Meditación.

Annie Besant


La meditación puede decirse que la hemos explicado ya, pues es sólo la actitud sostenida de la mente concentrada en un objeto de devoción, en un problema que necesita aclararse para ser inteligible, en alguna cosa cuya vida se quiere penetrar y absorber más bien que no la forma. La meditación no puede verificarse con eficacia hasta que se haya dominado, por lo menos parcialmente, la concentración; pues la concentración no es en fin, sino un medio para llegar a un fin; hace que la mente se convierta en un instrumento cuyo dueño puede usarlo a voluntad.

Cuando una mente concentrada se dirige con fijeza a un objeto con el fin de atravesar el velo y de llegar a la vida y unirla a la vida a que pertenece la mente, entonces se verifica la meditación. La concentración puede considerarse como el moldeamiento del órgano, la meditación como su función. La mente se ha aguzado; entonces se la dirige y permanece firme con el objeto cuyo conocimiento se desea. Cualquiera que se determine a llevar una vida espiritual, tiene que dedicar diariamente algún tiempo a la meditación. Más bien podría sostenerse la vida física sin alimento, que la espiritual sin meditación. Los que no pueden disponer de media hora al día, durante la cual puedan abstenerse del mundo y su mente recibir una corriente de vida de los planos espirituales, no pueden llevar la vida espiritual. Sólo a la mente concentrada con fijeza, abstraída del mundo, puede lo divino revelarse. Dios se manifiesta en Su Universo bajo formas sin fin; pero dentro del corazón humano se muestra con Su Vida y Su Naturaleza.
En este silencio, la paz, la fortaleza y la fuerza fluyen al alma, y el hombre de meditación es siempre el más eficaz del mundo. Lord Rosebery, hablando de Cromwell, lo describe como "un místico práctico", y declara que un místico práctico es la fuerza más grande del mundo. Esto es verdad. La inteligencia concentrada, el placer de abstenerse del tumulto, significa firmeza, dominio propio, serenidad; el hombre de meditación es el hombre que no pierde tiempo alguno, que no desperdicia energía, que no pierde ninguna oportunidad. Semejante hombre gobierna los sucesos, porque dentro de él se alberga el poder del cual los sucesos son la expresión externa; él comparte la vida divina, y, por tanto, comparte el poder divino.


Extracto de El poder del pensamiento
Annie Besant

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