El día del juicio y la revisión de la vida.

Ramtha


Entonces, dicho esto, y habiéndote recordado que estás aquí, por tu propia elección—tú elegiste esta vida; una vida en la que se te revelaría lo espiritual— estás totalmente dotado de poder. A partir de ahora, entonces, vamos a hablar sobre el Plano Sublime; el cielo, como algunos lo llamarían.

Ahora, durante estos años en tu cómputo del tiempo hemos discutido con frecuencia lo que se llama la existencia intermedia, es decir, la que tuviste antes de esta encarnación. Y no profundicé mucho en ella, ni tampoco en tus vidas pasadas, por una maravillosa y gran razón. En mi sabiduría yo entiendo que aquellos que no tienen madurez espiritual se aferran a las vidas pasadas con la misma intensidad con la que se han aferrado a su condición de víctima, de tirano, de tener compasión de sí mismos. Esa información, en vez de ser el maná para el Yo espiritual, le da más alimento al animal interior del hombre y la mujer. Aquí el enfoque ha sido llegar a ser Dios. Eso es lo fundamental y siempre lo será, pero esta noche vamos a hablar sobre el lugar intermedio en el cual estuviste antes de nacer.

Ahora bien, en el pasado he expresado enérgicamente que no creamos a nuestros padres; es cierto, pero recuerda también que somos atraídos a una amalgama o grupo genético que sólo equivale a lo que somos antes de llegar. En ese sentido entonces, subconscientemente, llegamos a ser sólo lo que somos capaces de llegar a ser. Nunca podemos llegar a ser lo que somos incapaces de llegar a ser. En otras palabras, no podemos ser algo más grande de lo que somos. De modo que en el lugar transitorio estamos hablando de los niveles tercero, cuarto y quinto. Son los planos de descanso y renovación.

Entonces se vuelve obvio que el cuerpo físico ha perecido y toda a energía que le dio vida, desde el alma, se está separando de él. El cuerpo pasa entonces a un lento estado de descomposición. Sin la tecnología moderna y el arte del embalsamamiento la energía se descompondría rápidamente en cuestión de quince días.

Toda descomposicion es la disgregación de la masa coagulada y la liberación del patrón de conciencia.

¿Entiendes? ¿Cuántos entendéis? Que así sea.

Ahora, aquí estamos hablando del Yo. El Yo, el Yo espiritual, el que no se ve, ya ha partido y ha atravesado el infrarrojo hasta el túnel de luz, al final del cual es recibido por los Señores de la Luz. Y todos experimentasteis la lectura de vuestra vida. En tiempos antiguos se le llamaba el Día del Juicio. Es un día de juicio, salvo que no es realmente un juicio. Es para refrescarte la memoria en cuanto a lo que hiciste.

Comprende que eres un ser que es transpersonal y no obstante personal. Un ser que ha sido transmutado fuera de la carne; te has salido de la vestimenta. Y en este plano el espíritu se demoraba para crear la realidad a través del cuerpo —pues vives en un cuerpo que opera de masa a masa—, pero ahora estás en tus propios dominios como entidad espiritual. De hecho, estás vibrando en un reino más benigno que éste.

De modo que allí observas tu vida. ¿Cómo es posible esto? Porque las bandas que te rodean, que te apoyaron y te dieron vida y sustento en la matriz, se llevan con ellas en forma de mente todo lo que hiciste, pues lo que haces es una acción, y las acciones son energía. Y el enfoque de esa energía son los patrones de la mente. Así que comenzamos a observar los patrones de la mente mientras se combinan para mostrarnos el esfuerzo de toda una vida.

Ahora,hagamos aquí una pausa y déjame decirte esto: algún día, cada momento a la luz de toda la eternidad, será sopesado contra una pluma. Cada momento cuenta. Todo lo que haces y lo que yo hice se ve.

Y se ve tanto desde la perspectiva del observador como la del participante, del que realiza la acción como del que es afectado por ella, todo. Por eso se le llama Día del Juicio, porque la mayoría de las personas ignorantes creen, o viven en el engaño de que sus pensamientos no son cosas. Sus pensamientos son cosas. Estas personas piensan ilusamente que lo que hacen a puertas cerradas sólo lo saben ellas. Eso es un engaño; todo se sabe y todo se mostrará. Y en este estado elevado no es necesario que ningún ser te mire y te condene; con que sólo tú lo veas bastará. No hay juicio más severo que el del alma en el Día del Juicio.

Ahora, cuando eso suceda—y todos lo experimentaréis puesto que ya lo habéis hecho—, ¿qué será lo más significativo de esto? Lo más significativo es cuán cargado estás a causa de los asuntos sin terminar. ¿Qué carga constituyen las experiencias sin terminar? Si te digo que eres Dios, entonces esta vida es para hacer que ese Dios-fuente evolucione como un todo. Entonces, ¿de cuántas experiencias no te adueñaste? En el momento de repasar tu vida, cada momento en el que fuiste cruel con alguien, cada vez que fuiste taimado y destructivo, cada vez que levantaste falsos testimonios, cada que lastimaste a otro físicamente, cada vez que la lengua se desenfrenó para vengarse y culpar, cada vez que repartiste tu furia de amor no correspondido para destruir a los que te rodeaban y a ti mismo, cada cosa se convierte en ti en ese momento en que la estás viendo. Tú eres todo, ¿lo sabes?

Así que sufres el ataque de tu villanía y sientes lo que sintió el otro. Te conviertes en el niño al que golpeaste y sientes su dolor desvalido. Te conviertes en el abusador y su ataque de furia instigada y embriagadora contra un inocente que no se puede defender. Sientes lo que es ser difamado y que mancillen y deshonren tu buen nombre. Lo sentirás porque eres Dios.

En este momento no estamos separados; somos todo. Llegamos a entender que es en este momento de tránsito cuando más nos damos cuenta de que somos la totalidad de la telaraña de la vida. Sentimos el abandono con el cual abandonamos. Sentimos la falsedad que infligimos a otro. Experimentamos la culpa que excesivamente nos echamos a nosotros mismos. Sentimos la angustia del amor no correspondido y somos el que llevó las cadenas de esa culpa. Se nos honra y se nos deshonra. Se nos divierte y se nos aturde. Vemos cómo hemos prostituido nuestros valores. Nos convertimos en el cuerpo en medio de su agonía y abuso. Nos convertimos en el abusador y en el abusado. Esto es juicio, y lo sentimos en toda su magnitud.

Nos recreamos en el sueño e inspiración que tuvimos a los cinco años; nos desesperamos al ver cómo el sueño se nos fue a los veintitrés. Nos convertimos en el sueño y luego nos esfumamos como él. Nos convertimos en la inspiración que nos maravilla y luego somos el aburrimiento de la inactividad. Vemos el desarrollo de las ideas y conceptos que tuvimos, somos la idea en sí misma, la forma de pensamiento, y luego la vemos como un huevo sin amor y sin sustento que nunca rompe el cascarón. Vemos la idea que nunca fructificó y el dolor de su no-inclusión en nuestro medio ambiente. Lo vemos todo, porque somos la totalidad de Dios.

El elemento subjetivo de todo esto es muy importante, porque la esencia del Yo es subjetiva pues lo es todo. De modo que en esta perspectiva el Yo se enriquece y se define mejor.

Vemos cuántas veces necesitamos suplicar el perdón de alguien y todas las veces que no nos lo pedimos a nosotros mismos. Vemos todas las oportundidades de amar que tuvimos pero, con nuestro yo renegado y egoísta, las desaprovechamos todas. Vemos el lugar vacío donde no reside el amor y nos dejamos llevar por el desespero y la futilidad. Lo vemos todo.

Y en esa exhibición hallamos la unidad incluso en el sufrimiento, ese momento elevado. ¿Y cómo describo yo el sufrimiento si no hay cuerpo? Bueno, la emoción, aunque se genera mediante estímulos eléctricos del cerebro y las redes neuronales, y pasa al cuerpo mediante la liberación de hormonas, se convierte en algo viviente. Es un campo energético en el cual permanecemos y nos sumergimos entonces dentro de toda esa energía. No podemos deshacerla, está hecha.

La suerte está echada.

Ahora, no quiere decir que esto sea malo; es algo necesario para el ignorante, y todos vosotros lo sois. Lo que sucede allí, en esa visión, es que quedamos cargados. Quedamos cargados por las dificultades que vemos. Una carga es un término espléndido, porque lo que dice es que todo aquello que hicimos, nos lo hicimos a nosotros mismos. Y por medio de esta revelación tenemos que quitarnos esas cargas y darle amor al Yo, que es lo que Dios es. Dios da, ¿recuerdas?




— Ramtha
Extracto de El Libro Azul

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