El cuerpo glorioso.
Omraam M. Aivanhov
En el Nuevo Testamento se menciona que poseemos un cuerpo incorruptible, un cuerpo de luz pura, el cuerpo glorioso. En un lejano pasado, gracias a él, podíamos viajar en el espacio para vedo y conocedo todo. Pero puesto que al descender en las regiones más densas de la materia hemos olvidado este cuerpo, ahora está privado de todo medio de manifestación. Por lo tanto debemos ocupamos de él y alimentado para que se desarrolle de nuevo y vuelva a desempeñar su antigua función, porque es en este cuerpo en el que vivimos eternamente, y gracias a él volveremos a tener todos los poderes que poseíamos en el pasado: los animales nos obedecerán, los espíritus nos servirán... Todas las fuerzas están a la disposición de aquel que ha conseguido desarrollar su cuerpo glorioso, porque Dios viene a morar en el cuerpo glorioso, y no en el cuerpo fisico.
Cómo desarrollar nuestro cuerpo glorioso.
¿Qué hacemos con una semilla? La plantamos, nos ocupamos de ella, la regamos, y entonces crece, se convierte en un árbol, es decir en un cuerpo desarrollado, vigoroso. Pero este cuerpo ya estaba potencialmente en la semilla con todas las posibilidades de desarrollo futuro. Todo está contenido en la semilla: su talla, su belleza, los frutos del árbol, pero hay que alimentada, regarla, de lo contrario se muere.
El cuerpo glorioso está ahí, en nosotros, bajo la forma de una semilla, de un germen, y el trabajo del discípulo consiste precisamente en regado, calentado, alimentarlo. Por eso cuando tenéis momentos de vida espiritual muy intensa, cuando oís música, cuando os sentís emocionados por un espectáculo de una gran belleza, en este momento alimentáis vuestro cuerpo glorioso, lo reforzáis. Estos sentimientos de amor y de admiración, estas emociones, son partículas gracias a las cuales lo alimentáis de la misma manera que la mujer embarazada alimenta a su hijo con su sangre, sus pensamientos, sus sentimientos.
Sólo podéis alimentar vuestro cuerpo glorioso con elementos purísimos y luminosos; por ello debéis estar atentos al escoger vuestros pensamientos, vuestros sentimientos, y cuando se presentan momentos difíciles en los que os sentís turbados, odiáis, os sentís celosos o queréis vengaros, acordaos inmediatamente que estáis retardando la formación de este cuerpo glorioso, y cambiad vuestro estado de ánimo.
El cuerpo glorioso sólo puede formarse con lo mejor de nosotros mismos. Si lo alimentamos durante mucho tiempo con nuestra carne, nuestra sangre, nuestro fluido, nuestra vida, llega a ser luminoso, radiante, poderoso, inmortal, porque está formado de materiales inalterables, eternos, y es capaz de hacer maravillas, primeramente en nosotros mismos, y luego fuera de nosotros.
Diréis: «Pero, ¿cómo atraer estos materiales?» Por la ley de afinidad. Cada uno de nuestros sentimientos, de nuestros deseos, de nuestros pensamientos, tiene la propiedad de atraer del espacio la materia que le corresponde. Así, los buenos pensamientos, los buenos sentimientos y los buenos deseos sostenidos por una firme voluntad, atraen partículas cuya materia es pura, eterna, incorruptible. Si el discípulo trabaja cada día para atraer esta materia, ésta entra y se instala en su organismo, encuentra en él su lugar y al mismo tiempo expulsa todas las antiguas partículas polvorientas, apagadas, enmohecidas, hasta lograr la renovación completa del cuerpo físico, del cuerpo etérico, del cuerpo astral y del cuerpo mental.
Por otra parte, cada partícula de materia está unida a una fuerza, y cuanto más pura es la materia, más vibra y atrae las energías inherentes a esa pureza. Por lo tanto, cuando reemplazáis en vuestro organismo partículas viejas por otras nuevas, más puras, tomadas de las regiones celestiales, atraéis también hacia vosotros corrientes y energías que proceden de lo alto. Así, cada vez que os eleváis hasta el mundo divino para contemplado bajo todas sus formas de luz, de belleza, de música, de armonía, recogéis nuevas partículas, y puesto que cada una está viva, no llega sola, sino que lleva consigo las fuerzas, las energías y los espíritus que le corresponden.
Debéis conseguir superaros para atraer las partículas más puras, más luminosas del océano etérico y soldadas a vuestro cuerpo glorioso. Podéis atraer estas partículas desde hoy mismo, al principio en pequeña cantidad, y después cada día más. Y esto es lo que hacéis por la mañana yendo a la salida del sol: os alejáis de la tierra, os unís al Cielo, al sol, para tomar algunas partículas luminosas que añadís a vuestro cuerpo glorioso.
Extracto de LA NUEVA TIERRA
OMRAAM MIKHAEL AIVANHOV
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