Modo de concentrarse.
Annie Besant
Una vez comprendida la teoría de la concentración, el estudiante debe principiar su práctica. Si tiene un temperamento de devoción, su trabajo se simplificará mucho, porque puede tomar el objeto de su devoción como objeto de contemplación; y como el corazón es atraído poderosamente a ese objeto, la mente permanecerá gustosamente en él, presentando la imagen amada sin esfuerzo y excluyendo las otras con igual facilidad; pues la mente es constantemente impelida por el deseo y sirve siempre como ministro del placer. Aquello que causa placer es lo que la mente busca siempre, y siempre trata de presentar imágenes que causan placer y de excluir las que originan dolor. De ahí que se sostendrá en la imagen amada, fijándose en tal contemplación por el poder que causa, y si se le obliga a separarse de ella, volverá una vez y otro.
Un devoto puede, pues, alcanzar muy pronto un grado considerable de concentración; piensa en el objeto de su devoción, creando con la imaginación tan claramente como le es posible, una pintura, una imagen de aquel objeto, y luego conserva la mente fija en esa imagen, en el pensamiento del amado. Así, un cristiano pensaría en el Cristo, en la Virgen Madre, en su Santo Patrono, en su Ángel Guardián, etc.; un indio pensaría en Maheshvara, en Vishnu, en Uma, en Shri Krisna; un budista pensaría en Buda, en Bodhisattva; un parsi en Ahuramazda, en Mithra, y así sucesivamente. Todos y cada uno de estos objetos llaman la devoción del que adora, y la atracción que ejercen sobre el corazón ata la mente al objeto causante del placer. De este modo la mente se concentra con el menor esfuerzo, con la pérdida menor de fuerza. Cuando el temperamento no es de devoción, puede, sin embargo, utilizarse como ayuda el elemento de atracción; pero en este caso debe atraer a una idea, no a una persona.
Los primeros intentos de concentración deben hacerse siempre con esta ayuda. En la persona no devota la imagen atrayente debe tomar la forma de alguna idea profunda, de algún elevado problema; esto es lo que debe formar el objeto de la concentración, y en él debe fijarse firmemente. En esto, el poder de sujeción de la atracción es el interés intelectual, el deseo profundo de conocimiento, uno de los amores más hondos del hombre. Otra forma de concentración de mucho resultado, para el que no se sienta atraído a una personalidad como objeto de devoción, es elegir una virtud y concentrarse en ella. Semejante objeto puede despertar una especie de verdadera devoción, porque llama al corazón, por medio del amor, a la belleza intelectual y moral. La virtud debe ser imaginada por la la mente debe sostenerse fija en su naturaleza esencial.
Otra gran ventaja de esta clase de concentración es que la mente se moldea a la virtud y repite sus vibraciones, convirtiéndose la virtud gradualmente en parte de la naturaleza y estableciéndose firmemente en el carácter. Este moldeamiento de la mente es en realidad un acto de creación propia, pues la mente, después de algún tiempo, asume gustos a las formas a que se le ha obligado por la concentración, y estas formas se convierten en los órganos de su expresión habitual. Con verdad se ha escrito de muy antiguo: “El hombre es la creación del pensamiento; lo que piensa en su vida, en eso mismo se convertirá en lo sucesivo. (Chhandogyopanishad, III, XIV, l.)”
Cuando la mente se aparta del objeto, ya sea éste de devoción o intelectual - como sucederá una y otra vez -, debe ser atraída y fijada de nuevo en el objeto. Muchas veces, en un principio, vaga lejos sin que tal vagar se note, y el estudiante despierta repentinamente al hecho de que está pensando en una cosa muy distinta del objeto propuesto. Esto sucederá una y cien veces, y con paciencia debe volverla a traer al punto; es un procedimiento fastidioso y cansador, pero no hay otro medio de obtener la concentración. Es un ejercicio mental útil e instructivo, cuando la mente se ha deslizado de este modo sin que se note, el traerla de nuevo al punto haciéndola retroceder por el mismo camino por el cual se apartó. Este procedimiento aumenta el dominio del jinete sobre su desbocado corcel y disminuye así su inclinación a escapar.
El pensar consecutivo, aunque es un paso hacia la concentración, no es una cosa idéntica, porque en el pensar consecutivo la mente pasa por una serie de imágenes y no está fija en una sola. Pero como es mucho más fácil que la concentración, el principiante puede usarlo como preparatorio de la otra tarea más difícil. Para un devoto es muchas veces más útil elegir una escena de la vida del objeto de su devoción, y el pintar vividamente la escena en sus detalles, de localidad, paisaje y colorido.
De este modo la mente se afirma gradualmente en una senda, y, por último, se la puede conducir y fijarse en la figura principal de la escena, o sea el objeto de devoción. Al reproducirse la escena en la mente asume un sentimiento de realidad, y de este modo puede ser posible ponerse en contacto magnético con los anales de esta escena en un plano superior - la fotografía permanente de ella en el éter cósico - y obtener así un conocimiento mucho mayor de ella que el que puede haberle dado cualquier descripción. De este modo también el devoto puede ponerse en contacto magnético con el objeto de su devoción, y por medio de este contacto directo entrar en relación mucho más intima con él; pues la conciencia no se halla bajo ninguna limitación física de espacio, sino que está donde quiera que se halla consciente - circunstancia que ya ha sido explicada.
La concentración misma, sin embargo, debe tenerse presente que no es este pensar consecutivo, y la mente tiene por último que ser firmemente atada al objeto único y permanecer fija en él, no razonando sobre él, sino, como dijéramos, extrayendo, absorbiendo su contenido.
Extracto de El poder del pensamiento
Annie Besant
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