El desarrollo del pensamiento. La observación y su valor.

Annie Besant


Por lo ya expuesto se comprenderá que la observación exacta es un elemento para pensar con claridad. Tenemos que principiar nuestro trabajo en el plano físico, donde nuestros cuerpos se ponen en contacto con el No-Yo. Marchamos hacia arriba, y toda la evolución principia en el plano inferior, pasando al superior; en el inferior tocamos, en primer término, el mundo externo y de éste pasan las vibraciones hacia arriba - o hacia adentro - haciendo surgir los poderes internos.

La observación exacta es, pues, una facultad que debe cultivarse definidamente. La mayor parte de la gente va por el mundo con los ojos medio cerrados, y esto lo puede comprobar cada uno de por sí preguntándose a sí mismo acerca de lo que ha observado al pasar por una calle. Podemos preguntarnos: ¿Qué he observado al pasar por tal calle? Mucha gente no ha observado casi nada; no ha formado ninguna imagen clara. Otros habrán quizás observado unas pocas cosas, algunos quizás muchas. Se cuenta del padre de Houdin que educó a su hijo en la observación del contenido de las tiendas ante las cuales pasaba al ir por las calles de Londres, hasta que llegó a poder dar cuenta de todo lo que contenía el frente de una tienda, con sólo lanzar sobre la misma una simple mirada. El niño normal y el salvaje son observadores, y según sea su capacidad de observación, así es la medida de su inteligencia.

La costumbre de observar de un modo claro y rápido tiene su fundamento; en el hombre de inteligencia mediana, en el pensar con claridad. Los que piensan muy confusamente son, por lo general, los que observan con menos exactitud, excepto cuando la inteligencia está altamente desarrollada y está habitualmente vuelta hacia dentro de si misma. Pero la contestación a la pregunta anterior puede ser: "Estaba pensando en otra cosa, y por tanto no observé". Y la contestación es muy apropiada si el que contesta estaba pensando en algo más importante que la educación del cuerpo mental y que la del poder de la atención por medio de la observación cuidadosa; pero si el que contesta sólo ha estado soñando, vagando su pensamiento de modo indeterminado, entonces ha malgastado su tiempo mucho más que si hubiese dirigido su energía hacia afuera.

Esta distinción debe considerarse como limitando las anteriores observaciones; pues un hombre sumido profundamente en sus pensamientos, no observará los objetos pasajeros porque estará fijo en lo interior, y no en lo exterior. Los altamente desarrollados y los que lo estén sólo parcialmente, necesitan una educación distinta. Pero, ¿cuántos, entre los que no observan, están realmente "sumidos profundamente en sus pensamientos"? En la mente de la mayor parte todo lo que pasa es un vago mirar a cualquier imagen de pensamiento que pueda presentársele; una contemplación, sin objeto determinado, del contenido de su joyero o de sus armarios. Esto no es pensar, pues, pensar significa cómo hemos visto, el establecer relaciones, el añadir algo que no estuviera previamente presente. Al pensar, la atención del conocedor se dirige deliberadamente a imágenes de pensamiento, y trabaja activamente con ellas.

El desarrollo, pues, del hábito de observación constituye una parte de la educación de la mente y los que lo practiquen encontrarán que la mente se esclarece, aumenta en poder y se hace más fácilmente manejable; de suerte que pueden dirigirla a un objeto dado mucho mejor que lo que podían hacer antes. Ahora bien, este poder de observación, una vez definidamente establecido, obra automáticamente registrando el cuerpo mental las imágenes, las cuales puede utilizar después si las necesita, sin exigir la atención de su dueño. Un caso muy trivial, pero significativo, de esta clase, puedo presentar como experiencia propia. Viajando yo en América se suscitó una cuestión acerca del número de la máquina de un tren, en el que habíamos viajado. Esto no fue en modo alguno un caso de clarividencia. El número se presentó instantáneamente en mi mente.

Sin acción alguna consciente mía, la mente había observado y registrado el número al entrar el tren en la estación, y cuando se necesitó saberlo, la imagen mental del tren entrante, con el número en el frente de la máquina se me presentó en seguida. Esta facultad, una vez establecida, es muy útil, pues significa que cuando las cosas han estado pasando en torno de uno sin distraer en aquel momento la atención, se puede, sin embargo, recordarlas mirando el registro que el cuerpo mental había hecho de ellas por su propia cuenta. Esta actividad automática del cuerpo mental fuera de la actividad consciente de Siva (*) , tiene efecto en todos nosotros de un modo más considerable que lo que pudiera suponerse; pues se ha visto que cuando una persona es hipnotizada, refiere muchos pequeños sucesos que le habían acaecido sin despertar su atención.

(*) Siva es la tercera persona del Trimurti india. Siva, o el Mahadeva., no sólo es el reproductor de las formas humanas, sinó también el principio fructificador, el poder generador que compenetra al Universo. - Doctrina Secreta, tomo II, 2da ed.

Estas impresiones llegan al cuerpo mental por medio del cerebro, y se imprimen en éste lo mismo que en aquél. De este modo llegan al cuerpo mental muchas impresiones que no fueron suficientemente fuertes para penetrar en la conciencia, no porque la conciencia no pueda conocerlas, sino porque no está lo suficientemente despierta más que para registrar las impresiones más profundas. En el estado hipnótico, en el delirio, en los sueños físicos, cuando el Siva no está presente, el cerebro da de si estas impresiones, que generalmente están dominadas por las impresiones mucho más fuertes que el mismo Siva hace o recibe; pero si la mente se educa en observar y registrar, entonces el Siva puede recobrar de ellas las impresiones de que este modo se hayan hecho.

Así si dos individuos pasan por una calle, uno de ellos educado en la observación y otro no, ambos pueden recibir un número de impresiones sin que ninguno de ellos se dé cuenta de las mismas en aquel momento; pero después el observador educado podrá recordar estas impresiones, al paso que el otro no. Como este poder depende del pensar con claridad, los que deseen cultivar y dominar el poder del pensamiento, harán bien en no descuidar el cultivo del hábito de observación y sacrificar el mero placer de vagar por donde quiera que la corriente de la fantasía pueda llevarlos.


Extracto de El poder del pensamiento
Annie Besant

407 lecturas

Comentario de lectores

Ninguno para este artículo