Nada más que la verdad. II
Ramtha
Estudiante: He estado practicando la astrología durante muchos años y deseo saber si hay algo que puedas decirme que me ayude a ser más efectivo con mis clientes.
Ramtha: En primer lugar, maestro, dime por qué te deleitas en esta práctica.
Estudiante: Porque creo que las estrellas y los planetas ejercen una influencia en nuestras vidas, y que al estudiarlos podemos conocer y entendernos mejor a nosotros mismos y nuestro destino.
Ramtha: ¿Sabes, maestro? El hombre siempre ha observado fijamente el misterio silencioso de las estrellas en los cielos en busca de su tierra natal, porque él sabe, instintivamente dentro de sí mismo, que viene de un lugar mucho más grande que la cabaña en que nació. Cuando el hombre empezó a investigar las luces del cielo nocturno, descubrió, para su sorpresa, que se movían; y al tiempo que éstas se movían las estaciones se movían con ellas. Y cuando observó un poder en ellas que no podía controlar, supuso que su movimiento también debía ser responsable de las suertes y desgracias que acontecían en el reino del hombre.
Muchos sabios y profetas han usado esta poderosa fe en las estrellas para gobernar y dominar imperios. Y si sus profecías de peligro se volvían realidad, ¿quién era el responsable? Ciertamente no lo era el vidente. Entonces debían ser las «condenadas estrellas» las que causaban que aquello ocurriera. Sin embargo, las estrellas, en su silencio, nunca han sido capaces defenderse y proclamar su inocencia.
Yo te diré esto, maestro: cada uno de los que estamos aquí es un dios que fue creado con libre albedrío. Y en el comienzo, vosotros, los seres de luz, como entidades soberanas, usasteis esa voluntad libre para crear las estrellas, los planetas y todos los universos, visibles e invisibles. Vosotros sois también los dioses que más tarde crearon los cuerpos que poseéis, y éstos son mucho más grandiosos que cualquier universo. Vosotros sois, en este preciso momento, los mismos dioses que aún poseen la misma y poderosa creatividad que poseían al principio. Y en todos estos eones de tiempo nunca habéis creado nada que os controle, a menos que creáis que lo hace. Y aún así, seguís siendo quienes controláis vuestra vida, porque al haber aceptado la creencia de que estáis controlados por algo fuera de vuestro ser, habéis permitido que así sea.
Hay muchos que creen en la astrología. Y ésta posee, de hecho, su verdad, ya que es aceptada como tal. Pero llévala un poco más lejos y pregunta: «¿Quién es el dador de esta verdad?» «¿Cómo pueden las estrellas y los planetas en su movimiento ser más poderosos que los dioses que los crearon en primer lugar?»
Lo que tú eres, maestro, nunca podrás descubrirlo basándote en los movimientos de tus cielos. Y con respecto a los movimientos de los planetas y las estrellas determinando nuestro destino, esto no es así. Porque si esto fuera verdad, ¿qué serían los sueños, la imaginación, la creatividad o la vida misma?
En cada una de tus vidas sobre este plano naciste bajo un gran número de estrellas, todas ellas brillando en aquel momento. Decir que tu destino está controlado o influenciado por unas pocas y escogidas, no sólo carece de sentido, sino que además te roba la libertad e inocencia de expresar tu vida y el Dios que tú eres.
Los dioses han creado muchos juegos, y la astrología es uno de ellos. Y a veces es un juego muy peligroso porque infunde en la entidad un miedo al futuro y predetermina sus futuros días de emoción. Todos los que piensan que los astrólogos poseen una inteligencia sabia que lo conoce todo, están literalmente poniendo sus valiosas vidas en las manos de otro, y yo no estoy de acuerdo con eso.
Así como vuestra astrología, también son juegos vuestro dogma religioso, vuestra política, vuestro mercado, y cualquier cosa que permitáis que o esclavice de manera que podáis jugar al juego de la supervivencia.
Aquellos que practican la astrología son verdaderamente hermosos en su sincera preocupación por los demás y su deseo de ayudarlos. Y estudiar las estrellas es algo maravilloso, pues ellas son hermosas en su movimiento y encantadoras en su misterio. Pero si basas tu vida en ellas, maestro, no eres más grande que los gases que las forman.
La astrología es sólo una herramienta; es sólo un juego. La auténtica verdad viene de la entidad que abre la boca para decir: «¡Ah! He determinado lo que tu futuro traerá», porque lo ha visto en el campo electromagnético que rodea a la entidad para quien está haciendo esto. Si dejaras de lado el juego y le dijeras al cliente estas mismas cosas, ciertamente se asombraría. Pero por supuesto, no seria tan fascinante como decirle que cierta estrella tiene la culpa, y que él es parte de algún plan cósmico y divino. Así ocurría con los sabios de la antigüedad, que miraban a través de bolas de cristal, encendían fuegos, miraban fijamente el agua, producían explosiones, bebían vino y elixires y toda clase de cosas, sólo para comunicar una verdad haciéndola más aceptable.
El hombre siempre ha mirado fuera de sí mismo para encontrar respuestas y razones a su suerte y a su destino. Siempre ha sido más cómodo echar la culpa a las estrellas silenciosas, al gobierno de algún rey, o a la «voluntad de Dios», que mirar hacia dentro, al creador de los universos. Siempre ha sido más fácil buscar sacerdotes, profetas y videntes para pedirles orientación, que creer que uno mismo es lo suficientemente sabio para ser el dador de ella.
Mientras sigas mirando fuera de ti mismo en busca de razones y respuestas, nunca oirás a la voz que tienes dentro, el dador de toda verdad y el creador de todo lo que existe, siempre estarás en manos de creencias supersticiosas y razonamientos extraordinarios que no te permitirán ver el increíble poder y el infinito entendimiento que realmente posees.
Tú, maestro, eres una entidad soberana capaz de aceptar y crear cualquier verdad que desees. Puedes convertirte en el maestro de tu reino o ser su esclavo, lo que desees experimentar. Cuando te des cuenta de que cada ser es el auténtico creador y director de su vida, el diseñador de su destino, quizás tomes ese mismo entendimiento y crees para ti mismo una vida más ilimitada. Y eso será algo grandioso para tu ser.
Cuando estés jugando con tus juegos, recuerda quién los creó. Y recuerda que el mismo creador, que puede volverse vulnerable a cualquier cosa que él desee, puede, en un instante, cambiar todo lo que no le guste y una vez más tomar las riendas de su vida.
Ahora, deseo decirte algo en relación con el juego de la astrologia: los astrólogos basan sus «casas astrológicas» en doce; sin embargo hay catorce. Existe un planeta que es considerado como una estrella, pero es más bien una nebulosa. Es un planeta hermoso y muy luminoso, que ha estado aquí durante mucho tiempo. Esa es otra casa. Y en la cuna de vuestra órbita solar ya se está formando un nuevo planeta, que surgió hace varios miles de años cuando las llamas del sol eran grandes. Con esto, maestro, son catorce. ¿Cómo pueden los astrólogos ser tan precisos cuando se equivocan por dos casas enteras?
Cuando hagas tus lecturas, maestro, deseo que hagas lo siguiente: después de haber conjurado y planeado y todo eso, cuando la lectura haya terminado, diles que los universos no son nada sin ellos; que sin ellos no habría tales cosas como las estrellas o los planetas. Eso es todo lo que tienes que decir. Ellos nunca olvidarán lo que les has dicho, porque les molestará, los animará y los hará arrogantes.
Me complace que hayas venido aquí. Tú aprenderás profundamente de esta audiencia. Muchos de los que vienen aquí, no abrazan las verdades ilimitadas que yo enseño, pues no todos están deseosos de libertad. Pero está bien. Ellos siguen siendo amados, están en lo cierto, y siguen siendo Dios, el creador de todas las realidades.
Extracto de: El libro blanco - Ramtha
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