Los fantasmas. II

V.B. Anglada


d. Fantasmas o entidades psíquicas animadas por arte de imposición mágica.

Ese tipo de fantasmas ha de merecer una especial atención por cuanto constituye la expresión de un elevado tipo de magia, blanca o negra según los casos, mediante la cual el mago, utilizando los poderes de su voluntad y determinadas fórmulas de poder, atrae a su alrededor a un número de devas inferiores, obligándoles a “construir” mediante sus poderosas órdenes mentales los duplicados etéricos de las formas psíquicas de personas, de animales o de cosas, a fin de proyectarlas luego hacia lugares previamente determinados o escogidos.

La diferencia que existe entre los fantasmas examinados anteriormente y los fantasmas creados bajo imposición mágica estriba en que éstos desaparecen del plano de la objetividad o de la manifestación en el momento mismo en que el mago cesa de actuar sobre los éteres y de mantener bajo control a los devas que circunstancialmente había convertido en sus servidores, teniendo en cuenta que éstos, al sentirse obligados por la fuerza del mago, están reaccionando constantemente contra el poder que los domina, a la espera de que cualquier error del mago les deje en libertad para poder “arrojarse contra él” y situar al dominador en plan de dominado, sujeto al poder de las tremendas fuerzas psíquicas que suelen manejar los devas inferiores de la Naturaleza y de las cuales tan difícil es liberarse.

Mucho se ha escrito acerca de ese trueque de papeles en el caso del mago inexperto, por lo que a los aspirantes espirituales ansiosos de poderes psíquicos habrá que prevenirles de que antes de que los consigan deberán obtener un absoluto control de sí mismos y observar una conducta muy recta y espiritual. La creación dévica de fantasmas psíquicos, ya sea de personas, de animales o de cosas, exigirá, por tanto, de parte del experimentador la posesión de las cuatro principales virtudes de la Magia:


1. Un perfecto conocimiento de las fuerzas dévicas que actúan en los éteres ambientales.
2. Una poderosa voluntad, dinámica, vibrante e invocativa.
3. Mucha experiencia en el arte de la visualización mental.
4. Un eficiente control sobre la naturaleza emocional.

En el caso del Mago Blanco, a estas cuatro cualidades o virtudes deberán añadirse pureza de vida y rectitud de conducta. El Mago negro -no hay que olvidarlo- es también un experto en el arte de la Magia y posee una potente estructura mental, conoce el mundo de los “devas inferiores” y sabe cómo invocarles y someterles a control. Pero en este apartado acerca de la Magia no vamos a discutir los móviles o las razones que incitan a construir fantasmas, sino que fundamentalmente tratamos de introducirnos en el alto secreto mágico de su construcción. Veamos:


1. Un perfecto conocimiento de las fuerzas dévicas que actúan en los éteres ambientales.

Todo verdadero Mago ha de poseer clarividencia, o percepción visual, del plano oculto en donde intente trabajar. Mediante la misma podrá “ver y elegir” al grupo de devas que utilizará durante el desarrollo de su actividad mágica y a los que deberá mantener en tensión psíquica -si es que podemos decirlo así- a la expectativa del trabajo que se les va a encomendar. En el caso de la creación de “formas etéricas” de personas, de animales o de cosas habrá de recurrir a aquel tipo de devas inferiores capaces de sustanciar el éter y hacerle devenir objetivo. A esta especie de devas se les suele denominar ocultamente señores del ectoplasma, siendo el ectoplasma, como la mayoría de parapsicólogos saben, éter materializado o condensado capaz de adoptar cualquier tipo de forma.

Observen ustedes que utilizamos el término forma etérica y forma astral, y es necesario establecer esta diferenciación para no confundir la actividad de los devas astrales inferiores, que vitalizan los cascarones astrales de los fallecidos y los mantienen en objetividad astral, con la de los devas etéricos, condensadores de los éteres del plano físico. Esta es la primera distinción que ha de establecer el Mago y la que le orientará en el sentido de los mántrams que habrán de ser utilizados a fin de promover las condiciones ambientales requeridas.


2. Una poderosa voluntad, dinámica, vibrante e invocativa.

Al llegar a este punto la poderosa voluntad del Mago formulará el mántram apropiado y a su conjuro el grupo de devas escogidos se acoplarán formando un bloque compacto y se pondrán bajo sus órdenes. El Mago deberá entonces tener cuidado de repetir mentalmente y tantas veces, como sea necesario el mántram de poder que le fue revelado en cierta iniciación81, a fin de que las fuerzas dévicas se mantengan cohesivamente en el éter, prestos a secundar su voluntad ordenadora. Recordemos que en el arte de la imposición mágica los devas invocados se hallan sujetos a control, prisioneros de un estado de conciencia superior que les obliga a seguir determinadas reglas y a realizar ciertos trabajos específicos.

La voluntad del Mago ha de ser, por tanto, muy poderosa, pues las fuerzas dévicas invocadas tienden incesantemente a la dispersión y son también muy potentes y extremadamente peligrosas, ya que su tendencia es volverse contra el poder que les sojuzga y condiciona. No basta poseer ciertas claves de poder y el conocimiento de algunos mántrams. El Mago ha de utilizar constantemente su voluntad en apoyo de su inteligencia. El éter del espacio en donde el Mago ejerce sus poderes debe estar “teñido de fuego”. Sólo la fuerza ígnea de la voluntad podrá dominar a los moradores del espacio.


3. Mucha experiencia en el arte de la visualización mental.

El Mago ha de poseer una mente debidamente entrenada en el arte de la visualización, es decir, de creación de toda clase de imágenes y formas de pensamiento, así como ser capaz de mantener firmemente en ella y durante todo el tiempo que sea necesario “un cuadro” de las situaciones que quiera provocar en el ambiente previamente escogido. La visualización mental indica un alto grado de concentración, y los devas invocados bajo imposición mágica deberán “materializar” aquel cuadro y llevarlo a la objetividad con todas las propiedades físicas inherentes a la “corporeidad y tangibilidad”. De esta manera, la creación de un fantasma o de un grupo de fantasmas puede motivar una serie impresionante de efectos sobre el mundo de Maya, o de los sentidos humanos.

A tal efecto, deberá ser recordado que el mundo de los espejismos astrales está lleno de esos fantasmas ilusorios sin identidad psicológica, “fabricados” por arte mágico, pero su creación es tan perfecta que impresionan los sentidos físicos e inducen a aceptar como reales y verdaderos unos espectros etéricos creados por imposición de la voluntad humana sobre el mundo de los devas. Las formas ectoplásmicas de personas, de animales y de cosas del plano físico pueden aparecer así ante el aspirante espiritual poco entrenado en el arte de la visión oculta como entidades reales y llevarle a grandes errores de apreciación y de interpretación. Sólo un adecuado entrenamiento espiritual hará posible la identificación del fantasma o del grupo de fantasmas que concurren en el desarrollo de cualquier situación ambiental impuesta por arte mágico y darse exactamente cuenta de si las imágenes bajo observación son reales o ilusorias.

En la base mística de las grandes religiones se hallan no pocos motivos de inspiración espiritual basados en el principio de la Magia y de “creación de imágenes vivientes” de las Deidades que en tales religiones son reverenciadas. Algunas de ellas, de tan tremendo poder que bajo la forma de potentísimos “egregores” se hallan todavía en las motivaciones íntimas de los cultos y de la fe religiosa de los fieles. Pero no nos detendremos de momento en el examen de tales ideas, las cuales serán oportunamente consideradas, aunque si será necesario exponer y clarificar el hecho evidente de la Magia organizada en nuestro mundo y del sentido de permanencia de muchas iglesias de tipo caduco y tradicional, por efecto de los “egregores” construidos en pasadas épocas y que, alimentados por el poder de la liturgia y de la magia invocativa, se mantienen todavía como soportes vivos de la fe, de la credulidad o de las íntimas creencias religiosas acerca de la Divinidad.


4.Un eficiente control sobre la naturaleza emocional.

El dominio de la mente sobre el cuerpo astral debe ser perfecto si ha de realizarse una verdadera obra mágica y tener bajo control al deva o grupo de devas que han de realizar algún definido trabajo de “sustanciación” del éter ambiental y de construcción de los fantasmas requeridos. Continuamos insistiendo en la necesidad de que se establezca la distinción entre el fantasma astral que mantienen objetivamente en este plano los devas psíquicos bajo forma de “cascarones”, es decir, por efecto de la vitalización transitoria de cuerpo astral de alguna persona fallecida haciéndole perceptible y hasta tangible, y el fantasma etérico construido por los devas que actúan en los éteres físicos, utilizando los elementos dinámicos que surgen de la voluntad del Mago.

Los primeros utilizan fuerza psíquica, pues tal es la esencia del plano en donde viven, se mueven y tienen el ser; los segundos construyen fantasmas utilizando los materiales segregados del primer nivel etérico, el más denso y -si podemos decirlo así- con más carga de ectoplasma magnético.

Volviendo a la necesidad de control astral por parte del Mago que “mantiene aprisionados a los devas” que han de crear una determinada forma, habremos de decir que dicho control es tan necesario que bien podría decirse que de él depende toda la obra mágica. Un leve desfallecimiento del ánimo, un debilitamiento de la tensión o la más mínima duda en la mente pueden serle fatales al Mago, por las razones antes descritas de que los devas constructores bajo su poder “están atentos al menor descuido” para arrojarse sobre él y destruirle física y psíquicamente. Hay que recordar al respecto que la Magia exige maestros y no inexpertos aprendices. De ahí la importancia de que el Mago se olvide por completo de sí mismo en el desarrollo del proceso mágico y que no desvíe su atención de aquel punto en el éter dentro del cual mantiene “confinados” a los devas que utiliza para la expresión de sus poderes mágicos.

Este es un punto raras veces estudiado cuando se intenta dar una imagen muy real del proceso de la Magia, pero que deberían tratar de investigar muy profundamente los aprendices de Mago, siendo el trabajo más importante a realizar y el único que colmará la medida de sus deseos, el suave aunque perfecto control de sus vehículos astrales a fin de evitar los peligros de los múltiples espejismos que jalonan el camino que conduce a la perfecta maestría de la Obra Mágica.



Vicente Beltran Anglada

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