La conciencia esta donde quiera que hay un objeto al cual responde.
Annie Besant
En el mundo de las formas, una forma ocupa un espacio definido y no puede decirse - si se permite la frase - que está en un sitio donde no está; esto es, que ocupando cierto lugar, está más cerca o más lejos de otras formas que ocupan determinados sitios con relación al suyo. Si cambia de un sitio a otro, tiene que cruzar el espacio que entre ambos media, cuyo tránsito puede ser rápido o lento, veloz como un relámpago o perezoso como la tortuga, pero que tiene que hacerse y emplear cierto tiempo, ya sea corto o largo. Ahora bien: respecto de la conciencia, el espacio no existe. La conciencia cambia de estado, pero no de sitio, y abarca más o menos, conoce o no conoce aquello que no es ella misma, justamente en la proporción en que pueda o no pueda responder a las vibraciones de los no-yos. Su horizonte se ensancha con su receptividad, esto es con su poder de responder, con su poder de reproducir vibraciones. En esto no hay nada de viajar, de cruzar intervalos intermedios.
El espacio pertenece a las formas, las cuales se afectan más entre sí cuanto más próximas se hallan unas de otras y cuya mutua influencia disminuye a medida que aumenta la distancia que las separa. Todos los que practican la concentración con éxito descubren para si esta no existencia del espacio para la conciencia. Un verdadero adepto puede adquirir conocimiento de cualquier objeto concentrándose en él, sin que la distancia afecte en nada tal concentración. Adquiere conciencia de un objeto que se encuentre, pongamos por caso, en otro planeta, no porque su visión astral actúe telescópicamente, sino porque en la región interna existe el universo entero como un punto; un hombre semejante llega al Corazón de la Vida y ve todas las cosas en él. En los Upanishadas está escrito que dentro del corazón hay una pequeña cámara, y que dentro de ella está el "éter interno", el cual es coextensivo con el espacio; éste es el Atma, el Yo inmortal inaccesible a todo dolor.
Dentro moran el firmamento y el mundo; dentro moran el fuego y el aire, el sol y la luna, los relámpagos y las estrellas, todo lo que está y todo lo que no está en Este (el Universo).
"Chhandogyopanishad", VIII, 1, 3.
Este "éter interno del corazón" es un término místico antiguo que describe la naturaleza sutil del Yo, el cual es, verdaderamente, uno y todo penetrante, de suerte que aquel que sea consciente en el Yo, es consciente de todos los puntos del Universo. La ciencia dice que un movimiento de un cuerpo aquí, afecta la estrella más distante, porque todos los cuerpos están sumergidos en el éter y penetrados por él, un medio continuo que transmite las vibraciones sin fricción alguna, y por tanto, sin pérdida de energía, y por consiguiente a cualquier distancia. Esto es en el aspecto forma de la Naturaleza. Es, pues, natural que la conciencia, el aspecto vida de la Naturaleza, sea del mismo modo toda penetrante y continua. Nosotros sentimos que estamos "aquí" porque estamos recibiendo impresiones de los objetos que nos rodean. Así, cuando la conciencia vibra en contestación a objetos "distantes" de un modo tan completo como a objetos "próximos", sentimos que estamos con ellos.
Sí la conciencia responde a un suceso que tiene lugar en nuestra propia habitación, no hay diferencia en el conocimiento que se adquiere de uno y de otro, y en ambos casos se siente igualmente estar "aquí". El Conocedor está donde quiera que su conciencia puede responder, y el aumento de este poder significa la inclusión en su conciencia de todo aquello a que responde, de todo aquello que está en su esfera de vibración. En este punto también es útil la analogía física. El ojo puede ver todo aquello que puede lanzar vibraciones luminosas en él, pero nada más. Puede responder dentro de cierta esfera de vibraciones; todo lo que esté fuera de ella, por encima axioma hermético "así como es arriba es abajo", o por debajo, es para él oscuridad. El antiguo es una clave en el laberinto que nos rodea, y estudiando lo reflejado abajo, podemos muchas veces aprender algo del objeto que desde arriba se refleja.
Una diferencia entre este poder de estar consciente de cualquier sitio y "el ir" a planos superiores, es que en el primer caso el Jiva, ya esté o no encerrado en sus vehículos inferiores, se siente en el acto en presencia de los objetos "distantes", y en el segundo, revestido del cuerpo mental y del astral, o solamente del primero, viaja velozmente de un punto a otro con conciencia de la traslación. Una diferencia aun mucho más importante es que el Jiva puede encontrarse en medio de una multitud de objetos de los cuales no entiende absolutamente nada, un mundo nuevo y extraño que se sorprende y confunde; al paso que en el primer caso comprende todo lo que ve, y conoce en todas ocasiones la vida así como la forma. Estudiada de este modo, la luz del Yo Uno brilla a través de todo, y se goza de un conocimiento sereno que nunca pudiera adquirirse pasando edades sin cuento en medio del desierto de las formas.
La concentración es el medio por el cual el Jiva escapa de la esclavitud de las formas y entra en la paz. "Para él no hay paz sin la concentración", dice el Maestro (Bhagavad Gita, II, 66); pues la paz tiene su nido en una roca que se cierne sobre las agitadas ondas de la forma.
Extracto de El poder del pensamiento
Annie Besant
227 lecturas