Los principios del pensamiento.
Annie Besant
Pocos, fuera del círculo de los estudiantes de sicología, se han preocupado gran cosa respecto de la cuestión de "como se origina el pensamiento". Cuando venimos al mundo nos encontramos en posesión de una gran masa de pensamiento ya formada, un gran acopio de lo que se llama "ideas innatas", Estos son conceptos que traemos con nosotros al mundo, son los resultados condensados o resumidos de nuestras experiencias en vidas anteriores a la presente. Con este acopio mental de que disponemos principiamos nuestras transacciones en esta vida, y el psicólogo nunca puede estudiar por la observación directa los principios del pensamiento. Puede, sin embargo, aprender algo observando al niño; pues asimismo como el nuevo cuerpo físico recorre en la vida prenatal la larga evolución física del pasado, así el nuevo cuerpo mental atraviesa rápidamente los grados de su largo desarrollo.
Si se observa atentamente a un niño, se verá que las sensaciones - respuesta a los estímulos por sentimientos de placer o de dolor, y primitivamente por los últimos - preceden a toda señal de inteligencia. Antes del nacimiento, el niño fue sostenido por las fuerzas de vida que fluían a través del cuerpo de la madre. Al entrar en una existencia independiente, éstas son excluidas. La vida exhala del cuerpo y ya no se renueva; a medida que disminuyen las fuerzas vitales, siéntese la necesidad, y esta necesidad es dolor. La situación de tal necesidad procura quietud y placer, y el niño vuelve a caer en la inconsciencia. Al poco tiempo la vista y el sonido despiertan sensaciones, pero todavía no se presenta ninguna señal de inteligencia.
La primera que aparece es cuando la presencia o la voz de la madre o de la nodriza se relaciona con la satisfacción de la siempre recurrente necesidad, con el placer que proporciona el alimento; el enlace de un objeto externo con la sensación causada por el mismo, es la primera impresión de la inteligencia, el primer pensamiento, técnicamente una percepción. La esencia de esto es el establecimiento de una relación entre una conciencia, un Jivatma, y un objeto, y dondequiera que se establece esa relación, el pensamiento existe. Este hecho sencillo y siempre comprobable, puede servir como un ejemplo general del principio del pensamiento en un Yo separado; en tal Yo separado, las sensaciones preceden a los pensamientos; la atención del Yo se despierta por la impresión que se hace en él y al que responde con un sentimiento.
El sentimiento macizo de la necesidad, debido a la disminución de la energía vital, no despierta por si mismo el pensamiento; pero esta necesidad es satisfecha por el contacto de la leche que causa una impresión local definida, impresión seguida por un sentimiento de placer. Después que esto se ha repetido muchas veces, el Yo se asoma al exterior, vagamente, a tientas; al exterior a causa de la dirección de la impresión que ha venido de afuera. La energía de la vida fluye de este modo al cuerpo mental y lo vivifica, de suerte que refleja - en un principio débilmente - el objeto que, al ponerse en contacto con el cuerpo, ha causado la sensación. Esta modificación en el cuerpo mental, repetida una y otra vez, estimula al Yo en su aspecto de conocer y vibra en correspondencia. El ha sentido necesidad, contacto, placer, y con el contacto una imagen se presenta, siendo afectada la vista lo mismo que los labios, dos impresiones de los sentidos que se mezclan.
Su naturaleza propia inherente enlaza juntos los tres, la necesidad, la imagen contacto y el placer, y este enlace es pensamiento. Mientras que así no responda, no existe allí pensamiento alguno; el Yo es el que percibe, no ningún otro inferior. Esta percepción particulariza el deseo, que cesa de ser un vago anhelo por algo, y se convierte en un deseo definido por una cosa especial: la leche. Para la percepción necesita revisión, pues el Conocedor ha asociado tres cosas, una de ellas tiene que ser separada: la necesidad. Es insignificativo que en una etapa primitiva la vista de la nodriza despierte la necesidad; es el conocedor despertando la necesidad cuando aparece la imagen con aquella asociada; el niño, que no tiene hambre, llorará por el pecho al ver a la madre, más tarde esta errónea relación se rompe, y la nodriza es asociada con el placer como causa, y vista como el objeto del placer. El deseo hacia la madre se establece de este modo, y luego se convierte en otro estimulo del pensamiento.
- Relación entre sensación y el pensamiento.
En muchos libros de sicología, tanto orientales como occidentales, se especifica claramente que todo pensamiento tiene su raíz en la sensación, que hasta que se hayan acumulado un gran número de sensaciones, el pensar no puede existir. "La mente, tal cual la conocemos - dice H. P. Blavatsky -, puede resolverse en estados de conciencia de variable duración, intensidad, complejidad, etc., fundándose todo, en último término, en la sensación". Algunos escritores han ido aún más lejos, declarando que no sólo son las sensaciones el material con que se construyen los pensamientos, sino que los pensamientos son producidos por las sensaciones, negando de este modo al Pensador y al Conocedor. Otros, en el extremo opuesto, consideran al pensamiento como resultado de la actividad del pensador, iniciando desde el interior en lugar de recibir su primer impulso desde fuera, siendo las sensaciones los materiales sobre los cuales emplea su capacidad inherente específica propia, pero no una condición necesaria de su actividad.
Cada una de estas dos opiniones - que el pensamiento es puramente producido de las sensaciones, y que el pensamiento es tan sólo producto del conocedor- son en parte verdad; pero la verdad entera se encuentra entre los dos. Al paso que es necesario, para el despertamiento del conocedor, que las sensaciones obren sobre él desde fuera, y bien que el primer pensamiento se produce a consecuencia de impulsos del sentimiento sirviendo las sensaciones como su antecedente natural; sin embargo, si no hubiese una capacidad inherente para enlazar las cosas, si el Yo no fuese conocimiento en su propia naturaleza, las sensaciones podrían presentársele constantemente sin que se produjese nunca un solo pensamiento. Sólo es la mitad de la verdad que los pensamientos tengan sus principios en las sensaciones; tiene que existir el poder de organizarlas y de establecer entre unas y otras lazos de unión, relaciones, así como también entre ellas y el mundo externo.
El Pensador es el padre, el Sentimiento la madre, el Pensamiento el hijo. Si los pensamientos tienen su principio en las sensaciones y éstas son causadas por choques externos, entonces es de la mayor importancia que cuando las sensaciones surjan del Yo como consciente, la naturaleza y extensión de estas sensaciones sean exactamente observadas por el Yo como conocedor. La primera función del conocedor es observar; si no hubiese nada que observar, permanecería siempre dormido; pero cuando se le presenta un objeto, cuando como perceptor tiene conciencia de un choque, entonces como observador observa. De la exactitud de su poder de observar depende el pensamiento que tiene que formar de todas esas observaciones unidas.
Si observa erróneamente, si entabla una relación equivocada entre el objeto que ocasionó el choque y él mismo, como observador del Choque, entonces a consecuencia de este error, sobrevendrán en su propia obra un número de errores subsiguientes que nada podrá enmendar sino retrocediendo al principio mismo. Veamos ahora cómo funciona la sensación y la percepción en un caso especial.
Supongamos que siento un choque en la mano: el contacto causa una sensación; el reconocimiento de lo que causó la sensación es un pensamiento. Cuando siento un contacto, percibo una sensación, y no hay necesidad de añadir nada en la que se refiere puramente a esta sensación; pero cuando el sentimiento pasó al objeto que lo causó, percibo el objeto y tal percepción es un pensamiento. Esta percepción significa que como conocedor reconozco una relación entre yo mismo y ese objeto, por cuanto ocasionó cierta sensación en mi Yo. Esto, sin embargo, no es todo lo que sucede; pues también experimento otras sensaciones de color, de suavidad, de calor, de contextura, etc.; éstos me son también transmitidos como conocedor, y ayudado por la memoria de impresiones semejantes recibidas otras veces - o sea comparando imágenes pasadas con la imagen del objeto que toca a mi mano -, decido respecto de la clase de objeto que la ha tocado.
En la percepción de las cosas que nos hacen sentir, está el principio del pensamiento; poniendo esto en los términos metafísicos ordinarios, diremos: la percepción del No-Yo es el principio de la cognición. El sentimiento por sí solo no podría dar la conciencia del No-Yo; sólo habría en el Yo el sentimiento del placer o del dolor, una conciencia interna de expansión y contracción. No seria posible una evolución superior si el hombre no pudiese hacer más que sentir; pues sólo cuando reconoce los objetos como causas, es cuando principia su educación humana. Del establecimiento de una relación consciente entre el Yo y el No-Yo depende toda la evolución futura, y esta evolución consistirá en gran parte en que estas relaciones sean más y más numerosas; más y más complicadas y más y más exactas de parte del conocedor.
El conocedor principia su desenvolvimiento externo cuando la despertada conciencia, sintiendo placer o dolor, vuelve su mirada al mundo externo y dice: "Este objeto me causa placer; aquel otro me causa dolor". Hay que experimentar un gran número de sensaciones antes de que el Yo conteste externamente a todo. Luego viene un tanteo torpe y confuso por el placer, debido a un deseo en el Yo senciente de experimentar una repetición de aquél. Y éste es un buen ejemplo del hecho mencionado antes, de que no existe solamente el sentimiento ni puramente el pensamiento; pues el deseo por la repetición de un placer "implica que la imagen del placer permanece, por más débilmente que sea, en la conciencia y esto es memoria y pertenece al pensamiento. Durante largo tiempo, el Yo medio vaga de una cosa a otra, chocando contra el No-Yo de un modo accidental, sino que la conciencia imprima una dirección determinada a estos movimientos, experimentado ya el placer, ya el dolor, sin percibir su causa.
Sólo cuando esto se ha experimentado durante largo tiempo, es cuando es posible la percepción antes mencionada y el principio de la relación entre el conocedor y lo cognoscible.
Extracto de El Poder Del Pensamiento
Annie Besant
489 lecturas