Redefinir al yo por medio de escoger nuestra naturaleza espiritual.

Ramtha


Yo soy un ideal. Históricamente, ha sido necesario esparcir ideales por todas las civilizaciones para evitar que se derrumben: algo sorprendente que sucedió al mediodía, la aparición o reaparición de un fenómeno, —ahora empiezas a entender de dónde viene todo eso— algo que nos haga despertar de este sueño, sueño pesado de melatonina, de la vida carnal. Algo nos despierta, y entonces se enciende el interruptor aquí arriba.

Cuando se enciende, nos "encendemos" como seres espirituales y nos "apagamos" como seres humanos.

¿Cuántos entendéis? Yo fui tu catalizador.

Entonces, ahora, a la luz de toda la eternidad, ¿por qué querrías pasar esta vida desarrollando el Yo espiritual? Primero tienes que vencer todas las cargas, adueñarte del pasado, porque eso te dice, a los que lo logren, que ya lo has hecho todo dentro de la conciencia humana. Por Dios, ¿quién no has sido? ¿Qué no has tenido? ¿A quiénes no has odiado y a cuántos no has amado? ¿Cuántas veces tienes que morir? ¿Cuántas veces tienes que enfermarte? ¿Cuántas veces tienes que ser exitoso para comprobar que nunca has sido un fracaso? ¿Cuántas veces más hay que hacerlo?

¿Sabes una cosa? Solamente una entidad que regresa aquí lo sabe: «La única razón por la que regreso es porque tengo que terminar mis asuntos. Pero mi sueño inimaginable es convertirme en un superser.» ¿Existe un sueño más fabuloso que ser Dios? No, no lo hay.

En tu línea de potenciales incluíste ese sueño y me recordaste a partir de una situación que se produjo entre nosotros. Eso fue lo que hizo que esto existiera y tú lo escogiste. Quieres comprender qué es lo que no has sido. Deseas hallar una liberación de tus cargas y encontrar integridad. Y esa integridad le habla a una integridad del Yo que, una vez esté completamente abarcada, estará lista para el nacimiento del futuro que se creó en el Plano Sublime.

Todo el mundo tiene sus fallas. Pero ¿qué es eso? ¿A qué grado de perfección encontramos esas fallas?

Aquí nadie es perfecto. No existe algo así como el ser humano perfecto. No importa cuánto te esfuerces por llegar allí, nunca lo lograrás, porque para ser perfecto,vas a tener que ser tan primitivo como cualquier animal y ya has avanzado demasiado en la otra dirección.

Llegaste aquí mediante una línea de tiempo que creaste en el plano sublime para aprender, no lo que ya estaba aquí, sino lo que podría ser. Y viniste para tener algo que te recordara las experiencias que necesitabas terminar. Y completar las experiencias puede ser tan sencillo como lo desees, o tan arduo como lo desees.

Después de eso estarás totalmente libre para incorporar lo que ya has creado: una belleza inimaginable. Te aseguro que nadie retrocede después de liberarse de sus cargas. Quedas verdaderamente liberado, libre de tu animal y de tu sufrimiento. Estás completo, encuentras al Yo, lo que realmente eres.

Esta noche te dije tres veces que nuestra forma natural de crear es instantánea. Empiezas a entender por qué un Dios se fragmenta tanto en un humano, porque lo que logramos al instante tiene que pasar por un proceso de coagulación para el humano. La parte humana siempre está protegiendo linderos, buscando víctimas, luchando por sobrevivir y necesitando la cópula. Esas son cualidades de impaciencia. La naturaleza es la supervivencia del más fuerte, y el animal debe ser el más fuerte en todas las categorías mencionadas.

Cuando nos convertimos verdaderamente en seres humanos, fragmentamos lo santo en nosotros, porque el ser humano impaciente no puede sostener un sueño inimaginable imaginable a menos que éste se relacione directamente con su seguridad, su soberanía, su longevidad, su apoyo para la cópula y su superioridad entre desiguales. El ser humano nunca mantendrá un sueño que no facilite su naturaleza humana animal. Esa es la razón por la que el humano es impaciente y está plagado de dudas cuando se trata de la imaginación.

De modo que aquí estamos, los mismos dioses que crearon esta criatura de una forma instantánea. Nos deleitamos en la imaginación como si se tratara de realidad verdadera, pero no la podemos disfrutar con la potencia de Dios en este plano, porque el cuerpo en el que habitamos no puede sostenerla y la rechaza, negándonos así acceso a la experiencia. El cuerpo no es un soñador. Puede crear pensamientos; es la computadora. Puede sostenerlos holográficamente, pero le parece fatigoso retenerlos. El Dios es el momento; es el soñador y debe ser lo suficientemente fuerte dentro del cuerpo para levar el sueño hasta su nacimiento en vez de castrarlo o mutilarlo.

Esto es una batalla, pues lo que siempre pasa es que el gana y el espíritu pierde. Y pasamos así a otra caída, a otra vida sin sentido y lo único que vamos a hacer al morir es volver a ver el mismo programa y realizar la misma contemplación. Oh, estaremos felices desahogados, pero nosotros tenemos una vocación más grandiosa incluso allí.

Aquí estamos incompletos. El camino espiritual y la caminata del maestro comienzan cuando debemos encarar asuntos dolorosos: la naturaleza del humano y la naturaleza del espíritu, el destino, cómo se percibe en los dos casos. Lo que es importante para el humano no lo será para el espíritu. Lo que para el humano es subjetivo y personal para el espíritu será objetivo e impersonal. También tenemos cuerpos que no pueden sostener un sueño y se rinden porque están dando saltos en su territorio; se tienen que mover constantemente para mantener sus linderos bien seguros. Y por otro lado tenemos al Dios, ansioso de completar la experiencia.

Cuando escoges una vida que dedicarás a la revelación espiritual, estás pidiendo una vida en la que debes montar esos caballos de la sensualidad con rienda corta. Esta es la vida para desarrollar el espíritu, y el proceso de recuperar el poder de uno es doloroso y a menudo implica ponerle una zancadilla al cuerpo, a sus lazos familiares. Implica moverle el piso a la culpa y a los celos, a la dinámica de los incidentes familiares, a la sexualidad, a los prejuicios. Y decir en un tono diferente y no obstante único: «Yo creé esto. Nunca fue culpa tuya. Te hice pensar que así era, porque soy un cobarde. Te culpé de sentirme inferior, pero no tenía nada que ver contigo. Me impuse la falta de amor a mí mismo y en verdad soy yo quien me he rechazado a mí mismo y me he encerrado en mí mismo. Fui yo quien te abandonó; tú nunca me dejaste. Fui yo el que se revolcó en la compasión de mí mismo y languidecí en mi pasado. Nunca estuviste en mi presente ya que yo nunca estuve allí. Estaba lejos; estaba en el ayer. No es tu
culpa. Es sólo un hábito que tengo».

Para ser hombre o una mujer honorables se necesita una gran profundidad espiritual, y produce mucho dolor. Pero en vez de sentirte herido, siente el regreso del viento de la energía engendrada que pasa por el cuerpo emocional y que lo purifica para hacernos completos. Eso es mejor que no haberte sentido completo nunca.

La última vez que estuvimos juntos te hablé de la claridad intensa, sin obstrucción. De eso es de lo que estoy hablando. Te dije que cada pensamiento se acuña con decisión. Nunca se toma al azar, se lo contempla tanto que llega un punto en que la manera elevada y extraordinaria de pensar se convierte en el modo de pensar común. Es algo difícil de hacer, especialmente cuando el cuerpo te dice que estás perdiendo mucho. Y es difícil permanecer en la noche oscura del alma y no tener estímulos para salir de ella. Pero ¿por qué querrías salir de ella? Se trata de recuperar esa energía de los lugares dolorosos y tiene que pasar por el cuerpo emocional. Allí es donde está el verdadero sufrimiento, pero es también donde está la purificación.

Mitigarlo o deshacerse de ello sería negarse a uno mismo la purificación y por ende la sabiduría. Que así sea.

¿Qué tiene de malo procesar energía? ¿No crees que eres lo suficientemente fuerte para hacerlo? Es cierto que el ser humano es una criatura impaciente, pero también es peligroso cuando está acorralado. ¿Eres tan cobarde que no eres capaz de encarar los problemas que has creado? Después de todo, las dificultades nunca serán más grandes que tú, porque provienen de ti. ¿O lo que pasa es que puedes arreglarte con ellas, pero no puedes soportarlas cuando regresan? Ciertamente una droga se usa para mitigar la sensación del retorno de lo que tú has puesto en marcha. En tu lugar, yo reflexionaría sobre esto.


RAMTHA
Extracto de NACIMIENTO MUERTE Y REENCARNACIÓN. El Libro Azul

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