Nuestro corazón sopesado contra una pluma.

Ramtha


Saludos, mis hermosos maestros. Yo os saludo desde el Señor Dios de mi ser al Señor Dios de vuestro ser.


Oh, mi amado Dios,
bendíceme en este hermoso día.
Despierta mi alma
y mi conciencia para escuchar.
Que Dios bendiga mi vida
y todos los cambios
que se han declarado
en ella
¡Que así sea!


Ahora, ¿cuántos de vosotros tuvisteis ayer en la tarde un diálogo muy significativo con aquello que ya ha sido y que volverá de nuevo? ¿Cuántos de vosotros sentisteis la pasión? Que así sea. ¿Cuántos de vosotros veis el lado bueno? Que así sea.

Cada cosa que haces —cada pensamiento que tienes— debería ser sopesado a la luz de toda la eternidad.

Cada pensamiento, cada sentimiento, debería ser sopesado contra una pluma. ¿Por qué? Porque el alma se sitúa justo aquí, en el pecho. ¿Por qué crees que el corazón está situado a la izquierda de la caja pectoral? Hay una cavidad ahí, y una glándula muy poderosa. ¿Cuántos de vosotros sabéis el nombre de esa glándula? Ese es el asiento del alma. ¿Y cuántas veces has pensado en algo y has tenido una reacción aquí?

Es interesante intentar explicar esa reacción, porque si alguna vez has analizado la reacción, cuando sientes ese sentimiento aquí, es el mismo sentimiento ya sea culpa, sea vergüenza o sea miedo; es el mismo sentimiento ya sea incertidumbre o sea indecisión. Piensa en eso. Acuérdate de este sentimiento que has tenido aquí (en el pecho), se sintió del mismo modo cuando tuviste miedo; se sintió del mismo modo cuando sentiste culpa; se sintió del mismo modo cuando estabas avergonzado, se sintió mal. Es el mismo sentimiento.

Entonces, ¿quién determina el estado emocional de este sentimiento de aquí? Tú lo haces.

Ahora, cuando vas en contra de esto (el alma) al pensar en algo, cuando vas en contra de esto, lo que realmente estás sintiendo en tu pecho es lo que construíste en el Plano Sublime. En el Plano Sublime —igual que hiciste anoche y estudiamos ayer— estamos examinando una vida desde el gran Yo, desde el punto de vista de la personalidad del alma, el Espíritu Santo y el Dios. La estamos examinando desde todas las perspectivas diferentes. Y en la visión total nos convertimos en las heridas que ocasionamos a otro, porque de repente, sentimos la injusticia que le hemos hecho a otra persona. Lo sentimos. Sentimos el dolor que infligimos a otros. Lo sentimos primero como el yo, que se siente totalmente justificado en lo que está haciendo, pero también percibimos el sentimiento del alma en el momento de hacerlo. Nuestro cerebro está luchando con nuestra alma —o corazón, como se le solía llamar—, y entonces infligimos el castigo. Cuando lo hacemos, entonces nos sentimos justificados.

De modo que el yo está viendo eso en la revisión de la luz. Entonces el Dios siente la reacción de esto, porque nosotros creamos la realidad. Nuestro trabajo es crear la realidad.

¿Cuál es la intención, entonces, y qué entregó y añadió la intención al regalo de la experiencia? Nosotros llegamos a sentir eso, así que de repente sentimos lo que le sucedió a la otra persona. Sentimos lo que hemos hecho.

En esa revisión, el alma ha grabado eso, así que de toda la revisión en la luz tomamos una colección de sentimientos, ideas de energía sutil, e intenciones, y nosotros tenemos que agarrar esa maleta y echarle un vistazo. Lo que hagas a otros, te lo haces a ti mismo. Y le echamos un vistazo, y todo eso queda grabado. Y nos vamos de esa experiencia con una bolsa de dulces de lo más variada, porque también vemos lo que les hacemos a los demás.

Vemos nuestros pensamientos. Cuando elegimos bondad, compasión y comprensión en vez de la naturaleza rebelde del ser humano y la lucha por la supervivencia—tú sabes, cuando elegimos ser todas las partes, e invocamos la bondad, e invocamos la comprensión hasta la capacidad de la comprensión misma—, podemos decir a otro individuo: «Yo no entiendo tu experiencia completamente, pero comprendo parte de ella y entiendo mi parte en ella. Entiendo lo que he dado aquí. Ahora, en la claridad de mi ser podría haberlo hecho mejor; elegí no hacerlo. Pero no entiendo el impacto total de lo que te está pasando, porque eso es íntimo y personal, y ese es tu camino, y tú lo estableciste en el Plano Sublime. Déjame corregir mi parte en ello; no por ti, sino por mí».

Entonces, cuando damos comprensión, podemos ser sinceros y decir: «No puedo decir y admitir completamente que sé lo que es estar en tus zapatos. Sí tengo la sabiduría de algunas cosas que he observado en ti y de las que me he adueñado, pero te tienes que adueñar de ellas para ver los colores que yo veo; de otro modo, no tendría sentido para ti». Y esas son oportunidades. Cuando hacemos eso en la vida, cuando invocamos esos actos de bondad desinteresados, ya que podemos hacer cosas que en la superficie parecen ser desinteresadas, siempre tenemos que revisar el motivo ulterior, pues eso es contra lo que vamos a ser sopesados. Eso es lo que veremos al final, y ese es el lugar donde queremos ser más claros. Entonces, cada vez que hicimos todo lo posible y hemos ayudado, y que hemos sido bondadosos sin ningún pensamiento de recompensa—nada, eso es su propia recompensa—, cada vez que somos pacientes, cada vez que somos fuertes en los momentos de debilidad, todos ellos también son vistos y son sopesados.

Y entonces salimos de la experiencia un poco magullados, pero por otra parte sintiéndonos bien, ya que, en alguna medida, nuestra vida resultó satisfecha por el hecho de haber mejorado la vida de otra gente, porque mejoramos nuestra propia vida.

Lo que tienes que llegar a entender es que todo regresa al creador supremo, y el creador supremo de cada vida individual eres tú. ¿Por qué? Porque vosotros sois a quienes se les da la autoridad del libre albedrío e intención, y tú tienes el derecho de usar eso de cualquier modo que consideres apropiado, sin bien ni mal.

Entonces, ¿cuál es el dolor que sufrimos? Es el dolor que causamos a otro lo que nos daña. Nuestro sufrimiento no tiene que ver con ninguna otra persona; se trata de nuestro sufrimiento. Y desde esa perspectiva, todo se sopesa. Y en tantas vidas, esa bondad desinteresada nunca supera en la balanza a la intención interesada de destruir, de difamar o dañar por el bien de sobrevivir. Tantas vidas se viven injustamente, ya que se viven por la supervivencia en vez de por el Dios-fuente en sí mismo. Y así, en aquello que hacemos en cada vida, pesan más las faltas que la perfección, por eso sigues regresando cada vida.

Sigues yendo allí, revisando, regresando, y ernpiezas a acumular, hasta que un día inclinas la balanza, hasta que el bien extraordinario en ti pesa más que esas faltas. Para eso estamos trabajando: refinar. ¿Por qué?

Podríamos ir a cualquier lugar, ¿correcto? En todo el Vacío y, de hecho, en la totalidad del reino de los cielos, tú puedes ir a cualquier otro lugar.

Pero este es el detalle que debes entender: sólo puedes hacer lo que sabes. Solamente puedes ir al lugar que conoces y a lo que estás apegado. Y todo el mundo está apegado a la imperfección, al querer perfeccionarla. ¿Y por qué razón? ¿Para ser libres? ¿Por qué queremos libertad? Porque queremos conquistar este plano y las actitudes devoradoras que parecen acompañar a la cultura. Queremos conquistarlas hasta que no quede ninguna en nuestro interior, porque tenemos una misión que realizar: hacer conocido lo desconocido.

En otras palabras, somos exploradores en el Vacío; somos viajeros hacia el Infinito Desconocido.

¿Sobre qué tipo de Dios te estaría enseñando yo, si el único fin que pudieras verle a esta vida fuera una vida vivida como gente ordinaria en una especie de situación mundana que no ofreciera ningún reto, y que no tuviera adversidad ni tuviera crecimiento, donde cada vecino está tratando de proteger lo suyo? ¿Qué clase de Dios te daría esa clase de vida? Quiero decir, ¿es esa la cima más alta en la realización de una vida? No, y todo el mundo ya ha vivido eso. La cima más alta es el afrontar la adversidad en la vida a la que somos vulnerables y, en verdad, hacerlo sin demoras, porque no queremos estar apegados a ella. Si estamos apegados a ella en cualquier tipo de prejuicio, vamos a estar atados a él en el momento de ser sopesados en la luz.

El regalo extraordinario —del que os percatáis algunos de vosotros, mas no todos— es la enseñanza de ayer. Es muy profunda, porque te sugiere que si ello fuera así —y podría ser absolutamente posible que así fuera, pues, ¿qué prueba tienes tú de que no lo sea?—, en este momento tú sabes que te estás mirando, y si no es este momento, ese momento va a llegar. ¿Y cómo quieres verlo? Porque esto es una parada de autobús; esto es una estación de tren. ¿Y no tienes tu mayores aspiraciones en la vida? ¿Qué hay de todos esos sueños que han ido y venido fugazmente y que no han llegado a experimentarse? ¿Cómo los conseguimos?

Haciendo un sitio para ellos en nuestra vida. Bueno, ¿cómo hacemos eso? Desatascándonos en nuestra vida, y siendo tan claros que podamos entretener una idea, y que se manifieste sin quedarse atascada en las tuberías de la mente. ¿Lo entiendes? Que así sea.

Entonces, cuando te digo: piensa cada pensamiento como si pudiera escribirse a lo ancho del cielo para que todo el mundo lo vea; piensa cada pensamiento de modo que en cien mil años o cien años, o en cinco, tú le des la bienvenida, porque vino de un lugar de honor; hay grados de evolución; y cada cosa que hagas —recuerda—, considera el hacerla a la luz de toda la eternidad. ¿Qué clase de venganza, mezquina venganza, vale diez mil vidas reencarnadas? Me atrevo a decir que el costo es simplemente demasiado caro, ¿y quién vale realmente tanto? Nadie lo vale. No hay nadie por quien valga la pena perder la evolución. Ese es el tren en el que quiero que te subas.

Ahora, en la revisión de la luz, lo que pasa cuando todo se ha dicho y hecho es que se nos despoja de las emociones. Son devoradas por la luz, porque son emociones polarizadas. Los señores de la luz se alimentan de sentimientos polarizados —energía que va en esta y en esa dirección—, porque la luz es eso, y se nos despoja de ello. Y se nos permite marcharnos, descansar y contemplar, y se nos da exactamente el lugar más exquisito en el que pudiésemos haber soñado estar para realizar tal contemplación. Y en ese descanso contamos con miles de años —que pueden parecer una tarde—, miles de años para recapacitar, para curar, para madurar, y para prepararnos para regresar.



RAMTHA
Extracto de NACIMIENTO MUERTE Y REENCARNACIÓN. El Libro Azul

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