La noche oscura del alma.
Ramtha
Ahora, este es un momento doloroso porque los seres humanos son cobardes por naturaleza; son cobardes. ¿Y por qué lo son? Porque temen enfrentarse a sus propias elecciones. De modo que en una situación de temor corremos y empezamos a señalar a otros. Y culpar a otros es nuestra manera cobarde de evadir la situación. Cuando hacemos esto, cuando señalamos con este dedo de poder, lo que sucede es que esta mente de poder se ha enfocado en la energía, la sacó de nosotros, la reflejó en otra persona y de este modo nos destronó. Te aseguro que no es fácil asumir la responsabilidad de nuestra vida. Pero es la parte espiritual más valiente la que lo hace, sin importar cuán doloroso sea. ¿Sabes qué es el dolor? Es el regreso a casa del hijo pródigo de la energía.
Llamamos a esto la noche oscura del alma. Nos cae todo ese sufrimiento porque es energía que regresa a la fuente. Pero es a través del sufrimiento como nos purificamos, porque cuando la energía traspasa la barrera del cuerpo emocional y éste se sacude y se turba, y el corazón late con más fuerza, se respira con dificultad y las lágrimas empiezan a brotar, entonces la energía está regresando y traspasando la barrera del cuerpo emocional, lo que ocasiona una tormenta. Y tienes que soportar la tormenta; es la naturaleza del hijo que regresa a casa. Y después de la tormenta, la energía, que ha sido purificada por el cuerpo emocional, ha dado la vuelta completa y regresa a casa como ingrediente necesario para la definición del Yo, lo que nosotros somos.
Ahora, nadie te va a obligar a atribuirte crédito por tu vida. Puedes aparentar y decir que estás de acuerdo con esto, pero el guerrero verdadero es el que lo hace y lo hace bien —se trata de la conquista del yo— y lo hace sabiendo que todo lo que ha arrojado regresará a casa multiplicado. El que hace esto es el que al final se libera.
Todos los seres que en el Plano Sublime escogieron la vida espiritual saben que no es un sendero fácil; saben que hay que definir y pulir el Yo y ni siquiera se imaginan lo que implicará en sus vidas hasta que se enfrentan a ello. ¿Sabes que es aquí, en este punto, donde la mayoría se da la vuelta y huye? ¿Por qué? Muy sencillo. Si la divinidad que somos no ocupa el trono de este cuerpo temporal, nunca producirá lo maravilloso si no se ha divinizado y definido dentro de nosotros mismos. Si no sucede esto, lo inimaginable nunca te ocurrirá, ni tampoco lo virtuoso.
Entonces, para la víctima crónica, el mito, el sueño y la leyenda siempre serán precisamente eso: mito y leyenda.Y mientras tanto nos asombramos de aquellos que pasan la barrera y hacen milagros. Nos maravillamos ante los que cruzan el puente; los que completan el viaje, el viaje de recuperar el poder para el Yo, y viven de acuerdo con él. Los cobardes, los que huyen y no pueden enfrentarse a ello, nunca tendrán el poder de la lucidez, la claridad y la habilidad de moverse como un maestro, porque un maestro nace únicamente cuando el Yo se define. No puede nacer de un Yo indefinido. ¿Entiendes cómo la esencia define al Yo y su poder? ¿Entiendes que al entregar ese poder se agota la esencia?
Ahora, observa que cuando yo hablo del pasado siempre me refiero a tus mayores obstáculos. Y pareciera que estoy diciendo que el Pasado es algo terrible. No, el pasado tuvo su propósito.
Ahora, lo que quiero que comprendas es que todas las cosas precíosas de tu vida, las que hiciste y te hicieron y que son gratas — todas -,Sólo pudieron haber ocurrido en un momento de autodefinición, de modo que ellas siempre estarán allí, porque son la esencia de lo que somos. Por eso es que en las religiones Dios está siempre pidiéndole a su rebaño que sea bueno, que haga buenas obras y que sean hombres y mujeres de valores morales e impecables, porque hay algo de verdad en eso. Y la verdad es que cuando somos así, no hemos entregado nuestro poder, sino que hemos sido dotados de él. Y cuanto más se dota de poder al Yo, más asombrosa es la realidad de esta entidad. Así es como funciona. Todos vosotros tenéis a favor momentos gratos y bellos en el pasado. No hay que desecharlos, puesto que son una parte esencial de la definición del Yo. ¿Cuántos entendéis?
Entonces, si esos momentos de definición son los momentos sublimes de nuestra vida, los puedes ver como las acciones más simples que hiciste desde el momento en que tienes memoria cognitiva, lo que te hicieron, lo que hiciste a otros a lo largo de toda tu vida. Esos son momentos de poder. Así se expresa el Yo verdadero.
Pero en la mayoría de los casos, vives en una sociedad dinámica en la cual el modo de vida acostumbrado es la culpa y la cobardía en favor de la imagen. Es la competencia despiadada, la hiena cuyas víctimas son los más pequeños. Es el éxito que es promovido y temido por los propios aspectos del fracaso. Esto se convierte, entonces, en la dinámica de un pasado deplorable; un pasado en el que se ha entregado el poder, en el cual la culpa, el victimismo y los dedos acusadores comienzan a una edad muy temprana. Entendemos entonces por qué es fundamental examinar el pasado desde el punto de vista de la energía, de por qué se entrega el poder y por qué se permanece constreñido en un patrón de conciencia con su red neuronal de ser la eterna víctima y el eterno sufridor.
Ningún maestro es así. No encontrarás ningún maestro que muestre compasión por alguien que escoge ser esto. ¿Por qué? Porque los maestros saben que todos los actos de la vida son elección personal basada en el libre albedrío. Todo aquel que es un maestro sabe y comprende esto, sin compasión o empatia. Hay una diferenciación muy clara en lo que estás aprendiendo, y es que un maestro ha colocado firmemente al Yo en su espacio divino, y desde allí conduce esa divinidad hacia una vida basada completamente en la ubicación contemplativa y meditativa de la energía. Esa ubicación es crucial. Ese es un maestro.
— Ramtha
Extracto de El Libro Azul
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