío, les venía a la memoria la sentencia: "En el día en que de él comiereis, ciertamente moriréis." Lágrimas desesperadas rodaban en sus rostros al aguardar el trágico final. Al considerar el motivo de su rebelión, Adán comenzó a recriminar a su esposa por haber dado oídos a la serpiente.

45 Eva, a su vez, buscando excusarse, lanzó la culpabilidad sobre el Creador, diciendo: "¡¿Por qué el Eterno permitió que la serpiente me engañara?!" El amor que reinaba en el corazón humano desaparecía, dando lugar al orgullo y al egoísmo, que se fundían en resentimientos y odio. Su naturaleza ya no era pura y santa, sino corrompida y llena de rebeldía. Todo estaba cambiado. Incluso la mansa brisa que antes allí los había bañado en caricias refrescantes, congelaba ahora a la culpable pareja.

46 Los árboles y las canteras floridas, que eran su deleite, consistían ahora en obstáculos al caminar sin rumbo en aquella noche. El propósito de Satanás en llenar el sábado de tinieblas parecía haberse cumplido. En aquella noche, no existía siquiera el reflejo plateado del claro lunar para hablarles de esperanza. Las estrellas centellantes, suspendidas en el oscuro cielo, estaban ofuscadas por el dolor. Bajaban sobre el mundo las tinieblas de una larga noche de pecado —sombras bajo las cuales tantos se arrastrarían sin la esperanza de un amanecer. — Era alta noche ya y las tinieblas parecían envolver a la triste pareja en eternas sombras.

47 Ni siquiera meditaban en sus pocas palabras, sofocadas por la agonía, de un amanecer. Cabizbajos, andaban a tientas de aquí para allá, en la expectativa del juicio inminente, que los reduciría al frío polvo, olvidados bajo aquellas tinieblas sin fin. Apareció repentinamente un brillo en el cielo, que iba aumentando a medida que se aproximaba a la tierra. La pareja se estremeció, pues sabían que era el Creador que venía a darles el castigo. Vencidos por el pánico, se pusieron a correr, distanciándose del monte Sión, el lugar de la vergonzosa caída. Justamente hacia allá vieron al Creador dirigirse. Ellos, que siempre corrían al encuentro del amoroso Padre, atraídos por Su luz, ahora huían desesperados en busca de lugares oscuros, y de denso bosque.

48 El Eterno, movido por infinito amor, comenzó a seguir los pasos de la pareja fugitiva. Mientras caminaba, lloraba al recordar los momentos felices que había pasado junto a ellos en aquel paraíso. ¡Como se había transformado todo! Sus hijos no conseguían ver más en Él un Padre de amor, sino alguien que, airado, buscaba castigarlos. Movido por un fuerte anhelo de abrazar a Sus hijos humanos, Dios hizo repercutir la voz en una indagación: "¿Adán, dónde os encontráis?" Su voz, al sonar en medio de las tinieblas, traía consigo solamente un eco vacío que hablaba de ingratitud y rebeldía.

49 ¡Como deseaba envolver a la pareja en un ardiente abrazo, y con palabras de cariño confesarle que Su amor era el mismo! Al ver a Sus hijos huyendo de Su presencia, el Eterno fue embargado de un gran dolor. Ante Su mirar turbado de lágrimas, se extendía el futuro de la raza humana. ¡Cuántos, engañados por Satanás, huirían de Su presencia en el transcurso de la larga noche de pecado, juzgando en Él un Señor tirano, que vive buscando faltas y flaquezas en los pecadores, a fin de castigarlos! El Creador, aún así, no desistiría de buscarlos por los valles sombríos del reino de la muerte, hasta conquistar un pueblo arrepentido. Adán y Eva, exhaustos por la presurosa fuga, se escondieron por entre el follaje al pie de una higuera.

50 Reconociendo su desnudez, procuraban hacer delantales cosiendo aquellas hojas. Vestidos así, creyeron poder librarse del sentimiento de vergüenza ante el Creador. El Eterno, aproximándose al lugar donde la pareja se escondía, preguntó: — ¿Adán, dónde estáis? — No pudiendo ocultarse más de Dios, Adán se levantó juntamente con su compañera y, cabizbajos, se presentaron ante el Creador, postrándose trémulos a Sus pies. No consiguieron encararlo más, debido al sentimiento de culpabilidad.

51 El Creador, cariñosamente, los tomó de las manos, levantándolos del suelo, y, con una expresión de tristeza en el semblante, les preguntó: — ¿Por qué huían de mí? ¿Acaso comieron del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal? — Adán, todo tembloroso, con voz entrecortada por sollozos de temor, respondió: —La mujer que me diste por compañera, ella me dio del fruto y yo comí. — Con esta respuesta, Adán buscaba excusarse, lanzando la culpa sobre su esposa.

52 Volteándose hacia Eva, el Eterno le preguntó: — ¿Por qué hiciste eso?— Eva prontamente Le respondió: —Aquella serpiente me engañó y yo comí. — Ambos no querían reconocer la culpa, lanzándola sobre otros. En pocas palabras, atribuían al Creador la responsabilidad por todo el mal practicado: ¿"Por qué les había concedido el libre albedrío? ¿Por qué había creado a la mujer? ¿Por qué había creado a la serpiente?" Silente, Dios observaba a Sus hijos que, tímidos y desconcertados, permanecían delante de Sí.

53 Con profunda tristeza, Él previó que esa sería la experiencia de incontables seres humanos en el transcurso de la historia. ¡Cuántos habrían de perderse por no reconocer la propia culpa! ¡Cuántos procurarían justificarse, lanzando sus errores sobre los demás y hasta sobre el mismo Creador! Con blandas palabras, el Eterno procuró hacerlos reconocer su culpa. Solamente reconociendo su necesidad, podrían ser ayudados. Mirando hacia las frágiles vestiduras tejidas por manos pecadoras, dijo a la pareja: —Hijos, esas vestiduras son insuficientes, inmediatamente secándose se desharán. Vosotros precisáis de vestiduras duraderas, que puedan cubrir vuestra desnudez, librándoles de la condenación. Si vosotros quisierais, Yo puedo darles esa vestidura. —

54 Ante las palabras bondadosas del Creador, que traían esperanza, la pareja se postró arrepentida, desprendiéndose de sus ilusorias vestiduras, símbolos de su fracaso. Añoraban ahora las vestiduras de la salvación, prometidas por el divino Padre.



Extracto de EL LIBRO DE MELQUISEDEC
Una revelación del verdadero carácter del Mesías
Autores de la traducción al español:
Isaac Ramírez Vargas y Ezequiel Ramírez Vargas
Tomado de la versión en portugués de Enoch Mucheroni
Traducción al español: Isaac Ramírez Vargas, y Ezequiel Ramírez Vargas.

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