Sensibilidad Espiritual.
V.B. Anglada
El Reino humano constituye el Reino de Síntesis en lo que a la evolución general de los Reinos subhumanos se refiere, ya que centraliza y actualiza el poder actuante en todos ellos, siendo su sensibilidad la obra máxima de la Evolución planetaria de la cual es su más preciosa joya. Las unidades de vida correspondientes al Reino humano, a diferencia de las de los Reinos mineral, vegetal y animal, poseen autoconciencia, es decir, alma individual. No siguen, por tanto, un proceso ciego en orden a la intervención de los elementos dévicos creadores de las formas de la Naturaleza, sino que poseen Intencionalidad, Memoria y Discernimiento.
Aunque en ciertas alejadas fases de la evolución humana existe todavía un anclaje de aquellas energías dévicas que intervienen en la construcción de los cuerpos o de las formas que utilizan los Reinos inferiores, en el transcurso del tiempo y a medida que el alma humana va penetrando en zonas más profundas e incluyentes de sí misma, se le desarrolla una marcada tendencia a "gobernar" inteligentemente el proceso de construcción de sus vehículos de manifestación "cíclica", eligiendo entonces deliberadamente los ángeles o devas constructores que más adecuada y perfectamente pueden concurrir en el proceso místico de la construcción aportando las energías etéricas más adecuadas al tipo de sensibilidad espiritual que haya logrado desarrollar. El Reino humano ha desarrollado en su conjunto el Cuarto Pétalo del Fuego de Kundalini.
Esta coincidencia le permite andar "erguido" constituyendo una vertical sobre la horizontalidad del suelo, diferentemente de las unidades de vida en el Reino animal cuya constitución ósea les obliga a moverse siguiendo la horizontalidad del suelo y a estar de esta manera más cerca del Reino vegetal que les provee de alimento. Hay en todo una suprema lógica y de la misma se desprende el principio de analogía, el cual, convenientemente aplicado, permite descubrir los secretos revelables o misterios menores que conciernen a la vida de nuestra vieja Tierra.
Vemos así, de acuerdo con la evolución de la sensibilidad, que el Reino humano posee el más delicado y perfecto de los vehículos de manifestación cíclica, el físico, más un cuerpo astral sede de su sensibilidad interna que le acerca misteriosamente por lazos de oculta afinidad a todos los seres y a todas las cosas de la Creación, pues en cada unidad de vida, de conciencia y de forma presiente o intuye un diminuto aunque perfecto corazón que late al unísono del gran Corazón Solar. Posee además una mente discriminadora, mediante la cual le es posible comprender las cosas y efectuar operaciones trascendentes siguiendo la estela del destino superior que la propia Divinidad le ha trazado.
Todo este conjunto de expresiones espirituales vienen sustentadas desde sus más remotas raíces por aquella mística flor de cuatro pétalos que constituye el centro de recepción del Fuego de Kundalini (*) y enlaza misteriosamente al hombre con el Cuarto Rayo, el de la Armonía a través del Conflicto, con el Cuarto Reino al cual pertenece, con la Cuarta Jerarquía creadora, los Ángeles Solares, y con la Cruz kármica que "él debe llevar a cuestas hasta la quinta iniciación".
(*) El chacra Muladhara
Los Devas que trabajan especialmente con el Cuarto Reino son de una naturaleza especialmente sensible, mucho más evolucionada que la de los que operan con los Reinos subhumanos y esto puede significar que los átomos o elementos químicos que entran en la composición de su total estructura son más livianos o más sutiles que los que entran en el proceso de estructuración de los demás Reinos, es decir, que poseen un mayor contenido etérico.
El ser humano posee también un tipo definido de organización mental que le permite afirmarse en poderes y capacidades de tipo espiritual, unas facultades que constituyen sólo un sueño muy lejano en el animal y una remotísima posibilidad en el vegetal y en el mineral. Estas capacidades mentales exigen de los devas especializados de la construcción de formas, unos refinados instrumentos de percepción de carácter etérico; de ahí que paralelamente a la complicada red del sistema nervioso que poseen ya algunos animales superiores ha de añadirse la sutilísima red de los Nadis. Los Nadis son en realidad los instrumentos de contacto consciente con el mundo de las emociones y de los pensamientos, que hacen del ser humano un verdadero centro de creación en la vida planetaria. Se puede afirmar que el vehículo humano en su totalidad constituye la más perfecta idea del Logos en el proceso de creación de la Naturaleza.
Habrá quizá en la vida de este Universo en donde vivimos, nos movemos y tenemos el ser, otros mundos en los cuales vivirán también humanidades como la nuestra, dotadas de una mejor o peor organización social y de una evolución espiritual distinta, pero lo que sí puede afirmarse rotundamente desde el ángulo supremamente esotérico, es que la forma arquetípica de las mismas será esencialmente la nuestra, la humana, más o menos refinada y con más o menos sentidos de percepción desarrollados, pero, en definitiva, la figura central de la evolución solar y posiblemente de otros sistemas solares, será la del Hombre Celestial, cuyo símbolo perfecto ha de hallarse sin duda en la forma geométrica de la Estrella de Cinco Puntas, la Forma Causal de la propia Divinidad, el verdadero Arquetipo de Creación de nuestro Sistema Solar...
VICENTE BELTRAN ANGLADA
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