La gran analogía humano-dévica.
V.B. Anglada
En el primer volumen de este Tratado Esotérico tratábamos de responder a una de las incógnitas espirituales más interesantes desde el ángulo oculto, la que hace referencia al Sexo de los Ángeles, llegando a la conclusión de que existe un sistema generativo en la vida de los mismos que permite su perpetuación en el tiempo y que, por tanto, han de existir forzosamente ciertos atributos etéricos específicos cuya misión es precisamente atender la continuidad de vida de las especies o familias angélicas a través de determinadas formas específicas.
Guardando una estrecha relación analógica con los seres humanos, los Ángeles utilizan el principio universal de generación para reproducirse, aunque no de manera similar a la de los hombres, por cuanto las características del Reino son diferentes, pues, como sabemos, las formas dévicas son etéricas y constituyen centros individualizados de energía cósmica, debiendo tener presente que el ÉTER, como esencia de creación, llena todos los Planos del Universo, y que la idea de los contactos físicos establecidos entre hombres y mujeres en el sentido de la generación se convierten en conjunciones magnéticas en lo que respecta a la vida de los Ángeles.
Sólo los devas que están por debajo de la evolución humana, como la mayoría de los espíritus de la tierra y los ángeles lunares, poseen ciertos atributos generativos parecidos a los que utilizan los seres humanos, escapando por completo a nuestra consideración intelectual la manera como se reproducen los Ángeles superiores que rigen los Reinos de la Naturaleza, los que construyen los cuerpos físicos, astrales y mentales de la Raza humana y los que vivifican las especies superiores de los Reinos subhumanos en evolución. Sin embargo, utilizando el principio hermético de analogía que rige nuestras investigaciones esotéricas, aceptamos íntegramente el hecho de que todas las Entidades angélicas del Universo se reproducen cíclicamente, que poseen un sistema generativo que les es propio y que utilizan a este fin ciertas polaridades eléctricas o magnéticas más allá del alcance de nuestro humano entendimiento.
La Edad de los Devas.
Siendo así, habremos de admitir lógicamente que los Ángeles están sujetos también a un proceso de evolución en el tiempo universal y que por inmenso que sea el ciclo expansivo de sus vidas inmortales, este ciclo estará condicionado por las leyes augustas que regulan la edad o el tiempo de permanencia dentro de una forma dévica o angélica determinada. El hombre evoluciona a través de la forma por el sistema de crecimiento interno y por la ley kármica de renacimiento; los Ángeles evolucionan por medio de la energía y por un sistema misterioso de “renovación incesante de sus atributos creadores”. El hombre va del instinto a la intuición pasando por el intelecto, y a medida que avanza en el tiempo las formas físicas, emocionales y mentales que utiliza son cada vez más sutiles. El Ángel surge sin esfuerzo del ÉTER, siguiendo un impulso natural, técnicamente, ENERGÍA, que le transmite la propia Divinidad.
Tal estímulo, acrecentado conforme avanza la evolución universal, permite creaciones o construcciones cada vez más bellas e incluyentes en la vida de la Naturaleza, dado que, tal como hemos ido explicando en otras partes de este Tratado, el hombre PIENSA y el Ángel CONSTRUYE, es decir, que existe una permanente conjunción humano-dévica, admirablemente sintetizada en el conocido aforismo esotérico “LA ENERGÍA SIGUE AL PENSAMIENTO”.
Por tanto, si seguimos el hilo de todos estos razonamientos que nos sugiere el principio de la analogía, deberemos aceptar la idea de que los Ángeles poseen también una edad cíclica que puede ser medida a partir del momento en que iniciaron determinado ciclo de vida bajo la forma específica de una definida familia o especie dentro del maravilloso mundo angélico. La pregunta esencial, incisiva y directa debería ser forzosamente ésta: ¿qué cómputos de tiempo rigen la vida de los Ángeles?
Recordamos haber hecho esta pregunta a un Deva muy evolucionado, el Cual nos contestó muy afablemente “que carecía de edad”, añadiendo seguidamente que “... los Ángeles, en su multiplicidad de jerarquías, carecen de mente especulativa y que, por tanto, no tienen una noción del tiempo como los seres humanos”. “Los factores que originan la sensación de tiempo -prosiguió el Deva- son el esfuerzo, la lucha, la impaciencia y la fatiga, condiciones propias de los cuerpos sujetos a gravedad y a la densidad del aura planetaria, de la que extraen sus capacidades naturales de vida y de experiencia.”
De acuerdo con esta explicación, sencilla pero contundente, resulta muy lógico que los Ángeles no le asignen importancia alguna al tiempo por cuanto carecen de gravedad, ya que sus cuerpos son etéricos y no están sujetos como el hombre al esfuerzo y a la fatiga, aunque, de acuerdo con el principio universal de ENERGÍA, de la cual Ellos son una mística emanación, “siguen escrupulosamente y con toda reverencia los ciclos inmortales de actividad o de tiempo marcados por el Logos”.
Analizadas estas ideas muy profunda y analíticamente cabría admitir que el ciclo de vida o “edad cronológica” de un Deva dependerá de su grado particular de evolución, es decir, de la sutilidad del ÉTER en donde vive inmerso y que condiciona su velocidad de desplazamiento por los espacios siderales, teniendo en cuenta -según nos fue revelado- que la velocidad normal o natural de movimiento en un Deva altamente evolucionado dentro de nuestro Universo es la de la luz, es decir, de trescientos mil kilómetros por segundo, la unidad de velocidad utilizada en los cálculos astronómicos. Sin embargo, esta velocidad en los desplazamientos siderales es ampliamente rebasada por los Ángeles superiores del Sistema, en los Cuales se verifica el fenómeno esotéricamente descrito como de “simultaneidad en el tiempo”, o sea, que para Ellos no existe prácticamente la distancia.
Por decirlo de alguna manera, estos excelsos Devas o Ángeles superiores constituyen, misteriosa e incomprensiblemente, el Espacio y rigen desde las insondables oquedades del mismo todos los fenómenos que pueden ser registrados en el Tiempo. Hay, por tanto, desde el ángulo esotérico, una directa relación de analogía entre el principio de gravedad, la velocidad de movimiento por el espacio y la edad de los Devas. El principio de gravedad, porque siempre es un indicio de sustanciación material, indicando peso, dificultad de traslación, esfuerzo y fatiga; el movimiento de traslación, porque viene condicionado por la mayor o menor sutilidad del éter que entra en la composición de las formas o de los cuerpos, y la edad cronológica, porque, por su naturaleza, es “una extensión en el tiempo”, pudiendo decirse que un ciclo de tiempo será tanto más amplio y dilatado cuanto menor sea la gravedad de los cuerpos y mayor la velocidad de movimiento.
De acuerdo con el sentido de estas ideas, las investigaciones ocultas nos han permitido entrever la edad media de los Devas más cercanos a la evolución espiritual de la humanidad. Esta edad se rige por una constante matemática que podría ser representada así:
HOMBRE es a 1 lo que DEVA es a 360, es decir, que por cada año que viva el ser humano, los Devas viven 360, no siendo en manera alguna arbitrarias estas cifras, ya que corresponden a la división por grados de cualquier círculo geométrico en la vida de la Naturaleza. Así, si esotéricamente se le asigna a la vida física de la humanidad una duración media de 72 años, que corresponde cíclicamente a un grado de meridiano dentro del gran Círculo Precesional de los Equinoccios, la edad media de los Devas será de: 72 x 360 = 25.920 años, abarcando la totalidad de un ciclo terrestre de retrogradación, es decir, de una traslación completa por las inmensas franjas de los Cielos, condicionadas por las doce Constelaciones del Zodiaco. La edad cíclica de 25.920 años terrestres con respecto a los Devas más cercanos a la evolución humana nos dará una idea de su enorme poder de “extensión en el tiempo” y, paradójicamente, de su extraordinaria capacidad de “vivir fuera del tiempo”.
Las enormes cifras antes descritas serán considerablemente aumentadas cuando se hace referencia a los Ángeles superiores del Sistema y a los Ángeles planetarios que rigen los Reinos, las Razas y las especies, los cuales pueden persistir cíclicamente “bajo la misma Forma Angélica” cantidades astronómicas de años luz en el tiempo, que naturalmente no podremos precisar, pero que imaginamos estarán regidas por unas constantes cósmicas relacionadas con la Vida Logoica dentro de nuestro Sistema Solar.
Ahora bien, la constante periódica de 72 años con respecto al ser humano -no olvidemos que el número 72 = 7 + 2 = 9 tiene que ver con la conocida sentencia esotérica “el 9 es el número del hombre”(*)- y el grado de acercamiento al mundo etérico de las formas sustanciales en la vida de la Naturaleza por parte de los devas, que es otra constante matemática sometida a nuestra consideración, podría facilitarnos algunos indicios acerca de la edad probable de los elementales constructores o espíritus de los elementos. Tal como hemos considerado en otras partes de este Tratado, tales devas son:
(*) En el primer volumen de este “Tratado Esotérico sobre los Ángeles”, titulado “Las Fuerzas Ocultas de la Naturaleza”, llegábamos a la conclusión de que místicamente el 9 era también, en orden de Rayos actuantes, el número del Ángel. Si reducimos a un número dígito las cifras que constituyen las edades cíclicas de los Devas, corroboraremos aquella afirmación. Veamos:
1) 360 años - 3 + 6 = 9
2) 25.920 años - 2 + 5 + 9 + 2 = 18 = 1 + 8 = 9
Esta misma constante de 9 se reafirma al analizar la edad media de los pequeños devas constructores, o espíritus de los elementos:
Gnomos - 288 años = 2 + 8 + 8 = 18 = 1 + 8 = 9
Ondinas - 360 años = 3 + 6 = 9
Salamandras - 432 años = 4 + 3 + 2 = 9
Sílfides - 504 años = 5 + 4 = 9
a. Espíritus de la tierra (GNOMOS);
b. Espíritus de las aguas (ONDINAS);
c. Espíritus del Fuego (SALAMANDRAS y AGNIS inferiores);
d. Espíritus del aire (SILFOS o SÍLFIDES); ocupando cada uno de tales grupos una zona etérica determinada de entre las cuatro que integran el Plano físico, es decir:
a. Cuarto subplano físico (subetérico) o Primer Éter - Gnomos.
b. Quinto subplano físico (etérico) o Segundo Éter - Ondinas.
c. Sexto subplano físico (subatómico) o Tercer Éter - Salamandras.
d. Séptimo subplano físico (atómico) o Cuarto Éter - Sílfides.
Hay aquí dos elementos a considerar de acuerdo a lo dicho anteriormente: primero, la edad mística del hombre de 72 años, que, al parecer, es una constante cósmica, y segundo, el grado de sutilidad del Éter en donde viven y tienen su razón de ser los espíritus de los elementos o devas constructores. De acuerdo con estas dos constantes, podríamos establecer las siguientes relaciones:
Subplano Físico - Devas Constructores - Edad Humana - Edad Dévica
4º - GNOMOS - 72 años 72 x 4 = 288 años
5º - ONDINAS - 72 años 72 x 5 = 360 años
6º - SALAMANDRAS - 72 años 72 x 6 = 432 años
7º - SILFOS - 72 años 72 x 7 = 504 años
Esta es, a nuestro entender, la edad media de los devas constructores, o espíritus de los elementos, debiendo tener en cuenta que esta edad media es solamente una simple medida de indicación, lo mismo que la edad media de 72 años ha sido entresacada visando la vida entera de la humanidad y no la unidad aislada que es el hombre. No podemos decir, por tanto, que un SILFO del aire deba vivir inevitablemente 504 años, sino que esta es la edad media que corresponde al ciclo de vida de la especie a la cual pertenece, lo cual quiere significar que habrá sílfides que vivirán más de mil años y que otras no llegarán a los 300, dado que, según hemos podido observar durante el curso de nuestras investigaciones ocultas acerca del mundo dévico, los espíritus integradores de los elementos del Plano físico están sujetos a las enfermedades, a la vejez y a la muerte, aunque todo ello se realice en forma muy diferente a la de los seres humanos.
Vicente Beltran Anglada
CONVERSACIONES ESOTERICAS
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