Las civilizaciones y las reencarnaciones... I
Seth
LAS CIVILIZACIONES Y LAS REENCARNACIONES, LAS PROBABILIDADES Y MÁS SOBRE EL DIOS MULTIDIMENSIONAL
SESIÓN 562, 7 DE DICIEMBRE DE I97O 2I.O5 LUNES
(Siguiendo las instrucciones de Seth del 25 de noviembre, tuvimos la sesión en mi estudio, en la parte trasera de nuestro apartamento. Resulta más privado, pero no es tan cálido, especialmente cuando mantenemos cerradas las puertas.) Buenas noches. (—Buenas noches, Seth.) Bien. Continuaremos con el dictado y comenzaremos el siguiente capítulo. Se llamará: «Las civilizaciones y las reencarnaciones, las probabilidades y más sobre el dios multidimensional.» En cierta manera podría decirse que las civilizaciones se reencarnan al igual que se reencarnan los individuos. Cada entidad que se encarna trabaja en pro del desarrollo de aquellas capacidades que se nutren del entorno físico y se realizan plenamente en él. La entidad tiene una responsabilidad para con la civilización en la que tiene cada una de sus existencias, ya que ayuda a conformarla a través de sus pensamientos, emociones y acciones.
Aprende de sus fallos al igual que lo hace de sus éxitos. Vosotros creéis que la historia física comenzó con el hombre de las cavernas y ha continuado hasta el presente, pero también han existido otras grandes civilizaciones científicas; de algunas de ellas se habla en las leyendas y otras os son completamente desconocidas; pero todas, hablando en vuestros términos, ya se han desvanecido. Quizás os parece que como especie sólo tenéis una oportunidad para resolver vuestros problemas, y que en caso contrario seréis destruidos por vuestra propia agresividad, por vuestra propia falta de comprensión y de espiritualidad. Igual que se os dan varias vidas para desarrollaros y completar vuestras capacidades, de la misma manera las especies han sido dotadas con algo más que la única línea de desarrollo espiritual que conocéis en la actualidad. La estructura de la reencarnación sólo es una faceta más de la totalidad del cuadro de posibilidades. En ella tenéis literalmente todo el tiempo necesario para desarrollar aquellos potenciales que necesitáis desarrollar antes de dejar el ciclo de reencarnaciones.
Hay grupos de personas que, a lo largo de las reencarnaciones, se han encontrado con crisis tras crisis, han llegado a vuestro mismo punto de desarrollo físico, y entonces o bien han llegado más allá, o bien han destruido su propia civilización. En este caso se les dio otra oportunidad, así como el conocimiento inconsciente no sólo de su fallo, sino de las razones que lo provocaron. Empezaron, pues, con una gran ventaja psicológica cuando formaron nuevos grupos primitivos. Otros, que solucionaron los problemas, dejaron vuestro planeta físico y se dirigieron a otros puntos del universo físico. Cuando alcanzaron ese nivel de desarrollo ya estaban maduros espiritual y físicamente, y fueron capaces de utilizar unas energías de las que vosotros no tenéis conocimiento práctico. (Pausa las 21.22.) Para ellos la Tierra es ahora un hogar legendario. Formaron nuevas razas y nuevas especies que ya no podían acomodarse físicamente a vuestras condiciones atmosféricas. Aun así, también continuaron en el ciclo de reencarnaciones mientras habitaban la realidad física, aunque algunos de ellos han mutado y hace tiempo que han dejado tal ciclo.
Los que lo han dejado han evolucionado y se han convertido en las entidades mentales que siempre fueron, han abandonado la forma material. Este grupo de entidades sigue teniendo mucho interés en la Tierra, y le brindan apoyo y energía. En cierta manera, ahora se los podría considerar como dioses de la tierra. (21.28.) En vuestro planeta han estado implicados en tres civilizaciones concretas mucho antes del tiempo de la Atlántida, cuando de hecho vuestro planeta estaba en una posición algo distinta. (-¿ Te refieres a una «órbita» distinta?) Por ahora deja la palabra «posición», especialmente en relación con tres de los planetas que vosotros conocéis. Los polos estaban invertidos, al igual que lo han estado, por cierto, durante tres largos períodos de la historia de vuestro planeta. Esas civilizaciones habían desarrollado una alta tecnología; la segunda de ellas, de hecho, era muy superior a la vuestra en lo que a tecnología se refiere. Utilizaban el sonido de una manera mucho más eficaz, no sólo para sanar y para la guerra, sino también para impulsar vehículos de locomoción y para producir el movimiento de la materia física.
El sonido transportaba el peso y la masa. (21.34. Cuando Jane pronunció ¡apalabra «guerra» en el párrafo anterior, su voz y su expresión facial tenían una connotación como de «ya lo sabía».) La fuerza de esta segunda civilización estaba principalmente en las áreas conocidas hoy como África y Australia, aunque en aquel tiempo era completamente diferente no sólo el clima, sino también la distribución de tierras, ya que había una atracción diferente de las masas de tierra debido a la posición alterada de los polos. Sin embargo, hablando relativamente, la civilización se concentraba en un área; no intentó expandirse. Su crecimiento fue muy hacia adentro y habitaban en el planeta simultáneamente con una vasta cultura primitiva, desorganizada y dispersa. No sólo no intentaron «civilizar» el resto del mundo, sino que utilizaron todo su poder -que fue considerable durante un largo período de tiempo- para impedir ese tipo de progreso. Los miembros de esta civilización eran en su mayoría un grupo escindido de la exitosa civilización anterior, muchos de cuyos integrantes habían decidido continuar su existencia en otras áreas de vuestro universo físico.
Éstos, en cambio, estaban especialmente enamorados de la vida en la Tierra, y pensaban también que podían mejorar el último experimento en el que habían estado comprometidos, aunque eran libres para moverse en los otros niveles de existencia. (21.42.) No estaban interesados en comenzar de nuevo desde cero como una civilización de párvulos, en otras áreas. Por consiguiente, llevaban gran parte de su conocimiento incorporado de manera instintiva, de modo que este grupo particular pasó muy rápidamente por lo que vosotros llamaríais los distintos estados tecnológicos.
Al principio estaban particularmente interesados en desarrollar un ser humano que tuviese grabadas en su interior defensas contra la violencia. En ellos el deseo de paz era casi lo que vosotros llamáis un instinto. Hubo cambios en el mecanismo físico. Cuando la mente registraba una agresión fuerte, el cuerpo no reaccionaba. Ahora aún se pueden ver vestigios psicológicos de esto en ciertos individuos, que llegan a desmayarse, o incluso a atacar su propio sistema físico, antes de permitirse actuar con lo que ellos consideran que es violencia hacia el otro. Esta civilización, por tanto, dejó en paz a los nativos que vivían a su alrededor. Aun así, enviaban fuera a miembros de su grupo para que vivieran con los nativos y se casaran con ellos, esperando pacientemente alterar con esto la fisiología de las especies. La energía, que en vuestros tiempos se suele emplear en la violencia, se dedicó a otros propósitos y empezó a volverse en contra de ellos. No estaban aprendiendo a manejar la violencia o la agresión: intentaban sortearla físicamente, y esto, como pudieron comprobar, tenía sus complicaciones.
Podéis tomaros vuestro descanso. (De 21.52 a 22.05.) A la energía debe permitírsele fluir libremente a través del sistema físico, dirigida y controlada mentalmente, o psíquicamente si así lo preferís. La alteración física resultó ser una carga para la totalidad del sistema. La función creativa, que había sido distorsionada por el concepto de agresividad -la necesidad de actuar-, no fue entendida. En cierta manera podría decirse que hasta el hecho de respirar es en sí violencia. La inhibición que tenían incorporada dio como resultado un sistema paralizado lleno de controles mutuos en el que se hizo prácticamente imposible el necesario impulso de actuar. Esto evolucionó hacia un estado mental y físico demasiado concienzudo y restrictivo, en el que se restringieron totalmente las necesidades físicas de supervivencia del organismo. La civilización, pues, progresó mentalmente. Su tecnología recibió un enorme impulso a medida que se esforzaban, por ejemplo, en desarrollar comida artificial para así no tener que matar por ningún concepto para sobrevivir.
(22.13.) Al mismo tiempo intentaban dejar el entorno físico intacto. Así pues, prescindieron totalmente de vuestra etapa de los automóviles, y también de los vehículos de vapor, y se concentraron enseguida en el sonido, un sonido que no podía ser oído por los oídos físicos. La civilización se llamaba Lumania (deletreado), y el nombre se convirtió en leyenda y volvió a usarse más tarde. Los lumanios eran personas muy delgadas y débiles en lo que al físico se refiere, pero psíquicamente eran o bien brillantes o bien totalmente faltos de talento. En algunos, estos controles incorporados causaban tantos bloqueos de energía que incluso se resintieron sus enormes capacidades telepáticas naturales. Establecían campos de energía en torno a su propia civilización, así que estaban aislados del contacto con los otros grupos. Sin embargo, no permitieron que la tecnología los destruyera, y cada vez eran más los que se daban cuenta de que el experimento no era un éxito. Algunos de ellos lo abandonaron tras la muerte física, para unirse a los integrantes de la civilización anterior exitosa que habían emigrado a otros sistemas planetarios dentro de la estructura física. Muchos otros se limitaron a dejar las ciudades, destruyendo los campos de energía que las encerraban, y se juntaron con los numerosos grupos de la otra gente relativamente salvaje, se aparearon con ellos y tuvieron hijos. Estos lumanios murieron pronto, pues no podían soportar la violencia ni reaccionar violentamente a ella. Aun así, confiaban en que sus hijos mutantes se sintieran poco inclinados a la violencia, pero sin las restrictivas reacciones de las que ellos estaban dotados. (Pausa de un minuto a las 22.24.) Físicamente la civilización sencillamente desapareció. Algunos de esos niños mutantes formaron posteriormente un grupo pequeño que viajó por el área, acompañados de grandes manadas de animales. Se preocupaban mutuamente los unos por los otros, y muchas de las leyendas antiguas sobre criaturas mitad hombre mitad bestias han llegado a través de las eras debido a la memoria de esta vieja asociación.
Esta gente, que eran realmente supervivientes de la primera gran civilización, siempre llevaron en su interior fuertes recuerdos subconscientes de su origen, y me refiero a los lumanios. Ésta fue la causa de su gran avance, hablando tecnológicamente. Pero, con ese firme propósito de evitar la violencia, en lugar de buscar el desarrollo constructivo y pacífico del potencial creativo, su experiencia fue altamente unilateral. Los movía un miedo a la violencia tal que ni siquiera permitieron al sistema físico la libertad de expresarla. (22.33.) Por tanto, la vitalidad de esta civilización era débil; no porque no existiera la violencia, sino debido a que se restringió la libertad de la energía y de la expresión desde el exterior.
Así como un niño está protegido físicamente de ciertas enfermedades cuando acaba de abandonar el vientre materno, de la misma manera está protegido contra ciertos desastres psíquicos durante un corto tiempo posterior al nacimiento, y, para su consuelo, lleva en su interior memorias de existencias y lugares pasados. Así los lumanios fueron apoyados durante varias generaciones por profundos recuerdos subconscientes de la civilización anterior. Pero al cabo, estos recuerdos comenzaron a debilitarse. Se habían protegido a sí mismos de la violencia, pero no del miedo físico. Ellos entendieron bien la malignidad de la violencia terrestre, pero negaron el derecho de la persona a aprender a su manera, y eso impidió al individuo usar sus propios métodos de una manera creativa y conducir la violencia hacia áreas constructivas. A ese respecto, se anuló el libre albedrío.
Estaban, por tanto, sujetos a todos los miedos humanos corrientes, que en su caso fueron exagerados ya que físicamente no podían responder con violencia ni siquiera a la naturaleza. Si los atacaban se limitaban a huir. No aplicaban el principio de luchar o huir: sólo tenían un recurso. (22.41.) El símbolo de su dios era masculino, una poderosa figura masculina que los protegía, ya que ellos no podían hacerlo. Este dios evolucionó a través de las eras al igual que lo hicieron sus creencias, y en él proyectaron aquellas cualidades que ellos mismos no podían expresar. Mucho más tarde apareció como el viejo Jehová, el dios de la ira, que protegía al Pueblo Elegido. Por consiguiente, el miedo a las fuerzas naturales era inicialmente muy fuerte en ellos debido a las razones dadas, y trajo consigo un sentimiento de separación entre el hombre y esas fuerzas naturales que lo nutren. No confiaban en la tierra, ya que no podían protegerse de sus fuerzas violentas. Su vasta tecnología y su gran civilización estaba en gran parte bajo tierra.
En este sentido, fueron los primeros hombres de las cavernas, y también utilizaban esas cuevas como salidas de sus ciudades. Esas cuevas no eran solamente refugios para los poco hábiles nativos; a menudo eran puertas para entrar y salir de las ciudades de los lumanios. Mucho después de que las ciudades quedaran desiertas, los siguientes nativos, poco civilizados, encontraron estas cuevas y sus entradas. En el período que vosotros llamáis ahora la Edad de Piedra, los hombres que creéis que son vuestros antepasados, los cavernícolas, solían encontrar refugio no en vastas cuevas formadas naturalmente, sino en canales creados mecánicamente que conducían a las desiertas ciudades en las que en una época habitaron los lumanios. Algunas de las herramientas que utilizaban los cavernícolas eran versiones distorsionadas de aquellas que encontraron. Ahora podéis tomaros vuestro descanso... manteneos calientes. (22.44. El ritmo de Jane había sido algo pausado durante toda la sesión. El estudio se había enfriado considerablemente para entonces; de aquí el comentario de Seth. Tres páginas de material que hemos suprimido siguieron al descanso, y la sesión terminó a las 23.25.)
Extracto de Habla Seth II
La eterna validez del alma a través de Jane Roberts
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