Surya-Yoga.

Omraam M. Aivanhov


Actualmente se habla mucho de yoga. Ya os dije algunas palabras presentándoos las diferentes clases de yoga que existen y que vienen sobre todo de la India y del Tibet, pero también de la China y del Japón... Pues todas las religiones tienen su yoga, incluso el cristianismo. Sí, los cristianos han practicado siempre la adoración, la oración, la veneración, el amor para con el Creador; éste es el aspecto predominante de la religión cristiana. En la India se le llama Bhakti-yoga, el yoga de la devoción, de la adoración, del amor espiritual. Este yoga conviene a algunos temperamentos, pero no a otros que tienen cualidades y dones diferentes, y a los que hay que dar posibilidades de manifestación distintas. Numerosos son los caminos que llevan hacia el Creador. Los cristianos se han limitado a una sola vía, que por otra parte es maravillosa, no hay que criticarla, pero los hindús son más ricos, han dado más métodos.

Para los que están más predispuestos al estudio, a la reflexión, a trabajar con el pensamiento, conviene el Jnana-yoga, el yoga del conocimiento, con el fin de que puedan alcanzar al Señor a través de la profundidad del pensamiento.

Algunos no se sienten empujados ni hacia la filosofía ni hacia la mística, sino que tienen una voluntad poderosa, energías que gastar y una gran abnegación; quieren trabajar y servir a los demás. Para ellos está hecho el Karma-yoga, es decir el yoga de las obras, de los deberes que cumplir sin esperar ni pago ni recompensa. El Karma-yoga es el yoga de la acción gratuita y desinteresada.

Para los que quieren dominarse, controlar sus instintos y sus impulsos, existe el Raja-yoga: por la concentración y el dominio de sí, también ellos llegan a alcanzar al Eterno, a fundirse con El, se convierten en los «reyes» (es el sentido de la palabra «raja») de su propio reino.

El Kriya-yoga es el yoga de la luz: pensar en la luz, conocerla, comprenderla, rodearse de colores, introducirlos dentro de sí y proyectarlos alrededor de sí mismo. Es un trabajo magnífico.

El Hatha-yoga es lo adecuado para los que gustan de hacer ejercicios físicos, hacer toda clase de posturas, de «asanas» como se las llama: doblarse, torcerse, hacerse una bola, hacer pasar las piernas detrás de la cabeza, etc... Estos ejercicios, que evidentemente están basados en el conocimiento preciso de los centros que ponemos en marcha haciendo talo cual postura, exigen mucha voluntad o perseverancia. El Hatha-yoga es el yoga más propagado en Occidente, pero los pobres Occidentales no tienen el temperamento ni la constitución de los Orientales, ni las condiciones de calma y de silencio para practicarlo, y muchos terminan por trastornarse física y psíquicamente. ¡Cuánta gente he encontrado que me ha confesado haber abandonado el Hathayoga porque notaban que les desequilibraba! Hay que ser muy prudente; nunca he aconsejado a los Occidentales que practiquen este yoga.

El Agni-yoga es el yoga del fuego: pensar en el fuego, trabajar con el fuego, despertar el fuego. Ya que el fuego está en el origen de la creación, el Agni-yoga es también un camino que lleva hacia el Creador.

El Chabda-yoga, el yoga del Verbo, consiste en pronunciar ciertas fórmulas - o mantras - en tal momento, tal número de veces y con tal intensidad... El verbo es un poder, y el que sabe actuar con este poder, obtiene grandes resultados.

Ahora, quisiera hablaros de un yoga que supera a todos los demás: el yoga del sol. En el pasado era practicado por numerosos pueblos, pero en nuestro tiempo se le ha abandonado, sobre todo en Occidente. Como en sánscrito el sol se dice «surya», le he dado el nombre de «Surya-yoga». Es mi yoga preferido pues reúne y resume a todos los demás yogas.(*) Sí, ¿por qué no reunir todos los yogas en uno sólo?..

El discípulo de la Fraternidad Blanca Universal no puede ser un individuo estrecho, limitado, debe desarrollarse en todos los terrenos. Debe actuar con un desinterés absoluto: es el Karmayoga.

Debe buscar a Dios, amarle, y adorarle: es el Bhakti-yoga. Debe meditar, concentrarse para llegar a dominarse, a gobernar todo el pueblo de sus células: es el Raja-yoga. Cuando alguien se sienta y medita ejecutando los movimientos de nuestra gimnasia o paneurritmia, se trata, si se quiere, de Hatha-yoga. Si se proyectan luz y colores, rodeándonos de un aura luminosa, se trata de Kriya-yoga. Cuando alguien hace posible que en él se quemen todas sus impurezas, concentrándose en el fuego, se trata de Agni-yoga. Si se vigila sin cesar para ser dueño del propio verbo, es decir, para no pronunciar palabras negativas que puedan introducir la duda o el desaliento en los demás, y nos esforzamos en llegar a ser creadores de la nueva vida, se trata de Chabda-yoga. Si nos concentramos en el sol, lo amamos, lo buscamos, lo consideramos como una puerta abierta al Cielo, como la manifestación de Cristo, como el representante de Dios, se trata de Surya-yoga.

El discípulo que lo practica no rechaza ninguno de los otros yogas, al contrario, y así llega a convertirse en un ser completo, vive en la plenitud.

Os muestro el nuevo modelo de humanidad que se crea en la Fraternidad Blanca Universal: seres cuyo ideal es desarrollar todas las cualidades y virtudes. Pues en el Surya-yoga están comprendidos la adoración, la sabiduría, el poder, la pureza, la actividad, la abnegación, la luz, el fuego sagrado del amor divino. Por esto es importante que sepáis todas las bendiciones que recibís yendo por las mañanas a contemplar la salida del sol.

Practicando Surya-yoga, os unís al poder que dirige y anima todos los planetas del sistema solar, al sol, y entonces obtenéis necesariamente resultados. Por esto puedo deciros que todos estos yogas, que estaban considerados en el pasado como muy positivos y que todavía lo son, cederán su lugar al Surya-yoga que los supera a todos porque a través del sol se trabaja con el mismo Dios. Aún os puedo decir que lo que nadie ha podido enseñarme, el sol me lo ha revelado, pues ningún libro puede daros lo que el sol os dará si aprendéis a relacionaros correctamente con él.

Por ahora todavía no habéis llegado a entrar en contacto con el sol; está ahí, pero no tenéis ninguna relación con él. Os contentáis con mirarlo, con constatar si está más brillante o más velado que la víspera, pero no es ésta la forma de entrar en relación con el sol. Para uniros con él, debéis aprender a mirarlo conscientemente: entonces entre él y vosotros empezarán a circular ondas que crearán formas, colores, un mundo nuevo; atraeréis fuerzas, criaturas inteligentes que vendrán a bailar, a bañarse en esta belleza, en esta diálogo, en esta conversación que se entabla entre el sol y vosotros...

Por supuesto, esto no es fácil de conseguir. Para recibir todas las bendiciones del sol, hay que prepararse. ¿Y qué significa «prepararse»? Bien, supongamos que decidís asistir a la salida del sol, pero la víspera o la antevíspera, habéis vivido entre pasiones, riñas, etc. Entonces, evidentemente, no estáis preparados: al amanecer estaréis inmersos en el recuerdo de todos esos estados caóticos que habéis vivido, y a pesar de que esté el sol ahí, y vosotros delante de él, no lo

(*) Para fijar inmediatamente las ideas se puede decir que el Surya-yoga es un conjunto de ejercicios espirituales que se pueden practicar asistiendo por la mañana a la salida del sol. El período favorable para la práctica de estos ejercicios está comprendido entre el comienzo de la primavera y el final del verano sentiréis.

Así pues debéis prepararos la víspera: no comer demasiado, no acostaros demasiado tarde, no hacer nada que os pueda preocupar o atormentar al día siguiente, sino arreglarlo todo de forma que seáis libres, que mantengáis el pensamiento limpio y el corazón en paz, sin que tengáis nada que arreglar, nada que lamentar o que reparar. Es muy importante. Así, en esta paz, empezáis lentamente, con suavidad a meditar, sin concentraros en seguida en el sol.

Para comenzar echáis un vistazo en vuestro fuero interno para ver en qué estado están vuestros «habitantes» y si hay ruido, agitación, intentad apaciguarlos y equilibrarlo todo, pues sólo después de haberos retirado, después de haber instalado la armonía y la paz en vosotros mismos, podréis proyectaros hacia el sol, imaginario como un mundo maravilloso, poblado por las criaturas más perfectas, seres luminosos que viven en la inteligencia sublime, en el amor absoluto, en la pureza absoluta, y pensar que ahí arriba reinan un orden, una cultura, una civilización que rebasan toda imaginación...

Y por otra parte, ¿qué ocurriría si os dijera que sin daros cuenta estáis ya en el sol? No lo sentís, pero hay una pequeña parte de vosotros, un elemento muy, muy sutil, que vive en el sol.

La ciencia no ha llegado todavía a estudiar realmente al hombre, no sabe todo lo que él representa de inmenso, de rico, de vasto y de profundo. Lo que se ve de él, su cuerpo físico, no es él. El hombre posee otros cuerpos (astral, mental, causal, búdico y átmico) que están hechos de una materia cada vez más sutil.

Esto sirve también para la tierra. La tierra no es solamente lo que se ve de ella; a su alrededor existe una atmósfera que se eleva hasta varias decenas de kilómetros y que la ciencia ha dividido en diferentes capas con distintos nombres. Pero lo que la ciencia no sabe, es que en estas capas se encuentra una infinidad de elementos, de entidades, y que más allá de la atmósfera, la tierra posee un cuerpo etérico que va hasta el sol, que toca el sol. Así pues, el cuerpo etérico de la tierra se fusiona con el cuerpo etérico del sol; pues el sol, también posee un cuerpo etérico que se extiende más allá de su propia esfera, hasta la tierra e incluso más lejos, hasta los otros planetas. Por eso el sol y la tierra se tocan, están fusionados.

Y puesto que el hombre está hecho a imagen del universo, posee también un cuerpo sutil que va a reunirse con el sol... Es así como considerado en su lado superior, divino, el hombre vive ya en el sol; pero no se da cuenta, porque su conciencia está limitada al mundo físico.

Lo que os digo os parece increíble, sin embargo estas son verdades por conocer y por profundizar. Cuando se empieza a estudiar en la Escuela divina de la Fraternidad Blanca Universal, nos desplazamos progresivamente de esta región limitada de la conciencia sensorial del mundo físico, hacia una región superior que es la de la superconsciencia. Esta región de la superconsciencia es inmensa, tiene millares de grados que hay que recorrer hasta sentir que se es ya un habitante del sol, que se está ya en el sol.

Esta parte de nosotros mismos, esta entidad que habita en el sol, es nuestro Yo superior.

Nuestro Yo superior no habita en nuestro cuerpo físico, porque de ser así realizaría prodigios en él. De vez en cuando viene para contactar con nuestro cerebro, pero como el cerebro no está todavía preparado para moverse al unísono con él ni tampoco para soportar sus vibraciones, el Yo superior no puede manifestarse. El Yo superior trabaja en el cerebro, lo prepara, y el día que el cerebro sea capaz de cobijado, el Yo superior se instalará en el hombre.

Nuestro Yo superior no es otra cosa que Dios mismo, una parte de Dios; por eso, en la regiones superiores somos el mismo Dios, porque fuera de Dios no hay nada. Dios se manifiesta a través de la creación y las criaturas, y en consecuencia somos una parcela de Él, no existimos separadamente de Él. La verdadera ilusión consiste en creemos separados. Cuando los sabios hablan de maya, la ilusión, no es del mundo material de lo que hablan; el mundo no es maya, nuestro yo inferior sí es maya porque nos produce la ilusión de existir como seres separados de la Divinidad. El mundo es una realidad, y la materia también; la ilusión, os lo repito, proviene de nuestro yo inferior que nos empuja siempre a consideramos como seres separados.

Mientras nos encontremos demasiado abajo, al nivel de nuestro yo inferior, nos equivocamos, estamos inmersos en la ilusión, no podemos sentir esta vida única, esta vida universal, este Ser cósmico que está en todas partes; nuestro yo inferior nos impide sentido y comprenderlo. Por eso el trabajo solar que hacemos por la mañana a través de las meditaciones y las oraciones, tiene como objeto restablecer el lazo, construir un puente entre el yo inferior y el Yo superior que está en el sol.

Mientras estéis influidos por la filosofía mecanicista y penséis que el sol no puede ni hablaros ni ayudaros os cerráis el camino de la evolución. Hay que comprender que todo está vivo, que se manifiesta una inteligencia a través de todo lo que vemos, que el sol es una inteligencia, una vida, una luz viva... Y que, de pronto, empieza a hablaros. El me ha revelado ya muchas cosas, le considero exactamente tal como es, es decir como un espíritu formidablemente elevado, bello, grande, poderoso, inteligente... hasta tal punto que todo palidece a su lado. Intentad hacerle preguntas y veréis cómo os contesta. Quizá no seáis capaces de descifrar inmediatamente su respuesta, pero tarde o temprano se presentará en vuestra pantalla, en vuestro cerebro. El sol envía las respuestas instantáneamente como las máquinas electrónicas. Es el hombre quien tiene que desarrollarse lo suficiente para captarlas en seguida.



Extracto de: Hacia Una Civilizacion Solar
OMRAAM MIKHAEL AIVANHOV

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