Cuando entonces es ahora.
Varios/Otros
Además de llevar a nuestros hijos a la práctica de fútbol, mientras el resto del equipo sigue en la cancha, y asegurarnos de estar en el aeropuerto antes de la salida de nuestro vuelo, pensamos: en realidad, ¿qué es el tiempo? ¿Son los segundos entre los minutos que componen nuestro día lo que evita que todo ocurra al mismo tiempo, como decía la cita de John Wheeler al comienzo de este capítulo? ¿Existe el tiempo aunque nadie sepa nada de él?
Quizá una pregunta todavía más profunda sería: si las cosas que ocurren en el tiempo están o no están "fijas." ¿Están los eventos del universo ya inscritos en un cronograma que sencillamente se materializa en nuestras vidas? ¿O es el tiempo maleable en cierto modo?
Y si lo es, ¿son sus eventos alterables?
Las ideas convencionales sugieren que el tiempo solamente se mueve en una dirección: hacia delante, y lo que ya ha ocurrido, está de hecho grabado en la tela del tiempo y del espacio. Sin embargo, la evidencia experimental indica que nuestras ideas del pasado y del presente pueden no ser claras y ordenadas. No solamente parece que el tiempo se mueve en dos direcciones, como postuló Einstein, además parece que las elecciones de hoy pueden en verdad cambiar lo que ocurrió ayer. En 1983 se diseñó un experimento para comprobar dicha posibilidad. El resultado fue totalmente contrario a lo que nos han llevado a creer respecto al tiempo, y sus implicaciones son asombrosas.
Para esta investigación, el físico John Wheeler propuso usar una variación del famoso experimento de la doble ranura para comprobar los efectos del presente sobre el pasado. A continuación vemos un breve resumen del experimento original descrito anteriormente.
Una partícula cuántica (un fotón) fue lanzada hacia un objetivo que podía detectar cómo llegaba: si como partícula o como onda de energía. Antes de alcanzar su objetivo, sin embargo, tenía que pasar por una apertura en una barrera. El misterio fue que el fotón de alguna manera "sabía" cuándo la barrera tenía una apertura y cuándo tenía dos.
En la presencia de una sola apertura, la partícula viajaba y llegaba a su destino de la misma manera en que comenzaba su jornada: como una partícula. Sin embargo, en presencia de dos ranuras, aunque comenzaba el experimento como una partícula, se movía como una onda de energía a través de las dos ranuras al tiempo y actuaba como una onda en su destino.
El resultado: se determinó que puesto que los científicos realizando el experimento eran los únicos que conocían las aperturas en la barrera, su conocimiento influía de alguna manera la conducta del fotón.
La variación de Wheeler de este experimento incluía una diferencia clave designada para comprobar sus ideas sobre el pasado y el presente. Él cambió el experimento para que el fotón fuera observado solamente después de haber pasado por la barrera, pero antes de llegar a su destino. En otras palabras, ya estaría en camino hacia el objetivo cuando se tomara la decisión de cómo sería observado.
Designó dos formas muy distintas de saber si el fotón había logrado su objetivo: una usaba un lente para "verlo" como una partícula, mientras que el otro usaba una pantalla que lo percibía como una onda. Esto es importante puesto que los experimentos previos demostraban que los fotones actuaban de la forma en que se esperaba que lo hicieran, dependiendo de cómo eran observados, es decir, eran partículas cuando fueron medidos como partículas y ondas cuando fueron medidos como ondas.
En este experimento, si el observador decidía ver el fotón como una partícula, el lente estaría en su lugar y el fotón viajaría solamente a través de una ranura. Si el observador decidía verlo como una onda, la pantalla permanecería en su lugar y el fotón pasaría a través de las ranuras como una onda. El factor determinante era que la decisión era tomada después de que el experimento estuviera encaminado (el presente), pero determinaría la conducta de la partícula cuando el experimento comenzara (el pasado). Wheeler llamó a esta prueba: el experimento de la opción retrasada.
Basados en este tipo de investigaciones, parece que el tiempo como lo conocemos en nuestro mundo (el nivel de lo físico), no tiene efecto en el dominio cuántico (el nivel de la energía). Si una opción tardía determina lo que ocurre en el pasado, Wheeler propone entonces que él "puede escoger conocer una propiedad después de que el evento haya tomado lugar." Las implicaciones de lo que dice, abren las puertas a una posibilidad poderosa de nuestra relación con el tiempo. Wheeler está sugiriendo que las decisiones que tomemos hoy, de hecho, pueden afectar directamente lo que ha ocurrido en el pasado. Y si ese es el caso, ¡lo cambiaría todo!
Por consiguiente, ¿es cierto que las decisiones que tomamos ahora mismo influyen, o incluso determinan, lo que ya ha ocurrido? Aunque hemos escuchado de parte de los grandes sabios que tenemos el poder de trascender a nuestros sufrimientos más intensos, ¿se extiende esta habilidad hasta la capacidad de volver a escribir los eventos pasados que nos condujeron a dichos sufrimientos? Cuando formulamos una pregunta de este tipo, es difícil no recordar lo complicadas que las cosas se volvieron cuando Marty McFly (interpretado por Michael J. Fox) el protagonista de la película Regreso al futuro, tuvo la oportunidad de hacerlo. Sin embargo, imagine las posibilidades si podemos aprender de las calamidades de las guerras mundiales del siglo pasado, por ejemplo, o del amargo divorcio por el que acabamos de pasar y tomar decisiones hoy que podrían prevenir que estas cosas ocurrieran. Si podemos, sería el equivalente a un gran borrador cuántico que nos permitiría cambiar el curso de los eventos que nos condujeron a nuestro sufrimiento.
Es precisamente esta pregunta la que llevó a una variación adicional del experimento de la doble ranura. Curiosamente, este se llama el experimento del "borrador cuántico". Aunque su nombre suena complicado, es sencillo de explicar y nada menos que capaz de destruir paradigmas con sus implicaciones, por lo tanto iré directamente al grano.
El punto crucial que demuestra este experimento es que la conducta de las partículas cuando el experimento comienza, parece determinarse por completo según las cosas que ni siquiera ocurren hasta que el experimento termina. Es decir, el presente tiene el poder de cambiar lo que ya ha ocurrido en el pasado. Y este es el efecto del denominado borrador cuántico: las cosas que ocurren después del hecho pueden cambiar ("borrar") la forma en que las partículas se conducen en un punto previo en el tiempo.
La cuestión es obvia: ¿aplica este efecto solamente a las partículas cuánticas o también se aplica a nosotros?
A pesar de que estamos compuestos de partículas, quizá nuestra conciencia es el pegamento que nos mantiene aferrados a los eventos (guerras, dolor, divorcios, pobreza y enfermedades) que percibimos como realidad. O quizá algo más está ocurriendo: podría ser que ya cambiamos nuestro pasado mientras aprendemos de nuestros errores, y lo estamos haciendo todo el tiempo. Quizá es tan común que nuestras decisiones repercuten en nuestro pasado, que esto ocurre sin que nos demos cuenta o sin que lo dudemos.
Quizá el mundo que vemos hoy, por muy duro que a veces parezca, es el resultado de lo que ya hemos aprendido siendo reflejado en retrospectiva. Ciertamente, es algo que vale la pena considerar, y en el momento, parece que la ciencia apoya esta posibilidad. Si esto es cierto y nuestro mundo, de hecho, actúa como un circuito cósmico de retroalimentación, mientras las lecciones del presente cambian el pasado, ¡sólo piense en lo que significa! Mínimo, implica que el mundo que vemos hoy es el resultado de lo que ya hemos aprendido.
Y sin esas lecciones, las cosas podrían ser mucho peor, ¿es eso posible?
Independientemente de si influimos o no el pasado, es claro que las decisiones que tomamos ahora determinan el presente y el futuro. Y los tres (pasado, presente y futuro) existen en el contexto del contenedor de la Matriz Divina. Tiene todo el sentido del mundo que siendo parte de la Matriz, seamos capaces de comunicarnos con ella de una forma que sea significativa y útil para nuestras vidas. Y de acuerdo con los experimentos científicos, así como con nuestras tradiciones más apreciadas, lo hacemos. El denominador común de las investigaciones en los capítulos previos, toca dos aspectos:
1. Muestran que somos parte de la Matriz Divina.
2. Demuestran que la emoción humana (creencias, expectativas y sentimientos) es el lenguaje que reconoce la Matriz Divina.
Curiosamente, aunque quizá sea una coincidencia, estas son precisamente las experiencias que fueron editadas de los textos bíblicos cristianos y han sido desalentadas por la cultura occidental. No obstante, hoy en día, todo esto está cambiando. Los hombres están siendo motivados a honrar sus emociones y las mujeres están explorando nuevas formas de expresar el poder que es una parte tan natural de su existencia. Es claro que las emociones, los sentimientos y las creencias son el lenguaje de la Matriz Divina, y existe una calidad de emoción que nos permite experimentar el campo de energía que conecta el universo de forma poderosa, sanadora y natural.
La pregunta que surge es: "Si estamos hablando con la Matriz Divina, ¿cómo sabemos cuándo nos responde?" Si nuestros sentimientos, emociones, creencias y oraciones están proveyendo el patrón para la materia cuántica del universo, entonces ¿qué están diciéndonos nuestros cuerpos, vidas y relaciones respecto a nuestra parte en la conversación? Para responder esto, debemos reconocer la segunda parte de nuestro diálogo con el universo. Entonces, ¿cómo leemos los mensajes de la Matriz Divina?
Extracto de La Matriz Divina.
Gregg Braden
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