Los Rayos y el Conocimiento Propio.

V.B. Anglada


Inicio mi disertación de hoy insistiendo sobre la necesidad que tenemos como seres humanos inmersos en las grandes necesidades de la vida social, de establecer cada vez más estrechas y conscientes relaciones con nuestro Yo trascendente, aquel que según las enseñanzas de las grandes religiones, filosofías y creencias espirituales de todos los tiempos es nuestro verdadero Ser, nuestro Yo inmortal, el centro de enlace con la Divinidad, la Vida infinita que llena con Su indescriptible Amor el corazón sensible de todo lo creado.

De nada nos serviría evidentemente un estudio más o menos profundo acerca de los RAYOS si lo limitásemos solamente a una mera información intelectual dentro del Campo infinitamente vasto del conocimiento esotérico. En estas conversaciones periódicas que sostenemos nos interesa descubrir tan profundamente como nos sea posible el Misterio de nuestra vida espiritual y psicológica; conocer lo más ampliamente que podamos cuál es nuestro destino como seres humanos aquí en la Tierra y tratar de resolver favorablemente la triple interrogante inmanente en el desarrollo de nuestra vida espiritual; ¿quién soy? ¿de dónde vengo? y ¿a dónde voy? Se trata de las tres terribles incógnitas que motivaron la conocida sentencia de los grandes filósofos del pasado: “HOMBRE, CONÓCETE A TI MISMO”. De acuerdo con ella las preguntas que quizás surgirán en las mentes de ustedes serán seguramente éstas:

¿Cómo resolver nuestro destino espiritual?, ¿cómo liberarnos de los impedimentos psicológicos que condicionan nuestra conducta?, ¿cómo descubrir el enorme secreto espiritual de nuestra existencia? La respuesta a todas estas preguntas sólo puede ser una: ¡INVESTIGANDO!, ya que sin una profunda y sostenida investigación jamás llegaremos a descubrir la trascendental verdad que es nuestra propia vida espiritual. Podríamos preguntarnos también ¿qué es investigar? Yo diría que es la enorme capacidad de estar profundamente atentos, plenamente apercibidos de todo cuanto ocurre en nosotros y a nuestro alrededor utilizando para ello aquella apetecible y poco corriente elasticidad o flexibilidad mental que permita damos cuenta de todas y cada una de las reacciones psicológicas de nuestro ser al condicionamiento ambiental y establecer así una correcta evaluación de nuestras facultades y posibilidades de acción para determinar finalmente el camino más conveniente a seguir.

Me pregunto ahora tras esta afirmación si admitirían ustedes como correcta la idea de que “este más conveniente camino a seguir”, nacido de nuestra profunda capacidad de investigación, es precisamente el Camino que señala nuestro RAYO espiritual, aquel que condiciona nuestras más elevadas aspiraciones y matiza profundamente nuestra vida de ansias supremas de libertad.

Ustedes objetarán seguramente que hay una infinita libertad de elección en lo que respecta a “caminos a seguir” y que debido a esta eximia libertad, totalmente incondicionable en sí misma, nos resultará sumamente fácil establecer caminos y crear metas y destinos, aunque no estén de acuerdo con las orientaciones de nuestro RAYO espiritual. Esta es una verdad lógica e incuestionable y es debido precisamente a la manera ligera e impremeditada que establecemos caminos internos que nos alejamos de nuestro verdadero RAYO espiritual y llenamos nuestra vida de tensiones, de conflictos y de temores. . . Es por tal motivo, para evitar tales inconvenientes, que se impone como lógica la idea de los RAYOS ya que su conocimiento y estudio matizará nuestra vida de realidades psicológicas profundas y no de vanos estímulos en el orden intelectual.

Otra interrogante que asaltará la mente de ustedes será sin duda la de cuál ha de ser entonces la orientación justa que debe encauzar todos nuestros esfuerzos. Yo les diría en primer lugar que no se trata de realizar grandes esfuerzos ni de someterse a agotadoras disciplinas, tal como ocurre cuando se trata de practicar determinados ejercicios de Yoga o algún especial delineamiento meditativo. Toda la actividad individual deberá circunscribirse a la facultad de ATENCIÓN, perseverantemente sostenida hacia todos los acontecimientos temporales que constantemente se producen y también hacia aquellos fúlgidos destellos espirituales que surgen de la Vida interior. Ustedes quizás le llamarán a esta actitud “una nueva disciplina”, pero yo prefiero llamarla “la norma natural de vida”, una norma serena que está de acuerdo con la ley natural ya que la Vida, en toda su infinita profundidad, es un resultado de la ATENCIÓN suprema del Creador y de Su inquebrantable Voluntad de SER y de REALIZAR.

Siendo así, la respuesta psicológica del hombre a los tremendos y continuados impactos de la Vida sobre su ser es vivir atentamente, serenamente apercibido de cada una de las oportunidades que esta Vida trascendente le presenta en cada uno de los momentos de la existencia cotidiana, de acuerdo con las impresiones espirituales de nuestra vida de RAYO.

Hemos conversado bastante acerca de los RAYOS e incluso nos introdujimos en el Misterio infinito de sus elevadas genealogías cósmicas, Ahora deberíamos ampliar este conocimiento tratando de comprender el sentido psicológico que más acusadamente marca nuestra existencia y tratar de hallarle una nueva y más adecuada dirección a nuestras energías, tanto en lo que respecta a nuestras actitudes cotidianas como a nuestras actividades psicológicas más profundas. Una de las formulaciones mágicas, esotéricamente más útiles pese a su aparente sencillez y muy fácil de poner en práctica, es ésta que tengo el gusto de transcribirles: “NO YO, PADRE, SINO TU EN MI”. Si ustedes analizan esta frase verán que está compuesta de Siete palabras, cada una de las cuales con su propio significado de RAYO.

No es al azar que fueron confeccionadas o conjuntadas por los grandes RISHIS del pasado y seguidas reverentemente por los verdaderos conocedores místicos de todas las religiones, aunque cambiando el orden de las palabras según necesidades del lenguaje. En realidad estas palabras mágicas son la réplica humana al gran Mántram divino “¡HÁGASE LA LUZ!”, correspondiente al AUM, el sonido místico de las grandes tradiciones orientales, tal como vimos en nuestra conversación acerca del sentido universal de la Magia, y de acuerdo con el significado esotérico de “¡HAGASE, SEÑOR, TU VOLUNTAD!”, que es la respuesta de la Naturaleza a la Voluntad del Logos Creador.

La afirmación absoluta de la fe en la Divinidad trascendente arrancando de lo íntimo del yo psicológico, y los esfuerzos realizados desde el centro de éste buscando las Fuentes originales de su procedencia cósmica es lo que técnicamente llamamos evolución. Y de ahí, de este punto, surgirá de nuevo una penosa interrogante... ¿Qué hay que hacer entonces para hallar el camino de los trascendentales impulsos que han de liberarnos de las tensiones, inquietudes y problemas a que está sujeto nuestro yo inmanente? ¿Cómo trazar el camino de Luz, el puente luminoso de “arco iris” o el antakarana que ha de unir las dos grandes orillas que separan la existencia material de la trascendente vida espiritual?


* EL SENDERO DE RAYO

Sólo hay un noble y definido Sendero espiritual en el devenir de nuestro destino kármico de acuerdo con nuestras posibilidades humanas y con la hora cósmica que estamos viviendo. Como siempre, y como síntesis de una infinita cadena de muchos y agotadores esfuerzos que jalonaron la vida de los grandes discípulos de todos los tiempos, se halla la tremenda afirmación de BUDA para todos los seres humanos ansiosos de redención y liberación: “EL HOMBRE PERFECTO VENCE SIN LUCHAR”. Entonces... ¿Por qué luchar sí realmente queremos ser perfectos, si aspiramos a la liberación y queremos fundir nuestra vida con la Vida de nuestro Señor de Rayo?

Dejar de luchar constituye, sin embargo, la más tremenda dificultad humana que desde el principio de los tiempos ha vivido, ha crecido y se ha desarrollado psicológicamente por medio de increíbles periodos de luchas y de dificultades. Y es debido a esta infinita secuela de esfuerzos, de luchas y de sacrificios, cristalizados en su mente y en su corazón, que se impone una nueva era de distensión, de armonía y de equilibrio.

El conocimiento de los RAYOS nos ofrecerá indudablemente un poderoso estímulo en nuestras aspiraciones espirituales de liberación, pero esta liberación que en cada ser humano ha de realizarse por fusión de su inmanente vida individual con la inmaculada Vida de un Esplendente y Trascendente Señor de RAYO, solamente podrá producirse cuando dejemos todo cuanto somos y todas nuestras conquistas humanas en los niveles físico, emocional y mental en manos del Señor de RAYO que rige cada una de nuestras características psicológicas, es decir, vivir supremamente atentos y expectantes al devenir de nuestra vida y dejar progresivamente que EL nos tome en Sus manos y vaya acercándonos a Su infinito Corazón por motivos místicos de semejanza...

La fórmula mantrámica es, tal como anteriormente señalamos, “NO YO, PADRE, SINO TU EN MI”. Por el solo hecho de vivir profundamente apercibidos al devenir de los hechos y circunstancias que configuran nuestro destino, iremos siendo cada vez más conscientes de que nuestra vida en su totalidad es un campo de expresión de los RAYOS y que nuestra serena sumisión, que no entraña debilidad sino el más potente dinamismo, es el verdadero Sendero de Resolución y de Cumplimiento, así como un fértil campo de servicio a través de las distintas cualidades o matices de los RAYOS.

Consustancialmente con esta necesidad de Conocimiento propio y del desarrollo progresivo de las grandes cualidades que adornan la vida humana por efecto de sus RAYOS condicionantes, veremos surgir de lo profundo de cada ser una u otra de las dos grandes líneas de acercamiento espiritual, la ocultista y la mística, es decir, la de tipo mental y la de características emocionales. El singular predominio de una u otra de estas dos grandes tendencias de RAYO constituye el tipo psicológico del ser humano y cuando en procesos superiores de vida ambas líneas se armonizan y equilibran y finalmente se unifican, aparece una nueva individualidad humana en la vida de la sociedad, la del ser andrógino, el cual habrá alcanzado la síntesis de su poder creador porque su mente y su corazón plenamente integrados y armonizados alcanzaron la perfecta inteligencia, no contaminada por síntoma ninguno de separatividad humana.

Ahora bien, tal como acabamos de decir, cada uno de nosotros actuamos preferentemente en alguno de ambos aspectos espirituales de RAYO, el ocultista o mental y el místico, o emocional. Sin que nos esforcemos en evidenciarlo, dichas tendencias nos marcan o definen. Podríamos decir que su perfume nos delata como se delata la flor. No hay que crear pues una nueva secuela de esfuerzos que nos cualifique o distinga, ya que esta contingencia se halla previamente programada dentro de nuestro ser y constituye el sello que marca o distingue nuestra personalidad psicológica y cada una de nuestras reacciones al desafío de los hechos. Entonces... ¿qué pretendemos con nuestro estudio de los RAYOS? Pues, simplemente, investigar, estar atentos, hacer lo que hace nuestra Alma espiritual, la Cual sabiendo que esencialmente es eternidad no desperdicia un solo segundo de Su vida.

Ese constante y persistente investigar irá acercándonos progresivamente al creador a través de la línea luminosa señalada por nuestro Señor de RAYO. Vale la pena vivir atentos, plenamente apercibidos de los infinitos móviles de la Divinidad con respecto a nosotros.

De los SIETE RAYOS, cuyas características o cualidades estudiamos en nuestra primera conversación, Cuatro pertenecen a la gran línea de acercamiento mental: el primero de VOLUNTAD DINÁMICA, el tercero de ACTIVIDAD INTELIGENTE, el quinto de CIENCIA o INVESTIGACIÓN CONCRETA y el séptimo de REALIZACIÓN, CUMPLIMIENTO y MAGIA ORGANIZADA. Los otros tres RAYOS corresponden a la gran línea de acercamiento emocional: el segundo de AMOR INCLUYENTE el cuarto de ARTE, ARMONÍA Y BELLEZA y el sexto de DEVOCIÓN INFINITA A UN IDEAL.

Sin embargo, considerados en su conjunto, cada uno de los SIETE RAYOS es imprescindiblemente necesario y esencial para el pleno desarrollo de la Vida del Universo. Cada uno de nosotros, sea cual sea su tipo particular de RAYO, ha de contribuir por tanto con la adición particular y consciente de su vida a la evolución y perfección de este SÉPTUPLE Cuerpo de manifestación que es nuestro planeta Tierra y en una esfera más elevada a la del Universo “en donde nuestro mundo vive, se mueve y tiene el ser”.

Será importante pues que nos demos cuenta por medio de nuestras reacciones psicológicas ante los constantes retos de la vida si somos mentales o emocionales para situarnos en conciencia en la Luz de nuestro RAYO espiritual. Hay que profundizar también en todos y cada uno de los aspectos subsidiarios de este RAYO, los cuales vienen suministrados por las tendencias dé nuestra personalidad, o por las capacidades o predisposiciones que demuestre activamente en su vida de relación la cual es, en definitiva, la que nos permite reconocer las energías por medio de las cuales realizamos nuestra particular evolución. No olvidemos cuanto hemos aprendido a través de nuestros estudios esotéricos en el sentido de que los RAYOS llamados subsidiarios son en realidad Subrayos del RAYO espiritual o Monádico el cual está directamente conectado con un determinado Logos planetario. Tales son los RAYOS que influyen en nuestra vida, interna y externa:

a. Un RAYO MONÁDICO, o divino, con el cual no podemos establecer contacto todavía debido a nuestra escasa y limitada evolución interna.

b. Un RAYO cualificador de las nobles tendencias de nuestra vida espiritual o del ALMA, que es nuestro verdadero ser, nuestro verdadero Yo.

c. Un RAYO cualificador de nuestras tendencias mentales.

d. Un RAYO cualificador de nuestras características emocionales.

e. Un RAYO que determina la expresión de nuestro cuerpo físico.

f. Un RAYO coordinador que trata de integrar los tres RAYOS, de la mente, del cuerpo emocional y del cuerpo físico, constituyentes de nuestra personalidad psicológica conocida.


* LOS RAYOS Y LA MAGIA LIBERADORA

Se trata, como verán, de un conjunto de SEIS RAYOS que condicionan nuestra vida como seres humanos dentro de los dilatados confines del Cuarto Reino de la Naturaleza. En gloriosas etapas futuras, cuando una impresionante serie de manvántaras hayan cumplido su obra en el tiempo y nos hayamos convertido en Dioses inmortales utilizaremos la totalidad de los RAYOS, puesto que seremos conscientes del RAYO DIVINO que se manifiesta por medio del Señor del Universo en el Plano ÁDICO.

Acabamos de penetrar en una faceta de nuestros estudios directamente relacionada con nuestra vida psicológica y también con nuestras futuras posibilidades de acción universal, cuando la vida de Dios rebasando los estrechos límites de nuestros pequeños cauces humanos nos permita entrever las gloriosas etapas correspondientes a la vida de los Logos planetarios los cuales, desde el ángulo de la analogía, pueden ser considerados como Entidades Psicológicas a igual que nosotros, aunque en unas proporciones y medidas que escapan por completo a las más elevadas concepciones mentales. Nos hemos introducido también en el sentido de las cualidades de los Rayos considerándolos los factores esenciales de nuestra experiencia personal, psicológica y espiritual, es decir, los promotores del campo de la evolución y teniendo presente, tal como se nos ha enseñado en nuestros estudios esotéricos, que la cualidad de un Rayo le muestra al aspirante espiritual el camino que debe seguir.

Así, de esta manera, el principio y el fin, el Sendero y la Meta, el Alfa y el Omega de todas las cosas deben ser de la misma naturaleza y de idéntica sustancia y cuanto hagamos en nuestra vida que tenga un carácter correcto estará estrechamente vinculado con nuestras verdaderas tendencias de Rayo. Ya no se trata pues de averiguar en forma intelectual, detallada y concreta la fuente cósmica de nuestra línea espiritual de Rayo, sino de dejarnos guiar serenamente por sus impulsos intuitivos mediante una gran plasticidad mental y equilibrio emocional, desarrollando una sensibilidad cada vez más exquisita. Comprenderemos así, definitivamente, ya que empezamos a movernos por zonas cada vez más profundas de realidad espiritual que dejarnos moldear por nuestra íntima particularidad de Rayo es mucho mejor que tratar de concretarlo mentalmente como una disciplina de nuestra conducta.

Es la diferencia que existe entre el SER y el EXISTIR, entre el SABER y el CONOCER, entre la eterna SABIDURÍA de la Vida y los meros conocimientos intelectuales.


Vicente Beltrán Anglada

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