Las causas ocultas de las dolencias.
Varios/Otros
Dícese que el asunto de la cura es antiguo como la Tierra, lo cual es para mí verdad: hay enfermedad desde que el planeta existe. La razón de ello radica en el propio hecho de las fuerzas constructivas que, llegadas a través de los rayos solares, entran en contacto con la atmósfera terrestre. Esa atmósfera, por ser aún heterogénea y llena de elementos antievolutivos, está impregnada de fragmentos de tiempos remotísimos, que datan de la convivencia más íntima que había entre la sustancia de la Tierra y la de la Luna, cuando esta última era un planeta en pleno vigor y con tarea muy diferente de la que tiene hoy. Los rayos solares, deslizándose dentro de esa atmósfera, insertándose en su espacio, producen una fricción que genera lo que llamamos "dolencias".
Tal fenómeno no es exclusivamente físico. Su contraparte existe en otras dimensiones del planeta, haciendo de las enfermedades un hecho muy concreto en tres niveles de la realidad: físico-etérico, astral o emocional, y mental pensante. Además de la dimensión mental pensante, ese desequilibrio ya fue trascendido por las energías de planos más sutiles. Por tanto, las enfermedades son un hecho planetario, y no sólo una característica de los seres humanos o de los seres de otros reinos de la naturaleza, tales como el mineral, el vegetal y el animal. De manera que, aunque los hombres dejasen conscientemente de dar motivos para enfermarse, aunque consiguiesen modificar tantas condiciones desfavorables provocadas por los malos hábitos de vida, y aunque los demás seres tuviesen siempre ambientes adecuados para una vida saludable, seguirían sujetos a las dolencias, por ser éstas, como vimos, inherentes a la propia atmósfera física y psíquica de la Tierra.
Por atmósfera psíquica entendemos, en este estudio, la vibración del plano mental pensante y del plano astral o emocional, que está en vías de ser purificada por hechos universales, que no son asunto de este libro.
Las actuales fuerzas lunares, siendo restos de un planeta que fracasó, evocan un pasado remotísimo, marcado por luchas subjetivas y objetivas que, finalmente, dieron por resultado la situación presente: existiendo la Luna como satélite de la Tierra y manteniendo sobre ésta algunas influencias directas, concretas, además de otras varias, indirectas y menos evidentes. Entre las visibles, se hallan las que producen la oscilación de las mareas y el ritmo del crecimiento y de la vida de las plantas; entre las influencias menos palpables, se puede citar la estimulación instintiva y emocional en el hombre, ese ser que ya superó el estado irracional, pero que aún no es libre de comportarse como aquellos que no piensan.
La presencia de las enfermedades es, por tanto, una realidad planetaria que trasciende al propio hombre.
Esa situación será resuelta en un futuro más o menos próximo, que dependerá de la influencia benéfica que otras energías puedan tener sobre la órbita física y psíquica de la Tierra.
Tales energías, algunas de las cuales son extraplanetarias, estuvieron siempre presentes, pero intensificarán cada vez más su acción, dado el grado de necesidad de cura en que actualmente nos encontramos.
En este momento cíclico, estrellas y planetas mucho más adelantados que la Tierra hacen incidir sobre nosotros su irradiación especial y benéfica; y no sólo esos "logos" estelares y planetarios están haciendo tal trabajo creativo, sino también lo están haciendo los seres o entidades de evolución superior que viven y tienen su esencia en las órbitas internas de esos "logos". Esos seres mantienen su energía espiritual dirigida hacia todos los niveles de consciencia de la Tierra, y algunos tienen acción positiva sobre los propios niveles humanos de las criaturas.
En este estudio, estamos considerando el nivel físico-etérico como la primera dimensión; al nivel astral o emocional, como la segunda; al mental pensante, como la tercera; y al mental abstracto, en el que tenemos consciencia del yo superior, como la cuarta. Además de ellas, está la dimensión intuitiva, seguida por la espiritual y por otras aún más elevadas. Esa clasificación de las diferentes dimensiones de consciencia la mencionamos aquí de modo deliberadamente facilitado. Ciertas fuentes la presentan más pormenorizada, teniendo en cuenta diversos subniveles vibratorios de cada uno de esos estados de ser.
La energía de inclusividad que anima al yo superior está también siendo activada especialmente en esta época por una energía semejante a ella, oriunda del centro interno del Sol, el catalizador del sistema en el cual el planeta Tierra existe y tiene su ser. De esta manera, con esa nueva energización, los yoes superiores están produciendo en las personalidades de los hombres una revolución que nunca se verificó anteriormente: cada individuo se está tornando capaz de manifestar consciencia de grupo sin perder, entretanto, la propia integridad como unidad viva. Esa faceta de la Consciencia Única traerá hacia la Tierra una nueva situación, pues, como planeta, ella también está siendo estimulada por energías aún más potentes, venidas de otras áreas internas (y externas) del universo.
Por tanto, hoy se cuenta, de modo más intenso, con la colaboración de otros seres espaciales, como, por ejemplo, los de los planetas y de las estrellas de ésta o de otras galaxias. Los recursos internos de algunos cuerpos de este sistema solar ya se están exteriorizando. Dentro de cada uno hay una chispa esencial, que corresponde al Macrocosmos interno, siendo de él un reflejo; sin embargo, esa chispa de calidad cósmica no podría, sin el estímulo y la presencia de energías mayores, manifestarse o actualizarse, como empieza a ocurrir ahora. Eso es tan verdadero para un individuo de hoy como para el "logos" de un planeta con un grado de consciencia igual al de la Tierra.
Esa es la cooperación que ahora se está volviendo conocida y que empieza a ser ejercida también por aquellos que, dentro de la órbita terrestre, encuentran hombres y mujeres que aspiran a servir al mundo. Esa cooperación es reflejo de la inclusividad cósmica omnipotente y omnipresente. Las palabras humanas son pobres para describir esos estados de interrelación, porque ellas son fruto de la actividad mental y, por tanto, son separatistas. Aunque se usen palabras que tengan connotación más abarcante, tales como "vida", "amor", "síntesis" y otras que puedan tal vez intentar expresar estados interiores, no se consigue transmitir con claridad lo que ocurre más allá de los niveles de percepción normalmente conocidos. Muchas veces, transmitir realidades subjetivas se hace posible a través de imágenes significativas traídas a nuestra consciencia. En esas imágenes, la palabra no es necesaria. Intentaré describir una experiencia que tuve, en la cual una imagen que expresaba una realidad me curó y me indujo a cooperar más conscientemente con la evolución en general.
Extracto de: CAMINOS PARA LA CURA INTERIOR
TRIGUEIRINHO
374 lecturas