El trabajo del pensamiento

Omraam M. Aivanhov


- El pensamiento permite extraer la quintaesencia.

Se ha acostumbrado de tal manera a los hombres a trabajar en la superficie de las cosas, que ahora resulta difícil llevarles hacia otra concepción. No se dan cuenta de que en el trabajo del pensamiento se encuentran posibilidades insospechadas que ninguna otra actividad puede proporcionarles.

Consideremos algunos ejemplos. Cuando se extraen minerales de hierro, de cobre... se necesitan toneladas y toneladas de este mineral para obtener una cierta cantidad de metal. El resto, es la ganga, la tierra que rechazamos. Para obtener algunos litros de esencia de rosa de Bulgaria, también se necesitan vagones de pétalos. Por ello un litro de esa esencia de rosas vale una fortuna.

En general, los trabajos humanos consisten, de algún modo, en remover toneladas de ganga, la materia más grosera, mientras que el trabajo del pensamiento permite extraer la quintaesencia de ella. Si no sabéis trabajar mediante el pensamiento para concentraros, controlaros, dominaros, orientar vuestras energías y dirigirlas hacia las regiones superiores, no obtendréis otra cosa que vagones de mineral con los cuales no sabréis qué hacer hasta que no aprendáis a extraer su quintaesencia.

Los trabajos que hacen los Iniciados tienen por fin, precisamente, obtener esa quinatesencia, que es algo imponderable que da un gusto y sentido a las cosas. Aunque poseáis todas las riquezas de la tierra, si no tenéis esa quintaesencia que se encuentra en el plano mental, os sentiréis pobres, vacíos, inquietos e insatisfechos. Porque no es la cantidad de materia lo que da un sentido a la vida, sino su cualidad, su quintaesencia.


- Utilizar siempre el pensamiento para el bien.

En general, los espiritualistas saben que el pensamiento es una fuerza que puede tomar forma y producir realizaciones, pero ignoran las perturbaciones que un pensamiento puede provocar en el inmenso organismo que cósmico al que pertenecemos. No se preguntan jamás si los proyectos en que se concentran continuamente están de acuerdo con los planes de Dios, y se lanzan con inusitada violencia a obtener lo que desean... es preciso que comprendan que el pensamiento no debe servir para obtener dinero, para seducir a las personas, para adquirir bienes que la vida parece siempre negar. El pensamiento debe dirigirse siempre hacia el bien de todos, debe tener un fin impersonal desinteresado: la felicidad de todos los hombres, la realización del reino de Dios en la Tierra.


- La función de la música en el trabajo del pensamiento.

La música representa una poderosa corriente, produce impulsos, anhelos en nosotros; por eso debemos utilizarla para contactar con nuestro ideal, para volver a encontrar los instantes preciosos, espirituales, que hemos vivido. Escuchando música debemos apelar a lo que hay de mejor en nosotros; debe ser como el viento que infla las velas de nuestro navío para conducido hacia su predestinación celeste.


- La concentración

Si estáis agitados e intentáis concentraros enseguida, produciréis un choque violento en vuestras células. Debéis ser diplomáticos con vuestras células. No interesa que sospechen lo que vais a exigides. Así pues empezad por tranquilizadas, después buscad la forma de orientarlas, suavemente, lentamente, diestramente, y así lograréis vuestros fines y podréis concentraros sobre la cuestión que os preocupa. Proceded por etapas sucesivas hasta el momento en que se produzca en vosotros un equilibrio tan grande y poderoso que todas vuestras células colaboren con vosotros. Entonces habréis dado una orientación tan adecuada a vuestro pensamiento que éste continuará todos los días en la misma dirección, de la misma manera.


- Meditación, contemplación, identificación.

La meditación es una actividad del intelecto que se esfuerza por penetrar las verdades espirituales.

La contemplación es una actividad del corazón o del alma que se detiene en una imagen, una cualidad o una virtud, para deleitarse con su luz, con su belleza, y comulgar con ella.

Y por encima de la meditación y de la contemplación, existe el trabajo mágico, que es una actividad de la voluntad, del espíritu que se identifica con el Creador para crear.


- La meditación

La meditación es como la masticación de los alimentos. Cuando introducís alimentos en vuestra boca y los masticáis, las glándulas trabajan y absorbéis por la lengua las energías más sutiles, más espirituales. La meditación es la masticación de los pensamientos. Pero evidentemente, cuando se habla de la meditación, se sobreentiende que el pensamiento se dirige a cuestiones de orden filosófico, espiritual, místico. La meditación debe llevaros hacia un mundo más elevado y aportaros la luz y la paz.


1. La meditación como medio de realización.

Hay que empezar a meditar sobre temas accesibles. El ser humano está creado de tal forma que no puede vivir naturalmente en un mundo abstracto. Debe, en consecuencia, asirse primeramente a lo que es visible, tangible, cercano a él, a lo que ama. Supongamos que sentís amor por la belleza, o por la inteligencia... y que queréis obtenerla. Intentad entonces concentraros e imaginad lo que querríais ser, contemplad este ser en el que os queréis convertir y sentiréis aumentar vuestra alegría, vuestra confianza y vuestra vitalidad como si saboreaseis por adelantado lo que llegará a producirse un día. Haced el siguiente ejercicio: durante diez, veinte minutos, imaginad que lo que deseáis ya se ha realizado, contemplaos en la luz, junto a Dios, haciendo cosas estupendas. El pensamiento que prepara así el camino os conducirá cada vez más hacia la realización de lo que deseáis.

Pero estad atentos al estudiar vuestros deseos y vuestros proyectos, porque si son demasiado personales, si no vibran en armonía con el orden establecido por Dios en toda la creación, entrarán en conflicto con las leyes divinas, con otras vidas, con otras entidades, con todo un orden vibratorio, y no triunfaréis. O, si triunfáis, aún será peor. Por lo menos, el fracaso os habrá evitado todo tipo de decepciones y accidentes, y al no triunfar, os habréis ahorrado muchos disgustos.


2. Los dos mejores temas de meditación.

a) Ser un instrumento en las manos de la Divinidad.

Todos los temas de meditación son buenos: la salud, la belleza, la riqueza, la inteligencia, el poder, la gloria, pero el mejor ejercicio, consiste en meditar en el mismo Dios, para impregnarse de Su amor, de Su luz, de Su fuerza, para vivir un momento en Su eternidad... y en meditar con el fin de servirle, de someterse a El, de unirse a El. Si os sentís como un instrumento absolutamente abandonado en las manos de Dios, con el fin de que El piense a través vuestro, de que sienta a través vuestro, de que obre a través vuestro, si os abandonáis a la voluntad de la sabiduría, de la luz, ésta, que lo sabe todo, os guiará.

b) Realizar el Cielo en la tierra.

Puesto que el hombre ha sido enviado a la tierra, es preciso que sepa qué trabajo debe hacer.

Jesús dijo: «Así en la tierra como en el Cielo», lo que significa que el Cielo debe descender a la tierra. Pero, ¿qué tierra? Nuestra tierra, nuestro cuerpo físico. Así pues, después de haber hecho el trabajo espiritual necesario para alcanzar la cima, el Cielo, hay que descender para organizado todo abajo. La inmortalidad está arriba, la luz está arriba, la armonía está arriba. Pero, ¿por qué no debería encarnarse abajo, en el mundo físico, todo lo que está arriba?

La filosofía de Cristo consiste en hacer descender el Cielo a la tierra, es decir, en realizar el Reino de Dios y Su Justicia. Jesús trabajaba para este Reino, y pidió a sus discípulos que trabajaran también para este Reino. Por lo tanto es aquí donde debemos trabajar, empezando por nuestro cuerpo.

He ahí, pues, los dos mejores temas de meditación: cómo consagrarse enteramente al servicio de la Divinidad, y cómo realizar, concretizar, materializar en la tierra el mismo Cielo. El sentido de la vida está contenido en estas dos actividades. Todo lo que se aparta de estas dos actividades tiene una significación, naturalmente, pero no un significado divino.


- La contemplación.

La contemplación es una actividad del alma. En la contemplación participa todo el ser, su alma se expansiona, se ofrece, y realiza una fusión con el objeto que contempla.

La contemplación es la forma más elevada de oración. Por la oración, os eleváis hasta la contemplación del esplendor divino, y ante tal esplendor, sentís una Puesto que ignoramos cuáles son los proyectos del Señor respecto a nosotros, hay que pedirle que nos ilumine, y si aún quedan cosas oscuras hay que suplicarle diciendo: «Señor, no llego a entenderlo bien, pero haz por lo menos lo que sea necesario: empújame, aunque no quiera, a cumplir Tu voluntad, sírvete de mí, toma posesión de mí, haz de mí Tu morada».

Sucede a veces que se desconoce la voluntad del Señor. Se sabe, naturalmente, la dirección general: siempre se trata del bien, el desinterés, el sacrificio, el amor, la abnegación, la bondad, la generosidad, etc... Pero hay casos en que no se puede saber con precisión qué espera de nosotros.

Ent0nces, puesto que nos falta la clarividencia, la lucidez, hay que decir: «Dios mío, hágase tu voluntad a pesar mío.» No es dado a todo el mundo el tener ideas muy claras sobre la utilidad o el valor de lo que se quiere acometer. A veces se realizan los proyectos de Dios ciegamente.

Por lo tanto hay que suplicar al Cielo y exigir, incluso con amenazas, que un día, por fin, pueda servirse de vosotros. Decid: «He ahí que por fin lo he comprendido : no hay nada que hacer con mi naturaleza inferior, es testaruda, dura, corruptible, no llegaré nunca a cambiarla.

¡Oh, entidades celestiales, cambiadla, enviadme las criaturas más perfectas, las más maravillosas, para que se instalen en mí, para que me guíen, me instruyan y tomen la dirección de mi vida!

Puesto que ni siglos ni milenios serían suficientes para cambiarla, entonces atadla fuertemente, reemplazadla por espíritus luminosos capaces de subyugarla, y haced que, a pesar mío, logre realizar vuestros designios.»

Cuando rezáis: «Señor, Dios, venid a reemplazar mi personalidad, tomad Vos mismo la dirección de mi vida», no sólo actuáis sobre las partículas materiales de extraordinaria dilatación, saboreáis el éxtasis. En este éxtasis vuestra conciencia se extiende, abrazáis todo el universo, os expandís hasta alcanzar las dimensiones de la Divinidad. Todos los que han conocido el arrebato de la contemplación tenían la sensación de no encontrarse en la tierra, en su limitado cuerpo fisico; se sentían inmersos en el Alma Universal, fusionados con ella... Luego, naturalmente, descendían nuevamente, reemprendían su trabajo cotidiano, pero, durante algunos minutos, algunas horas, habían vivido en el infinito, en la fusión, en el éxtasis.


- La identificación.

El fin del trabajo espiritual consiste en la identificación con la Divinidad. En la India, los Iniciados han resumido este trabajo de identificación con la fórmula: «Yo, soy El», es decir, sólo El existe, yo sólo soy un reflejo, una repetición, una sombra. En realidad, no existimos como personas separadas, formamos parte del Señor, sólo El existe y somos una proyección Suya.

Cuando el discípulo dice: «Yo, soy El», comprende que no existe fuera del Señor y que uniéndose conscientemente a El, se acerca a El hasta convertirse un día en creador como El.




Extracto de LA NUEVA TIERRA
OMRAAM MIKHAEL AIVANHOV

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